Un obispo emérito que no quiere serlo

Vicente Jiménez Zamora, arzobispo emérito de Zaragoza y José Antonio Satué, obispo de Teruel Vicente Jiménez Zamora, arzobispo emérito de Zaragoza y José Antonio Satué, obispo de Teruel
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Ocurrió, según nos cuenta nuestro corresponsal en la Conferencia Episcopal Española, durante la pasada Asamblea Plenaria. Se estaba debatiendo un asunto referido al funcionamiento interno de la Conferencia Episcopal, de carácter jurídico civil, cuando el arzobispo emérito de Zaragoza, Vicente Jiménez Zamora, pidió la palabra para intervenir sobre ese tema, que no es precisamente de su competencia, si es que ha tenido alguna, alguna vez. 

A las claras, lo que quería era postularse para el cargo del que se estaba discutiendo. Hasta aquí todo medio normal. Lo anormal vino cuando, después de que el secretario General de la Conferencia, monseñor César García Magán, tomara la palabra para aclarar que un emérito no podía ser designado, el citado Jiménez Zamora arremetió contra el obispo Secretario General creando una de las situaciones más desagradables vividas en la historia reciente de la Conferencia Episcopal Española. Una situación que dice mucho del equilibrio, ya saben ustedes, de algunos ¿Para qué quiere el emérito de Zaragoza un carguito? ¿No será acaso por añadir un dinerito a la pensión? 

Lo ocurrido provocó una merecida ola de solidaridad con el obispo Secretario General de la Conferencia Episcopal, monseñor García Magán, después de haber recibido ese ataque. ¿Quién es Jiménez Zamora para seguir en el machito? Un miembro de la Comunidad de Lanceros apunta que el susodicho, por las diócesis que ha pasado, lo que ha hecho es arrasar el ímpetu apostólico, tierra quemada pura. Nunca tuvo inconveniente en colocarse a la sombra de quien mandaba en cada momento. Cuando Rouco mandaba, a por Rouco. Cuando Osoro estaba en auge, fidelísimo de Osoro. Cuando le tocó el turno a Omella, pues quién le coloca en Zaragoza, la diócesis de Omella… Así fue subiendo de Osma a Santander y de Santander a Zaragoza.

Un miembro de la Comunidad de Lanceros añade que no debemos olvidar que fue nombrado arzobispo de Zaragoza cuando el Nuncio ya le había comunicado ese nombramiento a Fidel Herráez. Dice este miembro de la Comunidad de Lanceros que conviene no olvidar esto. Otro de los nuestros dice que prefiere no hablar sobre lo que hizo cuando estaba encargado de la Comisión episcopal de Vida religiosa. Lo contrario de lo que había trabajado monseñor Sanz Montes.

Ahí le tienen, con sus ínfulas y su amplia boca, juzgando a quien se le ponga por medio, dando lecciones sobre todo de Sinodalidad, cuando hasta en el Sínodo se preguntaban de dónde había salido. Ahora toca arrimarse a Satué, intimísimo del que fue párroco de Sariñena, quizá consiga que le nombren algo en un futuro. 

Diego Lanzas