Obispo argentino, en proceso de ‘stricklandización’

Nicolás Baisi Nicolás Baisi
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El Hitler argentino ganó las elecciones, el “payaso”, el “flautista de Hamelín” (Francisco dixit), Javier Milei, y el Papa, que aunque no ha visitado su tierra natal desde que saliera de ella hacia el cónclave con una maletita está muy pendiente de lo que pasa allí, no está contento.

No está contento de ver la poca influencia electoral que tiene la jerarquía y el clero argentinos, aunque se han volcado con el candidato peronista Sergio Massa, en unos casos con discreción y en otros -los curas villeros, especialmente- a calzón quitado.

El Papa no está contento y, si atendemos a lo que nos avisaba aquí nuestra impagable Cigüeña de la Torre, y en la propia Argentina el siempre informado Wanderer, su descontento habría encontrado una víctima propiciatoria: Nicolás Baisi, obispo de Puerto Iguazú, quien ha sido notificado por el Dicasterio de los Obispos que en diciembre recibirá una visita fraterna a raíz de algunas noticias que ha recibido la Santa Sede con cuestionamientos sobre el gobierno pastoral de la diócesis. El visitador fraterno será el obispo de Temuco (Chile), Mons. Jorge Enrique Concha Cayuqueo.

¿Cuál es el ‘pecado’ de Baisi? Lo ignoramos, pero no está demás recoger las pistas que nos dan los blogueros citados. Baisi es un protegido del arzobispo emérito de La Plata, Héctor Aguer, que apenas tuvo tiempo de recoger sus cosas y buscarse alojamiento nada más cumplir la edad canónica, y que desde entonces se ha mostrado muy crítico con las medidas más salientes del pontificado. Más cercano en el tiempo: en mayo de este año, el obispo de Puerto Iguazú envió a la Conferencia Episcopal Argentina un informe sobre la última reunión plenaria de ese cuerpo donde se sale visiblemente del ‘programa’ que se está vendiendo desde Roma últimamente.

Con diez años de pontificado de Francisco a nuestras espaldas, no nos parece injusto o injustificado sospechar cómo podría acabar Baisi, sobre todo cuando aún está fresco en nuestra memoria el caso del obispo de Tyler, Joseph Strickland, depuesto de su sede inceremoniosamente sin cargos canónicos ni explicación alguna.