Pase lo que pase, seguiré perteneciendo al Opus Dei

Papa Francisco Opus Dei Fernando Ocáriz y Mariano Fazio junto al Papa Francisco en noviembre del 2021 (Opus Dei)
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(Austin Ruse en Crisis Magazine)-Pase lo que pase con el Vaticano, seguiré perteneciendo al Opus Dei. Esto no debe verse como un desafío o una falta de respeto al papa Francisco, ni siquiera a sus consejeros canónicos. Que Dios los bendiga abundantemente a todos y cada uno. Esta declaración es simplemente la realidad de mis promesas bautismales. 

El Opus Dei es a la vez complicado y bastante simple. Es complicado en cómo encaja como institución en la Iglesia. Y sencillo en lo que llama a hacer a sus fieles. 

Primero, la complicación. El Opus Dei era, a la vez, algo nuevo y algo bastante nuevo. 

Era algo bastante nuevo en el sentido de que la Iglesia parecía haber olvidado la vocación laica. El auge de las órdenes religiosas a lo largo de la Edad Media implicaba para muchos que los frailes, monjes y monjas eran los atletas espirituales, y que podíamos alcanzar la santidad en la medida en que nos uniéramos a ellos. Sin duda, esta visión no era universal, pero era lo suficientemente amplia y profunda como para que la llamada universal a la santidad en 1928 pareciera nueva. De hecho, era antigua, pero quizá un poco olvidada.

Lo nuevo era la idea de que hombres y mujeres, célibes y casados, laicos y ordenados, pudieran tener «una única vocación» dentro de la misma institución. Eso era nuevo y, ciertamente, a muchos les parecía una idea mala -incluso amenazadora-. ¿Cómo era posible que un laico tuviera la misma «vocación única» que un sacerdote? ¿Y qué relación tendría esa institución con la Iglesia?

Y así, con lo nuevo y lo bastante nuevo, san Josemaría buscó un hogar en la Iglesia. ¿Dónde podía encajar en Roma? No fue un camino fácil y ahora parece incómodo. En su estructura organizativa esencial, el Opus Dei debe ser unitario e interdiocesano. Nada parecía encajar. El camino avanzaba por, en palabras de san Josemaría, «el camino menos inadecuado».

Primero se creó una «Pía Unión» diocesana en 1941. Las Pías Uniones se crearon para «realizar cualquier obra de piedad o caridad». Esto permitió al Opus Dei, que entonces no tenía más de 50 miembros, presentarse ante los obispos como una institución de la Iglesia. Poco después, cuando el Opus Dei llegó a tener 100 miembros, quedó claro que necesitaba sacerdotes propios, ordenados de entre sus filas. El obispo de Madrid permitió la creación de una «sociedad de vida común sin votos» que se convirtió en la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. Los miembros de la Sociedad Sacerdotal eran miembros del Opus Dei, al igual que los fieles laicos. Pero este arreglo no era adecuado porque parecía que los fieles laicos eran secundarios respecto a los ordenados. La búsqueda de un hogar canónico continuó.

Luego vino una morada temporal llamada «Instituto Secular». Había conversaciones en aquellos días sobre lo que entonces se llamaban «nuevas formas de vida cristiana». Esto llevó a una constitución apostólica que permitió lo que se conoció como «Institutos Seculares». El beneficio para el Opus Dei fue que quedó claro que el nuevo instituto, aprobado por la Santa Sede, era el Opus Dei en su totalidad, y no la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz con una asociación de laicos añadida. El problema era que los Institutos Seculares se conectaban con el Vaticano en la Sagrada Congregación para los Religiosos; los votos religiosos nunca han formado parte del Opus Dei.

La búsqueda continuó. En 1960, san Josemaría envió una carta al secretario de Estado del Vaticano pidiéndole que considerase proponer a Juan XXIII la revisión del estatus jurídico del Opus Dei. La propuesta pedía específicamente que el Opus Dei se vinculara a la Iglesia a través de la Congregación para los Obispos.

Y entonces llegó el Vaticano II, que creó las «prelaturas personales». Las prelaturas personales son instituciones de la Iglesia que permiten incardinar a los sacerdotes con su prelado para una misión pastoral específica, en lugar de incardinarlos en una diócesis territorial o en una orden religiosa. La idea de una prelatura personal fue propuesta en el Concilio Vaticano II y posteriormente codificada en el derecho canónico. En 1982, el papa san Juan Pablo II instituyó la primera y única prelatura personal, el Opus Dei.

Ahora parece que el antiguo espantajo de que sacerdotes y laicos tengan la misma vocación ha surgido en las conversaciones vaticanas sobre lo que es propio -y lo que no lo es- de una prelatura personal. El año pasado, el Santo Padre desvinculó al Opus Dei de la Congregación para los Obispos y lo vinculó al Dicasterio para el Clero. Y el reciente documento de Roma parece decir que los laicos no pueden ser miembros de una prelatura personal, solo «colaboradores», mientras que la pertenencia está reservada únicamente a los ordenados. Esto significaría que los fieles laicos del Opus Dei no tendrían la misma vocación y dedicación que los sacerdotes miembros.

Se han escrito libros enteros sobre el estatus canónico del Opus Dei. Incluso mi pequeño resumen muestra lo complicado que ha sido para el Opus Dei encontrar un hogar en la Iglesia. 

Y ahora la parte sencilla. He dicho al principio que seguiría perteneciendo al Opus Dei pasara lo que pasara. Lo que eso significa es que estoy llamado a vivir continuamente en la presencia de Dios, a ser un contemplativo en medio del mundo, a santificar mi trabajo y mi vida familiar, a santificar a otros a través de mi trabajo, y a hacer apostolado. Esta es la vocación al Opus Dei.

No es que el estatus canónico del Opus Dei no sea importante, lo es; pero a lo largo de la historia del Opus Dei, desde 1928 hasta hoy, no importa cuál haya sido nuestro hogar en la Iglesia, esta ha sido la misma vocación idéntica de todos los miembros, por designio divino: laicos y ordenados, célibes y casados. Y no importa dónde acabemos dentro de la Iglesia, esto es lo que seguiremos haciendo.  

El Opus Dei fue inspirado por el Espíritu Santo, y como san Josemaría aseguró desde el principio, Dios le reveló que durará hasta el final de los tiempos. 

San Josemaría rezó una aspiración: «Dulcísimo Corazón de María, prepara un camino seguro». Rezaba para que el Opus Dei encontrara su propio hogar en la Iglesia. Nuestra oración continúa.

 

Publicado por Austin Ruse en Crisis Magazine

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana