Osoro fracasa incluso en su despedida

Misa despedida Osoro Misa despedida Osoro
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La Comunidad de Lanceros está empeñada en pasar página de la oprobiosa, la época de Osoro como arzobispo de Madrid. Sin embargo, la realidad es tozuda. Estamos en un tiempo nuevo. Eso no significa que no dejemos constancia de la “despedida y cierre” de Osoro, de la misa espectáculo para invitados, iniciados, amiguitos, plañideras y agradecidos, del pasado sábado en la catedral de la Almudena.

Como pudieron comprobar varios de los miembros de esta Comunidad, unos cuántos desde el presbiterio, la catedral de Madrid a duras penas se llenó de fieles. Ahí están las fotos. El exterior estaba vacío por mucha pantalla que se pusiera para dar sombra, en un mediodía en el que el único calor era el del sol radiante. 

Desde hace meses la catedral de la Almudena se ha convertido en un templo sólo para invitados. No tardaremos mucho tiempo en tener que pagar la entrada para ir a misa en la Almudena. Se han impuesto unas medidas de seguridad absurdas que obligan a enseñar, a la entrada, hasta el forro de las carteras en las que llevamos el alba y la estola para la concelebración. Han convertido así la celebración litúrgica en una especie de acto social en el que quien manda y ordena es la policía.

El desprecio con el que se trata al santo pueblo de Dios, las dificultades para entrar en una celebración de la Iglesia católica, universal, han acabado por vaciar la catedral de Madrid. Qué dirá el Papa Francisco de este desprecio al Pueblo santo de Dios. Guardias de seguridad con malas formas en las puertas que impedían la entrada si no tenías una invitación, sitios reservados en contra del espíritu y la letra del Concilio Vaticano II que acabó con los privilegios en los templos, religiosas en la calle porque no llevaban la papela.      

Todo eso para que la catedral se quedara vacía y se ocuparan escasamente los bancos. Atrás quedan aquellas misas multitudinarias, aquellas oraciones presididas por Rouco, piadosas y solemnes, sin amaneramientos, en las que no cabía un alfiler, en las que la gente apenas podía transitar por los laterales de las naves del lleno en el templo.  

Lo que faltaba ocurrió. El cura de moda en Madrid convirtió el momento de la acción de gracias en un espectáculo de los suyos. Nos referimos al festivalero Toño Casado, que además de forrarse con sus montajes, bueno, y con los pleitos con los productores, da lecciones de espiritualidad, como si no nos conociéramos. Después de la comunión se sacó un órgano, lo puso delante del altar e hizo que un mal imitador de Julio Iglesias, con coro de acompañamiento femenino, masajeara al cardenal Osoro que cayó en un increíble éxtasis. Todo esto para asombro del Nuncio y de Rouco que no sabían a dónde mirar.

Un miembro de la Comunidad de Lanceros ha preguntado por qué en el presbiterio escondieron al nuevo arzobispo de Madrid, sentado en una esquina imperceptible, en la tercera fila, detrás de monseñor Fidel Herráez, pegadito a una columna.

Escasos, escasísimos obispos. Omella, que saboreaba su victoria, los cardenales de turno, el emérito y el claretiano, los de la Provincia Eclesiástica, los auxiliares de Madrid de ayer y de hoy, los estómagos agradecidos y bien agradecidos del de Palencia y el emérito de Zaragoza, el de Sigüenza-Guadalajara  y varios sudamericanos, que no toquemos este tema, de momento. Osoro diciendo en la homilía que “he querido estar con todos”. Una vez más no se lo cree ni él mismo. Ahora, al pisito frente al Palacio Real. Balcones a la calle que no falten. 

 

Diego Lanzas