Sobre el hecho histórico de la crucifixión de Jesús: una reseña para la meditación del Viernes Santo

Por Adolfo González Montes, Obispo emérito de Almería Crucifixión
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La liturgia de Semana Santa nos introduce en la celebración de la muerte y resurrección de Cristo, acontecimiento de salvación en el cual hemos sido redimidos, porque en la cruz de Cristo, por nosotros crucificado, «Dios estaba reconciliando el mundo consigo, no tomando en cuenta las transgresiones de los hombres, sino poniendo en nosotros la palabra de la reconciliación» (2Cor 5,19). 

La condena a muerte en cruz era la expresión de la maldición divina del malhechor, lo que constituía un grave obstáculo para la predicación de Cristo crucificado como enviado de Dios, mesías y salvador. Frente al rechazo de la predicación cristiana, san Pablo no dudará en radicalizar el anuncio en palabras que golpean tanto el corazón de cuantos obedecen al Evangelio como el de aquellos que lo resisten: «Así, mientras los judíos piden signos y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado, escándalo para los judíos, locura para los gentiles…» (1Cor 1,22). El Apóstol interpretará este acontecimiento en sí mismo desconcertante de nuestro rescate en la inmolación del Crucificado, viendo en su cruel e ignominiosa ejecución el precio de nuestra liberación de la ley, por cuyo logro Cristo se hizo por nosotros maldición (cf. Gál 3,13); y apoyando su discurso en las palabras del Deuteronomio: «Maldito el que cuelga del madero» (Dt 21,23). El mismo texto resuena en los discursos pascuales de san Pedro dirigidos a los judíos, al referir que el Dios de los padres «resucitó a Jesús, a quien vosotros matasteis, colgándole de un madero» (Hch 5,30), en alusión a la crucifixión del Señor (cf. Hch 2,23).

No entramos aquí en los datos exegéticos que explanan la reflexión teológica que los autores sagrados nos ofrecen sobre la crucifixión de Jesús. Fue inmolado por nosotros, dice san Pablo, como «instrumento de propiciación por su propia sangre» (Rm 3,25), ofreciéndose a sí mismo y ejerciendo como «sumo sacerdote de los bienes venideros» (Hb 9,11). Entrega del Hijo unigénito en la que se revela el amor que Dios ha tenido al mundo (Jn 3,17). Conmovidos por el amor divino que se revela en la cruz de Cristo, nos adentramos en el acontecimiento histórico de la crucifixión del Hijo de Dios, que ha hecho suya nuestra humanidad para que podamos acoger la vida divina en nosotros redimidos del pecado. 

Los evangelios se comenzaron a configurar textualmente a partir de la crónica de la pasión y la colección de palabras o dichos de Jesús, a los que los evangelistas según fuentes comunes y propias añadirán las narraciones de los milagros. La crucifixión de Jesús nos es atestiguada por los evangelios sinópicos (Mt 27,34-38; Mc 15,23-27; Lc 23,33-34.38), igual que por el evangelio de san Juan (Jn 19,17-19.23), el libro de los Hechos (Hch 2,22; 5,30; 10,39); así como por diversos pasajes de las cartas apostólicas, en las cuales la interpretación de la cruz de Jesús es elaborada teológicamente en perspectivas distintas y al tiempo convergentes. Los evangelios sinópticos atestiguan las secuencias de la crucifixión conforme a un paradigma común en lo sustancial: el lugar de la crucifixión y su nombre hebreo Gólgota, que se traduce “lugar de cráneo” y de ahí Calvario; el hecho de la crucifixión, habiendo despojado a Jesús de sus vestiduras; junto a él crucificaron a dos malhechores; y que sobre la cruz de Jesús colocaron la causa de la condena: «El rey de los judíos» según Marcos, el más antiguo de los sinópticos. Mateo añade el nombre de Jesús para identificación del crucificado, y Juan el nombre y la procedencia geográfica de Jesús llamándolo “Jesús el Nazareno”

Jesús fue crucificado según los sinópticos el 15 de Nisán (marzo-abril), y según el cuarto evangelio el 14 de dicho mes, víspera de preparación para la Pascua o Parasceve judía. Cálculos astronómicos de los calendarios permiten suponer que pudo ser hacia el 7 de abril del año 30, según el computo de la era cristiana, que oscila entre 3 y 6 años. Hoy disponemos de datos acerca de la historicidad incontrovertible de la crucifixión de Jesús, conocemos antecedentes suficientes sobre la práctica de la misma en el Oriente Próximo y durante el Imperio Romano, y sobre su práctica en Palestina en tiempos de Jesús.  Conocemos además la práctica de las torturas que precedían al suplicio de la cruz. La exégesis histórico crítica del Nuevo Testamento cuenta con los conocimientos de las ciencias auxiliares, incluyendo entre ellas no sólo las que propician el análisis textual y lingüístico de la narración evangélica, también la contribución de la historia y de la arqueología. Ayuda inestimable para una evaluación de los evangelios canónicos y de la información complementaria que pueden ofrecernos los textos apócrifos. La literatura judía ofrece información, empezando por pasajes del Talmud que hacen alusión a la pena capital y a su aplicación a Jesús Nazareno, al que «colgaron en la víspera de la Pascua», y siguiendo por Flavio Josefo y Filón, entre otros. También los clásicos griegos y latinos son una fuente de información importante para la investigación prácticamente acabada en lo fundamental. Una síntesis de la misma puede hallarse en el extenso capítulo que la cristología fundamental dedica a los supuestos histórico críticos del acceso a Jesús, en cuanto indagación de los fundamentos históricos de la fe cristológica, para la explicación del paso conocido del Jesús de la historia al Cristo de la fe; y para poder concluir afirmando el dogma de Cristo, Dios y hombre, en el sentido comprensible de que la interpretación del acontecimiento histórico que hace la fe está motivada pro argumentos razonablemente fundamentados. 

Además de la fijación textual de la narración y de la hermenéutica, la arqueología nos ofrece hoy testimonios preciosos que nos permiten precisar los elementos siguientes: 1) Dar contorno y figura del estado del cuerpo de quien ha padecido la crucifixión, recorriendo su “topografía corporal: las lesiones infligidas por las torturas, cuya finalidad es la debilitación ignominiosa de la resistencia física y ánima de la víctima, y el suplicio final que provocará su muerte tras los sufrimientos ocasionados por las heridas, escoriaciones, hendiduras, penetraciones y mutilaciones, resultado de las agresiones y golpes acompañados por las vejaciones que el reo ha de padecer; 2) describir su situación agónica, pronosticando su fatal desenlace; y 3) examinar su cadáver, pudiendo incluso levantando acta diagnóstica médica de su defunción.

 

Esto supuesto, podemos considerar y meditar en la pasión del Señor, tomando como certeza de partida que, en verdad, Jesús fue crucificado. En favor de la historicidad de la crucifixión hablan los siguientes elementos: 

 

  1. Los evangelistas no hubieran deseado tener que afrontar un hecho imposible de ocultar por su objetiva realidad como fue la muerte padecida por Jesús, aun cuando anuncian su resurrección y exaltación. Los evangelistas no narrarían la crucifixión de Jesús, si ésta no hubiera tenido lugar y constituyese un incontrovertible factum histórico. De ello hemos partido, la crucifixión de Jesús representaba un grave obstáculo para la difusión del mensaje evangélico, era una permanente piedra de tropiezo: el escándalo que hacía ver la predicación evangélica como una pretensión de todo punto absurda. Algunos textos muy significativos, como, por ejemplo, el que ofrece el pasaje de Hechos 17,31: Pablo evita hablar de la crucifixión en el areópago, sin poder dejar de mencionar su resurrección, lo que equivale a hablar de la resurrección de un muerto. Jesús había sido efectivamente ejecutado por la autoridad religiosa y política. De explicar la muerte de Jesús sin lograr el asentimiento de sus oyentes, Pablo pasa en 1Cor 1,18; 2,2 a su proclamación provocativa: «… nosotros predicamos a un Cristo crucificado»; y lo hace convencido de que sólo la fe puede superar el que constituye principal obstáculo para la aceptación de la predicación del mensaje evangélico. Es el reto que pretende lograr con éxito: suscitar la fe en el acontecimiento de muerte y resurrección como obra de Dios prevista en su misterioso designio de salvación, y que el Apóstol anuncia dando cuenta de la historia sucedida de Jesús: que, en el Crucificado, muerto y resucitado, Dios ha perdonado los pecados de los hombres y ha abierto el mundo a la esperanza viva de su pasajes regeneración.

 

  1. Como motivos de la dificultad que la historia de Jesús plantea a la fe se pueden mencionar al menos algunos: a) Un elemento cosmovisivo. Lo constituye la imposibilidad para la filosofía antigua (y en general toda filosofía no motivada teológicamente por el cristianismo) de concebir una conciliación de Dios con la pasión, el dolor, la muerte inevitable del ser humano; en definitiva, su caducidad. Un problema que sigue siendo objeto de reflexión teológica hoy. El gnosticismo actual igual que el de la antigüedad tropieza con la dificultad de conciliar a Dios con el mundo y la historia de la humanidad. 
    b) Un elemento de carácter teológico. Es la vinculación del dolor, la enfermedad y la muerte al castigo y la maldición divina que caen sobre los pecadores, acorde con la mentalidad religiosa de quienes no pueden aceptar la condición divina del que ha sido ejecutado como malhechor. Jesús se opuso a esta vinculación, reflejada en el pasaje de Jn 9,2-3, de la curación del ciego de nacimiento: «Le preguntaron sus discípulos: Maestro, ¿quién pecó éste o sus padres para que naciera ciego?” Respondió Jesús: “Ni pecó éste ni sus padres; es para que se manifiesten en él las obras de Dios”». La cruz significaba la máxima expresión del castigo divino contra el pecador, que si podía ser castigo injustamente infligido contra el inocente, en cuanto ejecución de una sentencia contra el criminal llevaba al extremo la manifestación de la justicia divina contra el pecador, tal como queda recogido en Dt 21,22-23. Los cadáveres de los ejecutados en cruz no podían dejarse pendiendo del madero de la ejecución, pues se convertían en un elemento de contaminación de impureza legal para todos los piadosos. c) Un elemento jurídico(político)-antropológico. Lo representa el carácter lesivo para la dignidad humana que revestía la cruz, lo cual impedía conciliar tan ignominioso castigo con la condición de un hombre libre. En pocos lugares hallamos una argumentación tan contundente y persuasivo como en la defensa que hizo Cicerón del senador Cayo Rabirio (a. 62 a.C.). Un ciudadano romano no podía ser crucificado, debía ser decapitado, en caso de condena a muerte, y la crucifixión quedaba reservada a los esclavos de acuerdo con el derecho romano. Aunque tenemos muchas descripciones de este suplicio en el mundo antiguo, no disponemos de muchas ejemplificaciones de la arqueología, fuera del testimonio arqueológico del siglo I, descubierto en 1968 en un osario del cementerio de Giv’at ha-Mivtar al norte de Jerusalén. Entre los restos óseos del joven judío crucificado, “Jehohanan el hijo de Hagkol”, según reza la inscripción del osario, se encuentra un pie clavado en el madero longitudinal de la cruz, que está sujeto por el talón taladrado con un clavo de unos 15 cm. Fue analizado por el Departamento de Anatomía de la Universidad Hebrea de Jerusalén en 1970, y posteriormente por la Autoridad de Antigüedades de Israel en 1985, realizando algunas correcciones al informe anterior.

 

  1. Finalmente, gracias a las investigaciones sobre algo que toca tan de lleno la fe cristiana y la predicación evangélica, disponemos de informaciones documentales literarias (históricas y narrativas) precisas sobre la práctica de la crucifixión en el mundo antiguo. Hay estudios documentados, entre los que se pueden contar los relativos a la crucifixión en Palestina y los diversos estudios sobre el hecho de la crucifixión en el mundo antiguo, particularmente en el romano. No es este el lugar para su anotación y, más bien, hemos de terminar estas observaciones sobre el suplicio de la cruz movidos por la fe en el misterio de nuestra salvación que en este acontecimiento estremecedor se encierra, para que por la fe podamos conocer «la anchura, y la longitud, la altura y la profundidad, y conocer el amor de Cristo que excede a todo conocimiento, y así llenarnos de toda plenitud de Dios» (Ef 3,18-19). 

Quien tanto amor contemple en el Crucificado, que cargó sobre sí todos los sufrimientos de los hombres y vejaciones padecidas, crímenes e injusticias de lesa humanidad, no podrá sino confiado a la oración de la Iglesia, unir su voz a la recitación del himno que estos días unimos a los salmos:

¡Oh, cruz fiel, árbol único en nobleza!

Jamás el bosque dio mejor tributo

En hoja, en flor y en fruto.

¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde

La vida empieza

con un peso tan dulce em su corteza!

 

✠ Adolfo González Montes

Obispo emérito de Almería

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Comentarios
25 comentarios en “Sobre el hecho histórico de la crucifixión de Jesús: una reseña para la meditación del Viernes Santo
  1. El método histórico crítico está condenado por la Iglesia, y hablar de un Cristo de la historia y un Cristo de la fe es la herejía modernista.

    1. Cuando escucho hablar del Cristo de la historia siempre me viene a la mente lo que Jesús le dijo a M.Magdalena:

      ¿ por qué buscas entre los muertos al q vive?

      Pero también pienso q esta entrada nos es muy útil como argumento para los ateos q niegan al Jesús histórico, q también existió.

      Y , en ese sentido, agradezco a Infovaticana esta publicación.

      1. Acs. Correcto lo que dices pero… A los ateos no se los puede convertir porque el convertir gente dejó de ser el objetivo del clero modernista post cvii. Ellos están dialogando por la paz para un mundo mejor y un nuevo orden mundial donde todas las religiones son amigas y se enriquecen unas a otras. Están en otra cosa.

        1. «el convertir gente dejó de ser el objetivo del clero modernista post cvii»

          Probablemente. Pero, ¿a quién le importan los objetivos del clero modernista? ¿Usted está también muy preocupado de los objetivos de los mormones?Y recuerdo que el único Papa que rechaza el proselitismo mandado por Cristo y que dice que es muy malo es Francisco. Ni uno más. Su labor de blanqueo de Francisco, además de muy descarada, no resiste el más mínimo análisis de la realidad, que es muy tozuda.

      2. Uno,

        No estaba refiriéndome a convertir sino a rebatir.

        Y en cuanto a convertir…pienso q, al final, quien convierte es el Espíritu Santo y no nosotros,al menos en mi caso fué así, y es q el Esp. Santo de Dios nos va conduciendo poco a poco y es Él quien sabe el momento, la forma, el lugar etc idoneo para la conversión del ateo.

        Eso no significa q no podamos hablar, debemos hacerlo, ya q el Esp.Santo se valdrà también de nuestras palabras pero sin acosar y sabiendo q siervos inútiles somos.

        A mí,por si le interesa, nadie me convenció pero el Esp.Santo fué dirigiéndome hasta hacerme abrir el N.Testamento y allí, la Palabra, obró el milagro.

        Fué la Palabra, Jesús, y el Espíritu Santo que me llevaron a Casa del Padre y allí recibí su abrazo. Todo en 1 segundo.Fué obra de los 3.

        A otro le llevaran por otro camino. Dios es quien convierte pq ve nuestro corazón y tiene una ruta individualizada para cada uno.

    2. No hay ningún método de investigación histórica condenado por la Iglesia: lo condenado son ciertas premisas o suposiciones y las consecuentes conclusiones, como que el Cristo histórico difiere del de la fe, cuando en realidad es el mismo. Todo ésto lo explica perfecta y clarísimamente el venerable Pío XII en la encíclica «Divino Afflante Spiritu», que levantó la prohibición (que no condena) de emplear ciertos métodos de investigación bíblica que los modernistas usaban para tergiversar la verdad y sostener sus herejías (no es algo exclusivo de los modernistas lo de tergiversar y retorcer la verdad a partir de textos que no dicen lo que algunos sostienen).

    3. «pienso q esta entrada nos es muy útil como argumento para los ateos q niegan al Jesús histórico»

      El problema de quienes, a día de hoy, niegan la existencia de Nuestro Señor (en muchos casos es sólo postureo, que no se creen ni ellos), no es producto de sus creencias ateas, sino sólo de incultura y pocos estudios. Es el mismo problema que no creer en la existencia de Australia.

  2. Me permito corregir o matizar algunos puntos del texto.

    “Los evangelios se comenzaron a configurar textualmente a partir de la crónica de la pasión y la colección de palabras o dichos de Jesús, a los que los evangelistas según fuentes comunes y propias añadirán las narraciones de los milagros.”

    Falso. Presupone a las claras una redacción “por etapas” y la intervención de diversos autores. Los Evangelios canónicos lo son por haber sido escritos por un Apóstol: Mateo y Juan, testigos presenciales de la vida de Nuestro Señor; o por un discípulo de un Apóstol: Marcos de Pedro, y Lucas de Pablo. Esto está atestiguado en la Tradición apostólica que se remonta al siglo primero, siendo creído y transmitido siempre así por la Iglesia.

    1. “…según Marcos, el más antiguo de los sinópticos.”

      Falso. Hay testimonios del siglo II que aseguran que Mateo fue le primero que puso por escrito su Evangelio en lengua hebrea. No obstante, el canónico y fuente de revelación es el texto griego que ha llegado hasta nosotros.

      1. “Jesús fue crucificado según los sinópticos el 15 de Nisán (marzo-abril), y según el cuarto evangelio el 14 de dicho mes, víspera de preparación para la Pascua o Parasceve judía.”

        Este problema se resuelve por considerarse que los sinópticos emplearon el calendario fariseo y San Juan el saduceo. Téngase en cuenta también el uso del calendario lunar de la época, en la que un simple día nublado podía retrasar la llegada del nuevo mes.

        1. “Cálculos astronómicos de los calendarios permiten suponer que pudo ser hacia el 7 de abril del año 30, según el computo de la era cristiana, que oscila entre 3 y 6 años.”

          Resumido. Sabemos por San Lucas que la predicación de San Juan Bautista comenzó el año decimoquinto de Tiberio César (Lc. 3, 1) que correspondería al año 28 de nuestra era. En ese tiempo, Jesús tenía unos 30 años (Lc. 3, 23). San Juan, por su parte, habla de tres pascuas diferentes (Jn. 2, 13; Jn. 6, 4; y la última, en citada en varias ocasiones, 11, 55; 12, 1 y ss.; 13, 1; y 18, 28). Si el ministerio de Jesús duró unos tres años, a partir del año quince de Tiberio, eso nos sitúa en el año 30, que precisamente el 14 de Nisán era viernes (datación de San Juan). Es decir, si trasladamos los datos a nuestro calendario actual, efectivamente parece, porque no es compartido por todos los estudiosos del tema, que Jesucristo murió el viernes 7 de abril del año 30.

          1. Y todo esto pasa por hacer exegesis protestante sin tener en cuenta la Sagrada Tradición. Por algo la iglesia condena el método histórico crítico protestante.

          2. ¿Por qué dice usted «por algo…», si ni es verdad que la Iglesia condene ningún método de investigación, ni la investigación tiene credo (no existe un método científico «protestante»)? ¿A usted le parece ética la manipulación que hace usted de la realidad a partir de falsedades?

    2. «Falso. Presupone a las claras una redacción “por etapas” y la intervención de diversos autores».

      Eso está condenado como error en «Lamentabili sine exitu. Decreto del Santo Oficio sobre los errores del modernismo, aprobado por el Papa Pío X (3 de julio de 1907).

      15. Los Evangelios fueron aumentados con continuas adiciones y correcciones hasta que se llegó a un canon definitivo y constituido»

  3. Los modernistas neocones ponen primero la semilla malvada del método histórico crítico protestante para poder quejarse luego de que los malvados progresistas tergiversa las cosas. ¿Si no siembran primero cómo se van a quejar luego de la cosecha?. Siempre es lo mismo: unos mueven el árbol y otros recogen las nueces. Unos ponen las pistolas quizás para peinarse, y otros tergiversan lo que en realidad quieren decir y disparan. En esto se escudan los sinvergüenzas.
    Cuando Pío XII condenó hacer exegesis protestante histórico critica sin tener en cuenta la Sagrada Tradición, por algo será.

    1. Lo mismo pasa cuando siembran la semilla malvada de los géneros literarios, para luego poder quejarse de que los progresistas dicen que la biblia es fábula, novela, teatro, poesía, metáfora, mitología, crucigrama, sopa de letras… Y así tenemos papas que enseñan que San Pablo habla metáforas, entre otras estupideces.
      Luego, con tergiversar a Pío XII y enseñarlo tergiversado en los seminarios neocones tienen suficuente ¿como va a condenar Pío XII lo que ellos hacen y no va a ser un modernista liberal igual que ellos? De exegesis católica nada de nada, porque ya está hecha y ellos quieren innovar.

      1. «…los malvados progresistas tergiversa las cosas»

        Ignoraba que fuera usted un malvado progresista, porque usted es el rey de la tergiversación de las cosas. Quien tenga interés por este tema, que lea directamente «Divino Afflante Spiritu» del venerable Pío XII, porque leerle a usted es casi peor que leer a Francisco (cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia).

  4. Muchas películas sobre Nuestro Señor distorsionan la realidad de los hechos históricos de la vida de Jesús. Y también muchas suposiciones erróneas que pululan incluso entre católicos.
    Por eso debemos discernir bien para que no nos confundan.
    Por ejemplo, decir que Cristo no llevó la cruz entera sinó sólo el travesaño, no tiene fundamento y se opone a la tradición.

  5. La palabra «propiciación» aparece en el texto una sola vez sin decirse lo que es.
    Las palabras «sacrificio y satisfacción», necesarias para una buena explicación de la redención, como siempre, no aparecen.
    La explicación es bastante coja, como hacen siempre, para que encaje cualquier otra cosa.
    Sonar suena muy bien para el ingenuo. Para el que conoce el modernismo, esto no vale. Parece que está diciendo que San Pablo añade cosas a la doctrina o que interpreta lo que quiere. En un contexto protestante suena perfectamente aceptable, ese es el problema.
    A estas alturas de la película, ya no tienen remedio ni piensan cambiar.

    1. Su mismo problema de siempre: sabe leer, pero no tiene comprensión lectora, lo que sumado a su sectarismo y obsesión, produce su ridículo análisis. Y mire que lo dice claro el texto:

      «No entramos aquí en los datos exegéticos que explanan la reflexión teológica […] nos adentramos en el acontecimiento histórico de la crucifixión del Hijo de Dios»

      ¿Lo ha entendido, o necesita que le hagan un mapa? No es un texto exegético, ni teológico, sino histórico. Y no: la Iglesia no condena la historia, ni el señor obispo tiene por qué preguntarle a usted de qué debe escribir. Pero supongo que a estas alturas usted ya no tiene remedio ni piensa cambiar (ni ponerse en tratamiento).

    2. Uno, adhiero lo que usted plantea.
      Es bueno leer sus comentarios.
      Hoy Viernes Santo los catolicos fieles a la Tradicion nos recogemos a reflexionar sobre el cruento sacrificio de nuestro señor Jesucristo incluyendo pasajes que el post concilio quiso borrar pero estan en nuestra memoria tal como el evangelio de San Mateo Cap. XXVII versiculo 25: Et respondens universus populus, dixit : Sanguis ejus super nos, et super filios nostros.
      Les digo a mis hijos NUNCA olviden.

      1. Pues ya que adhiere tanto, sea usted caritativo y, entre reflexión y reflexión, a ver si le sobra algo de tiempo y le convence para que acepte en Concilio de Trento, cuya doctrina definida lleva negando varias semanas (antes también lo hacía, pero ahora ha cogido carrerilla).

  6. Gran artículo de Mons. González Montes. Ojalá muchos obispos fueran de la talla teológica de este obispo. Otro gallo nos cantaría.

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