El Papa da la razón a Giorgia Meloni

Francisco y Meloni Francisco y Meloni (Vatican Media)
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Es habitual ver a Francisco pronunciarse sobre cuestiones migratorias, pero este pasado domingo, además de condenar el trágico suceso en las costas de Crotone, añadió una nueva crítica y puso el dedo en la llaga: las mafias.

Que el Papa Francisco tiene un mensaje proinmigracionista y en defensa de «puertas abiertas», «sin fronteras» y «sin muros», no es ninguna novedad.

Desde hace varios años, la derecha alternativa en varios países europeos han criticado con ahínco el peligro de la inmigración ilegal en Europa por varias razones como por ejemplo, la infiltración de terroristas y delincuentes en Europa, la pérdida de identidad de las naciones europeas o el tráfico de personas realizado por las mafias.

Defender estas tesis ha sido motivo de innumerables críticas a estos partidos y sus líderes políticos como a Orbán en Hungría, Meloni y Salvini en Italia, Abascal en España o Le Pen en Francia. La postura que vienen defendiendo estos partidos es la de mantener un control y defensa de las fronteras de sus países, del mismo modo que la Guardia Suiza defiende la integridad física del Papa y del estado Vaticano.

Con frecuencia, cuando a nivel político se denuncia el drama de la inmigración ilegal, se es tachado rápidamente de xenófobo y racista tanto desde fuera como desde dentro de la Iglesia, por un mal entendimiento de la virtud de la caridad. Defender la frontera de un país no se hace por odio al de fuera sino por amor a los de dentro.

¿Francisco xenófobo?

«Expreso mi dolor por la tragedia ocurrida en las aguas de Cutro, en Crotone. Rezo por las numerosas víctimas del naufragio, por sus familiares y por quienes han sobrevivido. Manifiesto mi reconocimiento y gratitud a la población local y a las instituciones por la solidaridad y la acogida hacia estos hermanos y hermanas nuestros y renuevo a todos mi llamamiento para que no se repitan tragedias similares», dijo el Papa ayer en el ángelus.

Además, el Papa añadió la siguiente petición: «¡Que se detenga a los traficantes de seres humanos, que no sigan disponiendo de la vida de tantos inocentes!» Una afirmación que bien podría escucharse en cualquier acto político de estos partidos que defiende en control de las fronteras y apuestan por una inmigración, legal y ordenada en función de las necesidades económicas y sociales de los países receptores.

Es evidente que a nadie se le pasa por la cabeza tachar a Francisco de racista o xenófobo por semejante afirmación ya que simplemente denunció un hecho real y objetivo y es que las mafias operan y trafican con los seres humanos. Les venden el paraíso (Europa) a cambio de grandes sumas de dinero para después lanzarlos a la deriva en el Mediterráneo.

La primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, que sigue subiendo en las encuestas, recogió el guante de Francisco y afirmó en sus redes sociales que «las palabras del Santo Padre son un gran recordatorio para todas las instituciones. Como Gobierno las hacemos nuestras, continuando utilizando todas las fuerzas necesarias para combatir a los traficantes de personas y detener las muertes en el mar».

De este modo, por primera vez, el Papa se suma al discurso de poner el foco en el principal problema de la inmigración ilegal: las mafias que trafican impunemente con seres humanos. Es ahí donde está la raíz del problema. Todo lo que no sea denunciar a estos grupos es no querer afrontar la realidad con voluntad de resolverla.

La advertencia de Sarah

Voces autorizadas de dentro de la Iglesia ya han denunciado en infinidad de ocasiones el drama y el peligro de aceptar y blanquear la inmigración masiva, ilegal y descontrolada.

El cardenal guineano Robert Sarah, ya alertó en una entrevista en 2019 que “es una falsa exégesis utilizar la Palabra de Dios para valorizar la migración”. En entonces prefecto para el Culto Divino, afirmaba que “esta voluntad actual de globalizar al mundo suprimiendo a las naciones, las especificidades, es una locura total”.

“Cada uno de nosotros debe vivir en su país. Como un árbol, cada uno tiene su terreno, su ambiente donde crece perfectamente. Más vale ayudar a las personas a crecer en su cultura que animarlas a venir a una Europa en plena decadencia”, alertaba Sarah.

El purpurado guineano subrayó que “todos los inmigrantes que llegan a Europa están hacinados, no tienen trabajo, ni dignidad… ¿Es esto lo que quiere la Iglesia? La Iglesia no puede colaborar en esta nueva forma de esclavitud en que se ha convertido la migración de masa”.