Cardenal Müller: Por qué Benedicto XVI es un maestro para la Iglesia actual

Muller y Benedicto XVI
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(Cardenal Gerhard L. Müller en Il Timone)-Ha reforzado a los cristianos en la fe, los ha animado en la esperanza y los ha encendido de amor a Dios. Ha sido criticado, cometido y despreciado, no por faltas y errores graves en su conducta personal, sino por su fidelidad a Cristo.

El Concilio Vaticano II superó definitivamente la ambigüedad dejada por la Escolástica respecto a la diferencia dogmática entre la fase episcopal y la presbiteral de la ordenación. El sacramento del orden consta de tres fases: diácono, presbítero y obispo. El obispo, como cabeza de la Iglesia que preside (Tomás de Aquino, Suma teológica III, q. 8, a. 8) posee la «plenitud del sacramento del Orden», es decir, el «sumo sacerdocio, cumbre del ministerio sagrado» (Lumen Gentium, 21).

Según la designación bíblica de los Apóstoles como «ministros de la palabra» (Lc 1,2; Hch 6,4), el anuncio del Evangelio ocupa el primer lugar entre los ministerios de sus sucesores. «Los Obispos son los pregoneros de la fe que ganan nuevos discípulos para Cristo y son los maestros auténticos, o sea los que están dotados de la autoridad de Cristo» (Lumen Gentium, 25). Así, todos los obispos de la Iglesia, en virtud de su autoridad sacramental y de su misión, son maestro de la Iglesia en la autoridad de Cristo. De hecho, el Señor resucitado los ha enviado al mundo para hacer discípulos a todos los hombres a través de la fe y el bautismo, enseñando las cosas que el Señor mismo había enseñado (Mt 28,16-20).

Los maestros de la Iglesia

Si bien todos los obispos son iguales en su misión de maestros de la fe, existen diferencias en el celo pastoral y en la competencia intelectual y espiritual con los que cada «pastor y doctor» (cfr. Ef 4,11) han sido particularmente bendecidos. Pablo se lo dice a Timoteo, su colaborador y sucesor apostólico. Los «superintendentes» de la Iglesia (es decir, los obispos y sacerdotes según la terminología actual), «son dignos de doble honor, principalmente los que se afanan en la predicación y en la enseñanza» (1Tim 5,17).

A la luz de las generaciones precedentes en la historia de la Iglesia, se advierte a los cristianos: «Acordaos de vuestros guías, que os anunciaron la palabra de Dios; fijaos en el desenlace de su vida e imitad su fe» (Heb 13,7).

A partir del siglo VIII se convirtió en una costumbre venerar como maestros de la Iglesia a los obispos y algunos sacerdotes de la antigüedad que habían adquirido una elevada autoridad gracias a su excepcional obra teológica y pastoral. Prescindiendo de la característica de «antigüedad» (antiquitas), es decir, el tiempo anterior al final de la patrística occidental y oriental (Isidoro de Sevilla, Juan de Damasco), nos hemos tenido que dar cuenta de que también los grandes obispos y teólogos más recientes se han distinguido por la santidad de su vida, la calidad absolutamente superior a la media de su formación teológica y filosófica y, obviamente, por la ortodoxia de su enseñanza, es decir, la plena conformidad al credo católico.

Es evidente que Tomás de Aquino, el doctor communis, es equiparable a san Agustín en términos de valor. A diferencia de los Padres de la Iglesia, él también fue llamado maestro de la Iglesia (doctor ecclesiae).

Probablemente a partir del papa Benedicto XIV (1740-1758), se desarrolló un procedimiento ordenado que nombra a un hombre o a una mujer como Doctor de la Iglesia en función de tres criterios (la canonización completa de la persona en cuestión; su excepcional contribución teológica; la comprensión espiritual del misterio cristiano y su nombramiento formal). Se aconseja a los fieles el estudio de los escritos de los Doctores de la Iglesia para fortalecer la propia fe y testimoniar a Cristo en todo el mundo.

El sensus fidei reconoce el don

Tras la muerte del papa Benedicto XVI (2005-2013), se han elevado voces relevantes que, considerando su eminente contribución a la teología científica y su servicio al magisterio papal (como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe), le han conferido el título de Doctor de la Iglesia (entre ellos, el cardenal Sarah y yo), como maestro supremo de la cristiandad en la sucesión de Pedro.

Y no hay duda de que lo sea si consideramos los 16 volúmenes de sus escritos de 20.000 páginas, la extraordinaria calidad de sus encíclicas sobre la caridad, la esperanza y la fe, sin olvidarnos de la encíclica social Caritas in veritate.

El gran aprecio expresado por los fieles de todos los niveles de instrucción dan testimonio de su «aplicación a la enseñanza» (cfr. Rm 12,7), que refuerza a los cristianos de hoy en la fe, los anima en la esperanza y los enciende de amor por Dios. El Dios Trino, en su Palabra hecha carne y en el Espíritu infundido sobre todos, es el centro de los hijos de Dios que siguen al Señor crucificado y resucitado. Las últimas palabras de Joseph Ratzinger, el humilde siervo de su amo, en su tránsito a la morada eterna, han sido: «Jesús, te amo».

En especial, muchos jovenes cristianos han expresado la experiencia de una vida comprometida en el amor de Dios cantando en la plaza de San Pedro: «Santo súbito».

Ciertamente nos podemos fiar del sensus fidei del pueblo de Dios, por el hecho que los hombres reconocen la abundante obra de la Gracia de Dios en la vida y la muerte de Joseph Ratzinger, al que ha ampliamente comunicado el «espíritu de sabiduría y revelación» (Ef 1,17) y «el conocimiento de la gloria de Dios reflejada en el rostro de Cristo» (2 Cor 4,6).

Obstaculizado por su fidelidad a Cristo

Joseph Ratzinger ha sido criticado, combatido y despreciado, no por faltas y errores graves en su conducta personal, sino por su fidelidad a Cristo y a la verdad de su revelación en la enseñanza católica y apostólica de la Iglesia del Dios Uno y Trino.

La santidad de vida no está determinada por un procedimiento canónico; como mucho, este la reconoce y confirma. Se basa sobre la experiencia del hombre espiritual que no juzga según los estándares del mundo, sino en virtud de la fuerza del Espíritu de Dios. «En cambio, el hombre espiritual lo juzga todo, mientras que él no está sujeto al juicio de nadie. ‘¿Quién ha conocido la mente del Señor para poder instruirlo?’. Pues bien, nosotros tenemos la mente de Cristo» (1 Cor 2,15 ss).

Mirando al cristiano Joseph Ratzinger (1927-2022), profesor de teología, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y pastor supremo de la Iglesia, al que nunca se le ahorró «la hostilidad intermitente» de los enemigos de la cruz de Cristo, es oportuno que se garantice la beatitud de los mártires y confesores de Cristo. De hecho, Jesús nos dice a nosotros, sus discípulos, «Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo, que de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros» (Mt 5,11 y ss).

En su Introducción al cristianismo (1968), libro publicado hace cincuenta años, donde describe, en definitiva, una vida inspirada por la fe, la esperanza y la caridad, Joseph Ratzinger concluye con estas palabras: «La meta del cristiano no es la bienaventuranza privada, sino la totalidad. El cristiano cree en Cristo y por eso cree también en el futuro del mundo, no solo en su propio futuro. Sabe que ese futuro es más de lo que él puede hacer. Sabe que existe un sentido que él no puede destruir. […] El mundo nuevo que se describe al final de la Biblia con la imagen de la Jerusalén celestial, no es una utopía, sino la certeza que nos ofrece la fe. El mundo ha sido redimido. Esta es la certeza que sostiene a los cristianos y que hace que hoy siga valiendo la pena ser cristianos».

 

Publicado por el cardenal Gerhard L. Müller en Il Timone

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana

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Comentarios
39 comentarios en “Cardenal Müller: Por qué Benedicto XVI es un maestro para la Iglesia actual
  1. Si B-XVI es un maestro para la Iglesia actual, ¿quien es Francisco para la Iglesia actual? Porque es evidente que son antagónicos.
    Cardenal Müller, no se puede servir a dos amos…

        1. Panchito para estúpidos, necios y majaderos tu presidente el tal López Obrador, es campeón mundial, un descendiente de españoles pidiendo perdón por la conquista de México. Vosotros a lo vuestro, al narcotráfico, a los tiroteos, al asesinato masivo de mujeres y los crímenes de estudiantes que es vuestra especialidad. De qué sirvió vuestra independencia, pues para convertiros en masones, persecutores de cristeros y para perder la mitad de vuestro territorio por los gringos, Enhorabuena, seguid así Panchitos.

          1. EP: tus palabras destilan odio y racismo del más duro; no soy mexicano, pero admiro a los mexicanos, hasta la Virgen quiso ser parte de su historia. San Juan Pablo II se autoproclamó mexicano. Así que tus palabras no me afectan. Me escandaliza que siendo tú un “católico” tradicionalista te expreses con tanto desprecio y hasta odio contra tus semejantes.

          2. Este cretino ni es mexicano ni es Panchito como usted dice. Es simplemente un demente acomplejado más nocivo que su propio nombre EL PEDU CAFREDE, una ventosidad mal expedida y un cafre irredento

  2. ¿Cómo se le llama al que hace un juramento solemne y rompe ese juramento? ¿Desde cuándo la Iglesia condena algo como error («reprobamos, proscribimos y condenamos todas y cada una de las perversas opiniones y doctrinas singularmente mencionadas en estas Letras, y queremos y mandamos que por todos los hijos de la Iglesia católica sean absolutamente tenidas por reprobadas, proscritas y condenadas», y al cabo de los años considera doctor de la Iglesia y santo a quien habiendo jurado reprimirlas y no enseñarlas ha hecho de ellas su bandera?
    Historicismo crítico, evolucionismo doctrinal, libertad religiosa, ecumenismo desaforado, sincretismo religioso, etc… Han dejado la Iglesia que, como dijo Alfonso Guerra de España, no la conoce ni la madre que la parió. Los resultados de estas doctrinas lo vemos todos los días en estas páginas, pero siempre se repite el argumento de Montini: el humo del infierno ha entrado solo, nadie le ha abierto las puertas y las ventanas.

    1. “Cristo llegó a coincidir con Dios cuando en la cruz encarnó serlo para los demás. Como hombre ejemplar, como el hombre-tipo, trasciende el límite de lo humano. En Jesucristo el proceso de hominización ha llegado a su término.”

      J. Ratzinger, Fe cristiana, ayer y hoy.

    2. “Hacer una lectura “crítica” de la Biblia significa abandonar el recurso a una autoridad en su interpretación. Cierto es que no debe excluirse totalmente la “tradición” como medio de comprensión; pero ella cuenta solamente en la medida en que sus motivaciones resistan los métodos “crítico”. En ningún caso la “tradición” puede ser criterio de interpretación. Considerada en su conjunto, la interpretación tradicional es considerada como pre-científica e ingenua: sólo la interpretación histórico-crítica parece capaz de desvelar verdaderamente el texto.”

      J. Ratzinger, La exégesis cristiana hoy.

    3. “Sin embargo, quien los oiga hablar (a los modernistas) de sus trabajos sobre los Libros Sagrados, en los que es dado descubrir tantas incongruencias, creería que casi ningún hombre antes de ellos los ha hojeado, y que ni una muchedumbre casi infinita de doctores, muy superiores a ellos en ingenio, erudición y santidad de vida, los ha escudriñado en todos sus sentidos.”

      San Pío X, Pascendi, 31.

      1. «En la terminología de Pablo no se oponen cuerpo y espíritu, sino cuerpo carnal y cuerpo espiritual… No vamos a estudiar aquí los innumerables problemas históricos y filosóficos que esto lleva consigo, bastemos afirmar que tanto para Juan (6,63) como para Pablo (1 Cor 15,50) la resurrección de la carne es la resurrección de las personas. (Leiber), no de los cuerpos (Körper). Según el pensamiento moderno, el modelo paulino es mucho menos ingenuo que la tardía erudición teológica con sus sutiles ideas sobre el problema de si son posibles los cuerpos eternos. En pocas palabras, Pablo no enseña la resurrección de los cuerpos, sino de las personas; esto no se realiza en el retorno del cuerpo carnal, es decir, del sujeto biológico, cosa según él imposible (la corrupción no heredará incorrupción), sino en la diversidad de la vida de la resurrección, cuyo modelo es el Señor resucitado» (Introducción al cristianismo, pág 347).

        1. «la vida de la resurrección, cuyo modelo es el Señor resucitado».

          ¿La carne del Señor no resucitó?.
          «Creo en la resurrección de la carne y la vida eterna» (Credo apostólico).
          «Mirad mis manos y mis pies; soy yo mismo. Palpadme y ved que un espíritu no tiene carne y huesos como véis que yo tengo.» (Lucas 24:39).
          Si se refiere a que no serán exactamente las mismas células que tenían los cuerpos en vida, eso es una obviedad, pocas células de un anciano son las que tenía de niño. De todas formas no le hubiera venido mal hablar con el Padre Carriera sobre la física de los cuerpos resucitados (las capacidades y características de un cuerpo glorioso son perfectamente compatibles con la física), en vez de pontificar sobre lo que no sabe, y llevar error a quienes lo leen.

  3. Por lo que veo, Infovaticana está siendo progresivamente tomada por tradicionalistas que quisieran que todos volvamos al siglo XVI (ni siquiera a la época apostólica). Al parecer, nada del magisterio eclesial tras Trento está libre de sospecha. Por otra parte, el procedimiento crítico que emplean es sumamente sencillo y siempre el mismo: tomas una afirmación de quien quieres criticar, la extraes del contexto, la opones a otra afirmación que, en su literalidad, consideras impecable, y obtienes la aparente contradicción. Eso es lo que hacen muchos de los que aquí escriben y, de ese modo, se es capaz de cuestionar cualquier cosa. A menudo, ni ellos mismos se ponen de acuerdo en quién fue el último Papa legítimo.
    El artículo de Müller me parece impecable en fondo y forma. Y espero que Benedicto XVI sea alguna vez canonizado, como lo ha sido Juan Pablo II (por cierto, otro de los preferidos para la crítica tradi).

    1. Lo curioso es que ese procedimiento crítico tan habitual y simplón entre los tradis es el mismo que el método histórico-crítico ha utilizado desde el s. XVIII para cuestionar la veracidad de la Sagrada Escritura; el mismo del que se sirven sus odiados modernistas. Tomas una afirmación de la Escritura (habitualmente del Nuevo Testamento), la opones a otra (sacada de contexto y habitualmente del Antiguo) y obtienes la buscada contradicción. De ahí deduces que la Escritura es irracional, con la misma facilidad con la que los tradis deducen que determinadas afirmaciones de J. P. II o de B. XVI, por citar los autores a los que más critican últimamente, son contrarias a la fe. En ambos casos, modernistas y tradis incurren en el mismo error: no tienen una equilibrada concepción de la relación entre razón y fe.

        1. Aprenda educación y, de paso, emplee argumentos en lugar de ataques «ad hominem». También esta forma de «razonar» parece ser bastante común entre los tradis, por cierto.

          1. Fíjese usted como manipulamos frente a lo escrito por Benedicto sobre la resurrección de los muertos: «… ha de venir al fin del mundo, ha de juzgar a los vivos y a los muertos, y ha de dar a cada uno según sus obras, tanto a los réprobos como a los elegidos: todos los cuales resucitarán con sus propios cuerpos que ahora llevan, para recibir según sus obras, ora fueren buenas, ora fueren malas; aquéllos, con el diablo, castigo eterno; y éstos, con Cristo, gloria sempiterna» (Concilio Letrán II, 1215, Definición contra los albigenses y los cátaros, Denz 801).

          2. Juan si no tiene ni pu ta idea de carlismo para qué hablas. Miles de mártires de la Tradición murieron tirados por los campos de España por Dios y por la patria. ¿Cuantos han muerto por ahora por defender el modernismo conciliar y sus herejías posteriores?. Pues nadie, ¿Por quién morirías tú?. , ¿ morirías por Cristo ?, ni de coña verdad, pues cállate la boca.

      1. El simplón es usted señor Juan. Decir que los extractos están sacados de contexto es ignorancia o malicia. Usted mismo. Efectivamente la crítica modernista, entre otras cosas, introdujo en el catolicismo que los autores de los evangelios de Mateo y Juan no fueron escritos por los evangelistas San Mateo y San Juan; lo mismo que ha escrito Ratzinger en sus libros y, como se ha reiterado, nunca se ha retractado de ello. Así que quien hace crítica modernista (por eso, por lo puesto por otros comentaristas y por mucho más) es Ratzinger, le guste a usted o no.

        «Equilibrada concepción de la relación entre razón y fe». Esto si que es una soberana tontería sacada de contexto.
        Saludos señor Juan Modernista Sinsaberlo.

    2. «Al parecer, nada del magisterio eclesial tras Trento está libre de sospecha».

      Tras Trento no, tras el CVII. Veamos lo que decían Joseph Ratzinger y otros teólogos y eclesiásticos sobre el Concilio:
      “Si se desea presentar un diagnóstico del texto (Gaudium et Spes) en su totalidad, podríamos decir que (en unión con los textos sobre la libertad religiosa y las religiones del mundo) se trata de una revisión del Syllabus de Pío IX, una especie de Anti-Syllabus […] Limitémonos a decir aquí que el texto se presenta como Anti-Syllabus y, como tal, representa una tentativa de reconciliación oficial con la nueva era inaugurada en 1789 […] La postura unilateral adoptada por la Iglesia bajo Pío IX y Pío X, en respuesta a la situación creada por la nueva fase histórica que inauguró la Revolución Francesa, fue en gran parte corregida via facti, especialmente en Europa Central…

    3. pero aún no había una declaración de principios sobre la relación que debería existir entre la Iglesia y el mundo que surgió en 1789. En efecto, los países con acentuada mayoría católica mantuvieron una actitud abiertamente prerrevolucionaria. Difícilmente podrá alguien negar hoy que los Concordatos español e italiano procuraron conservar una parte de la visión del Mundo, que ni de lejos correspondía a la realidad. En lo que atañe a la educación y al método histórico-crítico de la ciencia moderna, pocos podrán objetar hoy que existían anacronismos, una clara consecuencia de la adhesión a una obsoleta relación entre la Iglesia y el Estado” (Joseph Ratzinger, Les Principes de la théologie catholique, París: Téqui, 1985, p. 426-427).

    4. “La Iglesia ha hecho pacíficamente su revolución de octubre” (Yves Congar, Le Concile au jour le jour, 2ª session, París: Cerf, 1964, p. 115).
      “Lumen Gentium abandonó la tesis que la Iglesia Católica sería Iglesia de modo exclusivo” (Yves Congar, Essais Ecuméniques, Le Centurion, 1984, p. 216).
      “Es claro, sería vano de esconderlo, que el decreto conciliar ‘Unitatis redintegratio’ dice sobre varios puntos otra cosa que el ‘fuera de la Iglesia no hay salvación’, en el sentido en que se entendió, durante siglos, este axioma” (Yves Congar, Essais Ecuméniques, Le Centurion, 1984, p. 85)
      “Es innegable que la declaración del Vaticano II sobre la libertad religiosa expresa algo netamente distinto de aquello que afirmó el Syllabus de 1864, y logra ser justamente lo contrario de las proposiciones 16, 17 y 19 de ese documento” (Yves Congar, La Crise d’Eglise et Msgr. Lefebvre,París: Cerf, 1977, p. 54.).

    5. “Podríamos hacer una lista impresionante de las tesis enseñadas en Roma antes del Concilio como las únicas válidas, y que fueron eliminadas por los Padres conciliares” (Cardenal Suenens, I.C.I., 15 de mayo de 1969).

    6. Mira, Juan. Déjate de tanta inquina, y medita las cosas.
      Yo formo parte de ningún movimiento. Pero leyendo lo que escriben los que saben más que yo, debo reconocer que están en lo cierto, por la sencilla razón de que lo que dicen los modernistas, no es lo que a mí se me enseñó.

  4. En su Introducción al cristianismo “Joseph Ratzinger concluye con estas palabras: ‘La meta del cristiano no es la bienaventuranza privada, sino la totalidad.’”
    Literalmente hablando, según él, la meta no es mi salvación personal, sino la de la humanidad, la totalidad. Algo que podría sorprendernos, pero que es conforme con lo que él entendía por ser humano y pecado: “El hombre es relación y tiene su vida, a sí mismo, sólo como relación. (…) Verdadero hombre significa: estar en la relación del amor, del por y del para. Y pecado significa estorbar la relación o destruirla. El pecado es pérdida de la relación, interrupción de la relación…”
    Estas frases han sido extraídas de su libro: “En el principio creó Dios: consecuencias de la fe en la creación”, que no es más que una recopilación de sus homilías impartidas en la catedral de Munich cuando era arzobispo de esta diócesis.

  5. Por tanto, si el hombre es relación, Adán pecó porque se encerró en sí mismo y no vivió para los demás (Eva, en primer lugar). Sigue diciendo en la misma homilía sobre el pecado original: “Por eso, el pecado es siempre una ofensa que afecta también al otro, que transforma el mundo y lo perturba. Sólo podemos ser redimidos si Aquél al que hemos separado de nosotros, se dirige de nuevo hacia nosotros y nos tiende la mano. Sólo el ser-amado es un ser-salvado, y sólo el amor de Dios puede purificar el amor humano perturbado y restablecer desde su fundamento la estructura distante de la relación.”
    El pecado, según Ratzinger, es no tanto una ofensa a Dios, sino una ofensa contra los demás seres humanos.
    Pueden leer el capítulo entero del libro en que habla del pecado original, y se darán cuenta que no lo saco del contexto.
    Para nada habla del alma, de la gracia santificante que perdimos y de sus consecuencias: propensión al pecado, enfermedades, muerte.

    1. Pues no entiendo nada… No parece que predicara la fe verdadera… Al final, como decía Jesús, la fe de los sencillos, como si fuéramos niños, es la que debemos seguir… Veo que tanta erudición viene a caer en «creerse mejor que nadie» y dar a entender que los antiguos eran todos unos ingenuos-catetos… en fin …

  6. Se de un sacerdote que niega el pecado original y la existencia de Adán, que se ampara en la catequesis de Benedicto XVI, sobre el pecado original, de la audiencia del miércoles 3 de diciembre de 2008.

    1. La acabo de leer. Dice bxvi que el pecado original del hombre se curó con la entrada de Cristo en la historia.
      Si bxvi quiso decir otra cosa, se explicó fatal. El resultado es que hay montones de católicos que creen que el pecado original se quitó con la encarnación y el bautismo sólo es la entrada en la comunidad.
      ¿Doctor de la iglesia de qué? Doctor en la confusión doctrinal por muy buena que sea su doctrina moral.

  7. Como se nota que el dato mata el relato.
    Este tal «Juan» que comenta está queriendo equiparar la Sagrada Escritura que es palabra de Dios y está inspirada, con los libros heterodoxos de bxvi, como si los libros del papa fuesen la misma palabra de Dios y tuviesen el mismo valor. Como no sabe argumentar por qué motivo aparece tanto error doctrinal, dice que ha sido sacado de contexto ¿Cuál contexto tienen los libros de Ratzinger?. Según bxvi, sus errores son debidos a que no escribe como Papa sino como teólogo privado. Esto solo significa que el concepto de «equilibrio de fe y razón» de bxvi es en sentido liberal y no en sentido tradicional. En sentido tradi es que la razón te conduce a la fe verdadera. En sentido liberal: unas veces razono y otras veces tengo fe y hago una síntesis de ambas porque se contradicen. Unas veces soy papa y tengo fe, y otras veces soy teólogo privado y la razón me quita la fe. Eso es lo que está diciendo.

    1. Porque este tal Juan no está enterado de que cuando los tradicionales llamaban la atención a bxvi por la heterodoxia escandalosa de sus libros, que es justo lo que hay que hacer cuando un Papa se equivoca, el papa ratzinger se escudaba en que no lo había escrito como Papa sino como teólogo privado.

      1. ¿Qué imagen errónea liberal da bxvi del equilibrio de fe y razón? Pues dice que es como un pájaro con dos alas, una es la fe y otra es la razón y vuelan juntas porque son amigas: Hoy tengo fe y digo cosas santas, y mañana uso la razón y me pongo a escribir libros con herejías. La filosofía de que tu mano derecha no sepa lo que hace la izquierda.
        Lo católico es: la razón natural te lleva a la fe verdadera sobrenatural. Punto pelota.
        Pero esto contradice el principio de Libertad religiosa, por eso lo desecha.
        ¿Cómo va a haber entonces derecho a la libertad religiosa si la razón natural de todo hombre lo conduce a la verdadera fe católica tradicional y no a las religiones falsas?

        1. Todos los que aceptan la falsa libertad religiosa están admitiendo la herejía de que la razón natural no te puede conducir a la fe verdadera, porque si te conduce, entonces no hay derecho a la libertad religiosa. Por eso la iglesia enseña que la libertad religiosa es el derecho a ser católico de todos los hombres y ese es su derecho natural querido por Dios, no el aquelarre de Asis.

          1. «Tuve dificultades para penetrar el pensamiento de Tomás de Aquino, cuya lógica cristalina me parecía demasiado cerrada en sí misma, demasiado impersonal y lista para usar. Esto también pudo haber tenido algo que ver con el hecho de que Arnold Wilmsen, el filósofo que nos enseñó a Tomas, nos presentó un tomismo rígido y neoescolástico que simplemente estaba muy lejos de mis propias preguntas».
            (Joseph Ratzinger, Hitos: Memorias 1927-1977 [San Francisco, CA: Ignatius Press, 1998], p. 44).
            Digamos que… no le gustaba.

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