Francisco: “El sacerdote que no da la absolución es un delincuente”

Papa Francisco embajada rusa Ucrania
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Durante su alocución a rectores y formadores de seminarios latinoamericanos, el Papa llamó “delincuentes” a los sacerdotes que niegan la absolución a cualquier penitente, lo que no ha dejado de causar perplejidad.

La noticia tiene ya días, pero tenemos que reconocer que se nos pasó cuando informamos sobre el discurso a los participantes del Curso para Rectores y Formadores de Seminarios Latinoamericanos del pasado día 10. En nuestro descargo diremos que es difícil seguir todas las declaraciones polémicas del Santo Padre.

Vamos con las palabras literales del Papa en aquella ocasión: “ A veces sufro cuando me encuentro con personas que lloran porque se confesaron y les contaron todo. Si vienes a confesarte porque has hecho una, dos, diez mil estupideces… ¡dale gracias al Señor y perdónalo! Pero que el otro todavía siente vergüenza y tú insistes, insistes. “No puedo absolverte, porque estás en pecado mortal, tengo que pedir permiso al obispo…”. ¡Esto pasa, por favor! Nuestro pueblo no puede estar en manos de delincuentes. Y un párroco que obra así es un CRIMINAL, en el verdadero sentido de la palabra”.

Y aquí está el aprieto: esto lo dice el Papa, el Vicario de Cristo, la máxima autoridad de la Iglesia que no puede ser juzgado por nadie. Pero la doctrina bimilenaria de la Iglesia dice otra cosa, dice el sacerdote puede negar o retrasar la absolución si considera que falta algunos de los requisitos necesarios para una buena confesión. Lo explica de forma excelente Ricardo Cascioli en La Nuova Bussola Quotidiana: el penitente no tiene un ‘derecho’ a ser absuelto con independencia de sus disposiciones. Eso es algo que, hasta ayer, cualquier niño católico sabía perfectamente.

En el Canon 978, el derecho de la Iglesia especifica:

“Al oír confesiones, tenga presente el sacerdote que hace las veces de juez y de médico, y que ha sido constituido por Dios ministro de justicia y a la vez de misericordia divina, para que provea al honor de Dios y a la salud de las almas.

Al administrar el sacramento, el confesor, como ministro de la Iglesia, debe atenerse fielmente a la doctrina del Magisterio y a las normas dictadas por la autoridad competente”.

El 980 estipula: “No debe negarse ni retrasarse la absolución si el confesor no duda de la buena disposición del penitente y éste pide ser absuelto”. Y ese “si” es importante, y puede no darse.

Pero todo esto suena a polvorienta teoría, a discusiones sobre cuántos ángeles puede bailar sobre la punta de un alfiler, ¿no? Porque estos casos no se dan en la vida real.

Solo que sí, se dan, se han dado, y algunos son sobradamente conocidos. Uno de los santos más populares y de canonización no lejana, el Padre Pío de Petralcina, era conocido por su rigor en este punto, despidiendo sin absolver a algunos penitentes. Hay abundantes testimonios, entre ellos el de una mujer que lo narra en primera persona: “Me arrodillé ante el Padre Pío con el corazón en la garganta. Estaba confusa, no entendía nada. Pero las últimas palabras duras con las que me sacó del confesionario las entendí muy bien. Fue un golpe beneficioso que nunca podré olvidar».

De hecho, parece ser un rasgo propio de los santos reconocidos como grandes confesores, como el Cura de Ars, San Juan María Vianney, de quien se recuerda que aplazaba a menudo la absolución, esperando que el penitente estuviera realmente dispuesto a obtener el perdón de los pecados. Se cuenta el caso de un adúltero que, aunque arrepentido de su pecado, se sentía incapaz de romper una relación extramatrimonial. El propósito de la enmienda es una de las condiciones de una buena confesión.

¿Está llamando Francisco “criminales” a San Pío de Petralcina y a San Juan María de Vianney? Suponemos que no, que su mensaje iba dirigido contra cierta dureza en el confesionario que, sinceramente, no he experimentado personalmente jamás, pero que sin duda puede darse. Pero Su Santidad debe darse cuenta de que los mensajes que lanza se reciben con especiales atención y cuidado.