Dimite un obispo suizo por «cansancio interior» y pérdida de «entusiasmo y serenidad»

Valerio Lazzeri Valerio Lazzeri
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En el día de ayer, se hizo público que el Papa Francisco había aceptado la renuncia del obispo de Lugano (Suiza), Valerio Lazzeri.

Hasta aquí todo normal, pero lo extraño de esta renuncia era la edad del obispo con tan solo 59 años, es decir, 16 años antes de la edad a la que todos los obispos deben presentar la renuncia.

El propio obispo, Valerio Lazzeri, leyó un comunicado en donde confirmó que la decisión de dimitir nacía de él y no del Papa Francisco.

En rueda de prensa, el ya dimitido obispo de Lugano dijo que es «consciente de las consecuencias relevantes, del peso y de cierto desconcierto que mi decisión no dejará de provocar en muchas personas. Inmediatamente les pido perdón a todos. Sólo puedo deciros que en medio del tumulto, el Señor guarda en mí un rincón de paz suficiente en este momento para tratar de haceros comprender, sin dramatizaciones indebidas, lo que está pasando».

«El Santo Padre ha aceptado mi renuncia como obispo de la diócesis de Lugano. Hace casi nueve años el Papa Francisco me encomendó esta tarea. En este período lleno de experiencias nunca antes vividas por mí, experimenté la misericordia del Señor. Por todo esto doy gracias desde el fondo de mi corazón. El pueblo de Dios que conocí, los sacerdotes, los diáconos, los fieles, me dieron innumerables oportunidades de regocijo”, explicó Lazzeri.

Valerio Lazzeri afirmó que «especialmente en los últimos dos años ha ido creciendo dentro de mí un cansancio interior que me ha quitado progresivamente el impulso y la serenidad necesaria para guiar adecuadamente a la Iglesia que está en Lugano». El obispo señala que «los aspectos públicos, de representación, de gobierno institucional y de gestión financiera y administrativa, que siempre han estado lejos de todo lo que las inclinaciones naturales y el ministerio me habían llevado a cultivar anteriormente, se me han vuelto insostenibles, a pesar de la presencia válida y competente de colaboradores a quienes va mi agradecimiento».

«Siempre he hecho todo lo posible por no eludir mis responsabilidades como obispo, pero me di cuenta de que el esfuerzo y la presión continua que esto me impone me han llevado interiormente a estar cada vez más lejos de lo que soy y, en parte, también de lo que sigo creyendo que es mi verdadero deber como pastor y padre», añade el obispo.

En un acto de sinceridad, el prelado desvela que «ya no puedo imaginarme en la posición que hasta ahora sinceramente y con todo mi corazón he tratado de hacer mía. Ya no veo una manera de interpretar y vivir la misión del obispo de Lugano que sea auténtica y sostenible para mí y, en consecuencia, verdaderamente provechosa para todos. Por eso, después de un largo discernimiento, creí necesario, para el mayor bien de la diócesis y de todos, poner en manos del Santo Padre el mandato que en su momento me encomendó».

Por último, el obispo agrega que «ahora se abre para mí una nueva etapa que quisiera dedicar en un primer tiempo a la reflexión, al silencio y a la oración».