Las múltiples religiones que coexisten en la Iglesia católica

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(Eric Sammons en Crisis Magazine)San Pablo escribió que la Iglesia es «un solo cuerpo y un solo Espíritu… [con] un solo Señor, una sola fe y un solo bautismo» (Efesios 4,4-5); sin embargo, se podría perdonar a alguien por creer que actualmente tenemos múltiples «fes» -es decir, múltiples religiones- que existen dentro de la única Iglesia católica. Consideremos nuestra situación actual.

El «camino sinodal» alemán va por la vía del cisma, mientras que los tradicionalistas estadounidenses son acusados de tener una «mentalidad cismática». Un número cada vez mayor de católicos se cuestiona si el papa Francisco es realmente el papa, mientras que otros aplauden cada uno de sus confusos movimientos. Mientras tanto, millones de católicos están tratando de sobrevivir a este confuso lío con su fe y su cordura intactas.

Algunos podrían decir que este tipo de divisiones siempre han existido en la Iglesia, y tendrían razón (véase 1 Corintios). Sin embargo, las divisiones de hoy son diferentes. No representan puntos de vista opuestos sobre la mejor manera de practicar el catolicismo, sino puntos de vista opuestos sobre lo que constituye nuestra «regla de fe», el núcleo de las creencias fundamentales y los medios por los que recibimos esas creencias. Esto, por tanto, hace que los distintos campos dentro del catolicismo sean en la práctica religiones diferentes, aunque todos pertenezcan externamente a la misma Iglesia visible.

¿Cuáles son algunos de estos diversos campos religiosos que coexisten incómodamente dentro de la Iglesia hoy en día? Veamos los cuatro más destacados para intentar comprender la confusa Iglesia católica actual.

En primer lugar están los hiperpapalistas, cuya regla de fe se ha convertido, en esencia, en los pronunciamientos del papa actual, incluso si esos pronunciamientos contradicen claramente los pronunciamientos de papas anteriores o incluso las enseñanzas oficiales de la Iglesia. Sabemos lo que debemos creer simplemente mirando lo que el papa actual dice que debemos creer. 

Los hiperpapalistas -con o sin decirlo- han hecho de la Lumen Gentium 25 su principio de fe primordial. Ese texto del Vaticano II establece que debemos dar nuestra «sumisión religiosa de mente y voluntad» al papa, y los hiperpapalistas lo han interpretado (erróneamente) para defender que, en la práctica, debemos estar de acuerdo con todas las declaraciones y decisiones del papa actual, incluso si no están directamente relacionadas con la fe y la moral e incluso si no son de ninguna manera declaraciones oficiales del magisterio. El papa se ha convertido en un líder de un partido político moderno, al que no se puede cuestionar. Hacerlo podría poner en peligro su «Partido católico». 

Así que si este papa dice que los católicos divorciados y vueltos a casar pueden recibir la comunión, aunque la enseñanza perenne de la Iglesia -y la enseñanza explícita de un papa reciente- diga lo contrario, tenemos que cambiar de rumbo y seguir al papa actual. Solo así podremos mantener la, siempre cambiante, regla de fe.

Los primos de los hiperpapalistas forman otro bando, los sedevacantistas. Al igual que los hiperpapalistas, también creen que debemos seguir servilmente las enseñanzas y opiniones del papa en todos los asuntos. Sin embargo, dado que está claro que las opiniones de nuestro papa actual divergen de las de los pontífices anteriores, concluyen que este papa no puede ser realmente un papa y, por lo tanto, la sede de Pedro está vacante. 

Para los sedevacantistas, entonces, la regla de fe es «El Último Papa Legítimo». Todo lo que haya en la Iglesia después del «Último Papa Legítimo» debe ser condenado y rechazado. Típicamente, los sedevacantistas miran a un cierto momento en el tiempo -tal vez la década de 1950- como el pináculo del catolicismo que debe ser recuperado.

A continuación están los liberales, que simplemente quieren rehacer la Iglesia a imagen y semejanza del protestantismo dominante y hacer que su regla de fe sea la aceptación de lo actual (anticoncepción, aborto, homosexualidad, transexualidad, etc.). Quieren que la Iglesia se adapte al mundo, en lugar de lo contrario. A veces pueden confundirse con los hiperpapalistas, ya que el papa Francisco a menudo parece estar de acuerdo con ellos, pero si conseguimos un papa más conservador en el futuro, se transformarán rápidamente en críticos del «Papa Actual»(¡y quizás incluso se conviertan en sedevacantistas!). 

Un último bando religioso son los restauracionistas. La regla de fe para los restauracionistas es ese núcleo integrado de enseñanzas y prácticas que se han transmitido de generación en generación en la Iglesia. Aceptan a Francisco como el papa legítimo, pero creen que a menudo se desvía en sus enseñanzas y opiniones de esa regla de fe que se nos ha transmitido, y están dispuestos a criticarlo cuando eso ocurre.

A diferencia de los sedevacantistas, los restauracionistas no rechazan la aplicación legítima del desarrollo de la doctrina. Entienden que la liturgia y nuestra comprensión de la fe pueden desarrollarse con el tiempo, lenta y orgánicamente. Este desarrollo no es equivalente a los últimos pronunciamientos papales; refleja el desarrollo del sensus fidelium, el «sentido de los fieles» (que nunca rechaza el sensus fidelium de las generaciones anteriores).

En resumen: los hiperpapalistas quieren un catolicismo que solo sea el papa actual; los sedevacantistas quieren un catolicismo que solo tenga un papa perfecto; los liberales quieren un catolicismo donde el zeitgeist sea el papa; y los restauracionistas quieren un catolicismo que incluya a todos los papas, pasados y presentes.

¿Cómo se pueden conciliar estos cuatro campos? Para ser franco, no pueden. Son, en la práctica, cuatro religiones diferentes, actualmente contenidas en una sola Iglesia visible. Cuando la propia regla de fe es diferente, también lo es la religión. Esta es una situación que no puede mantenerse; en algún momento, el barniz de unidad se desgastará y desaparecerá. Y, si somos sinceros, ninguno de los campos mencionados puede existir a largo plazo.

El hiperpapismo no puede durar porque esa religión está fundada en hombres: los papas. Aunque todos los católicos deben reconocer que el papa es la cabeza visible de la Iglesia, debemos depositar nuestra fe en el oficio del papado, no en papas individuales, ni siquiera en el papa actual. La historia ha dejado claro que los papas individuales pueden cometer errores, tener opiniones terribles, e incluso llevar a la gente por el mal camino con sus enseñanzas públicas. Si solo aceptas ciegamente las últimas opiniones del papa actual, debes dejar de lado tu razón, rechazando el principio de no contradicción. Es fideísmo, no catolicismo. La religión católica siempre ha considerado que la fe se apoya en la razón, no la rechaza.

El sedevacantismo tampoco puede durar. ¿Qué pasará después de 100, 150 o 200 años, sin un papa aceptable? ¿Quién decide quién es un papa aceptable? Tal situación se convierte en una Iglesia permanente sin papa, que es el protestantismo disfrazado de catolicismo. No es sostenible a largo plazo.

Por su parte, los liberales que quieren rehacer la Iglesia a imagen y semejanza del protestantismo mayoritario van por el camino de la nada. Si consiguen su deseo, habrán destruido la Iglesia: ya no será una roca en la que podamos depositar nuestra confianza, sino solo otra institución humana siempre cambiante que persigue la última cosa de moda. Ya sabemos cómo termina esa historia: basta con ver la moribunda Iglesia anglicana actual.

Y aunque personalmente sostengo que el restauracionismo es la respuesta más adecuada en la Iglesia actual, como movimiento no puede sobrevivir a largo plazo. Un movimiento que se resiste a la dirección actual de los más altos cargos de la Iglesia debe ser, por su propia naturaleza, un movimiento temporal, o también se convertiría en un protestantismo disfrazado. 

Sabemos por la historia que la jerarquía eclesiástica puede llevar a la Iglesia por un camino equivocado durante décadas (véase: la crisis arriana y el Gran Cisma de Occidente), pero finalmente se corrige el rumbo. Si los restauracionistas en el siglo XXII siguen luchando con la jerarquía por las mismas cuestiones que hoy, entonces sería difícil no concluir que los restauracionistas están equivocados, o que el Espíritu Santo realmente ha dejado de guiar a la Iglesia.

Por supuesto, millones de católicos confundidos y en apuros no siempre encajan en uno de los campos mencionados (ni quieren hacerlo); simplemente intentan darle sentido a todo. Dependiendo del tema en cuestión, pueden simpatizar con un grupo en lugar de otro.

Los católicos de tendencia conservadora pueden ser receptivos al restauracionismo unas veces y al hiperpapalismo otras. Los católicos tradicionalistas pueden ser restauracionistas o sedevacantistas (lo que a veces cambia en función de lo escandalizados que estén por el papa Francisco ese día). Los católicos liberales son, bueno, liberales todo el tiempo, pero como ya se ha señalado, se pondrán una máscara hiperpapalista durante el pontificado de un papa amigo, como el papa Francisco. 

Sin embargo, la mayoría de católicos probablemente quieran decir que son «solo católicos»; nada de bandos, muchas gracias. Sin embargo, en última instancia, tienen que enfrentarse a la situación actual como todos los demás. Debido a la confusión que sale de Roma, debemos elegir un bando, temporalmente, aun reconociendo que todos estos bandos deben desaparecer un día para que todos en la Iglesia puedan volver a estar verdaderamente unidos como «una sola fe».

Eric Sammons es el editor jefe de la revista Crisis y el director ejecutivo de Crisis Publications.

Publicado por Eric Sammons en Crisis Magazine

Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana