El «magisterio» del disenso sobre la anticoncepción

Papa Francisco respondiendo a los periodistas
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(La nuova bussola quotidiana/Luisella Scrosati) – El Papa Francisco, en su viaje de regreso de Canadá, contestó a la pregunta de Claire Giangrave, periodista de Religion News Service, acerca de una «evolución de la doctrina de la Iglesia en materia de anticonceptivos» preguntando si Francisco estaba abierto a una «reevaluación» de la prohibición total, si existe «la posibilidad de que una pareja considere los anticonceptivos». Francisco evitó dar la respuesta mínima que un pontífice debería dar a una pregunta de este tipo, a saber, que la enseñanza de la Iglesia sobre la anticoncepción no puede ser modificada, por la sencilla razón de que hay «dos significados que Dios Creador ha inscrito en el ser del hombre y de la mujer y en el dinamismo de su comunión sexual» (Familiaris Consortio, 32); significados que, por lo tanto, los hombres no pueden separar, comportándose «como «árbitros» del designio divino», manipulando y envileciendo «la sexualidad humana, y con ella su propia persona y la de su cónyuge, alterando su valor como donación «total»». Esto es lo mínimo que un pastor de la Iglesia, más aún si es el Sumo Pontífice, debería haber explicado. En cambio, Francisco evitó ofrecer una palabra de verdad sobre el asunto y se enfrascó en un discurso que primero pone en tela de juicio el desarrollo dogmático, utilizando las palabras de San Vicente de Lerins en Commonitorium, y luego traiciona sustancialmente su significado para absolver a los teólogos que escribieron el polémico texto planteando la aceptación de la anticoncepción, justificándolos por haber cumplido simplemente con su deber como teólogos.

Vayamos a las palabras del Papa: «el deber de los teólogos es la investigación, la reflexión teológica. No se puede hacer teología con un ‘no’ por delante, luego será el Magisterio el que diga que no, si ha ido más allá, que vuelva… pero el desarrollo teológico debe ser abierto, porque para eso están los teólogos, y el Magisterio debe ayudar a entender los límites». Y añadió: «Sobre el problema de la anticoncepción, sé que ha salido una publicación sobre este tema y otras cuestiones matrimoniales. Estas son las actas de un congreso, en el congreso están las “ponencias”. Luego discuten entre ellos y hacen las propuestas. Debemos ser claros. Los que han hecho este congreso han cumplido con su deber, porque han tratado de avanzar en la doctrina, pero en un sentido eclesial, no fuera […] y luego el Magisterio dirá: si es bueno o no es bueno». Además del ya destacado cuidado del Pontífice por evitar cualquier pronunciamiento en línea con la enseñanza de la Iglesia sobre la anticoncepción, no pueden dejar de saltar a la vista al menos un par de dificultades.

La primera: los tiempos verbales. «Será el Magisterio», «el Magisterio dirá»: ¿es una falta de respeto preguntarle al Papa si aún no se ha dado cuenta de que el Magisterio ya se ha pronunciado repetida y coherentemente sobre el tema? Casti Connubii, Humanae Vitae, Familiaris Consortio, sólo por nombrar algunas encíclicas. Los teólogos no tienen que hacer teología con un «no» delante, como dice el Papa, sino con un «no» detrás, para guiarlos en la profundización de la verdad revelada y evitar que caigan en el error. Y esto no es un límite a la profundización teológica, sino una garantía para que no se extravíen. Ahora, para evitar ser confrontado con este hecho, con un Magisterio que se ha expresado repetidamente sobre la cuestión, el Papa comienza a etiquetar a quienes piensan simplemente que el Magisterio, cuando propone definitivamente verdades sobre la fe y la moral, debe ser aceptado y creído por todos los fieles, teólogos que enseñan en las universidades pontificias y pastores in primis. Acusar de «indietrismo» a diestro y siniestro -un neologismo vacío de contenido y, precisamente por eso, fácilmente aplicable a quienes se oponen al famoso inicio de procesos- sólo sirve para echar humo a los ojos, para evitar que la gente se dé cuenta de que el rey está desnudo. Cuando una persona habla así, significa que ya no tiene nada realmente serio que decir: «No son tradicionales, son “indietristas”, van hacia atrás, sin raíces… “Siempre se ha hecho así”, “el siglo pasado se hizo así”. La actitud retrógrada es un pecado porque no avanza con la Iglesia y en cambio la tradición, alguien dijo (creo que lo dije en una de las intervenciones) la tradición es la fe viva de los muertos. En cambio estos indietristas que se llaman tradicionalistas es la fe muerta de los vivos».

El segundo problema está estrechamente relacionado con el primero y se refiere al papel del teólogo en la Iglesia y sus relaciones con el Magisterio. Porque hay que entender lo que ha ocurrido en la Pontificia Academia para la Vida: no fue un seminario de filósofos moralistas de diversos orígenes culturales, sino una reunión de teólogos católicos. Y el texto de base, el que impugnamos y seguimos considerando en flagrante violación del Magisterio de la Iglesia, fue escrito por teólogos «católicos» que ocupan importantes cargos docentes: Maurizio Chiodi, profesor ordinario de Bioética en el Instituto Juan Pablo II y miembro ordinario de la misma Pontificia Academia para la Vida; Carlo Casalone, profesor invitado de Teología Moral y Bioética en la Gregoriana; Pier Davide Guenzi, también profesor en el Juan Pablo II y profesor invitado en la Facultad de Teología del Norte de Italia; Pierangelo Sequeri, que fue decano del Juan Pablo II.

En 1990, una importante Instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe recuerda cómo tanto el Magisterio como el teólogo tienen el mismo fin: el de «preservar al Pueblo de Dios en la verdad que libera y convertirlo así en ‘luz de las naciones'» (Sobre la vocación eclesial del teólogo, § 21). La misma verdad investigada y el mismo fin: por eso es esencialmente imposible una divergencia real entre el Magisterio y la teología, sobre todo cuando el teólogo «recibe la misión o el mandato canónico de enseñar» (§ 22). Esto no significa que el teólogo deba repetir como un loro los pronunciamientos del Magisterio, sino «en todo caso una actitud básica de disposición a aceptar lealmente la enseñanza del Magisterio, como corresponde a todo creyente en nombre de la obediencia de la fe» (§ 29). Ahora, en cambio, la actitud alabada por el Papa Francisco corresponde a la de los teólogos disidentes, que por el contrario «pretenden cambiar la Iglesia», apelando al pluralismo teológico. El discurso del seminario de Pier Davide Guenzi (cf. Ética teológica de la vida, 165-175) es un ejemplo evidente de ello. La Instrucción defiende la pluralidad de expresiones teológicas a causa del «insondable misterio de Cristo, que trasciende cualquier sistematización objetiva». Sin embargo, la reivindicación de este pluralismo «no puede significar que se acepten conclusiones» (§ 34) contrarias al Magisterio.

¿Estar de acuerdo con estas consideraciones es ser «indietrista»? ¿Tal vez porque ya fueron escritas hace treinta años?