El Sínodo y la paradoja de la modernidad eclesial

Jesús Silva sinodalidad Sínodo de los Obispos (Vatican News)
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En la Diócesis de Vannes han hecho los deberes de cara al próximo sínodo, aunque llegando a conclusiones que pocos esperaban: mientras que los viejos se aferran a un modelo eclesial ‘renovador’, los jóvenes aspiran a recuperar lo que la Iglesia tiene de perenne.

En realidad, la paradoja es completamente esperable, inevitable, y de ella hemos hablado in extenso en estas páginas. Lo ‘moderno’ es, por esencia, un concepto evanescente, que solo dura mientras dura el hoy, luego el dilema consiste en estar dispuesto a negar mañana lo que se afirmó ayer, continuamente, o adherirse a verdades eternas y a una tradición milenaria.

Pero lo primer es insostenible, nadie puede creer en lo que no creerá al cabo de un tiempo, así que la generación del ‘baby boom’ de posguerra inventó la contradictoria ‘modernidad congelada’, una modernidad fija para siempre, que solo puede cambiar en el sentido de avanzar siempre en la misma dirección ya marcada.

Esto es aplicable tanto a las normas sociales como a la política o a la propia Iglesia. De ahí que cuando en ambientes clericales se habla de modernidad y sus derivados (“ir con los tiempos”, “actualizarse”, “en pleno siglo XXI”) no se hace propiamente referencia a conceptos o hallazgos de hoy, sino a esa modernidad congelada inmediatamente posterior al 68 y, naturalmente, al Concilio Vaticano II, de cuyo ‘espíritu’ pretendió ser el único intérprete autorizado.

No es en absoluto casual que quienes hoy, por edad, ocupan los más altos puestos en la jerarquía eclesiástica sean los mismos que vivieron esa época pseudorrevolucionaria.

Los números, en forma implacable, exponen hasta qué punto la anunciada ‘primavera eclesial’ se convirtió de inmediato en un invierno de apostasías, deterioro de la vida sacramental, creciente irrelevancia de los católicos en el debate social y sequía vocacional. Pero de forma análoga a como los revolucionarios de todos los tiempos, cuando ven el fracaso evidente de sus medidas, no concluyen que se han equivocado sino que no las han aplicado a fondo, muchos de nuestros pastores, marinados en el espíritu del tiempo, están decididos a apurar sus fallidas recetas antes de que la pura biología les aparte del poder.

Se da así la contradicción de acusar de ‘nostálgicos de tiempos pasados’ a quienes no han conocido otra cosa que la actual confusión doctrinal y su rendición casi plena al ‘Zeitgeist’ y que, por tanto, no pueden echar de menos lo que no vivieron. Por el contrario, cabría en buena lógica tachar de ‘nostálgicos’ a quienes nos quieren vender una modernidad caducada y rancia.

Los jóvenes, en cambio, como supervivientes de un naufragio, siguen en la Iglesia porque “solo tú tienes palabras de vida eterna”, porque la Iglesia de siempre les promete verdades de siempre, que no pasarán cuando el cielo y la tierra hayan pasado. No les seducen los intentos clericales de “hablar en su idioma” y de adaptar las formas litúrgicas a las que rigen en la vida corriente de esos mismos jóvenes, porque estos esperan encontrar en la Iglesia otra cosa, un espacio sacro y, en un sentido, fuera del tiempo.

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Comentarios
2 comentarios en “El Sínodo y la paradoja de la modernidad eclesial
  1. De todas formas, se diga lo que se diga en el sínodo, Francisco sólo escucha lo que quiere, y va implementando los cambios que a él le parece, sin atenerse a la doctrina de la Iglesia.

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