Da igual que las últimas investigaciones no encontraran el menor indicio de los abusos que hace un año se denunciaron contra los indígenas canadienses por parte de las instituciones católicas: el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, reaccionando al anuncio vaticano de la visita apostólica del Santo Padre a su país, ha insistido en que es necesario que pida perdón.
El pasado viernes, la Santa Sede anunció que Francisco viajará a Canadá del 24 al 30 de julio, visitando Edmonton, Quebec e Iqaluit, capital de la provincia indígena de Nunavut, por invitación de las autoridades y las comunidades indígenas.
Y no es que el Papa tenga ningún problema para pedir perdón. De hecho, el arzobispo de Edmonton, Richard Smith, confirmó que la intención del papa es disculparse ante los indígenas, y recalcó que si visita el país lo hace para visitar a esta comunidad.
Después de todo, pedir perdón por lo que uno no ha hecho no es difícil y siempre queda bien, al mostrarse contrario a una postura universalmente condenada. Con esto, el Santo Padre puede desplegar una humildad sin humillación personal, una petición de perdón que solo humilla a la Iglesia, a los padres que evangelizaron a los indígenas y a la propia verdad histórica.