El arzobispo Schneider revela qué espera de la consagración de Rusia

Athanasius Schneider
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Desde que el Santo Padre anunciara su decisión de consagrar Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María, tal como había pedido la Virgen en las apariciones de Fátima, han arreciado los comentarios preguntándose el alcance de este acto. Athanasius Schneider, obispo auxiliar de Astaná y conocido crítico de la ‘renovación’ eclesial, confiesa sus esperanzas sobre esta ceremonia en una entrevista concedida a Diane Montagna en OnePeterFive.

Vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora en los primeros sábados”, anunció Nuestra Señora a los pastorcitos en las apariciones de Fátima el 13 de julio de 1917, según declaró una de las videntes, Lucia. “Si atienden mis pedidos, Rusia se convertirá y tendrán paz. Si no, esparcirá sus errores por el mundo, promoviendo guerras y persecuciones a la Iglesia. Los buenos serán martirizados, el Santo Padre tendrá mucho que sufrir, varias naciones serán aniquiladas. Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará. El Santo Padre me consagrará Rusia, que se convertirá, y será concedido al mundo algún tiempo de paz”.

Se acumulan las preguntas: ¿Por qué se ha tardado tanto en cumplir las instrucciones de la Virgen a partir de unas revelaciones aprobadas cuando está en la mano de cualquier Papa y sus consecuencias se predicen tan deseables? ¿Fue válida la consagración realizada por San Juan Pablo II? Si es así, ¿qué sentido tiene repetirla? Y: ¿será válida en esta ocasión?

En entrevista con Diane Montagna, monseñor Schneider explica que la propia vidente, Lucia, que había urgido sin éxito a pontífices sucesivos para que cumplieran el deseo de la Virgen expresado en las apariciones, parecía contradecirse en cuanto a la validez de la consagración llevada a cabo por San Juan Pablo II en 1984, diciendo en una ocasión que “no han participado todos los obispos ni se ha mencionado explícitamente Rusia” y, más tarde, “sí, fue aceptada por el Cielo”.

La razón de que no se realizara la consagración de Rusia todo este tiempo y de que no se mencionase explícitamente en 1984, recuerda Schneider, tiene que ver con razones diplomáticas, pero en cuanto a su validez, el obispo kazajo prefiere hablar de ‘grados de perfección’ en el cumplimiento. Es decir, el hecho de la consagración es benéfico aunque sea incompleto, y puede perfeccionarse en una ceremonia posterior.

En cuanto a las palabras de Lucia, Schneider cree que “es legítimo conjeturar que, al reevaluar el acto de Juan Pablo II en 1984, Sor Lucía se dejó influir por la atmósfera de optimismo que se extendió por el mundo tras la caída del Imperio Soviético. Cabe señalar que Sor Lucía no disfrutó del carisma de la infalibilidad en la interpretación del elevado mensaje que recibió. Corresponde, pues, a los historiadores, teólogos y pastores de la Iglesia analizar la coherencia de estas declaraciones, recogidas por el cardenal Bertone, con las anteriores declaraciones de la misma sor Lucía. Sin embargo, una cosa está clara: los frutos de la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María, anunciados por Nuestra Señora, están lejos de haberse materializado. No hay paz en el mundo”.

En esta ocasión, Schneider desdeña la idea de que la inclusión de Ucrania en la consagración contradiga la intención de la Virgen. “Dada la actual y dolorosa guerra en Ucrania, es completamente comprensible que el Papa Francisco también mencione a Ucrania”, dice Schneider. “También hay que tener en cuenta que en julio de 1917, cuando Nuestra Señora habló por primera vez de la consagración de Rusia, una gran parte del territorio de la actual Ucrania pertenecía al Imperio Ruso, que denominó a ciertas regiones de este territorio «Pequeña Rusia» y “Rusia del Sur”. Si el Papa mencionara hoy sólo a Rusia, una gran parte del territorio (es decir, la mayor parte de la actual Ucrania), que Nuestra Señora tuvo ante sus ojos en julio de 1917, estaría excluida de la consagración”.

Por otra parte, el obispo desaconseja esperar resultados inmediatos y espectaculares del acto. Aunque se haga de manera exacta, cumpliendo al detalle las instrucciones de la Virgen, recuerda Schneider, no se trata de un sacramento, “cuyo efecto se produce como consecuencia de celebración válida (ex opere operato ). Un acto de consagración, teológicamente hablando, es un sacramental, cuyo efecto depende principalmente de la oración de impetración de la Iglesia (ex opere operantis ecclesiae)”.

La teología católica especifica que los sacramentales no producen la gracia, sino que preparan para ella. Un acto de consagración no tiene un efecto automático, inmediato, espectacular o sensacional. Dios, en su providencia soberana, sabia y misteriosa, se reserva el derecho de determinar el tiempo y la manera de realizar los efectos de una consagración. Hacemos bien en tener presentes las palabras de Nuestro Señor: “No os toca a vosotros saber los tiempos ni los momentos, que el Padre ha puesto en su sola potestad” (Hechos 1:7). La forma en que la Divina Providencia guía la historia de la salvación y la historia de su Iglesia suele caracterizarse por un crecimiento orgánico y gradual. Nuestra tarea es hacer lo que ha dicho la Madre de Dios; el resto corresponde a la Providencia determinar según tiempos y formas que aún no conocemos. Como dijo San Agustín, hasta que Cristo regrese”.