Quintana Paz: «Por muy en el siglo XXI que nos hallemos, sigue habiendo sed de lo sagrado»

Entrevista al filósofo Miguel Ángel Quintana Paz Miguel Ángel Quintana Paz Miguel Ángel Quintana Paz durante una sesión en el ISSEP
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Miguel Ángel Quintana Paz es licenciado y doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación por la Universidad de Salamanca. Ha trabajado como profesor en la Universidad Europea Miguel de Cervantes y en la Universidad Pontifica de Salamanca. Durante varios años, ha estado investigando y haciendo estancias en el extranjero como en Estados Unidos, Italia, Austria, Argentina o Malta.

Ha impartido multitud de cursos, charlas y conferencias en diversos programas e Instituciones y ha participado y dirigido varios cursos de verano y congresos que se pueden comprobar en su página web personal.

Actualmente colabora publicando artículos de opinión en varios medios y es Director académico del Instituto Superior de Sociología, Economía y Política (ISSEP), en Madrid.

Entrevista hecha por INFOVATICANA:

P-Usted ha afirmado que en sociedades como la española vivimos en tal situación que hay que volver a explicar qué es el cristianismo desde lo más básico. De hecho, ya San Juan Pablo II habló de la necesidad de una nueva evangelización. Y en un artículo reciente, El cristianismo explicado a los periodistas y los niños, usted ha afrontado ese reto de contar qué es lo esencial cristiano. Se trata de un texto que ha generado cierta polémica: el profesor de Filosofía de Derecho Jorge Urdánoz le ha acusado de despreciar una presunta comunidad de objetivos entre el cristianismo y la izquierda política; mientras que el periodista Alfonso Basalloha terciado para corroborar, en lo esencial, sus tesis de usted. Empecemos, pues, por eso que usted considera lo más básico: ¿qué es para usted el cristianismo?

R-Creo que hoy solo podemos responder esa pregunta si empezamos por distinguir dos cosas: de un lado la fe cristiana, de otro lado la civilización cristiana (o Cristiandad).

Comencemos por la Cristiandad. La civilización cristiana es esa peculiar mezcla de tres elementos muy diferentes entre sí: lo griego, lo romano y lo judío. O el pensamiento, el Derecho y la religiosidad que nos legó cada una de esas tres civilizaciones. La Cristiandad es la que nos ha hecho a los occidentales lo que somos, así que ya solo eso debería servir para apreciarla (como apreciamos a nuestros padres o abuelos). Pero además se trata de la civilización de la ciencia moderna; de Dostoievski y de Cervantes; del Derecho de gentes y de la obsesión por tener bajo control a nuestros gobernantes; del arte de Van Eyck y de la importancia de la razón.

Se trata de un brillante legado que hoy muchos combaten. En primer lugar, porque lo calumnian (como si nuestro pasado fuera solo un infierno de colonialismo, machismo, homofobia y, en suma, opresiones ubicuas). En segundo lugar, porque lo quieren sustituir por otra civilización (la denominada “justicia social”, o wokismo, o “corrección política”, o nueva izquierda identitaria). Una nueva civilización que es peor.

Es ahí donde nos surge a muchos la convicción de que hoy debemos defender nuestra civilización, la herencia grecolatina y judeocristiana, acompañados de todos aquellos (creyentes o no) que deseen preservarla. Tal es, humildemente, la labor que intentamos realizar en la institución que dirijo, el Instituto Superior de Sociología, Economía y Política (ISSEP Madrid): en efecto, no somos una institución religiosa, de fe cristiana, pero sí estamos convencidos de la importancia de cultivar esta civilización. Y cada año más de un centenar de alumnos (por cierto, estamos a punto de abrir la matriculación para el próximo curso) presentan su candidatura para formarse en ello.

P-Y el cristianismo como fe religiosa, ¿qué es?

R-En algo aún más profundo: algo que da sentido a toda tu vida. Un sentido muy poderoso: lo que el cristianismo te dice, primero, es que uno de tus miedos más íntimos, el miedo a la muerte, ha sido derrotado. Y que incluso un terror aún más profundo, el terror a ser olvidado vivo o muerto, a que tu vida no importe lo más mínimo a nadie, es un terror que también se puede derrotar. Pero aún va más allá y el cristianismo también afirma algo paradójico: que el sufrimiento no solo no le quita sentido a tu existencia (¡aunque bien que lo parece!), sino que se lo puede dar. Todo esto que nos acongoja (la muerte, la indiferencia, el dolor) el cristianismo afirma que ha sido ya vencido por alguien: Jesús. Alguien que padeció todo eso él mismo. Ese es el significado de su muerte y resurrección.

Este mensaje típico del cristianismo, aunque es un buen mensaje (una buena noticia: Evangelio), resulta claramente difícil de captar. Y, por supuesto, ni hoy ni en el pasado, ha sido asumido unánimemente por toda nuestra civilización, por toda la Cristiandad. Pero sí que ha inspirado sus rasgos más característicos: su atención a los sufrientes, su convicción de que la muerte no nos deja en la nada, su confianza vital en medio de los desastres. Por tanto, aunque civilización y fe cristianas no sean idénticas, hoy cualquier cristiano debe defender la Cristiandad que el mensaje cristiano ha inspirado; y, viceversa, solo si luchamos por preservar la Cristiandad resultará aún comprensible el mensaje cristiano que la inspiró.

P-En otro escrito suyo reciente habla usted de si la derecha puede criticar a la Iglesia católica. Para no caer en tópicos, ¿cómo debería hacerse sin ser tachado de “mal católico”?

R-A veces me da la impresión de que mucho católico se ha creído la parodia que los protestantes a menudo hacen de nosotros: una iglesia que sigue ciegamente al papa como la secta de Charles Mason seguía a este. O unos creyentes que sacrifican su razón en nuevas hogueras sagradas, para quedarse solo con una suerte de voto de obediencia absoluta a cualquier cosa que diga el clero.

La verdad es la contraria. El ateo Gustavo Bueno (o, mejor dicho, ateo católico, como prefería llamarse él) lo vio claro. Y se pasó toda la vida mostrando el profundo anhelo intelectual, crítico, que hay en la catolicidad, contra la tentación fideísta (el apoyo exclusivo en la fe) que acecha siempre al protestantismo. (No olvidemos que este surge bajo el lema Sola fides, es decir, que basta la fe sola para salvarse; y a veces ponerse a razonar demasiado es un incordio para tal fe solitaria). También la religiosidad católica cuenta con anticuerpos potentes contra la tendencia protestante a volverse fundamentalista (término que proviene de la insistencia en los fundamentals de la Biblia, en lo fundamental y literal de esta, por parte de evangélicos norteamericanos de principios del siglo XX). Al fin y al cabo, otro de los lemas reformistas, Sola scriptura (“solo la Escritura”, sin intermediaciones) apunta también hacia ese fundamentalismo de lo escrito (frente a lo razonado o discutido) .

Bibliotecas monásticas, universidades, discusiones escolásticas… todas estas instituciones católicas reflejan bien lo que el evangelio de San Juan afirma en su mismo inicio: que el Logos (traducible por la Palabra, pero también por la Razón) estaba desde el principio con Dios y era Dios. San Ireneo afirmaría poco después que “el hombre es racional y por ello semejante a Dios”. Y Clemente de Alejandría, en sus Stromata, añadiría: quien para conservar la fe huye de los razonamientos es que tiene una fe capitidisminuida, pueril. “Si la fe que tienen es tal que puede perderse con argumentos, que se pierda”, llegó a escribir.

Clemente de Alejandría
Clemente de Alejandría

Cuando entendemos, pues, el vínculo primordial entre ser católico y amar la racionalidad (decidido ya en los primeros siglos cristianos, al quedar derrotados, e incluso fuera de la Iglesia, los antirracionalistas Tertuliano y Taciano), la pregunta no será tanto si se puede ser buen católico y a la vez criticar a la comunidad eclesial, sino la contraria: ¿cabe serlo a la vez que uno castra por completo su razón crítica? Si la Iglesia es Madre y Maestra, ¿de veras se trata de una madre tan tiquismiquis que se ofenda, de una maestra tan insegura que se tambalee en cuanto alguien la critica?

Esto no significa, claro, que cualquier critiquita en asuntos de suma enjundia sea pertinente solo porque se me ha ocurrido a mí: de nuevo, justo porque reivindicamos la razón, ello nos permite exigir a cualquier crítico un trabajo intelectual previo. Y un trabajo muy serio.

P-Eso enlaza con otro de los debates que usted ha promovido dentro de la Iglesia, el denominado debate sobre dónde están los intelectuales cristianos en el espacio público actual. 

R-En efecto. El catolicismo solo podrá huir de lo meramente sectario si estimula su faceta intelectual (entre otras cosas, para saber autocriticarse sin banalidades). Es esta capacidad intelectual la que le permite dialogar con propios y ajenos. Es también la que le permite caminar sin complejos ante el resto de visiones del mundo. Los padres de la Iglesia, los mejores autores de los siglos II al V, lo captaron de modo luminoso. Aunque en tiempos sentimentalistas como los nuestros tendamos a olvidarlo, y parezca que la religión debe quedarse en meras emociones bondadosas o, peor aún, en una moralina más.

Por desgracia, en los últimos tiempos la Iglesia católica desaprovecha a menudo todos los recursos que tendría para entrar con pie firme en los debates de ideas que se producen en España. Medios de comunicación como Cope o Trece TV, millones de horas de clases de Religión por todo el país, miles de colegios católicos, 18 universidades de inspiración católica… esa inmensa presencia, que ya quisieran para sí otras iglesias o partidos, ¿se está aprovechando para explicar la propuesta católica al resto de la sociedad? ¿Salen conociendo bien lo católico los millones de niños que pasan por ese tipo de educación, los millones de oyentes y televidentes de esos medios de comunicación, los universitarios con títulos a menudo muy prestigiosos de tales universidades? Me temo que esto anda lejos de ser cierto.

Miguel Ángel Quintana Paz
Miguel Ángel Quintana Paz durante una lección magistral en la Universidad Europea Miguel de Cervantes

P-¿Quiénes son para usted los referentes actuales que mejor encarnan el pensamiento humanista cristiano?

R-Creo que René Girard nos permite entender asuntos hoy bien actuales: la moda de exhibir tu superioridad moral en redes sociales, por ejemplo. O la paradoja de que muchos que blasonan de tolerantes y abiertos sean luego inmisericordes con aquellos a los que culpan de todos los males del mundo, por “intolerantes”. O la ausencia de perdón, en la llamada “cultura de la cancelación”, hacia frases o tuits de hace tiempo, considerados hoy “pecaminosos” por “políticamente incorrectos”. Girard también nos coloca ante algo que nuestra sociedad olvida, porque es una sociedad basada en la ilusión de que podremos dar satisfacción plena a nuestros deseos: y es que, en realidad, nadie tiene del todo claros cuáles sean sus propios deseos.

Eso sí, me gustaría también mencionar lo que llamo “samaritanos intelectuales”. Recordemos que el eje de la parábola del buen samaritano no reside solo en un mensaje altruista (“pórtate bien con quien lo necesita”), para lo cual bastaría repetir esta frase. El eje de la parábola está en que quien realiza las buenas obras en ella es lo dicho, un samaritano, esto es, un hereje para cualquiera de los judíos que escuchaban a Jesús. Un hereje puede ser tu prójimo, dice de modo un tanto escandaloso Jesús, y puede ejercer mejor su función de prójimo que uno de los nuestros.

Y bien, yo creo que hay también “samaritanos intelectuales”: autores que no son estrictamente cristianos, pero nos ayudan a entender el cristianismo de forma excelente. A veces mejor de como lo entienden o lo comunican los propios cristianos (por escandalosa que resulte también esta afirmación). Ya he citado a Gustavo Bueno; me gustaría mentar también a uno de mis maestros, Mario Perniola, y su libro “Del sentir católico”, que creo que dibuja bien lo que distingue nuestra civilización católica de todas las demás. Por último, en el campo audiovisual, también podemos considerar a Jordan Peterson un buen samaritano en este sentido intelectual. 

Gustavo Bueno, Mario Perniola y Jordan Peterson
Gustavo Bueno, Mario Perniola y Jordan Peterson

P-En otro de sus últimos artículos habla usted de “un trauma que atraviesa a nuestra jerarquía católica en las últimas cinco décadas”. ¿Podría detallar a qué se refiere?

Me refiero a las consecuencias de la guerra civil. Como sabemos, uno de los dos bandos se afanó en masacrar a la Iglesia: 13 obispos, 4.184 sacerdotes, 2.365 frailes (una cuarta parte de los que había entonces en España), 283 monjas… cayeron durante esa matanza. No parece sorprendente, pues, que la Iglesia se refugiara (con dudas, y tras más de un año de conflicto bélico) en el otro bando, el franquista.

Esa connivencia con el franquismo, que daría luego numerosas ventajas a la Iglesia (aparte de la evidente: la de dejar de ser inmolada por los republicanos), aparece sin embargo hoy en la forma de trauma para muchos católicos. Como si debieran hacerse perdonar continuamente que la Iglesia se aproximase a Franco. Como si tuviesen que hacer gestos (y a veces más que gestos) de connivencia con la izquierda para ser redimidos de tal pasado. Se percibe que es un trauma porque no se aborda directamente: sí, se sigue beatificando a los mártires de esa época, pero no se explica abiertamente; no se contesta a la izquierda algo así como “Claro que nos apoyamos en el franquismo, queridos comunistas o socialistas o nacionalistas; ¡pero es que no podíamos hacer otra cosa, vuestro bando nos estaba exterminando! ¿No deberíais reflexionar y, en última instancia,pedir perdón por ese pasado tan ruin que arrastran vuestras siglas? ¡Os sería espiritualmente fecundo!”.

P-¿Qué papel tiene la verdad en la guerra cultural? ¿Ganará esa guerra quien tenga más poder (medios de comunicación, etc.) o quien tenga las mejores ideas?

En el corto o incluso medio plazo, es normal que nos veamos deslumbrados por todo lo que se consigue con poder y medios de comunicación influyentes. Pero en el largo plazo solo perdura lo sólido; y nada hay más sólido que la verdad. Si nos atrevemos a defenderla, claro.

P-¿Qué papel juega la jerarquía eclesiástica en esta batalla?

R-Decisivo, porque es la responsable última de mucha de la educación o medios de comunicación donde se libra. A veces parecería que ha olvidado que lo caritativo no se ejerce solo desde Cáritas u otras ONG; que “enseñar al que no sabe” ha sido siempre considerada una obra de caridad crucial. Y que hoy la Iglesia obtiene un suspenso en esa asignatura: el mismo suspenso que todos sabemos que obtendría el 80 % de los alumnos que cursan Religión católica año tras año, si les examinásemos al final de tal periplo discente sobre sus conocimientos. ¿Cuántos de ellos sabrían decirnos quién fue Isaac, explicar por qué importa tanto San Pablo o recitarnos los Diez Mandamientos?

P-Las religiones, y en particular el cristianismo, ¿tienen algo que aportar al debate público? 

R-Mucho. Y cada vez es más visible. Tras décadas en que parecía que todos debíamos abstenernos de introducir en los debates públicos nuestras creencias personales, nuestras convicciones morales más firmes, en pro del “consenso”, hoy ese modelo habermasiano-rawlsiano atraviesa una patente crisis. Pues esa vacuidad de convicciones fuertes en el espacio público ha sido aprovechada por la nueva izquierda (el neofeminismo, las teorías queer, los etnicismos, el animalismo…) para colar en semejante desierto sus visiones alternativas del mundo y del ser humano. Versiones a menudo resentidas e inmisericordes (esto es, anticristianas).

De modo que mucha gente está ya preguntándose “Oye, ¿por qué caray debo yo abstenerme, por cortesía, de hablar de mi fe, o de mis principios morales, cuando está toda esta otra gente vendiéndonos los suyos desde el Gobierno, desde las series de televisión, desde la publicidad, y además los modelos de vida que nos vende son mucho peores?”. Les ocurre incluso a liberales o progresistas de pro, dos movimientos que parecían haber aceptado que la religión se quedase en el espacio personal. Pienso ahora en Cayetana Álvarez de Toledo, que durante la presentación de su último libro habló de la nostalgia de trascendencia que sintió junto al lecho mortuorio de su padre. O pienso también en Víctor Lapuente, politólogo y articulista de El País, que acaba de publicar un libro, Decálogo del buen ciudadano, repleto de pistas sobre lo útil que sería volver a tener en cuenta a Dios para afrontar nuestra vida en común.

Miguel Ángel Quintana Paz y Rod Dreher
Miguel Ángel Quintana Paz junto con el periodista y escritor estadounidense Rod Dreher

P-¿Nota usted un cambio en los últimos años de los temas predominantes o que más preocupan dentro de la Iglesia católica?

Me temo que la Iglesia, a grandes rasgos, no ha captado lo que la sociedad hoy ansía recibir de ella.

Como estábamos comentando, me parece patente que cada vez hay más anhelo de trascendencia; cada vez está más claro que, por muy en el siglo XXI que nos hallemos, sigue habiendo una sed de lo sagrado. Y que, si la Iglesia no la atiende, esa sed acudirá a otras fuentes: la Virgen María se sustituirá por Greta Thunberg, Dios Padre se sustituirá por la Madre Naturaleza, las romerías se sustituirán por las manifestaciones del 8-M. Y bien, mientras los humanos de hoy añoran lo sacro (porque quizá nunca les ha quedado más lejano que hoy), parecería que la Iglesia busca más bien presentarse cual una ONG más.

Esto se agrava porque muchos de sus dirigentes viven mentalmente aún en los años 70 u 80 (cuando se formaron), y creen que con hacer buenas obras bastará para que sus conciudadanos descubran detrás la mano de Dios. Pero nadie reconocerá la mano de Dios en una sociedad que ya apenas sabe nada sobre Dios.

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Comentarios
9 comentarios en “Quintana Paz: «Por muy en el siglo XXI que nos hallemos, sigue habiendo sed de lo sagrado»
  1. Pero esa sed de lo sagrado únicamente la puede saciar la Iglesia fundada por el mismo Dios para llevarnos al Cielo y vivir en la tierra cara a Dios y cara a los hombres: La Iglesia Católica, la única que fundó Jesucristo como sacramento de salvación.

    La Misericorditis bergoliante pretende engañarnos diciendo que lo sagrado es lo profano y que ya estamos todos salvados, dando por válidas todas las pseudo religiones, incluidas las satanistas, hasta los ateos recalcitrantes.

    1. Echo de menos la cita a san Agustín y su célebre frase: NOS HICISTE SEÑOR PARA TÍ Y NUESTRO CORAZÓN ANDA INQUIETO HASTA QUE DESCANSA EN TÍ, valedera para todas las épocas, para todos los hombres y mujeres de todos los tiempos, lugares y circunstancias.

  2. No he leído más que el título, no tengo tiempo ahora. He vivido toda mi vida al margen de Dios. Y puedo decir que es cierto: hay sed de lo sagrado. Sed de Dios. Sin embargo cuando se vive al margen de Dios no se le identifica com aquello de lo cual sentimos sed. Es más bien un vacío que se siente, una carencia de algo no identificado que asociamos a cualquier cosa que nos llame la atención. Ponemos la esperanza en ese nuevo idolillo que no vale nada hasta que se desploma del trono en el cual le hemos erigido Rey. Y así, uno detrás de otro van cayendo todos los ídolos que vamos entronizando en nuestro corazón hasta que nada queda, nada interesa, nada cubre ese vacío interior, nada lo llena, la misma vida se nos antoja algo ajeno, el mundo un lugar que no es el nuestro, nada nos ilusiona, en nada podemos refugiarnos, el trono está vacío…siempre ese vacío, siempre buscando sin saber qué buscamos…y sin conciencia de estar buscando algo.

    1. ACS, lógico, ese vacío es lo que nos falta para unirnos a Dios Padre Creador. Aunque nos da libre albedrío, y por ello, la libertad incluso de negarle, Dios nos imprime una huella que no podemos borrar, aunque lo intentemos sepultar, y esa huella nos llamará siempre, hasta el día de nuestro Juicio Particular.

    2. Cuando miro atrás sé que si ,ahora, tuviera que volver a vivir como antes: sin Dios, preferiría morir mil veces y mil más antes de regresar as la oscuridad. La gente de fuera, me gusta referirme a ellos así, como yo antes, no son conscientemente malos: son ciegos. No ven. Ni siquiera sabía qué me faltaba. Lo supe cuando lo encontré! Es como ser un puzzle al que le falta una pieza pero que, como siempre ha vivido sin ella, no es consciente de su ausencia. Sin embargo no está completo. Es cuando se encuentra a Cristo que se siente esa compleción. El encuentro con lo Sagrado, con Dios.

      No sé si molestará que comparta esto. Tal vez a algunos sí…pero es algo tan impresionantemente impactante y purificador que implica un cambio drástico en la vida de la persona. Y , como aquellos ciegos que fueron sanados por Jesús, no puedo callar. Pido disculpas si no es el lugar o la ocasión o el tema del post, que como he dicho no hepodido leer todavía.

  3. «No sólo de Pan vive el hombre…». Una verdad universal, inserta en el alma de la criatura por su Creador, que no puede escapar de esa sed aunque lo intente. Por desgracia, algunos buscan sucedáneos, falsos credos que calmen la sed, cuando sólo la Iglesia es camino de salvación.

    1. Claramente Hidaspes,

      yo antes de llegar aqui pasé por otra creencia pero no hacís más que pedir a Dios que no me permitiera equivocarme, que me guiara a su casa. Y me arrancó de allí y me trajo a esta, que era a la que yo no quería venir por nada del mundo. Por eso cuando me hablan de que todas las religiones son iguales no lo comparto. No puedo compartirlo porque Cristo me trajo a esta muy claramente. Dios utilizó , en mi caso ,otra creencia como trampolín para traerme a su casa. No puedo ahora creer que la anterior era lo mismo.

      Jn 10:

      «14.Yo soy el buen pastor; y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, 15.como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas. 16.También tengo otras ovejas, que no son de este redil; también a ésas las tengo que conducir y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño, un solo pastor.»

      Bendito pastor ! alabado sea por siempre

  4. Dios está en lo más profundo de nuestro ser (por hablar de alguna forma). Cualquier persona que confía, Dios se manifiesta a él. Y la manifestación plena de Dios es Cristo, el Señor. La fe en Dios es el DON más grande que hemos recibido. Cualquier otra riqueza es basura, si se compara con el Reino de Dios en el corazón del hombre.

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