El lunes pasado, el cardenal y arzobispo de Barcelona Juan José Omella, sorprendía con un tuit, en el día sin tabaco, en el que confesó rezar para que los fumadores dejaran el vicio del tabaco. ¿Cuál ha sido la relación de la Iglesia y el tabaco a lo largo de la historia? Un artículo de la Revista Americana de Medicina Respiratoria, firmado por Marcos Langer, rescata historias y anécdotas del tabaco y la Iglesia.
Como sabrán nuestros lectores, el tabaco viene de Europa y fue cuando los españoles llegamos allí cuando empezó a consumirse por parte de los europeos.
El autor menciona un estudio de John B. Buescher, licenciado en Estudios Religiosos por la Universidad de Virginia, que cuenta en “In the Habit. A History of Catholicism and Tobacco” que para muchos de los eclesiásticos españoles que evangelizaron América, el tabaco, fumado o esnifado, tenía algo de diabólico por la conexión que le atribuían los indígenas con los “Espíritus Invisibles”.
Otro problema con su uso fue que los indios llevaban a la iglesia el hábito de fumar tabaco, tanto que en 1575 las autoridades eclesiásticas de México tuvieron que prohibir esa costumbre. Pero para entonces, no sólo los indios consumían tabaco, sino también buena parte de los sacerdotes, lo que condujo a que autoridades eclesiásticas en un Sínodo en Lima en 1583, les prohibieran “bajo pena de condena eterna” mascar o inhalar tabaco antes del servicio de la misa.
El consumo de tabaco, en cualquiera de sus formas, se hizo tan extenso y frecuente aún entre los fieles que acudían a las ceremonias religiosas, que la autoridad papal hubo de tomar cartas en el asunto. Así, Urbano VIII, Pontífice de la Iglesia entre 1623 y 1644, promulgó la Bula Cum Ecclesiae, respondiendo a la petición del deán de Sevilla. La bula tenía sus excepciones.
Poco después, en 1650, Inocencio X, decretó una pena aplicada a las basílicas de San Juan de Letrán y de San Pedro, principalmente por el perjuicio para las pinturas y esculturas por el humo del tabaco. Aunque también en este caso había lugar a excepciones, lo que presuponía poca esperanza en su cumplimiento.
Por fin, Benedicto XIII, Papa entre 1724 y 1730, fumador él, revocó la sanción, pero no la prohibición, en 1725. Y, aprovechando la inmensa popularidad del tabaco, inauguró en 1779 una “fábrica pontificia de tabaco” en la que monjas confeccionaban los cigarrillos.
En 1863, ampliando la obra de Benedicto, Pío IX construyó una fábrica de cigarros frente a la plaza Mastai en Roma y en 1871, ofreció su “caja dorada para rapé”, exquisitamente labrada con dos corderos simbólicos en un campo floreado, como premio en una lotería mundial para recaudar fondos para la Iglesia.
Pío XII, ya en el siglo XX, transmitió al General de los jesuitas en Roma que sus miembros debían renunciar, en nombre de la austeridad, a “artículos superficiales”, entre ellos “el tabaco”. En 2002, Juan Pablo II prohibió que en el territorio del Vaticano se fumase en lugares cerrados o incluso lugares públicos muy frecuentados, bajo multa de 30 euros.
Las últimas medidas las ordenó el Papa Francisco, quien prohibió la venta de tabaco en territorio vaticano en 2017.
Los Papas, los santos y el tabaco
León XIII (1878-1903) consumía rapé. A san Pío X (1903-1914), le gustaba fumar puros; su sucesor, Benedicto XV (1914-1922) no era fumador, pero Pío XI (1922-1939) lo hacía ocasionalmente, en cambio Pío XII (1939-1958) nunca y Juan XXIII (1958-1963), de resultas de su larga trayectoria diplomática, se inclinaba por los cigarrillos. Ni Pablo VI (1963-1978) ni Juan Pablo II (1978-2005) fumaban, pero Benedicto XVI (2005-2013) dicen que fumaba algún cigarrillo ocasional.
Ni los santos estuvieron exentos de caer bajo su influencia: en los procesos de beatificación de san José de Cupertino, san Juan Bosco y san Felipe Neri se estudió si el hábito de fumar estaba reñido con las virtudes heroicas exigidas. Es evidente que no se encontró obstáculo en ello. Y los dos modelos de santidad sacerdotal más recientes, san Juan María Vianney ― el Cura de Ars― y el Padre Pío, solían esnifar tabaco e incluso ofrecerlo sin mayores problemas a la concurrencia.
Fuente: Revista Americana de Medicina Respiratoria.
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El tabaco es una adicción y como tal crea dependencia y domina nuestra voluntad. Nuestra voluntad tiene q estar entregada a Dios y si la entregamos a algo o a alguien q no sea Dios le estamos cediendo el trono de nuestro corazón a un ídolo, en este caso al tabaco.
Pongo un ejemplo real:
Mi madre estaba en el hospital, eran sus últimos días, yo estaba con ella. Cada media hora, más o menos, tenía q bajar a la calle a fumar y dejarla sola en la habitación. Digo esto con dolor. Mi madre me decía: ¿ pero otra vez vas a fumar, hija? Se me rompía el alma y se me rompe cuando lo pienso. Ella me necesitaba allí, con ella. Y yo necesitaba fumar. Si en mi corazón hubiera entronizado a Dios y a nadie más no hubiera dejado sola a mi madre pero ese trono lo ocupaba y tabaco y le cedí mi voluntad.
Si por fumar dejamos de rezar, atender al necesitado, escuchar a quien nos habla, cuidar nuestro cuerpo, q no es nuestro; dedicar nuestro dinero al tabaco en lugar de a los pobres; o cuidar a una madre santa q nos ha dado todo, estamos pecando.
De omisión, tal vez, pero pecando al fin y al cabo.
Aquí dejo mi testimonio para q nadie se sienta tan miserable como yo por lo que hice.
Bendiciones
Me parece algo bastante extraño porque los fumadores que viajan en tren o en avión suelen estar sin fumar horas, así que salir a fumar cada media hora es una exageración total.
Pues le parecerà extraño pero esa es la verdad.
A mí me sanó Jesús. Un auténtico milagro después de 27 años de esclavitud… hábito que adquirí en el seminario menor con 16 años… fumaban los rectores, los directores espirituales… y bueno. Te entiendo ACS, necesité un milagro para poder salir de esa esclavitud.
Pues yo soy fumador y en cuanto entro en un hospital se me olvidan las ganas de fumar, sé que allí no puedo y ni me lo planteo, aunque tenga que estar varias horas sin fumar, no me resulta ningún problema.
Yo he sido fumador y tampoco se me ha ocurrido fumar en un hospital , trenes, o donde molestar. He fumado después moderadamente durante años. Ahora, no fumo, pero al oír al sr cardenal me han dado ganas de echarme un cigarro con algún amigo al tomarnos una cerveza. Es alucinante, triste, y no se que pensar, con la que está cayendo, conicer esta noticia sobre lo que le preocupa al sr cardenal. Recemos por la Iglesia y por los sacerdotes y por todos.
Hay grados de adicción. A mí me lo miraron y tenía el grado más elevado.
Yo no fumaba en el hospital, bajaba a la calle .
Ay fieles fumadores y no fumadores.asi que se podian defender las dos cosas para eso tenemos pogres y conservadores en la iglesia.
en cuanto a una fabrica de tabaco nunca fue una mala idea mas ingresos para el vaticano.
Cuando reparas en algo
dejas de arrojarte al todo.
Para venir del todo al todo
has de dejarte del todo en todo,
y cuando lo vengas del todo a tener
has de tenerlo sin nada querer.
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En esta desnudez halla el
espíritu su descanso, porque no
comunicando nada, nada le fatiga hacia
arriba, y nada le oprime
hacia abajo, porque está en
el centro de su humildad.
Precioso texto. Gracias por compartirlo.
Por cierto, yo soy fumadora y estoy acostumbrada a hacer largos trayectos en tren sin fumar sin que eso fuera para mí un problema; sin embargo la pandemia me cogió el año pasado en casa de un familiar y ahora tengo el problema de que no sé si seré capaz de hacer el mismo trayecto sin quitarme la mascarilla. ¿Respirar es también una adicción? Estoy esperando que la mascarilla no sea obligatoria para volver a mi casa porque 9 horas con la mascarilla puesta lo aguanto muy mal: un tren, otro tren, un autobús…demasiado pa´l cuerpo.
«Como sabrán nuestros lectores, el tabaco viene de Europa…»
Querrá decir de América.
No se «esnifaba tabaco», sino «rapé»
¡Que no hay por dónde cogerlo! No se trata de si el tabaco es tan malo o no lo es tanto. Se trata de que un cristiano, y más un obispo, no puede rezar por causas tan estúpidas… En todo caso, por la superación de los vicios («no nos dejes caer en la tentación»), cada uno sabrá cuál es el suyo, y siempre relacionándolo con Dios y con nuestra vida cristiana. No ir «contra el tabaco» así en concreto. Ve «contra el pecado» y no te equivocarás.
Sobre el testimomio de un lector: pues también yo puedo haber faltado a mi deber filial, por priorizar por ejemplo el tomarme un café o un paquete de pipas.. ¿Pongo a los obispos a rezar para acabar con el café o con las pipas…?
Amalia,
No Amalia, el café no suele dominar nuestra voluntad, las adicciones sí.
Y sí se puede rezar por todo lo que aleja de Dios. Las adicciones alejan de Dios y si no lo cree lea el texto que he mencionado de St.Juan de la Cruz.
Cualquier apego aleja de Dios.Recuerde lo q decía Sta.Teresa de jesús sobre desasirse de todo.Es lo mismo q lo q Dice St.Juan de la Cruz en «subida al monte Carmelo».
Quien fuma consume una sustancia muy dañina para su salud: pecado.
Contribuye al mantenimiento de una industria socialmente nociva: pecado.
Da muy mal ejemplo a los jóvenes, que ven fumar como algo normal: pecado.
Entonces ¿por qué no se considera pecado? Muy sencillo, porque los clérigos fuman
¿Aquí no es aplicable el pasaje de que nuestro cuerpo es «templo del Espíritu Santo» ?
Es decir, ¿Por qué si a conciencia sabemos que el tabaco hace daño al cuerpo, especialmente a los pulmones, se nos plantea como buena idea el fumar?
2290 del Catecismo: La virtud de la templanza conduce a evitar toda clase de excesos, el abuso de la comida, del alcohol, del tabaco y de las medicinas.
Excesos no, uso moderado sí. Cada cual tendrá su criterio personal dentro de esta indicación general, que haga uso de él en conciencia.
Hermano Jaime, el cigarro aunque no sea en exceso hace daño; a diferencia de el alcohol, la comida y las medicinas.
Hola Jesús,
Me gusta lo de hermano. Gracias e igualmente.
Lo que quiero resaltar es que la Iglesia indica unos criterios y que, acogerse con sencillez a lo que indica, simplifica la cabeza.
En muchos ámbitos, como es este, se deja un amplio grado de libertad de actuación a la persona individual.
Saludos
Jaime:
Estoy de acuerdo contigo; no se puede «regular» todo. El criterio es la templanza tal como indica el CIC, que para algo está.
Por otro lado, tanto el alcohol como el tabaco tienen el peligro de que son drogas socialmente aceptadas y por ello es fácil no usarlas con moderación. Y luego vienen los dramas.
Pues don Marcelo González, que también fue arzobispo de Barcelona, y su sucesor en Astorga, Mons. Antonio Briva Mirabent, fumaban como chimeneas. Otro tanto hacían sus eminencias Bueno Monreal y Tarancón.
Nunca se acuerdan de Juan Pablo I. No creo que fumara, ya que no andaba muy bien de un pulmón. Pero en un documental que ofreció RTVE con ocasión de su inesperada muerte oí decir que fumaba cigarrillos y de vez en cuando algún puro.
A san Pío X también le gustaba mucho el café.
Estudié en un colegio salesiano donde oí decir que san Juan Bosco odiaba el tabaco.
Llamar adicciones a lo que no lo es, es querer manipular los términos.
El tabaco es lo que se conoce como un apego. Una cosa menor.
El Catecismo es muy claro en su orden de condena, el exceso de comida, alcohol, medicinas y tabaco puede llegar a ser pecado.
Más pinta peligrosa tienen estas vacunas abortivas magnéticas y a ver si algún obispo se atreve a decir algo en público.
no sé qué sería de mi sin mi cachimba. El humo de Vuelta Abajo me aisla del mundo y gracias a él he sido un escritor y periodista prolífico. Tal y como está el mundo creeo que Cristo fumaría como antidoto contra tanta involución tanta perversión y mentira
Creo que fumar no es pecado, por supuesto! Mientras no se convierta en un vicio que nos domine! Y mucha gente fuma algunos cigarrillos o cigarros o pipas, sin que sean esclavos del tabaco.
Yo soy fumador de pipa y el dia de mi boda tuve que quitármela de la boca porque el cura no entendía bien cuando yo decía «si, quiero». Mi hoy mujer casi me da un hostión porque estuve a punto de quemarle el vestido.