El Arzobispo Agrelo propone cambiar el Credo para incluir la misión a los pobres

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Ya tuvimos el caso de un sacerdote neoyorquino que redujo la recitación del Credo en la Santa Misa a compromisos contra el racismo, y ahora es el arzobispo Santiago Agrelo quien pide que se cambie para añadir una referencia a la misión de la Iglesia frente a los pobres.

Lo cuenta Jesús Bastante en Religión Digital. El pasado jueves el arzobispo emérito de Tánger, Santiago Agrelo, compartió con los lectores de este portal de información católica una “locura” que compartió con el Papa Francisco. Agrelo confesaba a la audiencia que había escrito al Papa, pidiéndole incluir a los pobres en el ‘Credo’ de la Santa Iglesia.

¿Por qué no meter en el credo a los pobres? Y le digo exactamente dónde: ‘Creo en el Espíritu Santo, la Santa Iglesia Católica, ungida y enviada a la evangelizar a los pobres, la comunión de los santos…”, dice Agrelo que le dijo al Papa, quien “con mucho humor” le respondió diciendo: ‘A propósito de eso, lo consultaré con gente fiable”.

Ignoramos a quiénes considera Su Santidad “gente fiable”, y por qué no considera al propio arzobispo emérito uno de ellos. Pero nos parece que, de recogerse su innovación para un texto tan sucinto, resumen de lo que se necesita creer para poder considerarse cristiano, se incurriría en un agravio comparativo con otras urgencias y preocupaciones troncales de la moderna Iglesia.

Así, nos parece que, a tenor de los asuntos que más parecen importar al Vicario de Cristo a juzgar por las veces que los repite en sus no escasos mensajes a la Ciudad y al mundo, se nos ocurre que el añadido propuesto por Agrelo podría sufrir sin daño una nueva adición: “la Santa Iglesia Católica en salida”, por ejemplo, que apenas ocupa espacio.

En la misma línea, tras el Espíritu Santo, tan libremente invocado por los innovadores, podría añadirse “que infunde discernimiento para superar rigideces”, así como la Comunión de los Santos podría citarse en referencia a la ‘Casa Común’ o a la necesidad de la acogida al inmigrante, añadiendo, si acaso, alguna mención de la necesidad de la ‘conversión ecológica’. Después de todo, si de la abundancia del corazón habla la boca, y lo que de verdad cree el hombre se reconoce por su insistencia en ello, todas las cuestiones que hemos sugerido parecen tener más peso en la fe de hoy que la procesión trinitaria o la resurrección de la carne.