Seminario de San Rafael: «¿Roma locuta?»

Seminario de San Rafael: «¿Roma locuta?»

El último domingo del mes de septiembre el Obispo de San Rafael, Mons. Taussig, ha viajado a la Roma con la finalidad, según habría dicho, de defender los derechos sobre el Seminario Diocesano, cuyo cierre ha anunciado para el fin del corriente año, decisión que ha ratificado reiteradamente.

Como se sabe, siempre es difícil corroborar aquello que no ha sido manifestado clara y públicamente. Los medios tecnológicos disponibles, así como favorecen la rápida difusión (viralización) de las noticias (dichos y hechos), también suelen obstaculizar el esclarecimiento de las mismas.

De hecho, la referencia al viaje del Obispo y, consiguientemente, la finalidad del mismo, ha sido cuidadosamente omitida tanto en el que puede ser considerado el órgano de comunicación oficioso del Obispado, el periódico digital De Buena Fe, como en el muro de Facebook del canal de televisión diocesano. Solamente uno de los medios sanrafaelinos más activos ha dado cuenta de este viaje en su muro de Facebook, requiriendo la palabra del vocero, Pbro. José Antonio Álvarez, el cual ha dicho que el Obispo Quiere hablar personalmente con el Cardenal Stella y presumiblemente con el Papa, porque dependerá de la agenda del Santo Padre.

A río revuelto, ganancia de pescadores

Los días elegidos para concretar este viaje no parecen ofrecer un favorable clima de tranquilidad, si tomamos en cuenta la conmoción que se vive en estas horas por la renuncia y descardinalización de Mons. Becciu, hasta hace poco Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos y antes Sustituto de la Secretaría de Estado del Vaticano, ayer hombre de confianza del Papa Francisco y hoy caído en desgracia. El terremoto de este asunto parece estar recién comenzando, si se mira la rueda de prensa con la cual el defenestrado ha intentado justificarse así como el anuncio de las acciones legales que la familia Becciu amenaza iniciar.

En lo que a la disponibilidad de la agenda pontificia se refiere, la frustrada expectativa del Cardenal Zen de ser recibido por el Romano Pontífice podría augurar igual suerte al prelado argentino, supuesto que su intención fuese lograr una audiencia papal.

Sin embargo, esto es precisamente lo primero de lo cual debemos dudar. Con toda seguridad, Mons. Taussig busca para su decisión el aval de su amigo, el Cardenal Prefecto de la S. C. para el Clero, Mons. Beniamino Stella, pero es poco probable que cuente con el beneplácito irrestricto de su connacional, el Papa Francisco, pues aunque siempre ha buscado su favor, no goza de sus simpatías.

De hecho, en el decreto de cierre del Seminario (publicado el 6 de agosto por el mencionado periódico digital), la autoridad institucional en la que el Obispo apoya su decisión es la del Card. Stella, del cual cita: 1) una directiva recibida por el Arzobispo de Mendoza y Vicepresidente 2° de la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal Argentina (C.E.A.), Mons. Marcelo Colombo, y por Mons. Oscar V. Ojea, Presidente de la misma Comisión de la C.E.A. a lo cual agrega 2) un diálogo mantenido por el Obispo Taussig con el Cardenal Prefecto y 3) una carta del 8 de julio posterior al mismo.

De Roma viene lo que a Roma va

Aunque la pretensión de Mons. Taussig ha sido revestir de legalidad su decisión, la exposición que él mismo hace del desarrollo de los acontecimientos manifiesta claramente que lo dispuesto no ha tenido origen en una iniciativa de Roma sino en una reacción personal (agregaríamos, temperamental) a la respuesta que tuvieron sus disposiciones.

Recordemos rápidamente que el origen del conflicto aún vigente en la diócesis de San Rafael estuvo en las disposiciones conjuntas del Arzobispo de Mendoza, su Obispo auxiliar y el Obispo de San Rafael (mensaje del 12 de junio) urgidas por este último mediante decreto del 13 de junio, según las cuales el único modo de recibir la comunión sacramental era en la mano.

Disposiciones semejantes hubo en varias diócesis del mundo, con reacciones adversas de diverso grado. No viene al caso aquí entrar en detalles de las mismas. Sólo indicar que lo que singularizó a la diócesis de San Rafael fue el modo en que su Obispo se esmeró en controlar personalmente el cumplimiento de lo dispuesto, haciendo punto de obediencia el cumplimiento meticuloso de sus órdenes.

La razón de la sinrazón…

Todo esto, que generó numerosas situaciones de tensión, tuvo su punto culminante en el Seminario Diocesano.

En dicha institución se cumplió estrictamente la cuarentena dispuesta por los gobiernos civiles nacional y provincial, y no se detectó ningún caso sospechoso de contagio. Sin embargo, y a pesar el aislamiento riguroso en el cual los seminaristas y sus formadores hacían sus actividades desde el mes de marzo (cuando dio inicio la cuarentena en Argentina), Mons. Taussig ordenó al Rector, Pbro. Dr. Alejandro Miquel Ciarrocchi, imponer también a los seminaristas la restricción de comulgar solamente en la mano. El Rector y los demás formadores manifestaron que dicha presión sobre la conciencia de los seminaristas excedía lo razonable, no estando ellos dispuestos a secundar esta decisión del Obispo. El Rector puso su renuncia a disposición del mismo, el cual en un primer momento no la aceptó, pero lo hizo al conocer que dicho sacerdote había recurrido a la autoridad eclesiástica superior.

Es de notar que, en su intento de someter las conciencias de los seminaristas, el mismo Obispo se instaló en el Seminario, reservándose la celebración de las misas, lo cual le permitía controlar el modo de comulgar de los seminaristas. Además, fue llamando a varios de ellos para conversar personalmente, señalando que quien evitase comulgar en la mano, amparándose en la opción de la misma disposición diocesana de hacer sólo la comunión espiritual, sería sin embargo considerado sospechoso de desobediencia.

En el mismo decreto de cierre, responsabiliza el Obispo al Rector renunciante de dos maneras: en primer lugar, señalando que la determinación de que es un bien (¡sic!) que el Seminario de San Rafael sea cerrado se tomó luego de que apareciera en la prensa la renuncia del mismo; y en segundo lugar en las dificultades manifestadas en el Seminario, no sin poca responsabilidad por parte del Rector saliente.

A pesar de las formalidades que se pretendió guardar, fue quedando de manifiesto que el núcleo del problema fue una reacción pasional del Obispo, lo cual se corrobora al observar las fechas de los acontecimientos, referidas por el mismo prelado. En efecto, en los primeros días del mes de julio hubo varias manifestaciones de la feligresía, todas ellas pacíficas, tanto a las puertas del Obispado como del Seminario. Es precisamente en estos días que tienen lugar las comunicaciones de Mons. Taussig con el Cardenal Stella, las cuales dieron por resultado que, con una celeridad asombrosa y sin haber mediado otro tipo de acciones para un adecuado esclarecimiento, Mons. Taussig dispusiese el cierre del Seminario.

La mitra y el bastón: vapuleo, no pastoreo

Cuando culminaba el primer año de su pontificado, el Papa Francisco dijo: El Evangelio no se anuncia a bastonazos. Sin embargo, esto es precisamente lo que ha venido haciendo con particular vehemencia del Obispo de San Rafael, al punto de causar verdadero escándalo y aflicción entre sus fieles –sin contar con el regocijo de los enemigos de la Iglesia, así como la silenciosa perplejidad de las personas de buena voluntad– y también un desgaste y dificultades que recaen sobre los sacerdotes, que se hacen particularmente lesivos en el actual contexto de la pandemia y restricciones sociales que se padecen a nivel planetario.

No es ocioso mencionar que jóvenes sacerdotes se han sentido obligados a apelar a licencias médico-psiquiátricas a fin de tener un respiro ante los avasallamientos de su Obispo. Habrá que ponderar también cuáles puedan ser los daños aún no detectados causados por un modo de ejercer la autoridad jerárquica innegablemente autoritario.

Como lo han manifestado distintas personas que analizan lo que acontece en San Rafael, la principal dificultad que se afronta no es la de una supuesta desobediencia, que es lo que alega Mons. Taussig, sino su modo oprimente de ejercer el gobierno. No se trata, por tanto, ni siquiera de una disposición particular litúrgica o sacramental, por importante que pueda ser, sino de algo, en cierto modo, más importante y básico, si se asume el principio teológico de que la Gracia supone la naturaleza.

Lo que Mons. Taussig pretende es, ni más ni menos, la despersonalización y la abolición de la conciencia, y para hacer prevalecer su voluntad está dispuesto a poner en juego todo su poder. En la medida en que no ha podido hacerlo, se ha lamentado de que en el conjunto del clero e incluso en los seminaristas ha encontrado siempre la misma actitud y los mismos criterios, que él caracteriza como rebeldía, y que en realidad es la recta conciencia de la propia dignidad, según la reiterada consigna del Papa San León Magno: ¡Cristiano, reconoce tu dignidad!.

Celador de su propio capricho

Para imponer su voluntad, este prelado no vacila ante los medios más cuestionables: así como en los primeros días del conflicto envió a un seminarista a su casa para un discernimiento, así en estas últimas horas, y estando en el Vaticano, a miles de kilómetros de la sede diocesana, ha dispuesto la expulsión de otro seminarista. Por este motivo comenzábamos estas líneas recordando el refrán a río revuelto, ganancia de pescadores.

Mons. Taussig parece sentirse muy seguro de lograr en Roma el aval para sus pretensiones: a pesar de que en su decreto de cierre hace su propio autorretrato como modelo de obediencia (ofreciendo, según él, en cuanto Obispo de San Rafael, el mejor obsequio de voluntad, mente y corazón a la Autoridad suprema de la Iglesia), en realidad está apelando a la estrategia del hecho consumado, poniendo al Romano Pontífice y sus más inmediatos colaboradores en la disyuntiva de sostenerlo en sus actuaciones, haciéndose de esta manera cómplices de sus injusticias, o de poner coto a su autoridad mal ejercida y tener que lidiar con la dificultad de decisiones que deterioran la imagen de la institución eclesial.

Sea como sea, Roma hablará: sea que lo haga expresamente, ratificando o rectificando lo hasta ahora actuado por el prelado sanrafaelino, sea opte por el mutismo, concediendo implícita aprobación a una conducta que se viene repitiendo y amenaza consolidarse. Y cuando Roma verdaderamente hable: ¿Mons. Taussig, qué hará?. –