Becciu y la esquizofrenia romana

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En la caída del poderoso cardenal Angelo Becciu, lo que corresponde es analizar el por qué, pero eso aparece hoy en las páginas de L’Espresso con todo el detalle que nos es dado conocer hasta el momento. Una pregunta más oportuna, quizá, sea por qué ha sido ensalzado y promocionado hasta ahora por Francisco.

No es como si Su Santidad pudiera haberse dado cuenta de la noche a la mañana de que su estrecho y fiel colaborador era, digamos, ‘inadecuado’ y que sus cambalaches financieros apestaban. Y también resulta excesivo que se nos pida que creamos que el hecho de que se le ‘degrade’ fulminantemente escasas horas antes del reportaje denuncia en L’Espresso es mera coincidencia milagrosa: en esto, como señala Specola hoy, el Vaticano, pese a todos los supuestos procesos de control y bellas palabras, sigue, como los partidos políticos, reaccionando con contundencia no a la falta, sino a la publicidad.

Más de una vez hemos confesado en estas páginas nuestra desesperación a la hora de evaluar las noticias que llegan de Roma el fuerte contraste entre los mensajes y las decisiones o, si se prefiere, entre los mensajes verbales y los mensajes que transmiten nombramientos, ceses, promociones y traslados. Para comentar lo primero, a menudo uno tiene que olvidar lo segundo, y al revés.

Y aquí entra esa querencia del Papa de rodearse y usar a personajes a los que acompañan escándalos de todo tipo, como su hombre en Latinoamérica, el cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga, su paisano protegido Zanchetta, o el ex cardenal Theodore McCarrick, el prometido informe vaticano de cuyas andanzas aún no se ha hecho público, pese a la continua llamada a la transparencia.

O el cardenal Marx, miembro del consejo de cardenales del Papa y factotum de las finanzas vaticanas. A Marx no se le conocen escándalos financieros o sexuales, pero su caso revela una esquizofrenia no menor. Fue Marx, entonces presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, quien inició el peligrosísimo ‘camino sinodal’ emprendido por el episcopado teutón al que se tiene que llamar continuamente al orden desde Roma para que no acabe por parir una iglesia nacional. El Papa está muy preocupado por la deriva de esta iniciativa, informa la prensa, pero no parece que la ‘eminencia gris’ de toda la operación haya perdido su favor.

Apenas hay énfasis papal que no parezca contradicho por las decisiones que se toman en la Santa Sede, desde esa ‘tolerancia cero’ que se compadece mal con los casos de McCarrick o Zanchetta, a esa reciente y ardiente petición de que se escuche a los que carecen de todo poder tanto, al menos, como a los poderosos, cuando Roma parece mucho más abierta a escuchar al Partido Comunista Chino que a sus fieles acosados.