Viganò al borde del cisma

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En su último artículo, Sandro Magister señala la posición del arzobispo Viganò, que en sus últimas intervenciones ha ido condenando las herejías que según él hay en la Iglesia, centrándose en el Concilio Vaticano II. Magister recuerda la lección de Benedicto XVI en este sentido.

En 2011, Benedicto XVI lo nombró nuncio apostólico en Estados Unidos. Hace nueve años el manso papa teólogo no podía ciertamente imaginar que el arzobispo Carlo Maria Viganò –que desde 2016 ha vuelto a la vida privada, pero no oculta– le habría culpado de haber “engañado” a toda la Iglesia haciendo creer que el Concilio Vaticano II era inmune a herejías; es más, que había que interpretarlo en perfecta continuidad con la doctrina verdadera de siempre.

Precisamente a esto ha llegado Viganò en estos días, en un crescendo persistente de denuncia de las herejías de la Iglesia de estos últimos decenios, que tiene a la raíz de todo el Concilio, y que ha llegado a los dimes y diretes con Phil Lawler, director de CatholicCulture.org.

Atención: no una mala interpretación del Concilio, sino el Concilio en cuanto tal, todo en bloque. De hecho, en sus últimas intervenciones públicas, Viganò ha rechazado como demasiado tímida y vacua incluso la pretensión de algunos de “corregir” el Vaticano II aquí y allí, en los textos que, a su juicio, son más declaradamente heréticos, como es el caso de la declaración “Dignitatis humanae” sobre la libertad religiosa. Porque lo que hay que hacer de una vez por todas –ha conminado– es “olvidarse de él ‘totalmente’”.

Naturalmente, al mismo tiempo hay que “expulsar del sagrado recinto” a todas esas autoridades de la Iglesia que, tras ser identificadas como culpables del engaño y a las que se “invita a enmendarse”, no lo hagan.

Según Viganò, lo que ha desnaturalizado a la Iglesia a partir del Concilio es una especie de “religión universal que fue teorizada en primer lugar por la masonería”, cuyo brazo político es ese “gobierno mundial fuera de todo control” que los poderes “sin nombre y sin rostro” persiguen como objetivo y que ahora incluso doblegan a sus intereses la pandemia del coronavirus.

El pasado 8 de mayo, los cardenales Gerhard Müller y Giuseppe Zen Zekiun firmaron de manera incauta un llamamiento de Viganò contra este inminente “Nuevo Orden Mundial”.

Y el propio presidente de Estados Unidos ha respondido entusiasmado, con un tuit que se ha convertido en viral, a una carta abierta de Viganò a Donald Trump, que le ha invocado como guerrero de la luz contra el poder de las tinieblas que actúan tanto en el “deep state” como en la “deep Church”.

Sin embargo, volviendo a la temeraria acusación que Viganò ha lanzado contra Benedicto XVI por sus “intentos fracasados de corrección de los excesos conciliares invocando la hermenéutica de la continuidad“, es obligatorio devolverle la palabra al acusado.

La hermenéutica de la continuidad –o, más exactamente, “la hermenéutica de la reforma, de la renovación en la continuidad del único sujeto Iglesia”– es, de hecho, la piedra clave de la interpretación que Benedicto XVI dio del Concilio Vaticano II en su memorable discurso a la curia vaticana en la vigilia de Navidad de 2005, primer año de su pontificato.

Es un discurso que hay que volver a leer íntegro:

> “Señores cardenales, venerados hermanos…”

He aquí, de manera resumida, cómo el papa Joseph Ratzinger desarrolló su exégesis del Concilio Vaticano II.

Inició recordando que también después del Concilio de Nicea del año 325 la Iglesia estuvo sacudida por enormes conflictos, que hicieron que san Basilio escribiera:

“El grito ronco de los que por la discordia se alzan unos contra otros, las charlas incomprensibles, el ruido confuso de los gritos ininterrumpidos ha llenado ya casi toda la Iglesia, tergiversando, por exceso o por defecto, la recta doctrina de la fe…”.

Pero, ¿por qué las repercusiones del Vaticano II han sido tan conflictivas? La respuesta de Benedicto XVI es que todo ha dependido “de su hermenéutica”, es decir, de su “clave de lectura y de aplicación“.

El conflicto ha surgido porque “se han confrontado dos hermenéuticas contrarias y se ha entablado una lucha entre ellas”.

Por un lado, ha habido una “hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura” y, por el otro, una “hermenéutica de la reforma, de la renovación dentro de la continuidad del único sujeto-Iglesia”.

Según la primera hermenéutica, “sería preciso seguir, no los textos del Concilio, sino su espíritu”, dando espacio a “los impulsos hacia lo nuevo” que estarían implicados en los textos, “en los cuales, para lograr la unanimidad, se tuvo que retroceder aún, reconfirmando muchas cosas antiguas ya inútiles.”.

Pero con ello –objetó el papa– “se tergiversa en su raíz la naturaleza de un Concilio como tal. De esta manera, se lo considera como una especie de Asamblea Constituyente, que elimina una Constitución antigua y crea una nueva”, cuando en realidad “la Constitución esencial de la Iglesia viene del Señor” y los obispos deben ser, sencillamente, sus “administradores” fieles y sabios.

Hasta aquí, Benedicto XVI pareció atribuir la hermenéutica de la discontinuidad sólo a la corriente progresista de la Iglesia. Sin embargo, más adelante en el discurso, analizando a fondo la voluntad del Concilio de “determinar de manera nueva la relación entre la Iglesia y la edad moderna”, afronta directamente la cuestión sobre la cual, no los progresistas, sino los tradicionalistas se han empecinado más, hasta romper con la Iglesia como hicieron los seguidores de Marcel Lefebvre y hoy parece estar a punto de hacer Viganò.

Es la cuestión de la libertad religiosa, sobre la cual se pronunció la declaración conciliar “Dignitatis humanae”. Una declaración a la que Viganò acusa de las peores cosas, hasta escribir que “si la Pachamama ha podido ser adorada en una iglesia, se lo debemos a la ‘Dignitatis humanae’”.

Efectivamente, es innegable que sobre la libertad religiosa el Concilio Vaticano II marcó una clara discontinuidad, por no decir una ruptura, con la enseñanza ordinaria de la Iglesia del siglo XIX y principios del XX, claramente antiliberal. Benedicto XVI lo reconoció explícitamente en ese discurso y explicó también las razones históricas, que precisamente al ser históricas han cambiado en el tiempo y han permitido que el Concilio, “reconociendo y haciendo suyo, con el decreto sobre la libertad religiosa, un principio esencial del Estado moderno”, retome nuevamente “el patrimonio más profundo de la Iglesia”, el “de Jesús mismo” y de “los mártires de la Iglesia primitiva”, que “murieron por la libertad de profesar la propia fe, una profesión que ningún Estado puede imponer, sino que sólo puede hacerse propia con la gracia de Dios, en libertad de conciencia”.

“Precisamente en este conjunto de continuidad y discontinuidad en diferentes niveles consiste la naturaleza de la verdadera reforma”, dijo el papa Ratzinger en ese discurso. “El concilio Vaticano II, con la nueva definición de la relación entre la fe de la Iglesia y ciertos elementos esenciales del pensamiento moderno, revisó o incluso corrigió algunas decisiones históricas, pero en esta aparente discontinuidad mantuvo y profundizó su íntima naturaleza y su verdadera identidad”.

Hay, por tanto, una “hermenéutica de la discontinuidad” que también Benedicto XVI dijo aprobar, porque “precisamente en este conjunto de continuidad y discontinuidad en diferentes niveles consiste la naturaleza de la verdadera reforma”.

Sin embargo, llegados a este punto, vale la pena dejarle a él la palabra y reproducir a continuación la parte final de ese discurso sobre el Concilio, en el que argumentó ampliamente lo que antes hemos resumido en pocos párrafos.

Los argumentos contrarios de Viganò están disponibles en las páginas web que le dan eco. Les corresponde a los lectores hacer la debida comparación.

*

“En este proceso de novedad en la continuidad…”

de Benedicto XVI

[…] En el gran debate sobre el hombre, que caracteriza el tiempo moderno, el Concilio debía dedicarse de modo especial al tema de la antropología. Debía interrogarse sobre la relación entre la Iglesia y su fe, por una parte, y el hombre y el mundo actual, por otra (cf. ib., pp. 1173-1181). La cuestión resulta mucho más clara si en lugar del término genérico «mundo actual» elegimos otro más preciso:  el Concilio debía determinar de modo nuevo la relación entre la Iglesia y la edad moderna.

Esta relación tuvo un inicio muy problemático con el proceso a Galileo. Luego se rompió totalmente cuando Kant definió la «religión dentro de la razón pura» y cuando, en la fase radical de la revolución francesa, se difundió una imagen del Estado y del hombre que prácticamente no quería conceder espacio alguno a la Iglesia y a la fe.

El enfrentamiento de la fe de la Iglesia con un liberalismo radical y también con unas ciencias naturales que pretendían abarcar con sus conocimientos toda la realidad hasta sus confines, proponiéndose tercamente hacer superflua la «hipótesis Dios», había provocado en el siglo XIX, bajo Pío IX, por parte de la Iglesia, ásperas y radicales condenas de ese espíritu de la edad moderna. Así pues, aparentemente no había ningún ámbito abierto a un entendimiento positivo y fructuoso, y también eran drásticos los rechazos por parte de los que se sentían representantes de la edad moderna.

Sin embargo, mientras tanto, incluso la edad moderna había evolucionado. La gente se daba cuenta de que la revolución americana había ofrecido un modelo de Estado moderno diverso del que fomentaban las tendencias radicales surgidas en la segunda fase de la revolución francesa. Las ciencias naturales comenzaban a reflexionar, cada vez más claramente, sobre su propio límite, impuesto por su mismo método que, aunque realizaba cosas grandiosas, no era capaz de comprender la totalidad de la realidad.

Así, ambas partes comenzaron a abrirse progresivamente la una a la otra. En el período entre las dos guerras mundiales, y más aún después de la segunda guerra mundial, hombres de Estado católicos habían demostrado que puede existir un Estado moderno laico, que no es neutro con respecto a los valores, sino que vive tomando de las grandes fuentes éticas abiertas por el cristianismo.

La doctrina social católica, que se fue desarrollando progresivamente, se había convertido en un modelo importante entre el liberalismo radical y la teoría marxista del Estado. Las ciencias naturales, que sin reservas hacían profesión de su método, en el que Dios no tenía acceso, se daban cuenta cada vez con mayor claridad de que este método no abarcaba la totalidad de la realidad y, por tanto, abrían de nuevo las puertas a Dios, sabiendo que la realidad es más grande que el método naturalista y que lo que ese método puede abarcar.

Se podría decir que ahora, en la hora del Vaticano II, se habían formado tres círculos de preguntas, que esperaban una respuesta.

Ante todo, era necesario definir de modo nuevo la relación entre la fe y las ciencias modernas; por lo demás, eso no sólo afectaba a las ciencias naturales, sino también a la ciencia histórica, porque, en cierta escuela, el método histórico-crítico reclamaba para sí la última palabra en la interpretación de la Biblia y, pretendiendo la plena exclusividad para su comprensión de las sagradas Escrituras, se oponía en puntos importantes a la interpretación que la fe de la Iglesia había elaborado.

En segundo lugar, había que definir de modo nuevo la relación entre la Iglesia y el Estado moderno, que concedía espacio a ciudadanos de varias religiones e ideologías, comportándose con estas religiones de modo imparcial y asumiendo simplemente la responsabilidad de una convivencia ordenada y tolerante entre los ciudadanos y de su libertad de practicar su religión.

En tercer lugar, con eso estaba relacionado de modo más general el problema de la tolerancia religiosa, una cuestión que exigía una nueva definición de la relación entre la fe cristiana y las religiones del mundo. En particular, ante los recientes crímenes del régimen nacionalsocialista y, en general, con una mirada retrospectiva sobre una larga historia difícil, resultaba necesario valorar y definir de modo nuevo la relación entre la Iglesia y la fe de Israel. Todos estos temas tienen un gran alcance —eran los grandes temas de la segunda parte del Concilio— y no nos es posible reflexionar más ampliamente sobre ellos en este contexto.

Es claro que en todos estos sectores, que en su conjunto forman un único problema, podría emerger una cierta forma de discontinuidad y que, en cierto sentido, de hecho se había manifestado una discontinuidad, en la cual, sin embargo, hechas las debidas distinciones entre las situaciones históricas concretas y sus exigencias, resultaba que no se había abandonado la continuidad en los principios; este hecho fácilmente escapa a la primera percepción.

Precisamente en este conjunto de continuidad y discontinuidad en diferentes niveles consiste la naturaleza de la verdadera reforma. En este proceso de novedad en la continuidad debíamos aprender a captar más concretamente que antes que las decisiones de la Iglesia relativas a cosas contingentes —por ejemplo, ciertas formas concretas de liberalismo o de interpretación liberal de la Biblia— necesariamente debían ser contingentes también ellas, precisamente porque se referían a una realidad determinada en sí misma mudable. Era necesario aprender a reconocer que, en esas decisiones, sólo los principios expresan el aspecto duradero, permaneciendo en el fondo y motivando la decisión desde dentro.

En cambio, no son igualmente permanentes las formas concretas, que dependen de la situación histórica y, por tanto, pueden sufrir cambios. Así, las decisiones de fondo pueden seguir siendo válidas, mientras que las formas de su aplicación a contextos nuevos pueden cambiar. Por ejemplo, si la libertad de religión se considera como expresión de la incapacidad del hombre de encontrar la verdad y, por consiguiente, se transforma en canonización del relativismo, entonces pasa impropiamente de necesidad social e histórica al nivel metafísico, y así se la priva de su verdadero sentido, con la consecuencia de que no la puede aceptar quien cree que el hombre es capaz de conocer la verdad de Dios y está vinculado a ese conocimiento basándose en la dignidad interior de la verdad.

Por el contrario, algo totalmente diferente es considerar la libertad de religión como una necesidad que deriva de la  convivencia  humana, más aún, como una consecuencia intrínseca de la verdad que no se puede imponer desde fuera, sino  que  el hombre la debe hacer suya sólo mediante un proceso de convicción.

El concilio Vaticano II, reconociendo y haciendo suyo, con el decreto sobre la libertad religiosa, un principio esencial del Estado moderno, recogió de nuevo el patrimonio más profundo de la Iglesia. Esta puede ser consciente de que con ello se encuentra en plena sintonía con la enseñanza de Jesús mismo (cf. Mt 22, 21), así como con la Iglesia de los mártires, con los mártires de todos los tiempos.

La Iglesia antigua, con naturalidad, oraba por los emperadores y por los responsables políticos, considerando esto como un deber suyo (cf. 1 Tm 2, 2); pero, en cambio, a la vez que oraba por los emperadores, se negaba a adorarlos, y así rechazaba claramente la religión del Estado. Los mártires de la Iglesia primitiva murieron por su fe en el Dios que se había revelado en Jesucristo, y precisamente así murieron también por la libertad de conciencia y por la libertad de profesar la propia fe, una profesión que ningún Estado puede imponer, sino que sólo puede hacerse propia con la gracia de Dios, en libertad de conciencia.

Una Iglesia misionera, consciente de que tiene el deber de anunciar su mensaje a todos los pueblos, necesariamente debe comprometerse en favor de la libertad de la fe. Quiere transmitir el don de la verdad que existe para todos y, al mismo tiempo, asegura a los pueblos y a sus gobiernos que con ello no quiere destruir su identidad y sus culturas, sino que, al contrario, les lleva una respuesta que esperan en lo más íntimo de su ser, una respuesta con la que no se pierde la multiplicidad de las culturas, sino que se promueve la unidad entre los hombres y también la paz entre los pueblos.

El concilio Vaticano II, con la nueva definición de la relación entre la fe de la Iglesia y ciertos elementos esenciales del pensamiento moderno, revisó o incluso corrigió algunas decisiones históricas, pero en esta aparente discontinuidad mantuvo y profundizó su íntima naturaleza y su verdadera identidad. La Iglesia,  tanto antes como después del Concilio,  es  la misma Iglesia una, santa, católica  y  apostólica en camino a través de los tiempos; prosigue «su peregrinación entre  las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios», anunciando la muerte del Señor hasta que vuelva (cf. Lumen gentium, 8).

Quienes esperaban que con este «sí» fundamental a la edad moderna todas las tensiones desaparecerían y la «apertura al mundo» así realizada lo transformaría todo en pura armonía, habían subestimado las tensiones interiores y también  las contradicciones de la misma  edad  moderna;  habían subestimado la peligrosa fragilidad de la naturaleza humana, que en todos los períodos de la historia y en toda situación histórica es una amenaza para el camino del hombre.

Estos peligros, con las nuevas posibilidades y con el nuevo poder del hombre sobre la materia y sobre sí mismo, no han desaparecido; al contrario, asumen nuevas dimensiones:  una mirada a la historia actual lo demuestra claramente. También en nuestro tiempo la Iglesia sigue siendo un «signo de contradicción» (Lc 2, 34). No sin motivo el Papa Juan Pablo II, siendo aún cardenal, puso este título a los ejercicios espirituales que predicó en 1976 al Papa Pablo VI y a la Curia romana.

El Concilio no podía tener la intención de abolir esta contradicción del Evangelio con respecto a los peligros y los errores del hombre. En cambio, no cabe duda de que quería eliminar contradicciones erróneas o superfluas, para presentar al mundo actual la exigencia del Evangelio en toda su grandeza y pureza. El paso dado por el Concilio hacia la edad moderna, que de un modo muy impreciso se ha presentado como «apertura al mundo», pertenece en último término al problema perenne de la relación entre la fe y la razón, que se vuelve a presentar de formas siempre nuevas.

La situación que el Concilio debía afrontar se puede equiparar, sin duda, a acontecimientos de épocas anteriores. San Pedro, en su primera carta, exhortó a los cristianos a estar siempre dispuestos a dar respuesta (apo-logía) a quien le pidiera el logos (la razón) de su fe (cf. 1 P 3, 15). Esto significaba que la fe bíblica debía entrar en discusión y en relación con la cultura griega y aprender a reconocer mediante la interpretación la línea de distinción, pero también el contacto y la afinidad entre ellos en la única razón dada por Dios.

Cuando, en el siglo XIII, mediante filósofos judíos y árabes, el pensamiento aristotélico entró en contacto con la cristiandad medieval formada en la tradición platónica, y la fe y la razón corrían el peligro de entrar en una contradicción inconciliable, fue sobre todo santo Tomás de Aquino quien medió el nuevo encuentro entre la fe y la filosofía aristotélica, poniendo así la fe en una relación positiva con la forma de razón dominante en su tiempo.

La ardua disputa entre la razón moderna y la fe cristiana que en un primer momento, con el proceso a Galileo, había comenzado de modo negativo, ciertamente atravesó muchas fases, pero con el concilio Vaticano II llegó la hora en que se requería una profunda reflexión. Desde luego, en los textos conciliares su contenido sólo está trazado en grandes líneas, pero así se determinó la dirección esencial, de forma que el diálogo entre la razón y la fe, hoy particularmente importante, ha encontrado su orientación sobre la base del Vaticano II.

Ahora, este diálogo se debe desarrollar con gran apertura mental, pero también con la claridad en el discernimiento de espíritus que el mundo, con razón, espera de nosotros precisamente en este momento. Así hoy podemos volver con gratitud nuestra mirada al concilio Vaticano II:  si lo leemos y acogemos guiados por una hermenéutica correcta, puede ser y llegar a ser cada vez más una gran fuerza para la renovación siempre necesaria de la Iglesia.

Roma, a 22 de diciembre de 2005

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Comentarios
104 comentarios en “Viganò al borde del cisma
  1. BXVI y JPII se embarcaron en el proyecto de la Hermenéutica de la continuidad, tratando de reorientar la interpretación de los textos del CVII (…ergo son ambiguos….) hacia posturas más acordes con la Tradición.

    Este proyecto ha fracasado. Los textos del CVII sirven más para un descosido que para un roto, y los efectos de re-reorientación en el actual pontificado han sido demoledores. Y han abierto los ojos a muchos: Viganò entre ellos.

    BXVI tiene de los sabios el arte de saber rectificar. Ya lo hizo en 2007-2008 con lo de la interpretación en 2000 del tercer secreto de Fátima, en 2009 respecto a Lefevbre, y lleva haciéndolo en relación a la deriva actual desde 2013 (temas siempre relacionados con el CVII). A su tiempo.

    …..y ¿quiénes están con Cristo, la Virgen y en comunión plena con 2000 de Iglesia? ¿Quién se separa de quién?…..

  2. A la posibilidad de debate ya se le puso esparadrapo hace 45 años. Hay mucho interesado en que no haya debate….y el que se atreva no sale en la foto. A veces mejor no salir en la foto según con quienes….

    Y hay mucha ignorancia a todos los niveles, acerca del verdadero CVII y sus textos sin edulcorantes. Y muchos años de mantras repetidos hasta la saciedad elogiando sin análisis serios, aun viendo el pavoroso invierno eclesial.

  3. El rebaño remanente el que se mantiene fiel tiene que mantenerse unido y decir :
    BASTA DE TANTO ATROPELLO A LA VERDAD REVELADA !!!!
    Si piensan que debe haber cambios que venga Jesus y los haga solo El lo puede hacer

    1. todos estos despropósitos parten de la tesis evokucionista y las dialécticas descendente y ascendente de Rahner, que no son otra cosa que una trasposición ala teología (que se rmpeñan en que los «neófitos» fieles no conozcan) de un enfoque historicista y dialectico de la verdad, la victoria definitiva del inmanentismo historicista y la coronación del ideal masónico del hombre hecho Dios.
      Poner el acento en el tema de la coerción y no enla verdad (los cristianos morían en el circo por defender la verdad; a las falsas religiones se les niega el ifual derecho a la veedadera) no hace otra cosa que entronizar para siempre el principio histórico democrático y relativista, aquel que sostiene que la verdad es una conatrucción dialógica colectiva a través del conflicto en la historia. De ahi q Rahner sostenga q el «el budismo es lo mejor que pudo haberle pasado al catolicismo» y Francisco le haga decir a su vocerextraoficios en la nonagésima entrevista off the record nunca negada q Dios es luz

  4. El señalamiento al fracaso de la teología de la continuidad de Benedicto XVI, es un planteamiento histórico de profesor Roberto de mateii; para éste el concilio, fracasó. Mirando los resultados. El problema es que vigano le está dando fuerzas a los señalamientos y peligros que advertía monseñor lefebre, durante y después del concilio. Es una no de continuidad, si no más bien de regresión. Bendiciones

    1. ¿y por qué son un problema dichos señalamientos? Por los frutos se ha ido viendo que son verdad. Y regresar del precipicio al camino seguro no es mala ruta, ¿verdad?

  5. Yo apoyo cien por ciento a Monseñor Carlo María Viganó. Y Benedicto XVI dice lo que puede decir. Acá no trataron el tema de los errores en latín de su declaración de renuncia que denunciaron tres latinistas reconocidos.

  6. Menudo articulo anticatólico habeis publicado, esto con Pio XII iba al Index directamente por contener la semilla del diablo. Anticatólico porque todo su discurso se basa en el principio liberal de que la libertad te hace verdadero, es decir, en el principio inverso al principio católico de que la verdad os hará libres. Ponen un supuesto liberalismo moderado como católico aunque está condenado y pretenden que lo que condenó la iglesia sólo fue el liberalismo radical. Se escudan siempre en el pa pa Benedicto, un pa pa liberal, que ellos mismos admiten como liberal. Y como todo liberal moderado, un modernista igualmente moderado que confunde el libre albedrío subjetivo con la libertad objetiva moral y social, como si no hubiese varios tipos de libertad.

    1. Si SS Pio XII.hubiera presidido tal Concilio otro gallo nos cantara…Pero por desgracia, no fié así…Y no voy a decir que siento lo que digo, porque es lo que pienso y siento.

      1. Pio XII consultó a los cardenales si convenía convocar un concilio y los cardenales le dijeron que no era conveniente, por lo tanto Pío XII desistió, y tanta razón tuvo en desistir de la idea que luego Juan XIII lo convocó y allí están los resultados

    2. Buena argumentación. Apoyar la libertad religiosa en que «los primeros cristianos morían por defender su derecho a practicar su religión» es algo increiblemente falaz. Lo diga quien lo diga.

  7. Lucas 23,11 «Pero Herodes con su guardia, después de despreciarle y burlarse de el, LE PUSO UN ESPLÉNDIDO VESTIDO y le remitió a Pilatos.
    Juan 21,18: Te aseguro que cuando eras más joven, te vestías para ir adonde querías, pero cuando seas viejo, extenderás los brazos Y OTRO TE VESTIRÁ, y te llevará adonde no quieras ir.

    En ambos casos el cambio de vestimenta es importantísimo. En Lucas , a Jesús flagelado y con ropa despedazada, Herodes le da un vestido nuevo. En Juan, Jesús profetiza también un cambio de ropa para encubrir la Crucifixión de la Iglesia.
    El Concilio Vaticano II es el cambio de ropa profetizado por Juan.
    La Iglesia está siendo crucificada

  8. Pues te equivocas, porque si la iglesia ha evolucionado quiere decir que ya no es la Iglesia católica que fundó Cristo. El que tuvo problemas con el Santo Oficio de la inquisición por ser modernista fue precisamente Ratzinger, así que deja de confundirte, que es todo al revés.

  9. Con todo mi cariño hacia Benedicto XVI, de cuya buena intención no dudo, a estas alturas no se puede seguir sosteniendo la tesis de la hermenéutica de la continuidad, que ha fracasado estrepitosamente. La prueba más clara de este fracaso es la renuncia al pontificado de Benedicto XVI.

  10. Es bueno saber que Sandro Magister, en horas muy bajas, no está con Viganó. Por el contrario, Aldo María Valli y Marco Tosatti están claramente con él. Infovaticana no sabe a qué carta quedarse. Quizás ya se ha pronunciado por la comodona continuidad que está llevando al exterminio de la Iglesia Católica. ¿ Es esto lo que queremos ?

    1. Entre San Pedro y Francisco la única continuidad que observo es en las negaciones a Jesucristo, de las que San Pedro se arrepientió y lloró amargamente, mientras que Francis espera que sea San Pedro quien le pida perdón a él, por no haber creado la religión mundial que, ahora, Francisco está promoviendo, con anclaje en el espíritu conciliar del Concilio más amañado y apañado de la historia. Hay mucha tela que cortar, mucho que rectificar, pero nos quieren colgar el sambenito de cisma ticos, cuando son ellos, ellos, los no católicos.

  11. La iglesia catolica solo puede ser la tradicional, pues su doctrina y culto solo puede ser el que ha sido siempre, da igual que sea declarada cis matica por gente tibia o cis matica. El pa pa Liberio que os representa era un tibio y se puso de parte de los arrianos y contra san Atanasio. Pero qué me estais contando. En el caso del pa pa Liberio, donde estaba Pedro no estaba la Iglesia católica, pues Pedro se habia tirado al monte.

  12. El obispo Vigano ,puede tener razon en algunas cosas,en otras no.Yo me quedo al lado de tantos obispos que firmaron los documentos y de los papas Juan 23,Juan Pablo1 ,Juan Pablo 2,Benedicto 16 y Francisco,al que hay que iluminar con humildad ,como hizo Santa Catalina de Siena con Gregorio xi.tambien me quedo con tantos como Monseñor Munilla,el Padre Santiago Martin,los curas que me acompañaron a lo largo de 52 años,del Cardenal Sarah,del padre Iraburu,de Carlo Acutis,de los argentinos Carlos Sacheri ,padre Meinville, Monseñor Aguer y de los Sirios perseguidos.Tantas Congregaciones queridas con la humildad y la frescura que da estar unidos a la Vid.

  13. O sea que, según Belzunegui el día de hoy Infovaticana se ha vuelto enemiga de la Iglesia.
    Aquí el único enemigo de la Iglesia se llama Belzunegui, en su gran soberbia y arrogancia no se ha tomado el tiempo de leer el magnífico artículo que retoma magistralmente un discurso maravilloso de Benedicto XVI.
    Belzunegui es un personaje incapaz de escuchar y dejarse instruir.

    1. Viganò dice verdades como puños, y además razonadas. A todos los liberales conservadores les animo a que refuten esas razones que da. Hay un antes y un después marcado por el Concilio, que a la vez que estrenaba un nuevo catolicismo desdeñó toda referencia al pasado de la Iglesia, convirtiéndose en un unicum: El Concilio, como dice Viganò, que ni se pronunció sobre el comunismo, ni condenó el modernismo, la cloaca por la que discurren todas las herejías. Esa referencia a las palabras del cardenal Suenens, que el Concilio era «el 1789 de la Iglesia», o sea, la Revolución Francesa, la he oído yo de más de un sacerdote como algo saludable: «El Concilio trajo la revolución en la Iglesia» dicen ufanos todos los que detestan la Tradición, a la que desprecian como un vestigio a extirpar. Y después de leer a Sandro Magister tienen razón, según mi opinión, quienes dicen que los conservadores, los liberales moderados, quieren precisamente eso, «conservar» la revolución en la Iglesia.

  14. Hace tiempo que esta afuera de la Iglesia .
    » El Cardenal Robert Sarah dijo que la Iglesia está representada en la tierra por el Papa, por lo que quien esté en su contra, está fuera.»
    Clarito …..

    1. Eso es así si el pa pa obedece a la Sagrada Tradición y al Magisterio, pues si no obedece y se inventa una doctrina nueva con el pretexto de que evoluciona mientras no sea dogma y unos sacramentos nuevos o de nuevo ordo y prohibe los verdaderos, el pa pa se pone contra la Iglesia. Al pa pa Honorio lo condenaron por menos que eso, el pa paLiberio prefirió a los arrianos y otros muchos los declararon antipa pas con el tiempo. Esa es la realidad.

    2. Entonces como seguidores de San Atanasio y no del papa Liberio, estamos fuera de la Iglesia. Y Págola el Arriano es el que manda ahora.

  15. “una carta abierta de Viganò a Donald Trump, que le ha invocado como guerrero de la luz contra el poder de las tinieblas…” Alabando a Trump queda claro qué clase, no ya de católico, sino de cristiano que es Viganò. ¿Bastaría con que citemos cómo trata Trump a las mujeres o que intente suprimir la sanidad para los pobres, luchando contra el Obamacare? Hablar de la Tradición de la Iglesia después de esto, es mucho más que un chiste de mal gusto.

    1. Sota de Bastos.
      ¿Y cómo trata Trump a las mujeres, si puede saberse? Que yo sepa, se hizo una campaña de desprestigio contra él del que salió más reforzado. Todos los medios en su contra pintándole como un misógino y como el que construyó no sé qué muro, cuando sólo se dedicó a tapar las gateras de los muros construidos por sus antecesores, Obama incluido.
      La cantinela progre, ya no cuela.
      Les salió el tiro por la culata y ganó Trump. Rezo porque pase lo mismo nuevamente.

  16. Infovaticana se equivoca. El Concilio Vaticano II fue un Concilio pastoral y no dogmático: su crítica no atenta contra el dogma. ¿donde está el cisma?

  17. Es evidentemente un acto de extrema vileza el de Sandro Magister que no remite expresamente al artículo en el que Viganó supuestamente habría sostenido que todo el Concilio Vaticano II debía ser tirado a la basura, es de extrema vileza decir que Viganó por no sostener la hermenéutica de la continuidad como la teoría para interpretar el CVII está en contra de Benedicto XVI y quiere un cisma. Es terriblemente vil todo esto de atacar a un hombre porque como doctor privado propone otra teoría para abordar el problema del CVII y es de ignorante entender que al hablar Viganó de una cierta disruptura en el concilio está hablando de ruptura. Lo que hemos leído de Viganó es sincero y veraz no se lo reproduce porque se teme la verdad y se la oculta como ha sucedido hasta ahora con el clero y porque no se quiere restaurar la doctrina y la moral de la Iglesia porque los obispos y sacerdotes se niegan a santificarse más para enfrentar la actual crisis de la Iglesia.

      1. Belzunegui, hay que llegar a una decisión en comunidad de fe sobre el CVII, de qué se hace con sus documentos para afrontar la presente crisis de la Iglesia, un documento del concilio señala que hay un derecho a la libertad religiosa ejercida de mala fe, eso es imposible y contradictorio con la expresión anterior de tolerancia y no derecho esta es evidentemente una expresión que no puede ser interpretada por la hermenéutica de la continuidad.
        Brandmuller y otros deberían mostrar cómo corrigen este error y otros y no irse por las ramas.
        Un correcto análisis exige establecer los párrafos de magisterio extraordinario, si puede hablarse de ciertas disrupturas como señaló Viganó en ciertos párrafos, o ambigüedad en la expresión o errores de expresión o continuidad con decadencia con el magisterio ordinario anterior o los cuatro últimos juntos, considero necesario soluciones y análisis, caso por caso, pero en comunidad de fe para aquellos párrafos que perjudican a la Iglesia.

  18. Un «roto»no tiene arreglo y con el tiempo, lo que tiende es a agrandarse.. Un «descosido» al no haber desgarro no empeora y siempre puede volver a coserse, quedando perfectamente. Aplicado esto al caso, la pregunta es : ¿Se trata de un roto o es simpemente un descosido? Doctores tiene la Iglesia que lo deberían aclarar de verdad aunque sólo sea para calmar nuestro agobio.

    1. Como sabrás, el refrán se explica como que un hecho, frase, concepto se puede aplicar ajustado a varias situaciones. En este caso, los textos del CV II parece que se pueden interpretar de varias maneras contentando a tirios y troyanos,…..pero el fondo de los textos, su alma, estaba hecho para que solamente un bando, el «modernista», se llevase el premio de la interpretación correcta. Y así se ve por los frutos.

  19. Me parece que efectivamente Viganó se equivoca al rechazar en bloque un Concilio Ecuménico, pero eso no quiere decir que no haya cosas que corregir en el Concilio Vaticano II. Por ejemplo, es necesario que en algún momento futuro la Iglesia diga oficialmente y con la máxima autoridad que la Iglesia de Cristo no solamente «subsiste» en la Iglesia Católica, sino que ES la Iglesia Católica. Así entendida me parece muy razonable la propuesta de Mons. Schneider.

  20. En efecto, el Vaticano II no niega que la Iglesia de Cristo sea la Iglesia Católica, pero tampoco lo dice, al menos en ese famoso pasaje de «Lumen Gentium». Y eso da pie para que los progresistas sí lo nieguen.

  21. Repito la contradicción en que incurren los acérrimos defensores del CVII. De una parte nos aseguran que no es un concilio doctrinal sino pastoral; pero, de otra, no admiten la más mínima crítica a un pastoralismo de diálogos sin doctrina y ecumenismos con todos, menos con los católicos, como estamos padeciendo, actualmente. ¿ Verdad cardenales de las dubia ?

  22. Según los teólogos, la legitimidad de los Concilios Ecuménicos, en tanto que «hecho dogmático», o sea, que tiene una conexión histórica con la verdad de la fe, se incluye indirecta y secundariamente dentro del objeto de la infalibilidad del Magisterio de la Iglesia.

    La infalibilidad de ese Magisterio, además, se extiende también al Magisterio ordinario y universal de los Obispos, el cual es claro que su unanimidad al menos moral ha enseñado desde los años 60, con los Papas a la cabeza, que el Concilio Vaticano II es un Concilio Ecuménico de la Iglesia Católica.

    Por ese lado, en la cuestión del Vaticano II estaría en juego la infalibilidad de la Iglesia, y por eso, ninguna solución a la presente crisis que no tenga esto en cuenta puede ser admitida.

    1. Tanto Juan XIII como Pablo VI afirmaron que no comprometerían la infabilidad del magisterio en el concilio. Lo dijeroj muy claro cuando se les pidió definiciones dogmáticas. No empeñaron el magisterio infalible, ahora los defensores del concilio van incluso contra los deseos de los mismos papas del concilio. Claremente los papas del concilio manifestaron que el concilio no tenía la finalidad de proponer ninguna nueva definición dogmática, porque era pastoral.

      1. No hablo de la infalibilidad del Concilio al enseñar esto o aquello, sino de la infalibilidad de la Iglesia al reconocerlo como Concilio Ecuménico. Eso no hace que las enseñanzas del Vaticano II sean infalibles, pero sí hace que se lo deba respetar como Concilio Ecuménico que es, y que sea necesario en todo caso, en un acto magisterial posterior, aclarar las cosas que en dicho Concilio no son claras. Por eso estoy de acuerdo con lo que dice Mons. Schneider.

  23. En base a un comentario que escuche que me parece muy acertado, pienso que quien esta de acuerdo con la doctrina autentica de Jesucristo y acepta su divinidad y lo adora, como se adora a Dios Padre y al Espíritu Santo, no esta en cisma, pesele a quien le pese. En cambio quien desobedece la doctrina de Jesucristo, sea quien sea, ese esta en cisma.

    1. Dije
      «En cambio quien desobedece la doctrina de Jesucristo, sea quien sea, ese esta en cisma.»
      Mas bien quien esta en desacuerdo con su doctrina, por que obedecer su doctrina implica un esfuerzo, y hay caídas, pero se reconoce que lo que dice es lo correcto a seguir, me refiero a rechazar o estar en desacuerdo con su doctrina es estar en cisma.

    2. El cisma es la negativa a reconocer la autoridad de los pastores legítimos en la Iglesia. No es lo mismo que la herejia, que es la negación o duda pertinaz acerca de una verdad de fe enseñada como tal por la Iglesia.

  24. ¿ A dónde ha llevado el pastoralismo del CVII ? : A la misericorditis vigente de comunión para todos, cuanto más en pecado mejor, pues la comunión no es un premio, y cielo para todos, sin necesidad de conversión y sin un infi.erno que asuste. Ha llevado, por tanto a que no hacen falta ni sacerdotes, ni jerarquía, ni sacramentos, ni mandamientos, ni papas, ni sacerdotisas siquiera, pues es la misma Iglesia, que ha adoptado el lenguaje del mundo, la que ya no hace falta. Por eso mismo se vacían las iglesias, porque, según ese planteamiento, elevado a dogma, el único dogma, ya no hacen falta para salvarse. Estamos todos salvados.

  25. Como su anterior argucia ya está quemada ahora ataca por este otro lado y al final lo que parece es que tiene una pataleta ( como un niño pequeño) por no ser el elegido para Papá.

  26. A ver si entendí, Infovaticana dice que Viganó está al borde del cisma y no pone su escrito, al contrario, escribe textos de Benedicto defendiéndolo. Que no se le olvide a Infovaticana que Razingert fue perito del Concilio y apoyó muchas de sus propuestas heterodoxas. Otra historia es que Benedicto luego se haya arrepentido de su papel en el concilio, tal vez se dio cuenta de que se les fue la mano. Pero no se retractó del concilio, cosa evidente, porque él fue uno de los padres de la creatura, entonces no le quedaba más que invoccar un continuidad que no existe, el Vaticano II fue una ruptura con la tradición en muchos aspectos.

  27. Muchos de los peritos y del Vaticano II estaban vetados para enseñar teología, los había vetado el Santo Oficio, Aún así fueron protagonistas de la redacción de documentos del concilio, Luego Pablo VI se cargó al Santo Oficio y eliminó el índice de los libros prohibidos

  28. «Por sus frutos los conocereis» Vamos a ver, el ateismo e indiferentismo de la sociedad actual tiene, así como la proliferación de otras religiones y rpácticas religiosas, ¿no tiene que ver con la libertad religiosa? La difusión de corrientes socialistas, marxistas y comuninistas ¿no tendrá que ver con que el concilio no haya condenado al mayor problema que tenía la sociedad en aquel momento? el comunismo. Porque muchos no saben que los obispos pidieron una condena al comunismo, y los papas se negaron. La pérdida de estados católicos en el mundo ¿no tiene su origen en la libertad religiosa proclamada por el concilio? Amoris Laeticia ¿no está sustenta en el concilio? La sinodalidad que pretende acabar con el papado ¿no tiene su origen en el concilio? ¿o no se han leído la nota explicativa que tuvo que agregar Pablo VI a Lumen gentiún para tratar de enmendar el asunto? Es decir, muchas de las cosas promovidas actualmente, están sustentadas en los documentos del concilio

  29. Llevamos recogiendo 50 años los frutos amargos del concilio Vaticano II. Ya es hora de parar esa pesadilla, es claro que dicho concilio está viciado de origen por muchos y variados factores que ahora no es necesario analizar, y como por sus frutos los conoceréis, los mejor es abolirlo en su totalidad y continuar de cero. Cuanto antes se haga mucho mejor, mientras tanto la iglesia seguirá dando tumbos sin un rumbo claro y enfrentada consigo misma. Pero claro, para eso la iglesia debe de renunciar para siempre al modernismo, urge restaurar el juramento anti modernista aunque los prelados liberales se nieguen, mejor para todos.

  30. Los concilios son ecuménicos cuando definen doctrina o al menos se declaran doctrinales, cuando no definen doctrina ni establecen cánones con anatemas de excomunión, claramente no son concilios ecuménicos de la Iglesia. El cvii es un concilio que se autodefine como pastoral, aunque entra en materia doctrinal para confundirla y no para aclararla, no tiene cánones y para colmo se le dice ecuménico porque estaban allí miembros de religiones falsas, masones y apóstatas opinando. Pues Pio XII había condenado a los peritos expertos de las comisiones del concilio y Juan XXIII los puso allí queriendo a sabiendas que eran unos apóstatas. Ante esto es más creible que el cardenal Siri fuese el pa pa verdadero. Los únicos que eran católicos eran los del COETUS y eran minoría.

  31. Yo espero que no sea así, pero todo apunta a que es posible perfectamente y que Siri fuese el pa pa. Y si es así quiere decir que el desastre es mucho peor. Como minimo, son pa pas con dejación de funciones. Alguno quizás por ignorancia.

  32. Y el insigne católico Viganò se dio cuenta en 2016 sesenta años después del engendro, años después de instalarse cómodamente como nuncio de la iglesia que ahora desprecia y justo cuando vio que le negaban el puesto de cardenal que tradicionalmente se otorga al nuncio en estados unidos cuando se jubila, pues ya es casualidad

  33. Me hace gracia, si no fuera patético, el titular de » Viganó al borde del cisma » cuando el 90% de la jerarquía de la Iglesia ni es católica ni nada que se le parezca. Estos no es que estén al borde; es que están fuera. Son lobos disfrazados de pastores. Ya va siendo hora de desenmascarados a todos ellos. Viganó no lleva máscara. Por eso mismo ha tenido que huir de la misericorditis que le persigue y quiere acabar con él, pues es el más peligroso, con gran diferencia, para sus planes anti católicos. ¡ Gracias Viganó por poner el dedo en la llaga, que es lo que más duele, incluso al sector blando infovaticanil !

    1. Buen colofón a todos los comentarios. Es de risa que, cuando un tanto por ciento elevado de la jerarquía eclesial mantiene posturas heréticas en diversos artículos de la Fe católica, se acuse de cisma a quien mantiene el credo católico y sólo pide que se aparte de la reflexión de la Iglesia los textos que han generado la confusión más absoluta en los católicos.

  34. El Lefebvre italiano, corregido y aumentado. Ya sabemos cómo acabó el francés. San Pablo VI le llegó a decir que ninguno de sus antecesores habría tenido con él la paciencia que él le tenía.
    La tozudez de los sucesores del obispo emérito de Tulle les ha impedido volver al Redil. Yo diría que son orgullosos. Y Dios se resiste a los orgullosos. Nadie les excluyó de la comunión eclesial. Ellos se excluyeron.
    Los papas que han tenido que lidiar con tipos como Lefebvre o Viganó, que empezó atacando a Francisco y ahora ya se atreve con el Concilio Vaticano II, han necesitado, y la necesita el papa actual, más paciencia que el santo Job.

  35. Si Viganó se desliza hacia el cisma, lo siento pero no puede formar parte de la solución. En la Iglesia, ningún cisma es nunca solución alguna.

    1. Los seguidores de Viganò están demasiado pagados de sí mismos y no se irán De la Iglesia porque su soberbia les lleva a la convicción de que es de su propiedad, los que sobramos somos los demás. Encabezados por el Santo Padre y seguido este por todos los obispos, como sucesores de los apóstoles.

  36. Tal y como yo veo el asunto, la declaración de monseñor Viganò cambia el origen del mal en nuestra amada Iglesia. Hasta ahora, tan sólo los lefebvrianos (que tienen una situación irregular dentro de la Iglesia, pero no están fuera de ella legalmente) afirmaban que el origen de los males que asolaban a la cristiandad era el CVII, mientras que los, vamos a llamar «conservadores», entre los que destaca su santidad Benedicto XVI, afirmaban que había habido excesos y errores, pero que éstos se debían a cómo se había aplicado el concilio funesto, y no al concilio en sí. Ahora,más y más católicos están viendo lo que para muchos de nosotros resultaba evidente, que el CVII había alumbrado no una nueva pastoral, sino una nueva religión, en la que el último mandato de Jesús se negaba abiertamente (el proselitismo), que no se afirmaba que la Iglesia fuese la Iglesia de Jesús, sino que «subsistía» en ella y que era más importante la confluencia de religiones que no la doctrina.

  37. Todo aquel que se separa de la fe de la Iglesia Católica Romana, representada por el Papa y por los obispos reconocidos por Roma, expresada en la tradición, la Sagrada Escritura y el Magisterio eclesiástico es cismático. No se puede estar unido a la Iglesia si se está lejos de los pastores. Por eso quienes rechazan el Concilio Vaticano II son cismáticos…

    1. Yo no me separare del CVII. Lo que haré será orar a Dios Padre para que envíe a la Iglesia Católica maestros fieles que la confirmen en la fe, en la Verdad, en continuidad con la Iglesia eterna de Cristó, y que sean lo bastante sabios y carentes de orgullo como para reconstruir con la ayuda de Él la unidad que ahora parece perdida. Señor Jesús, en ti confío

    2. Argumento correcto pero ultima frase al revés pues debes concluir diciendo:
      » Por eso, quienes NO rechazan LOS ERRORES del concilio Vaticano II son ci smá ticos, ya sean pa pas, monjas, laicos o el 90 % de la ex-Iglesia».
      La Iglesia católica fiel es la que permanece en la Tradición, doctrina, magisterio y sacramentos de toda la vida. Pues el que cambia es el cis ma tico por su infidelidad.

    3. Es muy curioso que los defensores del CVII se refieran al movimiento de Monseñor Lefevre, que no se apartó de la doctrina; pero no mencionan lo que fue un verdadero cisma, el de la conferencia episcopal holandesa, que por cierto, aprobó loo mismo que hoy pretende la alemana. Desconoció la autoridad de Pablo VI que no quiso sancionar sino dialogar con el cisma holandes, mientras que con Lefevre se ensañó, permitió la herejía y no toleró la ortodoxia. Fue Jan Pablo II quien terminó poniendo orden y autoridad a los holandeses. Pero curiosamente, los defensores del VATII nunca hablan del caso holandés que fue un verdadero cisma, sin embargo no hubo excomuniones, allí hubo dialogo. igual que en la actualidad, diálogo para los heterodoxos y castigo para los ortodoxos.

  38. Este Magister de marras seguro saca algún artículo aplaudiendo a Bätizng, Lackner o Zuppi. Allí seguro no ve ni el asomo de cisma.
    Para nada Mons. Viganó quiere crear cisma

  39. Sobre las calamidades en la fase post-conciliar de la Iglesia es de
    fundamental importancia la declaración histórica de Pablo VI en la Alocución ‘Resistite fortes in fide’, del 29-VI-1972, que citamos aquí en la versión de la Poliglotta Vaticana: “Refiriéndose a la situación de la Iglesia de hoy, el Santo Padre afirma tener la sensación de que ‘por alguna fisura haya entrado el humo de Satanás en el templo de
    Dios’. Hay —transcribe la Poliglotta— la duda, la incertidumbre, lo
    complejo de los problemas, la inquietud, la insatisfacción, la confrontación. No se confía más en la Iglesia; se confía en el primer profeta profano [extraño a la Iglesia] que nos venga a hablar, por medio de algún diario o movimiento social, a fin de correr atrás de él y preguntarle si tiene la fórmula de la verdadera vida. Y no nos damos cuenta de que ya la poseemos y somos maestros de ella. Entró la duda en nuestras conciencias, y entró por ventanas que debían estar abiertas a la luz. (…)».
    Papa Paulo P VI

    1. «También en la Iglesia reina este estado de incertidumbre. Se creía que, después del Concilio, vendría un día asoleado para la Historia
      de la Iglesia. Vino, por el contrario, un día lleno de nubes, de tempestad, de oscuridad, de indagación, de incertidumbre. Predicamos
      el ecumenismo, y nos apartamos siempre más los unos de los otros.
      Procuramos cavar abismos en vez de llenarlos.
      ¿Cómo sucedió esto? El Papa confía a los presentes un pensamiento suyo: el de que haya habido la intervención de un poder adverso. Su nombre es el diablo, este misterioso ser al que también alude San Pedro en su Epístola”

      Declaración histórica de Pablo VI en la Alocución ‘Resistite fortes in fide’, del 29-VI-1972.

      1. Algunos años antes el mismo Pontífice, en la Alocución a los alumnos del Seminario Lombardo, el 7-XII-1968, había afirmado que
        “La Iglesia atraviesa hoy un momento de inquietud. Algunos practican la autocrítica, se diría que hasta la auto-demolición. Es como una perturbación interior, aguda y compleja, que nadie habría esperado después del Concilio. Se pensaba en un florecimiento, en una expansión serena de conceptos madurados en la gran asamblea conciliar. Hay aún este aspecto en la Iglesia, el del florecimiento. Pero,
        puesto que ‘bonum ex integra causa, malum ex quocumque defectu’,
        se fija la atención más especialmente sobre el aspecto doloroso. La
        Iglesia es golpeada también por quienes de Ella forman parte”.

    2. ACLARACIÓN NECESARIA:
      (Para evitar confusión)

      El comentario «Si Viganó se desliza hacia el cisma, lo siento pero no puede formar parte de la solución. En la Iglesia, ningún cisma es nunca solución alguna», es de otro Juan. No es mío.

      1. S. S. Juan Pablo II trazó también un panorama sombrío de la
        situación de la Iglesia: “Es necesario admitir de manera realista y con profunda y sentida sensibilidad que los cristianos hoy, en gran
        parte, se sienten perdidos, confundidos, perplejos y hasta desilusionados: fueron divulgadas pródigamente ideas que contrastan con la
        Verdad revelada y desde siempre enseñada; fueron difundidas verdaderas y propias herejías, en el campo dogmático y moral, creando
        dudas, confusiones y rebeliones; se alteró incluso la Liturgia; sumergidos en el ‘relativismo’ intelectual y moral y por consiguiente
        en el permisivismo, los cristianos son tentados por el ateísmo, por el
        agnosticismo, por el iluminismo vagamente moralista, por un cristianismo sociológico, sin dogmas definidos y sin moral objetiva”
        Alocución del 6-II-1981 a los Religiosos y Sacerdotes participantes del I Congreso nacional italiano sobre el tema ‘Misiones al pueblo para los años 80’, in “L’Osservatore Romano”,
        7-2-81.

  40. «La obra de ese Concilio no puede estar inscrita, en cuanto efectivamente pastoral, ni en la Historia, ni en el Libro de la Vida.
    Es penoso decirlo. Pero la evidencia de los hechos señala, en
    este sentido, al Concilio Vaticano II como una de las mayores calamidades, si no la mayor, de la Historia de la Iglesia. A partir de él
    penetró en la Iglesia, en proporciones impensables, la “humareda de Satanás” que se va dilatando cada día más, con la terrible fuerza de expansión de los gases. Para escándalo de incontables almas, el Cuerpo Místico de Cristo entró en un siniestro proceso como que de autodemolición».

    Plinio Corrêa de Oliveira, Revolución y Contra Revolución

  41. Creo que la cuestión correcta se reduce simplemente a responder y asumir con honestidad si lo dicho por Vigano es la verdad o es mentira.
    Más allá de lo que pasó hace décadas y sus frutos yo veo hoy, ahora que hay personas que tienen una visión secularizada del catolicismo reduciéndolo a algo político: la ciudad Estado del Vaticano con su soberano, eso es el catolicismo. La Sagrada Revelación es puesta en un lugar secundario. Por eso tenemos la idolatría a la pachamama, profanación de los sacramentos con el adulterio etc. Por eso para esas personas el único problema, lo único a lo que le temen es al católico anclado en los Padres de la Iglesia, aquel que tira sus ídolos al río, llaman cismáticos a Arzobispos como Vigano que hablan de la fe, el culto a Dios, etc.

  42. En el artículo leemos sobre “los mártires de la Iglesia primitiva”, que “murieron por la libertad de profesar la propia fe, una profesión que ningún Estado puede imponer, sino que sólo puede hacerse propia con la gracia de Dios, en libertad de conciencia” En primer lugar los mártires no murieron por la libertad de profesar la propia fe, como si su Fe fuese una más entre todas las posibles, sino por el derecho inalienable a profesar la única Fe verdadera. El mundo grecorromano estaba dispuesto a aceptar a Jesucristo como un dios más dentro del panteón, lo que no podía tolerar era que fuese el único Dios verdadero, y la Religión revelada por El la única que salva. En segundo lugar la libertad de conciencia está condenada en la Encíclica Quanta Cura y en el Syllabus, porque la conciencia o está bien formada según la Ley de Dios, o sencillamente yerra, y el error no tiene derechos, nadie puede ser libre de seguir una conciencia errónea.

  43. ¿Entonces crees que el odió y el rencor son buenas actitudes católicas?
    Por tus comentarios faltos de comprensión y cariño pero rebosantes de odió creo que se la respuesta.

  44. El que escribe el artículo está defendiendo otra doctrina diferente a la católica, sostenida por la inmensa mayoría de católicos porque es lo que los pa pas conciliares han enseñado. Ese es el problema, que habeis roto con la Tradición de la Iglesia y no os dais cuenta. El cis mati co es el que cambia, no el que sigue igual.

  45. No es posible servir a dos Señores, ni es posible beber del cáliz de Dios y del de los demonios. El modernismo intenta poner dos velas una a Cristo y otra a la Revolución Francesa. En el fondo la única vela que cuenta es la de la Revolución Francesa. Todo el siglo XIX la Santa Madre Iglesia condena el liberalismo y la pretensión del hombre de tener derecho contra Dios y contra la Revelación basándose en una dignidad propia, en un panteísmo panhumanista y masónico del cual los vaticanosegundistas son incapaces de salir, pero que contradice no ya el espíritu si no la letra de las Sagradas Escrituras que proclaman que Cristo es Rey ante al cual toda rodilla debe doblarse en el Cielo, en la Tierra y en el Abismo. No hay Ley de las mayorías que invalide el Decálogo. La Iglesia ha reconocido la tolerancia como un mal menor para evitar la guerra, pero jamás como un derecho del hombre como se hace en la Dignitatis Humanae, luego si hay cisma habrá que ver quien es el cismático. No les parece.

  46. O Espírito de Deus sopra onde quer e não perceber que Vigano tem por detrás o espírito de Deus procede como aqueles fariseus que pediam sinais a Jesus Cristo, mas sinais que fossem do seu agrado ou parecidos com aqueles que eles conheciam das Sagradas Escrituras (o sol parado, o mar vermelho cortado, …). Entretanto vai argumentando como os arianos e semiarianos argumentaram contra Sto. Atanásio. Cada era tem a sua heresia e esta que está comodamente instalada no Vaticano desde o Vaticano II, a modernista, tem também os seus porta vozes tentando destruir quem se opõe ao caminho herético para onde nos conduzem. Pobres diabos pois ainda não perceberam que Vigano, assim «sozinho», é mais poderoso que o trovão que eles gostariam de ouvir instalados na sua poltrona ouvindo as novidades do governo mundial covidesco na TV.

  47. No se esfuerce, Belzunegui: a los lefebvrianos, en efecto, se les levantó la excomunión, pero siguen fuera de la Iglesia por no aceptar el Concilio Vaticano II. Los comentarios que hace usted se han intercalado entre el de Luis y el mío. Luis lo deja bien claro. Y hace 8 años el cardenal Kurt Koch aseguraba: «No se puede ser católico y no aceptar el Concilio Vaticano II».
    Por cierto, que más facilidades de las que se dieron a los obispos lefebvrianos para volver a la comunión con Roma ya no se les podían dar. Pero eso de no querer apearse de su postura, quizás por orgullo, que es un pecado capital…
    ¡Ah! Hoy el cisma lefebvriano cumple 32 años. San Juan Pablo II afirmó que era el día más triste de su pontificado (o de su vida). Entristecieron a muchos católicos, entre ellos a un servidor.

    1. Señor Gelasio, Es evidente que el Vaticano2 se apartó de la Tradición, entonces, ¿el que no acepta el concilio no es católico? Según quien? Según un cardenal X, ¿entonces debemos aceptar un concilio que contradice los concilios anteriores? ¿que contradice a los papas anteriores? Según usted eso es ser católico, ¿es católico aceptar un concilio que se apartó evidentemente de las enseñanzas de la tradición de la Iglesia? Mientras la tradición de la Iglesia decía que el único ecumenismo aceptado era que los herejes regresaran al único rebaño, el Vat2 dice que no; Mientras la tradición decía que los Judios fueron culpables de la muerte de Nuestro Señor, el VAt2 dice que no, incluso admite que se salvan sin hacerse cristianos. Mientras la tradición negaba la libertad religiosa, porque no puede haber libertad para el error, el Vat2, la admite. Mientras la tradición sostenía la única autoridad en el sucesor de Pedro Vat2 dice que es en pedro con los obispos, etc, ¿Quien es católico entonces?

  48. Si por ti fuese el giro de 180° sería hasta llegar a aquellos tiempos en los que se encarlaba a una persona por su condición sexual o tus pecados podrían costarte la vida con el fin de purificar tu alma.
    Que bonitos aquellos tiempos en los que los pecados eran purificados con la muerte.

  49. Gracias por no pubilicar mis dos comentarios, respetuosos, sin ninguna palabra mal sonante contra nadie. Es lamentable lo que habéis hecho con infovaticana desde que no está Gabriel Ariza.

    1. Buenos días. Este es el único comentario que ha puesto. No hemos recibido ninguno más de usted. Lo he comprobado.

      Saludos

  50. Nada de lo que se dice en este texto se asemeja a lo que yo vengo leyendo de Vigano desde el principio. Me informo por todos los medios habidos y por haber, especialmente de Estados Unidos. No entiendo a qué viene este cambio de apreciación respecto de Vigano. El arzobispo Vigano no ha cambiado, sus palabras son consistentes, seguras Más valiera que Infovaticana no se hubiera pronunciado antes. En cuestiones como esta hace falta mostrar un razonamiento consistente, coherente. Si no, mejor es permanecer en silencio.

  51. La aceptación del Concilio Vaticano II como Ecuménico viene exigida por la fe en la infalibilidad de la Iglesia, no porque el Concilio haya definido dogma alguno o porque alguna de sus enseñanzas, en lo que tienen de propias suyas o novedosas, sea infalible, sino porque la Iglesia es infalible al aceptar como Ecuménico a un Concilio. Por eso no se lo puede «dejar caer» sin más como propone Mons. Viganó. Eso es totalmente irreal, ¿de pronto la Iglesia se va a «olvidar» del Vaticano II sin decir nada al respecto? Se debe en todo caso clarificar al máximo nivel magisterial las ambigüedades que pueda haber en el Concilio, como propone Mons. Schneider.

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