Cañizares, contra la petición de los fieles: “No hagáis caso de campañas orquestadas”

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“No hagáis caso de campañas orquestadas en redes sociales, enviando mensajes de alguna manera recriminatorios a la jerarquía de la Iglesia, que en lugar de abrir caminos, los cierran”, ha declarado el cardenal Antonio Cañizares, Arzobispo de Valencia, en una carta pastoral, en referencia a los vídeos en los que grupos de fieles ruegan respetuosamente los obispos españoles que reanuden el culto público.

Quien haya seguido, siquiera superficialmente, la información religiosa de las últimas décadas, habrá sido espectador de numerosas peticiones de laicos a la cúpula eclesial, e incluso airadas protestas. Se les ha exigido, no siempre con respeto alguno, que acepten como lícitas las relaciones homosexuales, la abolición del celibato, la ordenación de las mujeres o que se pronuncien contra tal o cual medida política.

No han cedido a la mayoría de estas peticiones, no estando a menudo en su mano hacerlo, pero no recordamos que hayan reaccionado a ninguna de ellas con la displicencia irritada, con el arrogante desprecio y las acusaciones infundadad (¿campaña “orquestada”?) con que lo han hecho al ruego para que el pueblo de Dios pueda volver a recibir los sacramentos. Como suele decirse, el “no” ya lo tenían, y podría haberse respondido negativamente a todas estas iniciativas pero con algo de comprensión y caridad, incluso apreciando lo positivo de que los fieles pidan, por una vez, exactamente lo que debe darles la Iglesia, y no participar en alguna causa ajena, buena o cuestionable.

No ha sido así, y en este sentido Cañizares no se distingue de muchos otros de sus colegas. Y es que el clericalismo que denuncia Francisco goza de tan excelente salud que se puede ejercer incluso llamando clericalismo a quienes quieren atacar. Después de todo, son solo consignas, no hay que tomárselo muy en serio. De igual manera se nos acusa rutinariamente de ‘odio’ quienes aplauden las palabras del Papa en las que condena a quienes enjuizan las intenciones de los demás. Es como un código, que quien lo maneja sabe que solo sirve para endilgárselo a los otros, que nunca va con ellos. Y es que eso de oler a oveja está muy bien, es estupendo acercarse al animal y manosearlo hasta que se les quede el hedor, siempre que ésta sepa no salirse de su condición de borrego. Todo lo que transpiran las palabras de Cañizares es esa misma sensación de que ellos son los profesionales, y nosotros, humildes ovejas, apenas amatteurs de la fe.

Líbrenos Dios de la osadía de alzar la voz sino al compás de sus augustas instrucciones. Esa es la participación laical buena, igual que “la voz de los jóvenes” es la de quienes previamente han seleccionado para que repitan un estereotipado mensaje de quienes, como ellos mismos, eran jóvenes en el inmediato postconcilio. Las misas, no; pero en cambio les ha faltado tiempo para abrir un fondo especial para ayuda económica a las diócesis, que eso sí que es axial en nuestra fe.

Pero un episcopado que tiene por infalibles a las autoridades políticas, incluso a unas particularmente hostiles a nuestra fe, y unos pastores a los que no se ve activamente ocupados en diseñar planes para administrar los sacramentos con garantía de seguridad sanitaria y plantarle cara al Príncipe, aunque solo sea un poquito, pronto aprenderán que las omisiones, tanto como las acciones, tienen consecuencias.

Todo el mundo está mirando, y no solo los fieles laicos. También sus seculares enemigos en la clase política, que han comprobado de qué pasta están hechos y cuáles son sus prioridades. Y cuando les obliguen a pagar el IBI, y les quiten la X del IRPF y eliminen la asignatura de Religión y traten de convocar a los laicos en su auxilio, ¿saben quiénes acudirán? Exactamente.