(Edward Pentin)- Han pasado siete años desde la renuncia de Benedicto XVI, pero la discusión sobre el papel preciso de un «papa emérito» y el alcance permitido de su influencia no solo ha continuado, sino que ha aumentado en intensidad.
Los debates sobre este tema polémico llegaron a un punto crítico en enero, después de la inesperada intervención de Benedicto XVI un mes antes de la publicación de la exhortación apostólica post-sinodal del papa Francisco, Querida Amazonia.
El papa emérito y el cardenal Robert Sarah publicaron unos ensayos sobre la naturaleza del sacerdocio en el libro Desde lo más profundo de nuestros corazones, apoyando con contundencia el celibato sacerdotal obligatorio en la Iglesia latina.
La publicación provocó una tormenta de críticas derivadas, en gran medida, del momento del libro: se esperaba ampliamente que Francisco, en su exhortación, permitiera la ordenación de algunos hombres casados en regiones remotas del Amazonas, y Desde lo más profundo de nuestros corazones parecía ser un intento de frustrar tal movimiento que, se temía, podría socavar universalmente la disciplina del rito latino sobre el celibato sacerdotal.
Aunque figuras cercanas al papa han insistido que la puerta permanece abierta a la posibilidad, el Santo Padre finalmente evitó introducir este cambio en Querida Amazonia, al menos explícitamente, lo que llevó a algunos a creer que el libro fue un instrumento efectivo para proteger la regla del celibato sacerdotal. (El Vaticano lo negó implícitamente, diciendo que el documento estaba ya completado el 27 de diciembre, excepto por los cambios marginales de estilo y traducción).
Aunque muchos acogieron la influencia positiva que el libro podría haber tenido en la salvaguardia del celibato clerical, el episodio reavivó las preguntas sobre si se debe permitir que un ex papa haga declaraciones que afecten el pontificado de su sucesor.
También ha desencadenado un debate sobre si se deben implementar reglas para definir el papel preciso de un papa emérito, destacando una pregunta relacionada, y que se oye con mayor frecuencia en Roma, a saber: si Benedicto, de hecho, ha renunciado por completo al Oficio Petrino.
Aparte de la controversia sobre si Benedicto estaba al tanto de su concreta participación en el libro (el cardenal Sarah ha afirmado con contundencia de manera afirmativa), no es la primera vez que Benedicto rompe la regla que se impuso a sí mismo en su renuncia: servir a la Iglesia en silencio, «escondido del mundo» y «dedicado a la oración».
El cardenal Walter Brandmüller, que abiertamente criticó la renuncia de Benedicto, ha lamentado las «muchas veces» que el papa emérito ha infringido esa regla al pronunciar discursos, escribir cartas y dar entrevistas ocasionales. Benedicto deseó retirarse «para rezar en silencio», ha dicho el cardenal Brandmüller, «y esto nunca iba a suceder».
«Es por eso que estoy tan enojado», ha dicho, «y esto es lo que hace tanto daño».
«Él no tenía idea de lo que sucedería»
La raíz de la frustración del cardenal Brandmüller es que la función que Benedicto creó para sí mismo después de su renuncia -la de papa emérito- es totalmente nueva, creada rápidamente y con poca consideración aparente de sus posibles consecuencias.
”Él no tenía idea de lo que sucedería”, ha dicho el historiador de la Iglesia de 91 años. El cardenal alemán, que fue presidente del Comité Pontificio para las Ciencias Históricas bajo el pontificado de Benedicto, ha enfatizado que la institución de papa emérito «no existe en toda la historia de la Iglesia, ni en el Derecho Canónico».
El cardenal atribuye estos descuidos, en gran medida, a la falta de consulta de Benedicto, diciendo que «incluso Celestino V», el último papa que renunció al papado, «consultó a los cardenales antes de renunciar»; sin embargo, Benedicto tomó la decisión «prácticamente solo» – una omisión, él cree, que mostró «desdén» por el Colegio de Cardenales.
Otras fuentes importantes del Vaticano han dicho que entre el anuncio de la renuncia de Benedicto el 11 de febrero de 2013 y su partida del palacio apostólico tres semanas más tarde, varios cardenales presionaron al cardenal Tarcisio Bertone, entonces secretario de Estado del Vaticano, para que aclarara el estado canónico de un papa que había abdicado, ya que vieron que podría ser «potencialmente problemático», pero «no se hizo nada».
La preocupación ahora, según algunos prelados superiores, es que Benedicto parece pensar que de alguna manera tiene un papel papal, incluso si cree que ha renunciado por completo al papado.
Esta confusión se ha agravado externamente a través de la adhesión de Benedicto a algunos de los rasgos del papado: su decisión de vestirse de blanco, referirse a sí mismo como Su Santidad, impartir su bendición apostólica y su uso del título «papa emérito».
Pero lo que es más importante, las preguntas giran alrededor de los comentarios que Benedicto y otros han hecho sobre si ha abdicado por completo del ministerium (ministerio activo) del Sucesor de Pedro, pero no del munus papal (función) – una bifurcación que los canonistas y teólogos dicen que es imposible.
Este concepto de una especie de papado dividido entre Benedicto y Francisco tiene varios orígenes, sobre todo los comentarios que Benedicto mismo hizo durante su última audiencia general el 27 de febrero de 2013.
En su discurso, dijo que después de su elección como Papa en 2005, estaba «comprometido siempre y para siempre por el Señor», por lo que nunca podría volver a la «esfera privada». Otros comentarios similares incluyen las palabras de Benedicto a Peter Seewald en el libro Últimas Conversaciones, de 2017, en el que dijo que su renuncia «no fue una forma de escapar del peligro», sino «precisamente otra forma de permanecer fiel a mi ministerio».
El secretario personal de Benedicto, el arzobispo Georg Gänswein, también alimentó considerablemente el debate en 2016 al decir en una conferencia en Roma que Benedicto «no había abandonado en absoluto este ministerio» de papa, sino que lo había «expandido» de facto con un «ministerio cuasi compartido» que consistía en «un miembro activo y un miembro contemplativo».
A partir de entonces, el arzobispo Gänswein ha dicho que sus palabras, que muchos creen que deberían haber sido aclaradas por Benedicto o que tal vez incluso fueron escritas por él, han sido mal interpretadas. “Solo hay un papa, un papa legítimamente elegido y titular del papado, y ese es Francisco. Amén”, dijo el año pasado. Pero a pesar del deseo del arzobispo Gänswein de terminar el debate, este ha continuado y las dudas sobre la renuncia se han ampliado.
¿Queda la responsabilidad interna?
El profesor Edmund Mazza, un autor y locutor católico, ha señalado que, en Últimas Conversaciones, Benedicto XVI señala, en relación con el papado, que un «padre no deja de ser padre», incluso si «es relevado de una responsabilidad concreta». Él permanece «en un sentido interno dentro de la responsabilidad que asumió, pero no en la función», ha dicho.
Mazza relaciona estos comentarios con una charla que Joseph Ratzinger dio en 1977, titulada El primado del papa y la unidad del pueblo de Dios, en la cual el futuro papa argumentaba que la institución del papado «puede existir solo como persona y en una responsabilidad particular y personal «, y que «permanece en la obediencia y, por lo tanto, en la responsabilidad personal por Cristo».
«Para Benedicto, ‘responsabilidad personal’ es la esencia de lo que significa ser papa», ha escrito Mazza en un ensayo titulado Renuncia al papado: ¿Benedicto sigue siendo papa?, en el que expone que Benedicto cree que no se puede renunciar a tal «responsabilidad moral», basado en el hecho de que, en su entrevista en Últimas Conversaciones”, dijo que un papa «permanece en un sentido interior dentro de la responsabilidad» incluso si se han abandonado las «funciones».
Otro estudio posterior, que circula actualmente en Roma, es el del diácono y científico italiano Francesco Patruno, investigador del Consiglio Nazionale delle Ricerche-Istituto di Cristallografia, en Bari.
Al señalar que Benedicto ha preferido dejar su estado «no regulado», Patruno argumenta que el título de «papa emérito» es, en sí mismo, motivo de preocupación, ya que «implica una especie de división entre el oficio primado del papa y el del obispo de Roma » – una división que, debido a que esos aspectos del papado están «unidos en la única persona del Pontífice Romano», presenta» inevitables implicaciones legales y teológicas».
Patruno no es el primero en cuestionar el título del papa emérito: el arzobispo Rino Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización, también expresó sus reservas cuando, en 2017 dijo que «teológicamente crea más problemas de los que resuelve».
Pero mientras que el arzobispo Fisichella reconoce la validez de la renuncia, Patruno va un paso más allá y pregunta si un papa podría crear legítimamente ex nihilo (de la nada) una figura sin precedentes como la del papa emérito. Él cree que esto «no sería posible» porque «tocaría la ley divina» dado que la institución del papado es «de creación divina directa».
Dar a entender que el oficio papal es divisible por su propia naturaleza, y que depende de «la voluntad humana de elegir a qué facultades renunciar y cuáles mantener, es una violación flagrante de la ley divina», escribe Patruno en un ensayo de «breve reflexiones» sobre el «papado emérito». Concluye que, en consecuencia, la renuncia de Benedicto es inválida ya que es «contraria a la ley divina en sí misma».
Otros han propuesto argumentos similares y han cuestionado cómo, a través de su renuncia, un papa podría alterar unilateralmente, o parece que podría alterar, el papado, que es una monarquía instituida divinamente con poder total y universal. Citan en particular el canon 188, que establece que una renuncia hecha por «error sustancial» sería «inválida por la ley misma».
En 2018, monseñor Nicola Bux, ex consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe y de la Congregación de los Santos, estaba lo suficientemente preocupado por el posible fundamento de esta aparente diarquía dentro del papado, que pidió una investigación jurídica e histórica sobre la validez de la renuncia de Benedicto.
Ahora cree que las disputas sobre el libro del cardenal Sarah y Benedicto han resaltado cómo la «institución» del papa emérito – y la aparente bifurcación que esto implica entre el ministerio activo y pasivo del Papa – es «perjudicial para la unidad de la Iglesia» y exige un resolución.
Un auténtico Monstrum
El oficio papal no puede ser «divisible en funciones (activas y pasivas) a las que podría renunciarse por separado», dijo monseñor Bux el 5 de febrero. Tal idea, cree él, convierte la renuncia de Benedicto en un «auténtico monstrum [monstruosidad, evento antinatural]».
Añadió que algunos amigos suyos canonistas estaban «firmemente convencidos» de la invalidez de la renuncia basada en el axioma canónico tradicional, «renuncia dudosa, no renuncia» – una referencia a la afirmación de San Roberto Belarmino de que «un papa dudoso no es papa» si una «elección papal es dudosa por alguna razón».
Pero esas dudas son rechazadas por los teólogos y por otros, después de haber evaluado los argumentos. John Salza, un apologista católico y coautor del libro True or False Pope?, argumenta que la renuncia es válida principalmente sobre la base de la doctrina de la aceptación universal y pacífica de un papa. Según afirmó el 25 de febrero, esto proporciona una «certeza infalible» de que Cristo «cortó el vínculo entre Benedicto y el papado para hacer papa a Francisco».
Salza añadió que cualquier duda sobre la renuncia es «irrelevante porque Francisco fue aceptado universal y pacíficamente como papa inmediatamente después de su elección, por todo el episcopado y la unanimidad moral de los fieles».
Pero está de acuerdo con otros que ven las acciones de Benedicto, después de su renuncia, como problemáticas y causantes de confusión.
Un sacerdote teólogo que habla bajo condición de anonimato y que se basa en comentarios sobre el antiguo derecho canónico en lo referente a renuncias (en particular M. Thériault, De actibus juridici, en A. Marzo et al. Comentario exegético al código de Derecho Canónico, 3a ed.), dijo que, si Benedicto creía que el munus y el ministerium no eran lo mismo, «tendría que haberlo dicho claramente dentro de la misma renuncia».
Pero Benedicto «no distinguió claramente entre ellos en la renuncia, ni incluyó condiciones, como ‘Renuncio a seguir como papa en funciones, siempre que pueda ser un ‘papa contemplativo'». Más bien, declaró, «‘la Sede de Roma, la Sede de San Pedro, estará vacante y habrá que convocar un cónclave para elegir al nuevo Sumo Pontífice».
El teólogo considera que la situación es análoga a la de una mujer divorciada que insiste en que ya no está casada, y aún conserva la parafernalia externa de su matrimonio, como el anillo, el nombre, y reclama el derecho a la propiedad de su ex marido.
Tanto él como Salza argumentan que incluso si Benedicto creía que todavía era papa, eso sería un asunto del foro interno, y «la Iglesia no juzga los funcionamientos internos». «En el foro externo, hizo todo lo necesario para una renuncia válida», dijo Salza, y tenemos certeza de esto porque Francisco ha sido aceptado pacífica y universalmente como papa».
Además, el teólogo ha manifestado que ninguna renuncia requiere «comprensión completa, o incluso ortodoxia, con respecto a lo que se renuncia» para que sea válida, sino simplemente que el que renuncia tenga la intención de renunciar a la «sustancia de su posición» – el gobierno y la jurisdicción papal. También ha dicho que al usar Benedicto el término emérito, esto es una «señal significativa» de que ha renunciado por completo al papado, ya que el canon 185 indica que el título se le otorga a un obispo «solo cuando ha renunciado válidamente o ha perdido el oficio de alguna otra manera». Por lo tanto, ha concluido, Benedicto no podría ser «papa emérito», «a menos que haya renunciado».
El cardenal Brandmüller, a pesar de que ha sido crítico con la renuncia, acepta de manera similar su validez y rechaza firmemente la hipótesis de que el Oficio Petrino sea divisible, diciendo que cree que Francisco es el papa, ya que solo puede haber «un papa», inseparable en su unidad y en su poder – una tesis que presentó en un ensayo canónico e histórico en 2016, en la revista italiana Archivio Giuridico.
Para él, la raíz del problema se remonta al siglo XVIII en Francia y al comienzo del ultramontanismo (la opinión de que el papa tiene un poder absoluto e ilimitado) y, particularmente, en el largo pontificado del papa Pío IX, cuando una visión metafísica del papado comenzó a arraigarse – una visión que él cree que el arzobispo Gänswein (según su discurso de 2016) y otros parecen apoyar. «La institución del papa emérito es la última expresión de tal papismo», dijo.
Se cree que tal concepción metafísica del papado, que le da un carácter sacramental, está detrás de la noción de que un papa podría renunciar a su ministerio activo, pero mantener el munus. La teoría fue presentada por el heterodoxo teólogo alemán Karl Rahner, incluso antes de que el papa San Pablo VI instituyera el episcopado emérito (hasta ese momento, los obispos no se jubilaban y no se convertían en eméritos).
Papado jurídico, no sacramental
En su libro de 1964, L ‘episcopato nella Chiesa, Rahner afirmó que un papa podría renunciar al aspecto jurídico del papado, pero no a lo que se relaciona con su carácter indeleble, o lo que llamó su «naturaleza sacramental». Sin pruebas, Patruno afirma que esta teoría, relanzada en 1974 por la heterodoxa Escuela de Bolonia, es una que Benedicto, que alguna vez fue amigo de Rahner, «quería seguir».
Pero la teoría de Rahner es rechazada, entre otros, por el cardenal Gerhard Müller, prefecto emérito de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
«La frase ‘renuncia al ejercicio del ministerio de Pedro’ no significa que la elección para el oficio de obispo de Roma sea una consagración sacramental que confiere un carácter indeleble», dijo el 29 de enero. «No lo es, por lo tanto, como un obispo emérito que conserva todos los munera sacramentales dados con la ordenación episcopal, pero renuncia al ejercicio de la jurisdicción en su diócesis «.
Destacando aún más la naturaleza no sacramental del papado añadió que, a nivel de ordenación, un papa es «solo un obispo» y no tiene ningún nivel de consagración más alto que ese. Un papa, dijo, retiene los munera de un obispo, pero al «renunciar a este oficio papal, pierde por completo los poderes primados». Por lo tanto, al renunciar al ministerio, Benedicto renuncia a lo que era propio del oficio papal.
El historiador de la Iglesia italiana, profesor Roberto De Mattei, está de acuerdo con el cardenal Müller y dice que el papado, «a pesar de su institución divina, es de naturaleza jurídica: no es un sacramento, es un oficio». Por lo tanto, cree firmemente que hay «un solo papa, un Vicario de Cristo y es él quien gobierna la Iglesia. Hoy es el papa Francisco. También cree que cualquier «gracia de estado» está vinculada al oficio Petrino, y que Benedicto XVI también la perdió «al renunciar a la oficio».
De Mattei, que es presidente de la tradicionalista Fundación Católica Lepanto, dijo que el intento de «redefinir el munus petrinum nació en círculos progresistas, cuyo fin era desinstitucionalizar la Iglesia, dándole al papa un papel carismático más que jurídico». Además de Rahner, esta era una teoría respaldada por el teólogo disidente Hans Küng, también un ex amigo de Benedicto. Por esta razón, De Mattei cree que aquellos que «defienden la tradición de la Iglesia deben rechazar fuertemente este error».
Y, sin embargo, debido a este debate en curso sobre este papado y eventos aparentemente «bifurcados» en la Iglesia desde 2013, no solo los académicos han cuestionado la renuncia de Benedicto, sino también un número cada vez mayor de fieles, lo que causa una angustia significativa y es un desafío a la unidad en el Iglesia.
El sensus fidei, o sentido de la fe -un instinto que se refiere a lo que pertenece a la fe católica- actualmente «percibe que algo está mal», tal como dijo monseñor Bux quien, en 2018, pidió a Francisco que hiciera una profesión de fe urgente.
Los fieles, dijo, «perciben que la enseñanza de Francisco tiene algo ‘extraño’ y no entienden la razón, pero casi perciben que falta una especie de gracia de estado, [una gracia] que podría hacer que la enseñanza de Francisco sea inmune a las herejías reales».
Monseñor Bux, que también fue consultor de la Congregación para las Causas de los Santos, no llega tan lejos como para sugerir que Francisco es un «antipapa» -un término que considera «excesivo»-, sino más bien como «una especie de» papa inacabado ‘o papa en funciones, precisamente por la forma en que Benedicto XVI expresó su acto de renuncia». Según él, la renuncia «no tenía claridad de ideas» y, además, «Benedicto XVI la diseñó, y Francisco parece casi un administrador, un director en funciones, un delegado o algo así».
Pero el teólogo sacerdote anónimo discrepa con la argumentación de monseñor Bux, y dice que «el hecho de que un papa no sea receptivo a la gracia del estado, no significa que no se le haya dado». También afirma que el sensus fidei se aplica mal en este contexto, ya que normalmente se relaciona con un reclamo doctrinal específico, ya sea católico o herético, en lugar de la «gracia de estado» que «no es una cuestión de fe como tal». Nadie puede tener una «sensación» de si una persona tiene una «gracia de estado», señala, ya que es algo que «solo Dios puede saber».
Benedicto es consciente de la situación
Sin embargo, Benedicto es consciente de las divisiones y de la situación que su renuncia ha causado en la Iglesia, como demuestra el intercambio de correspondencia que tuvo lugar entre él y el cardenal Brandmüller en 2017.
Este es «absolutamente» un punto sensible para Benedicto, dijo el cardenal Brandmüller, y añadió que Benedicto «ha descubierto lo que realmente hizo y ha visto las consecuencias».
Entonces, ¿cuál es la solución a este evidente problema?
Una podría ser redactar una normativa acerca de lo que un papa retirado puede y no puede hacer – algo que se rumorea que está siendo considerado, y que posiblemente se pueda incluir en la nueva constitución del papa Francisco para la Curia Romana, que se espera para este año.
En su artículo de 2016, el cardenal Brandmüller expuso lo que podrían implicar algunas de esas reglas, incluida la necesidad de definir el estado de un ex papa, su nombre, su residencia y también la regulación de sus contactos sociales y de medios, para que se respete su dignidad, pero también para que así se evite cualquier peligro para la unidad de la Iglesia.
Según monseñor Bux, la normativa solo se podría concebir para futuras renuncias papales y no podría ser aplicada retroactivamente. Además, que un legislador de la Iglesia podría regular lo que sucede en torno a algunos de los aspectos prácticos de una renuncia papal, pero no podría legislar sobre un asunto que «prevea la división de las funciones del oficio papal, o que prevea que un sujeto pueda renunciar a algunas funciones y no a otras, dividiendo el oficio».
«Solo el Señor podría permitir que la función papal se dividiera», dijo. «Pero Él no lo hizo. Y ciertamente, el hombre no pudo. Muchos piensan que el papa es un intérprete de la ley divina. Lo es. Pero una cosa es interpretar de acuerdo con la ley divina y otra es inventar una figura o una institución no prevista por la ley divina».
Aun así, la ausencia de un marco legal hecho por el hombre conlleva riesgos con respecto al papel de Benedicto.
«El problema que puede surgir del vacío legislativo es precisamente este: la posibilidad de un cisma en la Iglesia», dijo De Mattei; y añadió que «desafortunadamente, la responsabilidad de esta confusión recae en el propio Benedicto XVI».
Depende exclusivamente de Benedicto «aclarar su posición ambigua que parece ser la consecuencia de una eclesiología errónea», dijo.
Hasta entonces, De Mattei cree que los católicos tienen todo el derecho de resistir lo que ven como problemas con este pontificado, pero deben considerar a Francisco «un papa legítimo», hasta que se demuestre lo contrario.
«Negar este hecho, expresar dudas, pistas o hipótesis no es suficiente», dijo. “Se necesita una prueba segura, compartida por una parte autorizada del mundo católico. Este no me parece ser el caso, al menos hasta hoy».
El cardenal Brandmüller cree que, en última instancia, el asunto solo se resolverá por completo con la muerte de Benedicto. «Desde el punto de vista institucional, es la única solución», dijo. «El terreno está muy minado».
Pero para aquellos que se han convencido de que Benedicto sigue siendo papa, eso sería insatisfactorio, ya que continuarían sin reconocer la elección de Francisco y, a su vez, cuestionarían la validez de todos los actos de Francisco, como sus encíclicas y nombramientos, incluidos los de los cardenales y los obispos.
Esta es una de las razones por las cuales el obispo Athanasius Schneider rechaza el argumento de renuncia inválida, y en su lugar insta a una mayor confianza en Dios, enfatizando que solo Él puede corregir esta situación, que el Señor tomará «el mando en la tormenta» y «devolverá la calma a Su iglesia».
También se consuela con una carta de 2014 de Benedicto a Andrea Tornielli, entonces periodista de La Stampa, en la que, según los informes, Benedicto escribió: “No hay la menor duda sobre la validez de mi renuncia al ministerio Petrino. La única condición de validez es la plena libertad de decisión. La especulación sobre la invalidez de la renuncia es simplemente absurda».
Planteando la pregunta a Benedicto
Pero esos comentarios no han logrado calmar las preguntas sobre la aparente diarquía del papado. Por el contrario, la controversia sobre el tema de la validez ha aumentado, lo que lleva a algunos a insistir, por el bien de la Iglesia, en que Benedicto simplemente emita una aclaración de su parte. Tal vez esto podrían lograrlo uno o dos de sus amigos, pidiéndole que afirme que Francisco es el único papa, que no hay bifurcación y que renuncia por completo a toda la parafernalia del papado. El cardenal Brandmüller dijo que simpatizaba con tal iniciativa.
No obstante, si esta cuestión es resuelta, el cardenal Müller cree que la virtud de «la prudencia es necesaria aquí», y señala que «muchas personas están emocionalmente unidas» a un papa y «transfieren sus simpatías de manera desigual».
También abogó por «el don cristiano del discernimiento de espíritus» para que los «ideólogos en los medios» no puedan «incitarse unos a otros (por ejemplo, en películas)» – una referencia a la reciente película de Hollywood, Los Dos Papas, que además difundió la noción de que dos pontífices podrían existir.
«Todo lo que causa riñas y discordias no es del Espíritu de Dios», ha dicho el cardenal Müller, refiriéndose a disputas y, a veces, argumentos virulentos que se han convertido en un hecho frecuente desde la renuncia de Benedicto.
Citando la carta de san Pablo a los Corintios, que tienen contiendas entre ellos, el cardenal Müller dijo: “Cada uno de vosotros dice: ‘Pertenezco a Pablo’ o ‘Pertenezco a Apolo’ o ‘Pertenezco a Cefas’ o ‘Pertenezco a Cristo’. ¿Está dividido Cristo? ¿Fue Pablo crucificado por ti? ¿O fuiste tú bautizado en el nombre de Pablo?».
Publicado por Edward Pentin en su blog.
Traducido por Verbum Caro para InfoVaticana.