Tres cardenales a los episcopados europeos: abrid las parroquias a los inmigrantes

|

Una carta firmada por tres cardenales y dirigida a las conferencias episcopales de los países de la Unión Europea les anima a abrir “parroquias, monasterios y santuario” para dar albergue a los inmigrantes llegados del otro lado del Mediterráneo, tal y como pidió el Papa en 2015.

Como poco, como mínimo, a una familia de refugiados, piden en su carta -citando al Papa- los cardenales Konrad Krajewski, limosnero del Papa Francisco -y electricista ocasional-, Jean-Claude Hollerich, arzobispo de Luxemburgo y presidente de la Comisión de Episcopados de la Unión Europea (Comece), y Michael F. Czerny, subsecretario del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.

En la carta que ha dado a conocer la Comece este 20 de febrero, los tres cardenales se refieren a las “situaciones de dramático hacinamiento y sufrimiento en la que se encuentran más de veinte mil refugiados” en la isla griega de Lesbos y “muchos otros millares en diversos puntos críticos de Grecia”. El supuesto punto de partida de esta iniciativa son las repetidas admoniciones del Papa en favor de los refugiados, especialmente desde su visita a Lesbos en abril de 2006. Desde entonces, recuerda la carta, Su Santidad “no ha dejado de esforzarse en su auxilio, tratando de abrir corredores humanitarios para su traslado, en plena dignidad, a otros países europeos”.

En sí misma, la iniciativa no es nueva. La Conferencia Episcopal Italiana, a nivel nacional, hizo un llamado a las familias católicas del país para que abrieran sus casas a los que llegaban a las costas italianas por millares, aunque no puede decirse que la idea tuviera una recepción entusiasta. Muchos católicos italianos recurrieron a las redes sociales para sugerir a los obispos, en diferentes grados de cordialidad y cortesía, que usaran sus propios palacios episcopales para dar posada al peregrino subsahariano.

La historia tuvo, además, el divertido colofón de que el principal adalid de la idea, el entonces secretario de la Conferencia Episcopal Italiana, monseñor Nunzio Galantino, fue al poco nombrado por Su Santidad presidente de la Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica (APSA), es decir, como el hombre que va a firmar contratos de compra, venta, alquiler y otras operaciones sobre las propiedades inmobiliarias de la Santa Sede, que se calculan en más de cinco mil inmuebles de alta gama. Eso da para albergar a muchísimas familias de refugiados. A diferencia del IOR, el banco vaticano, la APSA no informa de sus cuentas (no tiene obligación de hacerlo, al no ser de dominio público). Pero el periodista Gianluigi Nuzzi calculaba en 2013 sus activos en casi mil millones de euros (998.000 millones, concretamente), con una cartera de inversiones de 475 millones. También podrían albergarles en ese bloque de viviendas de lujo que ha comprado, con creciente escándalo, el Vaticano en Londres.

En cualquier caso, la idea no nos parece mal, aunque resultaría mucho más creíble y tendría más peso moral si, incluso para mayor bienestar de los interesados, fueran primero los prelados quienes abrieran a estas familias desesperadas sus palacios episcopales y residencias personales y, sobre todo, si el Estado Vaticano, que es el más restrictivo en cuanto a política migratoria de toda Europa, empezara a alojar e incluso nacionalizar refugiados.