Hoy se celebra por primera vez el Domingo de la Palabra de Dios

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Fue precisamente el día de san Jerónimo -traductor de la Biblia-, el 30 de septiembre de 2019, cuando el Vaticano publicó la Carta Apostólica en forma de Motu Proprio Aperuit illis, del Papa Francisco, con la que se instituyó el Domingo de la Palabra de Dios, el III Domingo del Tiempo Ordinario, que celebramos hoy 26 de enero.

El viernes 17 de enero tuvo lugar una conferencia de prensa en la Sala Stampa del Vaticano en la que se presentó esta festividad y se dieron detalles de su celebración.

“El Domingo de la Palabra de Dios puede ser esa capacidad del pueblo de comprender la Sagrada Escritura, porque no es sólo un libro es una Palabra, es algo vivo, es algo que toca nuestra vida», dijo Rino Fisichella, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización durante la conferencia, según recogió Vatican News.

Según Fisichella el Papa ha querido “responder a las numerosas peticiones del pueblo de Dios, para que en toda la Iglesia se pueda celebrar con un mismo propósito el domingo de la Palabra de Dios”. Este Domingo tiene como fin reavivar la responsabilidad que los creyentes tienen en el conocimiento de la Sagrada Escritura y en mantenerla viva.

El presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización señaló también que no puede pasar desapercibido «el gran valor ecuménico que posee este Domingo”. El que se celebre siempre el III Domingo del Tiempo Ordinario del año litúrgico, coincidiendo este año cerca del Día del Diálogo entre judíos y católicos y de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos no se trata «de una mera coincidencia», aseguró Fisichella, «sino de una elección que pretende marcar un paso más en el diálogo ecuménico, situando a la Palabra de Dios en el centro mismo del compromiso que los cristianos están llamados a asumir cada día”, dijo el prelado según Vatican News.

La celebración del Primer Domingo de la Palabra de Dios comenzará a las 10 de la mañana, cuando el Papa Francisco presida la Santa Misa en la Basílica de San Pedro. En el altar estará colocada la imagen de Nuestra Señora de Knock, patrona de Irlanda, que será traída desde ese santuario por un grupo de fieles encabezados por el arzobispo de Tuam, Michael Neary y el rector del santuario, Richard Gibbons. Al comienzo de la misa tendrá lugar, además, la entronización solemne del Leccionario utilizado en todas las sesiones del Concilio Vaticano II.

Tras la celebración eucarística, el Papa Francisco entregará la Biblia a 40 personas que representan diversos sectores. Fisichella mencionó unos ejemplos: un obispo, un extranjero, un sacerdote, un catequista, alguna persona consagrada, un policía, un guardia suizo, embajadores, profesores, maestros, pobres, periodistas, gendarmes, presos, deportistas, representantes de otras Iglesias como los ortodoxos o los evángelicos, etc… «En resumen, a todos se les entrega la Sagrada Escritura para indicar la atención que estamos llamados a conceder a la Palabra de Dios», dijo el prelado curial.

Por la tarde, en la Plaza Navona, en la Iglesia de Santa Inés, de 16 a 19 horas, se realizará una lectura continua del Evangelio de Mateo. La elección de este Evangelio se debe al hecho de que es el Evangelio que se leerá los domingos de este año y, por lo tanto, se presta a ser una introducción a la oración y a la meditación que los fieles efectuarán durante el año 2020.

Les dejamos la Carta Apostólica en forma de Motu Proprio Aperuit illis, del Papa Francisco, en la que se establece la festividad de hoy:

Aperuit illis
con la que se instituye el
Domingo de la Palabra de Dios

1.         «Les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras» (Lc 24,45). Es uno de los últimos gestos realizados por el Señor resucitado, antes de su Ascensión. Se les aparece a los discípulos mientras están reunidos, parte el pan con ellos y abre sus mentes para comprender la Sagrada Escritura. A aquellos hombres asustados y decepcionados les revela el sentido del misterio pascual: que según el plan eterno del Padre, Jesús tenía que sufrir y resucitar de entre los muertos para conceder la conversión y el perdón de los pecados (cf. Lc 24,26.46-47); y promete el Espíritu Santo que les dará la fuerza para ser testigos de este misterio de salvación (cf. Lc 24,49).

            La relación entre el Resucitado, la comunidad de creyentes y la Sagrada Escritura es intensamente vital para nuestra identidad. Si el Señor no nos introduce es imposible comprender en profundidad la Sagrada Escritura, pero lo contrario también es cierto: sin la Sagrada Escritura, los acontecimientos de la misión de Jesús y de su Iglesia en el mundo permanecen indescifrables. San Jerónimo escribió con verdad: «La ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo» (In Is., Prólogo: PL 24,17).

2.         Tras la conclusión del Jubileo extraordinario de la misericordia, pedí que se pensara en «un domingo completamente dedicado a la Palabra de Dios, para comprender la riqueza inagotable que proviene de ese diálogo constante de Dios con su pueblo» (Carta ap. Misericordia et misera, 7). Dedicar concretamente un domingo del Año litúrgico a la Palabra de Dios nos permite, sobre todo, hacer que la Iglesia reviva el gesto del Resucitado que abre también para nosotros el tesoro de su Palabra para que podamos anunciar por todo el mundo esta riqueza inagotable. En este sentido, me vienen a la memoria las enseñanzas de san Efrén: «¿Quién es capaz, Señor, de penetrar con su mente una sola de tus frases? Como el sediento que bebe de la fuente, mucho más es lo que dejamos que lo que tomamos. Porque la palabra del Señor presenta muy diversos aspectos, según la diversa capacidad de los que la estudian. El Señor pintó con multiplicidad de colores su palabra, para que todo el que la estudie pueda ver en ella lo que más le plazca. Escondió en su palabra variedad de tesoros, para que cada uno de nosotros pudiera enriquecerse en cualquiera de los puntos en que concentrar su reflexión» (Comentarios sobre el Diatésaron, 1,18).

            Por tanto, con esta Carta tengo la intención de responder a las numerosas peticiones que me han llegado del pueblo de Dios, para que en toda la Iglesia se pueda celebrar con un mismo propósito el Domingo de la Palabra de Dios. Ahora se ha convertido en una práctica común vivir momentos en los que la comunidad cristiana se centra en el gran valor que la Palabra de Dios ocupa en su existencia cotidiana. En las diferentes Iglesias locales hay una gran cantidad de iniciativas que hacen cada vez más accesible la Sagrada Escritura a los creyentes, para que se sientan agradecidos por un don tan grande, con el compromiso de vivirlo cada día y la responsabilidad de testimoniarlo con coherencia.

            El Concilio Ecuménico Vaticano II dio un gran impulso al redescubrimiento de la Palabra de Dios con la Constitución dogmática Dei Verbum. En aquellas páginas, que siempre merecen ser meditadas y vividas, emerge claramente la naturaleza de la Sagrada Escritura, su transmisión de generación en generación (cap. II), su inspiración divina (cap. III) que abarca el Antiguo y el Nuevo Testamento (capítulos IV y V) y su importancia para la vida de la Iglesia (cap. VI). Para aumentar esa enseñanza, Benedicto XVI convocó en el año 2008 una Asamblea del Sínodo de los Obispos sobre el tema “La Palabra de Dios en la vida y misión de la Iglesia”, publicando a continuación la Exhortación apostólica Verbum Domini, que constituye una enseñanza fundamental para nuestras comunidades.[1] En este Documento en particular se profundiza el carácter performativo de la Palabra de Dios, especialmente cuando su carácter específicamente sacramental emerge en la acción litúrgica.[2]

Por tanto, es bueno que nunca falte en la vida de nuestro pueblo esta relación decisiva con la Palabra viva que el Señor nunca se cansa de dirigir a su Esposa, para que pueda crecer en el amor y en el testimonio de fe.

3.         Así pues, establezco que el III Domingo del Tiempo Ordinario esté dedicado a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios. Este Domingo de la Palabra de Dios se colocará en un momento oportuno de ese periodo del año, en el que estamos invitados a fortalecer los lazos con los judíos y a rezar por la unidad de los cristianos. No se trata de una mera coincidencia temporal: celebrar el Domingo de la Palabra de Dios expresa un valor ecuménico, porque la Sagrada Escritura indica a los que se ponen en actitud de escucha el camino a seguir para llegar a una auténtica y sólida unidad.

Las comunidades encontrarán el modo de vivir este Domingo como un día solemne. En cualquier caso, será importante que en la celebración eucarística se entronice el texto sagrado, a fin de hacer evidente a la asamblea el valor normativo que tiene la Palabra de Dios. En este domingo, de manera especial, será útil destacar su proclamación y adaptar la homilía para poner de relieve el servicio que se hace a la Palabra del Señor. En este domingo, los obispos podrán celebrar el rito del Lectorado o confiar un ministerio similar para recordar la importancia de la proclamación de la Palabra de Dios en la liturgia. En efecto, es fundamental que no falte ningún esfuerzo para que algunos fieles se preparen con una formación adecuada a ser verdaderos anunciadores de la Palabra, como sucede de manera ya habitual para los acólitos o los ministros extraordinarios de la Comunión. Asimismo, los párrocos podrán encontrar el modo de entregar la Biblia, o uno de sus libros, a toda la asamblea, para resaltar la importancia de seguir en la vida diaria la lectura, la profundización y la oración con la Sagrada Escritura, con una particular consideración a la lectio divina.

4. El regreso del pueblo de Israel a su patria, después del exilio en Babilonia, estuvo marcado de manera significativa por la lectura del libro de la Ley. La Biblia nos ofrece una descripción conmovedora de ese momento en el libro de Nehemías. El pueblo estaba reunido en Jerusalén en la plaza de la Puerta del Agua, escuchando la Ley. Aquel pueblo había sido dispersado con la deportación, pero ahora se encuentra reunido alrededor de la Sagrada Escritura como si fuera «un solo hombre» (Ne 8,1). Cuando se leía el libro sagrado, el pueblo «escuchaba con atención» (Ne 8,3), sabiendo que podían encontrar en aquellas palabras el significado de los acontecimientos vividos. La reacción al anuncio de aquellas palabras fue la emoción y las lágrimas: «[Los levitas] leyeron el libro de la ley de Dios con claridad y explicando su sentido, de modo que entendieran la lectura. Entonces el gobernador Nehemías, el sacerdote y escriba Esdras, y los levitas que instruían al pueblo dijeron a toda la asamblea: “Este día está consagrado al Señor, vuestro Dios. No estéis tristes ni lloréis” (y es que todo el pueblo lloraba al escuchar las palabras de la ley). […] “¡No os pongáis tristes; el gozo del Señor es vuestra fuerza!”» (Ne 8,8-10).

Estas palabras contienen una gran enseñanza. La Biblia no puede ser sólo patrimonio de algunos, y mucho menos una colección de libros para unos pocos privilegiados. Pertenece, en primer lugar, al pueblo convocado para escucharla y reconocerse en esa Palabra. A menudo se dan tendencias que intentan monopolizar el texto sagrado relegándolo a ciertos círculos o grupos escogidos. No puede ser así. La Biblia es el libro del pueblo del Señor que al escucharlo pasa de la dispersión y la división a la unidad. La Palabra de Dios une a los creyentes y los convierte en un solo pueblo.

5.         En esta unidad, generada con la escucha, los Pastores son los primeros que tienen la gran responsabilidad de explicar y permitir que todos entiendan la Sagrada Escritura. Puesto que es el libro del pueblo, los que tienen la vocación de ser ministros de la Palabra deben sentir con fuerza la necesidad de hacerla accesible a su comunidad.

La homilía, en particular, tiene una función muy peculiar, porque posee «un carácter cuasi sacramental» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 142). Ayudar a profundizar en la Palabra de Dios, con un lenguaje sencillo y adecuado para el que escucha, le permite al sacerdote mostrar también la «belleza de las imágenes que el Señor utilizaba para estimular a la práctica del bien» (ibíd.). Esta es una oportunidad pastoral que hay que aprovechar.

De hecho, para muchos de nuestros fieles esta es la única oportunidad que tienen para captar la belleza de la Palabra de Dios y verla relacionada con su vida cotidiana. Por lo tanto, es necesario dedicar el tiempo apropiado para la preparación de la homilía. No se puede improvisar el comentario de las lecturas sagradas. A los predicadores se nos pide más bien el esfuerzo de no alargarnos desmedidamente con homilías pedantes o temas extraños. Cuando uno se detiene a meditar y rezar sobre el texto sagrado, entonces se puede hablar con el corazón para alcanzar los corazones de las personas que escuchan, expresando lo esencial con vistas a que se comprenda y dé fruto. Que nunca nos cansemos de dedicar tiempo y oración a la Sagrada Escritura, para que sea acogida «no como palabra humana, sino, cual es en verdad, como Palabra de Dios» (1 Ts 2,13).

Es bueno que también los catequistas, por el ministerio que realizan de ayudar a crecer en la fe, sientan la urgencia de renovarse a través de la familiaridad y el estudio de la Sagrada Escritura, para favorecer un verdadero diálogo entre quienes los escuchan y la Palabra de Dios.

6.         Antes de reunirse con los discípulos, que estaban encerrados en casa, y de abrirles el entendimiento para comprender las Escrituras (cf. Lc 24,44-45), el Resucitado se aparece a dos de ellos en el camino que lleva de Jerusalén a Emaús (cf. Lc 24,13-35). La narración del evangelista Lucas indica que es el mismo día de la Resurrección, es decir el domingo. Aquellos dos discípulos discuten sobre los últimos acontecimientos de la pasión y muerte de Jesús. Su camino está marcado por la tristeza y la desilusión a causa del trágico final de Jesús. Esperaban que Él fuera el Mesías libertador, y se encuentran ante el escándalo del Crucificado. Con discreción, el mismo Resucitado se acerca y camina con los discípulos, pero ellos no lo reconocen (cf. v. 16). A lo largo del camino, el Señor los interroga, dándose cuenta de que no han comprendido el sentido de su pasión y su muerte; los llama «necios y torpes» (v. 25) y «comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a Él en todas las Escrituras» (v. 27). Cristo es el primer exegeta. No sólo las Escrituras antiguas anticiparon lo que Él iba a realizar, sino que Él mismo quiso ser fiel a esa Palabra para evidenciar la única historia de salvación que alcanza su plenitud en Cristo.

7.         La Biblia, por tanto, en cuanto Sagrada Escritura, habla de Cristo y lo anuncia como el que debe soportar los sufrimientos para entrar en la gloria (cf. v. 26). No sólo una parte, sino toda la Escritura habla de Él. Su muerte y resurrección son indescifrables sin ella. Por esto una de las confesiones de fe más antiguas pone de relieve que Cristo «murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas» (1 Co 15,3-5). Puesto que las Escrituras hablan de Cristo, nos ayudan a creer que su muerte y resurrección no pertenecen a la mitología, sino a la historia y se encuentran en el centro de la fe de sus discípulos.

Es profundo el vínculo entre la Sagrada Escritura y la fe de los creyentes. Porque la fe proviene de la escucha y la escucha está centrada en la palabra de Cristo (cf. Rm 10,17), la invitación que surge es la urgencia y la importancia que los creyentes tienen que dar a la escucha de la Palabra del Señor tanto en la acción litúrgica como en la oración y la reflexión personal.

8.         El “viaje” del Resucitado con los discípulos de Emaús concluye con la cena. El misterioso Viandante acepta la insistente petición que le dirigen aquellos dos: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída» (Lc 24,29). Se sientan a la mesa, Jesús toma el pan, pronuncia la bendición, lo parte y se lo ofrece a ellos. En ese momento sus ojos se abren y lo reconocen (cf. v. 31).

Esta escena nos hace comprender el inseparable vínculo entre la Sagrada Escritura y la Eucaristía. El Concilio Vaticano II nos enseña: «la Iglesia ha venerado siempre la Sagrada Escritura, como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo, pues, sobre todo en la sagrada liturgia, nunca ha cesado de tomar y repartir a sus fieles el pan de vida que ofrece la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo» (Const. dogm. Dei Verbum, 21).

El contacto frecuente con la Sagrada Escritura y la celebración de la Eucaristía hace posible el reconocimiento entre las personas que se pertenecen. Como cristianos somos un solo pueblo que camina en la historia, fortalecido por la presencia del Señor en medio de nosotros que nos habla y nos nutre. El día dedicado a la Biblia no ha de ser “una vez al año”, sino una vez para todo el año, porque nos urge la necesidad de tener familiaridad e intimidad con la Sagrada Escritura y con el Resucitado, que no cesa de partir la Palabra y el Pan en la comunidad de los creyentes. Para esto necesitamos entablar un constante trato de familiaridad con la Sagrada Escritura, si no el corazón queda frío y los ojos permanecen cerrados, afectados como estamos por innumerables formas de ceguera.

La Sagrada Escritura y los Sacramentos no se pueden separar. Cuando los Sacramentos son introducidos e iluminados por la Palabra, se manifiestan más claramente como la meta de un camino en el que Cristo mismo abre la mente y el corazón al reconocimiento de su acción salvadora. Es necesario, en este contexto, no olvidar la enseñanza del libro del Apocalipsis, cuando dice que el Señor está a la puerta y llama. Si alguno escucha su voz y le abre, Él entra para cenar juntos (cf. 3,20). Jesucristo llama a nuestra puerta a través de la Sagrada Escritura; si escuchamos y abrimos la puerta de la mente y del corazón, entonces entra en nuestra vida y se queda con nosotros.

9.         En la Segunda Carta a Timoteo, que constituye de algún modo su testamento espiritual, san Pablo recomienda a su fiel colaborador que lea constantemente la Sagrada Escritura. El Apóstol está convencido de que «toda Escritura es inspirada por Dios es también útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar» (3,16). Esta recomendación de Pablo a Timoteo constituye una base sobre la que la Constitución conciliar Dei Verbum trata el gran tema de la inspiración de la Sagrada Escritura, un fundamento del que emergen en particular la finalidad salvífica, la dimensión espiritual y el principio de la encarnación de la Sagrada Escritura.

Al evocar sobre todo la recomendación de Pablo a Timoteo, la Dei Verbum subraya que «los libros de la Escritura enseñan firmemente, con fidelidad y sin error, la verdad que Dios quiso consignar en las sagradas letras para nuestra salvación» (n. 11). Puesto que las mismas instruyen en vista a la salvación por la fe en Cristo (cf. 2 Tm 3,15), las verdades contenidas en ellas sirven para nuestra salvación. La Biblia no es una colección de libros de historia, ni de crónicas, sino que está totalmente dirigida a la salvación integral de la persona. El innegable fundamento histórico de los libros contenidos en el texto sagrado no debe hacernos olvidar esta finalidad primordial: nuestra salvación. Todo está dirigido a esta finalidad inscrita en la naturaleza misma de la Biblia, que está compuesta como historia de salvación en la que Dios habla y actúa para ir al encuentro de todos los hombres y salvarlos del mal y de la muerte.

Para alcanzar esa finalidad salvífica, la Sagrada Escritura bajo la acción del Espíritu Santo transforma en Palabra de Dios la palabra de los hombres escrita de manera humana (cf. Const. dogm. Dei Verbum,12). El papel del Espíritu Santo en la Sagrada Escritura es fundamental. Sin su acción, el riesgo de permanecer encerrados en el mero texto escrito estaría siempre presente, facilitando una interpretación fundamentalista, de la que es necesario alejarse para no traicionar el carácter inspirado, dinámico y espiritual que el texto sagrado posee. Como recuerda el Apóstol: «La letra mata, mientras que el Espíritu da vida» (2 Co 3,6). El Espíritu Santo, por tanto, transforma la Sagrada Escritura en Palabra viva de Dios, vivida y transmitidaen la fe de su pueblo santo.

10.       La acción del Espíritu Santo no se refiere sólo a la formación de la Sagrada Escritura, sino que actúa también en aquellos que se ponen a la escucha de la Palabra de Dios. Es importante la afirmación de los Padres conciliares, según la cual la Sagrada Escritura «se ha de leer e interpretar con el mismo Espíritu con que fue escrita» (Const. dogm. Dei Verbum, 12). Con Jesucristo la revelación de Dios alcanza su culminación y su plenitud; aun así, el Espíritu Santo continúa su acción. De hecho, sería reductivo limitar la acción del Espíritu Santo sólo a la naturaleza divinamente inspirada de la Sagrada Escritura y a sus distintos autores. Por tanto, es necesario tener fe en la acción del Espíritu Santo que sigue realizando una peculiar forma de inspiración cuando la Iglesia enseña la Sagrada Escritura, cuando el Magisterio la interpreta auténticamente (cf. ibíd., 10) y cuando cada creyente hace de ella su propia norma espiritual. En este sentido podemos comprender las palabras de Jesús cuando, a los discípulos que le confirman haber entendido el significado de sus parábolas, les dice: «Pues bien, un escriba que se ha hecho discípulo del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando de su tesoro lo nuevo y lo antiguo» (Mt 13,52).

11.       La Dei Verbum afirma, además, que «la Palabra de Dios, expresada en lenguas humanas, se hace semejante al lenguaje humano, como la Palabra del eterno Padre, asumiendo nuestra débil condición humana, se hizo semejante a los hombres» (n. 13). Es como decir que la Encarnación del Verbo de Dios da forma y sentido a la relación entre la Palabra de Dios y el lenguaje humano, con sus condiciones históricas y culturales. En este acontecimiento toma forma la Tradición, que también es Palabra de Dios (cf. ibíd., 9). A menudo se corre el riesgo de separar la Sagrada Escritura de la Tradición, sin comprender que juntas forman la única fuente de la Revelación. El carácter escrito de la primera no le quita nada a su ser plenamente palabra viva; así como la Tradición viva de la Iglesia, que la transmite constantemente de generación en generación a lo largo de los siglos, tiene el libro sagrado como «regla suprema de la fe» (ibíd., 21). Por otra parte, antes de convertirse en texto escrito, la Sagrada Escritura se transmitió oralmente y se mantuvo viva por la fe de un pueblo que la reconocía como su historia y su principio de identidad en medio de muchos otros pueblos. Por consiguiente, la fe bíblica se basa en la Palabra viva, no en un libro.

12.       Cuando la Sagrada Escritura se lee con el mismo Espíritu que fue escrita, permanece siempre nueva. El Antiguo Testamento no es nunca viejo en cuanto que es parte del Nuevo, porque todo es transformado por el único Espíritu que lo inspira. Todo el texto sagrado tiene una función profética: no se refiere al futuro, sino al presente de aquellos que se nutren de esta Palabra. Jesús mismo lo afirma claramente al comienzo de su ministerio: «Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír» (Lc 4,21). Quien se alimenta de la Palabra de Dios todos los días se convierte, como Jesús, en contemporáneo de las personas que encuentra; no tiene tentación de caer en nostalgias estériles por el pasado, ni en utopías desencarnadas hacia el futuro.

La Sagrada Escritura realiza su acción profética sobre todo en quien la escucha. Causa dulzura y amargura. Vienen a la mente las palabras del profeta Ezequiel cuando, invitado por el Señor a comerse el libro, manifiesta: «Me supo en la boca dulce como la miel» (3,3). También el evangelista Juan en la isla de Patmos evoca la misma experiencia de Ezequiel de comer el libro, pero agrega algo más específico: «En mi boca sabía dulce como la miel, pero, cuando lo comí, mi vientre se llenó de amargor» (Ap 10,10).

La dulzura de la Palabra de Dios nos impulsa a compartirla con quienes encontramos en nuestra vida para manifestar la certeza de la esperanza que contiene (cf. 1 P 3,15-16). Por su parte, la amargura se percibe frecuentemente cuando comprobamos cuán difícil es para nosotros vivirla de manera coherente, o cuando experimentamos su rechazo porque no se considera válida para dar sentido a la vida. Por tanto, es necesario no acostumbrarse nunca a la Palabra de Dios, sino nutrirse de ella para descubrir y vivir en profundidad nuestra relación con Dios y con nuestros hermanos.

13.       Otra interpelación que procede de la Sagrada Escritura se refiere a la caridad. La Palabra de Dios nos señala constantemente el amor misericordioso del Padre que pide a sus hijos que vivan en la caridad. La vida de Jesús es la expresión plena y perfecta de este amor divino que no se queda con nada para sí mismo, sino que se ofrece a todos incondicionalmente. En la parábola del pobre Lázaro encontramos una indicación valiosa. Cuando Lázaro y el rico mueren, este último, al ver al pobre en el seno de Abrahán, pide ser enviado a sus hermanos para aconsejarles que vivan el amor al prójimo, para evitar que ellos también sufran sus propios tormentos. La respuesta de Abrahán es aguda: «Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen» (Lc 16,29). Escuchar la Sagrada Escritura para practicar la misericordia: este es un gran desafío para nuestras vidas. La Palabra de Dios es capaz de abrir nuestros ojos para permitirnos salir del individualismo que conduce a la asfixia y la esterilidad, a la vez que nos manifiesta el camino del compartir y de la solidaridad.

14.       Uno de los episodios más significativos de la relación entre Jesús y los discípulos es el relato de la Transfiguración. Jesús sube a la montaña para rezar con Pedro, Santiago y Juan. Los evangelistas recuerdan que, mientras el rostro y la ropa de Jesús resplandecían, dos hombres conversaban con Él: Moisés y Elías, que encarnan la Ley y los Profetas, es decir, la Sagrada Escritura. La reacción de Pedro ante esa visión está llena de un asombro gozoso: «Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí! Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías» (Lc 9,33). En aquel momento una nube los cubrió con su sombra y los discípulos se llenaron de temor.

La Transfiguración hace referencia a la fiesta de las Tiendas, cuando Esdras y Nehemías leían el texto sagrado al pueblo, después de su regreso del exilio. Al mismo tiempo, anticipa la gloria de Jesús en preparación para el escándalo de la pasión, gloria divina que es aludida por la nube que envuelve a los discípulos, símbolo de la presencia del Señor. Esta Transfiguración es similar a la de la Sagrada Escritura, que se trasciende a sí misma cuando alimenta la vida de los creyentes. Como recuerda la Verbum Domini: «Para restablecer la articulación entre los diferentes sentidos escriturísticos es decisivo comprender el paso de la letra al espíritu. No se trata de un paso automático y espontáneo; se necesita más bien trascender la letra» (n. 38).

15.       En el camino de escucha de la Palabra de Dios, nos acompaña la Madre del Señor, reconocida como bienaventurada porque creyó en el cumplimiento de lo que el Señor le había dicho (cf. Lc 1,45). La bienaventuranza de María precede a todas las bienaventuranzas pronunciadas por Jesús para los pobres, los afligidos, los mansos, los pacificadores y los perseguidos, porque es la condición necesaria para cualquier otra bienaventuranza. Ningún pobre es bienaventurado porque es pobre; lo será si, como María, cree en el cumplimiento de la Palabra de Dios. Lo recuerda un gran discípulo y maestro de la Sagrada Escritura, san Agustín: «Entre la multitud ciertas personas dijeron admiradas: “Feliz el vientre que te llevó”; y Él: “Más bien, felices quienes oyen y custodian la Palabra de Dios”. Esto equivale a decir: también mi madre, a quien habéis calificado de feliz, es feliz precisamente porque custodia la Palabra de Dios;no porque en ella la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, sino porque custodia la Palabra misma de Dios mediante la que ha sido hecha y que en ella se hizo carne» (Tratados sobre el evangelio de Juan, 10,3).

Que el domingo dedicado a la Palabra haga crecer en el pueblo de Dios la familiaridad religiosa y asidua con la Sagrada Escritura, como el autor sagrado lo enseñaba ya en tiempos antiguos: esta Palabra «está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que la cumplas» (Dt 30,14).

Dado en Roma, en San Juan de Letrán, el 30 de septiembre de 2019.       
            Memoria litúrgica de San Jerónimo en el inicio del 1600 aniversario de la muerte.

FRANCISCO

__________________

[1] Cf. AAS 102 (2010), 692-787.

[2] «La sacramentalidad de la Palabra se puede entender en analogía con la presencia real de Cristo bajo las especies del pan y del vino consagrados. Al acercarnos al altar y participar en el banquete eucarístico, realmente comulgamos el cuerpo y la sangre de Cristo. La proclamación de la Palabra de Dios en la celebración comporta reconocer que es Cristo mismo quien está presente y se dirige a nosotros para ser recibido» (Exhort. ap. Verbum Domini, 56).

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Comentarios
54 comentarios en “Hoy se celebra por primera vez el Domingo de la Palabra de Dios
  1. la palabra de dios no se puede perder, ni tampoco el el lenguaje numerico.
    Un nuevo idioma llamado numérico
    Consiste en numerar las palabras del diccionario y aprenderse de memoria,el numero al que corresponde la palabra. es muy fácil de aprender solo tienes que saber el idioma nativo y el numero de cada palabra,ademas este lenguaje puede ser internacional.

    ejemplo:

    1. yo , I

    2 tu , you

    3. soy ,estoy, am, are

    4 cansado

    De esta manera que es un ejemplo si queremos decir “yo soy” seria 1,3

    y si queremos decir “yo estoy cansado” seria 1,3,4.

    solo hay que numerar un diccionario y aprenderse de memoria el numero de cada palabra,de esta manera se entendería un español con un ingles, y muchos lenguajes mas, ademas seria rápido de hablar, y fácil de aprender.

    Esta idea de este lenguaje tan sencillo me vino como me vienen las ideas del mas aya de procedencia del espiritu santo.

      1. Si la palabra «yo» en vez de darle el valor 1 le das el valor 3 hace un código indescifrable,por eso en tiempos de guerra donde peligroso que la gente se entere de lo que escribes, se cambia el código,es decir a las palabras se les da otro valor numérico de esta manera los religiosos guardan secretos.

          1. Jajajajaja, Neila. No lo soy, pero no me importaría.
            Es que Jose, nos ha metido en una guerra y tenemos que estar preparados para todo 😂
            Saludos, Neila

    1. Eso es una práctica supersticiosa, condenada por Dios, y que Israel adquirió de Babilonia durante el Exilio: numerología, gematría, arte notarial (acrósticos), permutaciones (temurah), y finalmente, el satánico cabalismo. Los números son números y las letras son letras: y confundirlas escirracional y, además, demoníaco. Lo suyo es anticatólico y demoníaco…

    2. La Biblia es un Libro de inspiración Divina, esto lo hace muy distinto del Coran que es, según los islámicos, un libro escrito por Dios. Al ser inspirado en Dios, exige la «interpretación» para distinguir qué es propio del autor o autores y qué es propio de Dios.
      Además el Antiguo Testamento no ha tenido una redacción inalterada, han existido versiones y variantes..podría decirse que ha existido una redacción flotante..hasta que se fija las redacciones que conocemos.
      La cuestión de los números es algo que desarrollan los Judíos post Templo, parece que algunos Cabalistas sitúan sus orígenes incluso antes del segundo templo…en cualquier caso, contrario o no a la propia Biblia, carece de sentido si no se domina el Hebreo, y carece aun más de sentido si se tiene en cuenta las redacciones flotantes.

  2. Uno de los grandes aciertos del catolicismo bimilenario fue restringir el acceso a la Escritura. Sólo el sacerdote o el religioso la leía en misa tras una explicación. Esto conseguía evitar las múltiples interpretaciones que surgen cuando un mismo texto es leido por diversos lectores. Por otra parte, libros enteros de la Biblia pueden originar una nueva religión si no se les matiza con el conjunto.. Si uno lee sólo la frase de Jesús » quien tenga un manto que lo venda y que compre una espada» y lo saca de su contexto, puede considerar un mandato divino el ir repartiendo mandobles a diestros y a zurdos. El gran trabajo de la Iglesia fue dar una interpretación común al conjunto de las Escrituras, por separado a veces contradictorias, haciendo de esa interpretación la única posible, legítima y ortodoxa. Los protestantes tiraron por el camino opuesto y rápidamente se encontraron con la atomización desde el minuto cero.

    1. Interpretación es muchas veces manipulación. Empezad por leer los diez mandamientos y descubriréis como desde el primero no es como os lo han contado. ¿Qué donde están? Por Éxodo, 20.

      1. Jesús.
        Seguimos los 10 mandamientos de Jesús. Él hizo varios «retoques», con perdón de la expresión.
        Si leemos Mateo 5 27: Habéis oído que se dijo: «NO COMETERAS ADULTERIO.» 28 Pero yo os digo que todo el que mire a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón.

        Y la Iglesia Católica, obediente a la Palabra, lo recoge en el noveno mandamiento.
        Cuando Jesús dice en los Evangelios: «… habéis oído decir, pero Yo os digo…» hay que estar muy atentos porque no ha venido a abolir la ley, sino a darle cumplimiento. Así que no. La Iglesia Católica no inventa nuevos mandamientos.
        Recogemos lo que dice el Maestro. Y ninguna secta protestante sabe más que la Iglesia Católica que es la única y verdadera fundada por Cristo.
        No te metas a confundir a la gente, porque es grave. Mejor lee con detenimiento y escudriña las Escrituras porque sólo hay una interpretación posible.

      1. Me refiero a lo dicho por Peter Saint James.La sabiduría viene de la Gracia.Tampoco creo que viene de escuchar un sermon y tampoco cre que viene de él ejemplo “bueno” que otra persona pueda darnos
        En último término proviene todo del don de la Fe.Fe que nos lleva al deseo de vivir en Gracia.Y Gracia que nos da la Sabiduría y la Llbertad que rompe en nosotros las cadenas que nos atan a las esclavitudes del mundo.

    2. Bueno, Sir Peter saint James, siempre ha existido una pluralidad teológica…desde los mismos orígenes de la Iglesia, San Pablo no entendía igual las cosas que San Pedro, ni que estos que Santiago, ni San Juan…ahora bien, la Fe en Cristo ha sido piedra angular y de cohesión, y aunque los movimientos heréticos existen desde el principio, también es cierto que bajo la Fe en Cristo y la Iglesia se han unido distintos grupos, escuelas, sensibilidades.

      Siento escribir que los comentarios a las Lecturas de los sacerdotes suelen ser pobres y muchas veces equivocados, es una parte de la Misa que yo suprimiría sin dudarlo, o se da una exposición magistral o estamos mejor callados…habría que subrayar que no es la Misa un acto idóneo para formar, a la Misa se debe de llegar ya formado.

      Saludos

  3. Una vez me dijo un católico, «soy católico y no necesito leer la biblia» .Olé, pensé. Bueno la mayoría tampoco creen en que hay que congregarse, es decir ir a misa y cuando van miran lo largo y el reloj, eligen curas de homilía corta y piensan en la salida según entren. ¿De qué me sorprendo? De todas mis amistades catolicas que he hablado al respecto, ninguna ni la lee, ni la estudia en grado alguno. Del antiguo testamento ni les interesa y del nuevo creen que es lo más importante de toda la complicación de libros. Pasmoso.

    1. Jesús. También conozco protestantes y musulmanes que pasan del tema religioso. Bueno ¿y qué? Ya sabemos que hay católicos que, para su desgracia, no quieren tampoco saber nada acerca de su fe. No nos has dicho nada que no sepamos o que nos pueda sorprender.
      ¿Eso quita validez a los que somos católicos practicantes? ¿Eso quita validez a la Santa Iglesia Católica, la única fundada por Cristo?

    2. Más pasmoso es Jesús, que un católico quiera tener un «amigo como tú». Acuérdate, el demoni0 se sabe las escrituras al derecho, al revés, en todos los idiomas, pasados y presentes. No todo viene en la escritura, y es la Tradición Apostolic4 de la Iglesia Católica, un tesoro que se debe de guardar y respet4r tanto como la Sagrada Escritura. Ustedes, los NO católicos, ni saben ni quieren saber nada, solo presumen de su memoria y repiten como pericos

      1. Spes. Coincido en muchas cosas con sus comentarios, pero no en este caso.
        Claro que se pueden tener amigos como Jesús ¿por qué no?
        Nosotros no podemos rechazar a nadie. De hacerlo ¿con qué autoridad podemos hablarles y predicarles la fe?
        Nosotros sembramos. Del fruto se encarga Dios, que es Quien en realidad lo hace todo.
        Saludos Spes!

        1. Mariela, amigos, lo que se dice «amigos» de otras religiones,,,, 🙄perdón, pero no creo que pueda perdurar ésa amistad pues tarde o temprano te habla contra lo s4grado para ti y no para él.,,y se fractura la amistad. Y éste Jesús no es bien intencion4do en sus coment4rios. ¿Acaso un católico va a una página cristi4na a opinar? Hasta Miguel dentro de sus blasfemias sabias que era un cínico, pero el que llega dejando caer un comentario «inocente» NO ME CAE BIEN.
          Y claro, 😁, no soy dueña de Infovaticana, así que para qué hablo,

          1. Spes. Tiene razón. Se pueden tener amigos, pero claro, sin que te toquen lo sagrado.
            Por otro lado Spes, los católicos no vamos a opinar a ninguna página «cristiana». No olvidemos que no hay más cristianismo que el catolicismo.

    3. Ja, ja, ja Jesús, pues abra su abanico de amistades Católicas porque como dice la sabiduría popular «De todo hay en la Viña del Señor»
      Veamos, aquí de lo que se trata es de dirigirse hacia Dios, si las circunstancias de uno le permiten leer y estudiar la Biblia…estupendo, si no se dan las circunstancias..no pasa nada, Dios tiene múltiples caminos y en la vida tiene que haber de todo; Yo, por ejemplo, para mi la lectura de la Biblia es fuente de vida…me anima, me da fuerzas, me consuela, me entretiene, me enseña sabiduría, etc..sin duda es un pilar de mi vida, pero mi vida ha ido por unos derroteros muy intelectuales, mi trabajo es de una gran intensidad intelectual..leer exegetas no solo no me quita tiempo, si no que hasta me relaja, pero hay personas en las que no concurren estas circunstancias y no por ello se van a condenar…a lo mejor sirven + a Dios subiéndose a una obra y echando no se cuantas horas para mantener a sus hijos. Además, también tenemos la intercomunicación

  4. La afirmación «sin la Sagrada Escritura, los acontecimientos de la misión de Jesús y de su Iglesia en el mundo permanecen indescifrables», simplemente no es cierta. Como siempre, se olvida que la Sagrada Tradición es anterior a la Sagrada Escritura, y que la Sagrada Escritura sólo es una parte de esa Sagrada Tradición. Lutero se equivocaba.

    1. Exacto.
      Jesús no dijo en momento alguno: «Escribid el evangelio y anunciadlo por todo el mundo», sino «id por todo el mundo y anunciad el evangelio». Él sabía que lo escrito, viene después.

      1. Pero Jesucristo conocía de maravilla todo el Antiguo testamento, hasta el punto que dijo en la sinagoga » Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de escuchar «. La palabra de Dios está inspirada por el Espíritu Santo.

  5. La Biblia es un libro vivo, de palabra viva, escrito por un Dios vivo que en modo y manera de tiempo y lugar, constantemente, exhorta a los hombres vivos, ya sean estos, tanto, en individualidad como, tanto, así en colectividad.

    Independientemente de que la Biblia esté escrita para toda gente de buena voluntad. Quien lee este Libro en humilde y sincero interés, tarde o temprano se encuentra cómo aludido en un singular interés del mismo; algo así como si de lo leído, esto, se dirigiera no a otro, sino personal a uno mismo. El problema a modo de prueba de fe o compromiso llega: cuando en orden al axioma, siempre presente en este libro, de qué y cómo «a responsabilidad de conocimiento incumbe siempre la responsabilidad en obrar»; al lector en cuestión se le pide que obre en la orden a la consecuencia por lo que fuere leído.

  6. La doctrina de la «Tradición viva» que aparece en la Dei Verbum es errónea, es darwinismo teológico. Lo que pretende es introducir el error de que como está viva, va evolucionando hasta encontrar o llegar a la verdad plena, que es lo que afirma Dei Verbum. La Tradición ya es la verdad plena, por lo tanto no hay que encontrarla, ya está. No evoluciona a otra cosa, la Tradición es la doctrina enseñada por Cristo, que no cambia ni se adapta a los tiempos. La Tradición no son los trapitos con encajes, es la doctrina con sus dogmas, pero no toda la doctrina es dogma. Es mentira que lo que no es dogma se pueda cambiar

    1. Jesucristo no puso la Sagrada Escritura y no puso dogmas de fe. Cristo dio su doctrina oralmente, y esta doctrina pasa a ser Sagrada Tradición cuando se transmite en el tiempo y no contiene dogmas, consiste en una «unidad de doctrina» que no evoluciona ni está viva para adaptarse a los tiempos sino que es siempre la misma. Ningún pa pa y ningun concilio puede cambiar, modificar o reinterpretar esa doctrina porque no es su doctrina y no le pertenece. La autoridad del pa pa sólo es para transmitir la doctrina integramente. Por lo tanto el pa pa tiene obligación de transmitir la condena del ecumenismo y la condena de los cambios que Lutero le hizo a la misa que son los mismos del novus ordo, sin importar si es dogma o no lo es.

      1. Por eso el principal error de la iglesia postconciliar es pensar que todo lo que no sea dogma se puede cambiar, como que Cristo dio una lista de dogmas. Los dogmas los ha puesto la Iglesia a posteriori y los saca de la doctrina. Si la doctrina, que ya es la Tradición, se puede cambiar porque no es dogma y está viva y por tanto va cambiando, entonces qué me estás contando?
        ¿ la inmaculada concepción cuando no era dogma, podía venir el pa pa y quitarla con el pretexto de la tradición viva?

        1. No es un problema de la «iglesia posconciliar» sino de quien no es católico, y no sigue a la Iglesia fundada por Cristo, sino de quien es protestante y sigue a una «iglesia» fundada por los hombres.

  7. ¿ Entera y verdadera o recortada de todos los pasajes que hablan de infierno, Sodoma y conversión, para dar gusto al pensamiento único ?

  8. Un día de estos el Innombrable va a «descubrir» el papel higiénico, o la rueda.

    Me permito recomendar que se lea exclusivamente la Biblia de Jerusalem.
    Al ser traducción de los idiomas originales a los modernos, es la mejor versión que existe.
    La proliferación de versiones existente, lo único que logra es distorsionar y confundir.
    Y hay que recordar que San Pablo existió.
    Aunque este proscripto mencionarlo desde hace más de una década.

    1. Chester Ton.
      Cuando leo algún texto en una Biblia que no es la de Jerusalén, acabo remitiéndome a ésta por la riqueza y fuerza expresiva que tiene.
      De todos modos, mi versión es la de 1975 y he oído decir que las anteriores, son mejores. Me gustaría tener alguna y no sé dónde conseguirla.

      1. Lo ideal es leer una biblia bien traducida y católica, y si se quiere, leyendo la Vulgata, tanto si sabe latín como si necesita traductor, y también la versión griega, pues se descubren matices importantes que en vernáculo son traducciones un poco arbitrarias, entre hijas del tiempo, políticamente correctas y puritanas.

        Pero lo que hay que hacer es leer el CATECISMO (no los comentarios y notas de las Biblias), que contiene la Escritura, Tradición y Magisterio disponible de forma definitiva, segura, lógica, coherente y estrictamente estructurada.

        Si se queda en SÓLO BIBLIA, entonces hay el peligro luterano de interpretar los versículos y perícopas de manera protestante…

  9. El documento «Aperuit Illis» está escrito de forma muy estudiada. Pero el tema del Verbo, (de la palabra) viene tratado de manera que podría abrir paso a confusión si se pusiese al mismo nivel el verbo escrito y el Verbo encarnado… Es cierto que el inicio del evangelio de San Juan proclama que e»l Verbo era Dios» pero se refiere a la Segunda Persona Trinitaria, a Jesucristo, NO A LA PALABRA EN CUANTO EXPRESIÓN ESCRITA. Este tema del Verbo es delicado y necesitaría mayor precisión teológica: La persona de Cristo, presente en la eucaristía, debe estar en toda ceremonia, SIEMPRE, por encima de la palabra escrita, porque ella no es «la expresión» de Dios, sino Dios mismo.

  10. Me hace gracia que los que nunca leen con actitud de escucha y aprendizaje la Sagrada Biblia, hablen de ella como si la conocieran y fueran seguidores de Jesucristo.

    1. Hoy he visto dos plomas en mi camino.
      Dios envía Su Espíritu Santo. Solamente tenemos que pedir y ser obedientes para poder recibirlo. (Lucas 11:9-13; Hechos 5:32)

  11. Se sabe de palabras dichas por SJPII. Habló de la actual situación y como surgiría en la Iglesia, una anti-Iglesia y de la Biblia, una anti-Biblia. ¿Qué más se espera de cambios en la Palabra de Dios?. Ya llevan muchas novedades

    1. Da mucha pena ver que también este hombre se apunta a la gansada de los «días de». Dura competencia con los días de la croqueta, el pan y el huevo, por ejemplo. Esto parece gamberrismo institucional. El Día de la Palabra es cada día, todos los días, sin excepción. Marketing mundano en la Iglesia: mal asunto.

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