Las donaciones a la Iglesia se han reducido a la mitad en pocos años en Italia

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El periodista italiano Vittorio Feltri alerta en el Libero Quotidiano que en pocos años, la mayoría durante el pontificado de Francisco, las donaciones de los fieles a la Iglesia italiana se han reducido a la mitad.

Somos más ricos, pero damos menos. Las donaciones a la Iglesia por parte de los fieles, ese ‘diezmo’ que sigue siendo uno de los mandamientos de la Iglesia, se han reducido a la mitad en pocos años.

Hay menos fieles, naturalmente; la desbandada no solo no ha cesado desde los tiempos del postconcilio, hace ya más de medio siglo, sino que se ha acelerado en los últimos años. Pero eso no lo explica todo, no un descenso tan pronunciado que no se corresponde con el número de fieles perdidos a la apostasía. No, tiene más de negativa consciente, de protesta ‘con el bolsillo’, e incluso de desconfianza sobre el fin que se dé a esos fondos.

Los escándalos en torno a las finanzas vaticanas no pueden haber ayudado mucho. No se trata de falta de generosidad: los católicos han dado mucho más disponiendo de bastante menos. Pero es que antes el fiel confiaba plenamente en que sus bien ganados euros (o duros, o francos, o liras) estaban en buenas manos y se gastarían en subvenir a las necesidades de los más necesitados con obras de caridad obvias y no ideologizadas.

Hoy, en cambio, la desconfianza puede responder a dos motivos, esencialmente. Por un lado, las alarmantes noticias en torno a las inversiones vaticanas hacen temer que esas donaciones puedan acabar, por poner ejemplos reales, financiando una película biográfica sobre Elton John, en un bloque de apartamentos de lujo en Londres o en una plataforma petrolera, y esto sin mencionar desviaciones ‘non sanctas’ que acaben en algún bolsillo.

Por otro lado, muchos fieles recelan del sesgo político del dinero. El caso italiano ha demostrado en varias ocasiones que la posición ideológica de los católicos practicantes está, por mayoría, bastante alejada de la que toma creciente fuerza en la Curia y en los espiscopados. Las campañas contra las fronteras dejan fríos a los más, y tampoco suscita un excesivo entusiasmo el gasto en lucha contra el Cambio Climático, sobre todo cuando ambos campos parecen estar bien financiados por la élite secular.