Alfa & Omega no ve paganismo en postrarse ante tallas de madera

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“¿Qué paganismo?”, se pregunta la hoja de la Archidiócesis de Madrid, Alfa & Omega, en el mismo titular de su último editorial, y conociendo su velocísima capacidad de adaptación al medio no vemos imposible que en un futuro el titular sea “¿Y qué pasa si es paganismo?”. Cintura les sobra, que han olido que eso de la sinodalidad es un engañabobos y que la descentralización supone en realidad la servil repetición, casi hasta el acento porteño.

El titular viene a cuento, lo habrán supuesto, a esa furiosa reacción de la Curia romana y los padres sinodales a la sustracción de las tallas indígenas de Santa María Transpontina que fueron arrojadas al Tíber. Quieren que el peso de la ley caiga sobre los osados y no dudan en calificar a la hazaña de ‘robo’, los mismos que aplaudieron con las orejas cuando el limosnero papal, Konrad Krajewski,  violó el precinto de la compañía eléctrica para devolver la luz ilegalmente a unos okupas.

De este imperio actual de la misericordia sin límites uno esperaba que el Vaticano mostrara eso mismo con la inocua travesura. Incluso juzgándoles equivocados, incluso condenando su acción, esa comprensión que todo lo abarca, esa compasión que todo lo entiende debería entender lo que salta a la vista: que los perpetradores actuaron convencidos de que hacían un servicio a la Iglesia y a la fe retirando lo que, a sus ojos y a los de muchos, eran ídolos paganos en una iglesia católica en el corazón de la Cristiandad.

¿No son los sujetos ideales para el diálogo? ¿No es un caso de libro para emprender esa “escucha atenta” a la que nos exhorta el Papa de continuo? ¿O va a resultar que se dialoga con quien ya se está previamente de acuerdo, se escucha a quien va a decir lo que queremos y se va a ejercer una falsa misericordia con aquellos a los que no tenemos nada que reprocharles?

Pero volvamos a la pregunta. El editorialista del órgano de la Iglesia en Madrid no ve paganismo por ninguna parte. Las tallas no son ídolos paganos, incluso hasta ayer, como quien dice, se nos intentó colar como representaciones de una fantasmal y recién inventada Nuestra Señora del Amazonas; no, son “estatuillas amazónicas [que] representaban a mujeres indígenas embarazadas”. Para otros padres sinodales, como hemos oído con estas orejas que se ha de tragar la tierra, representaban “la vida, la maternidad, la tierra”. Da un poco igual, ¿no?

No es que nadie tuviera mucho interés en documentarse, y eso es a la vez curioso y significativo. Es curioso porque no me imagino que la Curia pueda organizar una celebración sin un programa que explique qué está pasando en cada momento y con qué significado. Si es así, el desprecio por lo sagrado está aún más avanzado de lo que muchos temen.

Y es significativo que los pastores católicos no supieran, perplejos, a qué venía todo ese revuelo. ¿Qué más da lo que representasen esas tallas? Son solo tallas, al fin, y representarían cualquiera de esas cosas, qué sé yo, la tierra -esa a la que Su Santidad llama “nuestra madre” en el título de un libro reciente-, o la vida o la fertilidad. Todo cosas buenas, ¿no?

Son hombres prácticos del siglo XXI que probablemente no hubieran entendido esa fanática insistencia de los primeros cristianos en no ceder un ápice a la idolatría. ¿Qué es todo ese disparate de ser desgarrado por los leones por no arrojar un grano -¡un grano!- de incienso bajo la estatua del emperador? Seguramente, la estatua ‘representaba’ la ley y el orden y todo eso.

Son, ya digo, hombres del siglo XXI y blancos, por añadidura. Son occidentales blancos incluso en los casos en que sean genéticamente de otras razas y lugares, porque estamos hablando de mentalidad, de esa que quiere adoptar casi como mascotas a los indígenas y explicarles pacientemente en qué creen realmente. Así, no conciben que para el indígena pagano la talla no ‘representa’ una idea abstracta, sino que es el dios del fenómeno de que se trate. Ares o Marte no son ‘representaciones’ de la guerra, sino dioses de la guerra, con sus personalidades e incluso sus aventuras. Pero para el occidental moderno todo es mera ‘representación’. Temblamos ante la aplicación de esta actitud a nuestra fe.

Dice el editorialista de Alfa & Omega que “a juicio de una minoría crítica, [la presencia de estas tallas] suponía una intolerable concesión al sincretismo y el paganismo”. Qué extraña gente, esa ‘minoría’. ¿Por qué han podido creer algo tan absurdo ante las evidentes representaciones de esta o aquella cosa buena, no importa cuál en absoluto, cosas de salvajes? ¿Quizá porque han visto al Papa, a los obispos y a los cardenales asistiendo impávidos a un rito durante el que un círculo de personas -entre ellas, un franciscano- se postraba ante estas inofensivas tallas hasta tocar la tierra con la frente? ¡Qué cosas más absurdas! Como si andar como un pato, tener aspecto de pato y hacer cuac como un pato fuera a significar que es un pato.