San Pascual Bailón

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Nació el 16 de mayo de 1540, día de Pentecostés, en Torre Hermosa, provincia de Aragón, España, y murió en Villa Real, cerca de Valencia, el 17 de mayo de 1592, también día de Pentecostés.

Puede decirse que este humilde «fraile laico», que no se sintió digno de recibir la Ordenación sacerdotal, fue realmente «pentecostal», es decir, dotado de los extraordinarios dones del Espíritu Santo, como el de la ciencia infusa.

Pascual Baylón, iletrado, pasó los años de su vida religiosa desempeñando el humilde oficio de portero, pero se lo considera nada menos que como «el teólogo» de la Eucaristía, no sólo por las disputas que él sostuvo con los calvinistas de Francia, durante un viaje que hizo a París, sino también por los escritos que dejó, y que son una especie de compendio de los grandes tratados sobre este tema.

Además de sus sabias disertaciones, la Eucaristía fue el centro de su intensa vida espiritual, por lo que el Papa León XIII lo proclamó patrono de las obras eucarísticas, y más tarde patrono de los congresos eucarísticos internacionales. Cuentan sus biógrafos que durante las exequias, en el momento de la elevación de la Hostia y el Cáliz, el cadáver abrió los ojos para mirar el Pan y el Vino consagrados, demostrando así el último testimonio de su amor a la Sagrada Eucaristía.

Sus padres eran muy pobres y, desde muy niño, lo mandaron a trabajar: primero a cuidar las ovejas de la familia, y después como muchacho de un rico hacendado. Lejos de la convivencia humana y de la iglesia, pasaba horas y horas en oración, y ayunaba para mortificar el cuerpo, al que frecuentemente sometía a dolorosas flagelaciones. A los 18 años hizo la petición de entrada al convento de Santa María de Loreto de los Franciscanos reformados, pero fue rechazado. Él, a su vez, rechazó una magnífica herencia que le ofreció un rico señor de la región, un tal Martín García. Finalmente, la fama de su santidad y de algunos prodigios que había realizado le abrieron las puertas del convento, en donde hizo los votos el 2 de febrero de 1564, como «hermano laico», porque no se sentía digno de aspirante al sacerdocio.

Antes de entrar al convento, mientras cuidaba el rebaño, quedaba en éxtasis al escuchar el sonido de las campanas en el momento de la elevación. Este ímpetu de devoción eucarística fue también la característica de su vida religiosa, durante la cual aumentó las mortificaciones a su cuerpo, debilitándolo hasta el límite de las capacidades de resistencia. Murió joven, a la edad de 53 años. Veintiséis años después, el 29 de octubre de 1618, fue proclamado beato, y en 1690 fue canonizado.

Fuente: mercaba.org