El Papa no ha aceptado la renuncia que le ha presentado el cardenal Barbarin, pero Barbarin anuncia que se retira. ¿Estamos ante el último de los retorcidos «no, pero sí» que caracterizan tan a menudo los nombramientos y ceses de este pontificado?
Lo ha hecho ya tantas veces que no caeremos en la ingenuidad terminal de achacarlo a la mera casualidad. El cardenal francés Philippe Barbarin, imputado por el Estado francés acusado de encubrir delitos de pedofilia, ha presentado al Papa su renuncia como arzobispo de Lyon, y Francisco no se la ha aceptado, pese a lo cual el cardenal ha anunciado que se hará a un lado.
Si hay un aspecto en el que la ambigüedad y la confusión alcanzan el paroxismo en este pontificado donde ambigüedad y confusión abundan, ese es el extraño capítulo de la política papal de recursos humanos, es decir, a quién ‘ficha’ y a quien despide.
¿Cómo queda la cosa? Recordamos cuando el escándalo de la manipulación física de una carta del Papa Emérito -haciéndole decir lo contrario de lo que decía- obligó al primer director de la flamante nueva oficina de comunicación vaticana, Edoardo Viganò, el hombre que iba a meter las añosas comunicaciones de la Santa Sede en el Siglo XXI, a presentar su renuncia. Su Santidad se resistió inicialmente cuanto pudo y, cuando ya era imposible seguir manteniéndole, aceptó la renuncia en una elogiosísima carta en la que, al mismo tiempo, le nombraba asesor de la misma oficina con funciones tan vagas como para pensar que seguía como estaba.
Otro tanto hizo con el cardenal Donald Wuerl. Wuerl, amigo del defenestrado McCarrick y su sucesor al frente de la Archidiócesis de Washington, se halló en el centro del huracán de los encubrimientos al aparecer citado más de sesenta veces en el alegado del Gran Jurado de Pensilvania, en referencia a su desastroso manejo de los casos de pedofilia cuando era obispo de Pittsburgh.
Una vez más, el Papa hizo oídos sordos a las voces de miles de fieles y de perplejos comentaristas que no entendían cómo Wuerl podía seguir en su cargo, ‘con la que estaba cayendo’ y le mantuvo en el cargo hasta que la situación se hizo insostenible. Y también entonces aceptó su renuncia -que llevaba tres años en un cajón- con una carta en la que ensalzaba la figura de Wuerl y le rogaba que, mientras se elegía un sustituto, se mantuviese al frente de la diócesis como administrador apostólico. A día de hoy, la importantísima archidiócesis capitalina sigue oficialmente vacante o, si lo prefieren, Wuerl sigue siendo oficiosamente arzobispo.
Parece claro que a Su Santidad no le gusta que la presión pública le obligue a destituir a la gente sobre la que se apoya, mucho menos si la ha nombrado él, y hasta cuando cede al clamor popular o a la evidencia insoslayable lo hace de esta manera tortuosa, como si quisiera dejar claro a los ‘demandantes’ quién manda aquí.
Lo vimos con el obispo Juan Barros. Barros era uno de los discípulos del sacerdote chileno condenado por pedofilia Fernando Karadima, y las víctimas de este último aseguraban que estaba presente en muchos de los abusos del sacerdote, sin hacer nada. Francisco se empeñó en hacer a Barros obispo de Osorno contra la opinión mayoritaria del episcopado chileno, una situación insólitamente irregular, y cuando arreciaron las protestas de los grupos de víctimas llegó a calificarles de «calumniadores».
También, entre los primeros nombramientos episcopales de su pontificado, hizo obispo de Orán, en la provincia argentina de Salta, a su amigo Gustavo Zanchetta, con quien había intimado cuando este trabajaba para la Conferencia Episcopal Argentina. Zanchetta carecía de los requisitos habituales en un obispo y también en este caso se saltó el Santo Padre el procedimiento habitual en el nombramiento de obispos, que consiste en elegir un nombre de una terna elaborada por los colaboradores directos del obispo difunto o retirado y sus antiguos colegas, a través de la Congregación para los Obispos.
Inmediatamente, al conocerse su nombramiento, aparecieron en la prensa argentina informaciones en las que quienes habían tratado con él denunciaban inquietantes rasgos de su carácter y, en efecto, tras pocos años de ejercicio presentó una renuncia tan precipitada que ni tiempo tuvo de despedirse de feligreses o sacerdotes. Aunque alegó razones de salud, se acabó sabiendo que había sido denunciado por abuso de poder y abusos sexuales, nada de lo cual impidió a Francisco encontrarle refugio a su lado, en Santa Marta, y un alto cargo en la inmobiliaria de la Santa Sede, la APSA.
Otros de sus nombramientos u objetos de evidente trato de favor han tenido más suerte, manteniendo el apoyo papal contra viento y marea. Y ese favor papal parece complacerse en desafiar a sus críticos frontalmente. El Cardenal Óscar Rodríguez Maradiaga sigue siendo su ‘hombre’ en Latinoamérica y el coordinador de la ‘junta’ papal, el consejo de cardenales que le asesora y se conoce (ahora) como C6, pese al voluminoso dossier que se trajo de su Honduras natal el equipo de investigación vaticano, en el que se la acusaba de enjuagues financieros en los que se perdió muchísimo dinero -en el país más pobre de Hispanoamérica- y de consentir las relaciones abiertamente homosexuales de su mano derecha, el obispo auxiliar Pineda. Este, al fin, tuvo que presentar la renuncia, pero Maradiaga sigue siendo intocable.
Dejó Francisco con la boca abierta a sus críticos y a muchos de sus leales cuando nombró a un hombre de McCarrick, el cardenal Blaise Cupich, arzobispo de Chicago, para organizar la minicumbre sobre la lucha contra el encubrimiento de abusos sexuales clericales que había provocado, precisamente, el caso McCarrick. Se sabe que el cardenal había sido el hombre que dio al Vaticano el nombre de Cupich para Chicago, un nombre que no aparecía ni entre los diez primeros de la lista elaborada por la diócesis.
Similar responsabilidad tuvo McCarrick en el nombramiento de, al menos, otros dos obispos americanos: Joseph «Nighty-night» Tobin, de Newark, y Kevin Farrell, a quien el Papa encumbró como prefecto para los Laicos, la Familia y la Vida.
Apenas hay un nombramiento papal que no premie adhesiones inquebrantables o parezca diseñado para enfurecer o desconcertar a sus críticos, y solo nombrarlos daría una lista interminable, así como no hay forma de que le dé la vuelta a una renuncia de uno de los suyos cuando se ve obligado a aceptarla.
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Buenísimo el artículo. Aún cabe añadir la doble vara de medir en el caso Barbarin, en el que no se ha aceptado la renuncia, y en el caso Pell, destituído de su cargo vaticano, en el que las bombas se lanzaron en Australia, pero los cañones se fabricaron en el Vaticano.
Las razones del tratamiento deferente con Barbarín ( y diferente al de Pell) : Ha sido un colaborador permanente del monsieur Garard Colomb, del G. Oriente de Francia, y el director de la manipulación de la CEF.
También habrá que incluir en la lista a Roger Mahony, el relator encubridor en el congreso de la educación católica de Los Ángeles, que ha suscitado multitud de protestas.
Simple y definitivamente es un sinvergüenza sin moral, principios ni escrúpulos. Ninguna diferencia con los peores ejemplares de ser humano que uno se pueda encontrar en la vida cotidiana común. Es increíble que haya llegado donde lo ha hecho. Y no, no ha sido gracias al Espíritu Santo. Entre otras cosas porque el sujeto es en sí mismo una blasfemia contra el Espíritu.
Es muy curioso .
En Francia , son los enemigos de la Iglesia ( igual que Carlos Esteban ), masones , ateos que protestan
contra la decisión del Papa Francisco de no aceptar la demisión del Cardenal .
Los enemigos de la Iglesia están encantadísimos con Francisco, pues es un gran colaborador en sus planes. Que de vez en cuando lo disimulen entra en el programa, de unos y de otro.
Tan encantadísimos que lo han colocado ellos a través de la autodenominada mafia de san Gallen, reconocida por sus integrantes y desenmascarada en el informe Herranz-Tomko-De Giorgi de 300 páginas, que tarde o temprano saldrá a la luz pública y mejor antes que después, para poner remedio a todo este desmadre.
….me olvide …., tambien los marxistas …
Y a los Papofobicos!
¿Frédéric Martel dice la verdad en su libro? No, aunque dice muchas verdades. ¿Se trata de un libro mentiroso? No, aunque diga muchas mentiras. Que las pruebas que ofrece para verificar su hipótesis sean tan débiles no es suficiente, al menos en este caso, para descartar de plano todo el contenido del libro. Y hay que ser justos: si Martel fuera un mero mentiroso, podría haber mentido mucho más, y sobre todo hacerlo con respecto a personas y situaciones que habrían favorecido sus tesis, como en el caso de los cardenales Burke o Bagnasco, pero no lo hace. Más aún, lo dice explícitamente: “No escuché comentarios de homosexualidad referidos a estos purpurados”. Por otro lado, lo que afirma acerca de gran parte de los miembros de la Curia vaticana es verosímil y no aparecen contradicciones. Y pongo un ejemplo entre tantos. Lo que Martel narra de Sodano explica no solamente el encubrimiento a Maciel sino a otros sinvergüenzas.
Radiomensaje de PioXll .
La puerta accesible a todos es la humildad
Teresa del Niño Jesús,aparece con las manos vacías:fortuna,honor,influencia,eficacia temporal,nada le atrae,nada la retiene,sino solo Dios y su Reino Pero en desquite,el Señor la introduce en su casa,le confía sus secretos;El le ha revelado todas esas cosas que encubre a los sabios y poderosos.Y ahora,después de haber vivido silenciosa y oculta,he aquí que se dirige a toda la humanidad,a los ricos y a los pobres,a los grandes y a los humildes,y les dice con Cristo:Entrad por la puerta estrecha.
La puerta estrecha,en verdad,pero accesible a todos,es la de la humildad.Teresa de Jesús,que por la humildad entro en el Paraíso,se mantiene en el umbral,los brazos cargados de rosas,mostrando su caminito de infancia espiritual.