Viganò: que la cumbre empiece el día de San Pedro Damián es providencial

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El gran protagonista tácito de la jornada, de la entera cumbre contra los abusos que se celebra en Roma, el arzobispo Carlo Maria Viganò, ha querido recordar en un reciente mensaje lo providencial de que se inicie el día de San Pedro Damián, azote de los abusadores de su tiempo.

Durante el siglo XI, la Iglesia vivió un tiempo no muy distinto que el nuestro en lo que se refiere a los escándalos de abusos, y el hombre que casi en solitario denunció incansable la sodomía y la simonía del clero, Pedro Damián, celebra su día justo cuando se inicia la cumbre vaticana, una coincidencia que el ex nuncio en Estados Unidos, arzobispo Carlo Maria Viganò, juzga «providencial» en un reciente mensaje.

Este es su mensaje completo:

«No podemos evitar ver, como signo de la Providencia, que usted, Papa Francisco, y los hermanos que representan toda la Iglesia, se hayan congregado el mismo día en que celebramos la memoria de San Pedro Damián.

Este gran monje del siglo XI puso toda su fuerza y celo apostólico en renovar la Iglesia en su tiempo, tan profundamente corrompida por los pecados de sodomía y simonía. Lo hizo con la ayuda de obispos y laicos fieles, especialmente con el apoyo del Abad Hildebrando, de San Pablo extra muros, futuro Papa San Gregorio Magno.

Permítanme proponer para nuestra reflexión las palabras de nuestro querido Papa Emérito Benedicto XVI dirigidas al pueblo de Dios en la Audiencia General del miércoles 17 de mayo de 2006, comentando el mismo pasaje evangélico -Marcos 8:27-33- que se proclama en la misa de hoy.

Pedro habría de vivir otro momento importante de su viaje espiritual cerca de Cesarea de Filipo cuando Jesús planteó a sus discípulos esta pregunta concreta: «¿Quién dicen los hombres que soy yo?» (Marcos 8: 27). Pero a Jesús no le basta lo que dicen otros. Quería de aquellos que habían accedido a implicarse con él personalmente una declaración personal de su postura. En consecuencia, insistió: «Pero, ¿quién decís vosotros que soy yo?” (Marcos 8: 29).

Fue Pedro quien respondió en nombre de los otros: «Tú eres el Cristo» (ibid), es decir, el Mesías. La respuesta de Pedro, que no le fue revelada «por la carne y la sangre» sino que se la inspiró el Padre que está en los cielos (cf. Mt 16: 17), contiene, como en semilla, la futura confesión de fe de la Iglesia. Sin embargo, Pedro aún no había comprendido el profundo contenido de la misión mesiánica de Jesús, el nuevo significado de esta palabra, «Mesías».

Lo demostró poco después, deduciendo que el Mesías a quien seguía en sus sueños es muy diferente de los verdaderos planes de Dios. Quedó anonadado por el anuncio de la Pasión del Señor y protestó, provocando una vívida reacción de Jesús (cf. Mc 8: 32-33).

Pedro quería como Mesías a un «hombre divino» que cumpliera las expectativas del pueblo imponiendo su poder sobre todos ellos; también a nosotros nos gustaría que el Señor impusiera su poder y transformara el mundo de forma instantánea. Jesús se presentó como un «Dios humano», el Siervo de Dios, que trastocó las expectativas de la multitud al tomr un camino de humildad y sufrimiento.

Esta es la gran alternativa que debemos aprender una y otra vez: dar prioridad a nuestras propias expectativas, rechazando a Jesús, o aceptar a Jesús en la verdad de su misión y dejar de lado todas las expectativas demasiado humanas.

Pedro, impulsivo como era, no vaciló en llevar aparte a Jesús y censurarle. La respuesta de Jesús demolió todas sus falsas expectativas, llamándole a la conversión y a seguirle: «¡Aléjate de mí, Satanás! Por tu no estás del lado de Dios, sino del de los hombres» (Mc 8: 33). No te corresponde a ti enseñarme el camino; yo tomaré mi propio camino y tú debes seguirme.

Así Pedro aprendió lo que de verdad supone seguir a Jesús. Fue su segunda llamada, similar a la de Abraham en Génesis 22, después de la de Génesis 12: “Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí  mismo, tome su cruz y me siga. Porque el que salve su vida la perderá; y el que pierda la vida por mi causa y por la Buena Nueva la salvará» (Mc 8: 34-35). Esta es la exigente regla del seguimiento de Cristo: uno debe poder, si es necesario, renunciar al mundo entero para salvar los verdaderos valores, para salvar el alma, para salvar la presencia de Dios en el mundo (cf. Mc 8: 36-37). Y aunque con dificultad, Pedro aceptó la invitación y siguió su vida tras las huellas del Maestro.

Y se me antoja que estas conversiones de San Pedro en ocasiones diferentes, y su figura toda, son un gran consuelo y una gran lección para nosotros. También nosotros tenemos deseo de Dios; también nosotros queremos ser generosos, pero también nosotros esperamos que Dios sea fuerte en el mundo y transforme el mundo al instante, de acuerdo con nuestras ideas y las necesidades que percibimos.

Dios elige un camino diferente. Dios elige el camino de la transformación de los corazones en el sufrimiento y la humildad. Y, como Pedro, debemos convertirnos una y otra vez. Debemos seguir a Jesús, no ir por delante de Él: es Él quien muestra el camino.

Así que Pedro nos dice: pensáis que tenéis la receta y que depende de vosotros transformar el cristianismo, pero es el Señor quien conoce el caminio. Es el Señor quien me dice, quien te dice: ¡Sígueme! Y debemos tener el valor y la humildad de seguir a Jesús, porque Él es el Camino, la Verdad y la Vida.

Maria, Mater Ecclesiae, Ora pro nobis,

Maria, Regina Apostolorum, Ora pro nobis.

Maria, Mater Gratiae, Mater Misericordiae, Tu nos ab hoste protege et mortis hora suscipe.

+ Carlo Maria Viganò

Tit. Archbishop of Ulpiana

Apostolic Nuncio

21 de Febrero de 2019

Festividad de San Pedro Damián