San Francisco no firmó con el sultán al Kamil ningún ‘documento de fraternidad’

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En su primera audiencia a la vuelta de Abu Dabi, el Papa ha confesado haberse sentido inspirado por el ejemplo de San Francisco cuando se entrevistó con el sultán en plena cruzada. Pero las diferencias son de bulto.

 

El Papa está inusualmente satisfecho de su viaje a los Emiratos Árabes, que ha eclipsado por completo la Jornada Mundial de la Juventud panameña. Está contento, muy especialmente, del documento que ha firmado con el Gran Imán de Al Azhar, Ahmed El Tayeb, sobre la fraternidad universal que, ha dicho, «se estudiará en las escuelas y universidades de varios países».

De hecho, el viaje y, sobre todo, el documento, ha centrado su primera audiencia posterior al viaje, donde asegura haberse sentido inspirado por su homónimo San Francisco de Asís que, en medio de las violentas Cruzadas, se adentró solo y desarmado en terreno enemigo para conversar con el sultán.

La comparación, sin embargo, cojea. Se sostiene la analogía en el sentido de que, como el de Asís, Su Santidad se ha adentrado en tierra del Islam -es el primer Papa en pisar suelo de la Península Arábiga, tierra santa para los musulmanes- en son de paz para reunirse con líderes de la religión de Mahoma y llegar a un entendimiento con ellos. Y aquí terminan los parecidos.

San Francisco es, probablemente, el santo católico más popular entre los no católicos, y por lo mismo el más distorsionado y caricaturizado. Fue, en efecto, un hombre sencillo hasta el extremo, apasionado por la pobreza, personalmente impaciente con los aspectos institucionales. Pero dista mucho de ser el hippie ‘avant la lettre’ del mito popular, el protagonista de ‘Hermano sol, hermana luna’, sino un santo católico, es decir, perfectamente ortodoxo y más preocupado por la salvación de las almas que por una ‘fraternidad universal’ conseguida aguando las doctrinas.

Sí, Francisco de Asís avanzó, en medio de la guerra, solo y desarmado por el desierto hasta presentarse en la tienda del poderoso sultán al Malik al Kamil. Y, sí, entre sus intenciones estaba la de evitar la continuación de la guerra. Pero su ‘sistema’ y principal propósito no era otro que convertir al sultán a la fe de Cristo, no señalar los ‘puntos comunes’ entre su fe y la nuestra. Y no, no condenó la guerra emprendida por los cruzados convocados por el propio Papa de la época, sino que tuvo la audacia de justificarla en presencia del mismo ‘atacado’.

Veamos cómo describe la escena el Codex Vaticanus Ott.lat.n.552, titulado ‘Verba fratris Illuminati socii b. Francisci ad partes Orientis et in conspectu Soldani Aegypti’:

«El propio sultán le sometió este problema: «Tu Señor enseñó en sus evangelios que no se debe devolver mal por bien, que hay que dar la túnica al que te pida la capa, etcétera (Mt 5,40): Con mayor razón no deberían los cristianos invadir nuestras tierras». Y el Beato Francisco respondió: «Me parece que no has leído el evangelio de nuestro Señor Jesucristo en su integridad. De hecho dice en otra parte: «si tu ojo te hace pecar, arráncatelo y arrójalo lejos» (Mt 5 , 29). Con esto, Jesús nos enseña que si cualquier persona, incluso un amigo o pariente nuestro, e incluso si nos es querido como la niña de nuestros ojos, debemos estar dispuestos a rechazarlo si tratara de apartarnos de la fe y el amor de nuestro Dios. Esta es precisamente la razón por la que los cristianos obran en justicia cuando invaden las tierras que habitáis y os combaten, porque vosotros blasfemáis del nombre de Cristo y os esforzáis por apartar de su culto a tantos como podáis. Pero si reconocéis, confesáis y adoráis al Creador y Redentor, los cristianos os amarían como a sí mismos, por el contrario».

Encuentren ustedes mismos las diferencias.