Dolido, James Martin corrige al Papa sobre los sacerdotes homosexuales

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Al mediático jesuita americano Padre James Martin, colaborador del semanario America, asesor vaticano y autodenominado apostol de los LGBT, no le han sentado nada bien las palabras del Papa desaconsejando la ordenación de homosexuales.

Que el Papa haya dicho que «en nuestras sociedades parece incluso que la homosexualidad está de moda» es «erróneo e hiriente», ha dicho el padre James Martin en un comentario vertido en la red social Twitter. «Va contra la opinión de cualquier psiquiatra prestigioso y, más importante, contra la experiencia de las personas LGBT. Hace poco le dijo a @jccruzchellew «Dios te hizo asó», que parece acercarse más a lo que cree». Martin, formidable intérprete de lo que el Papa cree de verdad, se refiere al  libro entrevista ‘La fuerza de la vocación’, en el que Fernando Prado, claretiano, entrevista al Papa, quien recuerda que la Iglesia no puede admitir al seminario o a las órdenes religiosas a personas que muestran tendencias homosexuales profundamente arraigadas.

Martin tiene buenas razones para estar irritado. Hace pocas semanas, ante una de las frecuentes críticas que recibe en Twitter por parte de católicos ortodoxos, Martin se pavoneaba sobre sus respaldos en la alta jerarquía que ‘probaban’ que sus opiniones sobre la homosexualidad eran doctrinalmente correctas. Y ahora sale el Papa diciendo cosas como que en «la vida consagrada y en la vida sacerdotal, ese tipo de afectos no tienen cabida. Por eso, la Iglesia recomienda que las personas con esa tendencia arraigada no sean aceptadas al ministerio ni a la vida consagrada. El ministerio o la vida consagrada no es su lugar».

Pero Martin insiste en que el Papa no ha dicho exactamente que no deba haber sacerdotes homosexuales, sino que estos deben, como todos, vivir el celibato. En un tuit en el que enlaza un artículo del ultraprogresista semanario británico The Tablet sobre el particular, comenta: «Esto se acerca más a lo que dijo @Pontifex. Contrariamente a lo que dicen muchos titulares engañosos, no estaba gablando en contra de los sacerdotes gays, de otro modo no hubiera dicho que tienen que ser «impecablemente responsables». Está contra los sacerdotes gays que no llevan vidas célibes».

Martin incurre aquí, sospecho que deliberadamente, en varios equívocos. El primero es que desaconsejar o incluso prohibir que se ordenen varones con tendencias homosexuales arraigadas no significa que un gay ya consagrado sacerdote deje de serlo, ni siquiera que merezca ser secularizado por el mero hecho de sufrir esas peculiares tentaciones si no actúa sobre ellas.

El Papa, con sus comentarios, no hace más que confirmar instrucciones dadas por su predecesor, Benedicto XVI, para que no se ordene a seminaristas con estas tendencias, en línea, por lo demás, con la práctica tradicional de la Iglesia. Pero, una vez ordenado, un sacerdote lo es para toda la eternidad, un carisma que no elimina siquiera la secularización forzosa o voluntaria, que meramente le aparta del ejercicio de su ministerio. Y tampoco esta sanción se prevé para los ya ordenados que presenten esta tendencia y no incurran en actos escandalosos o habituales siguiendo la citada inclinación.

En segundo lugar, como puede comprobar quien se interese por consultar foros en los que intervienen sacerdotes homosexuales u homosexualistas, no es raro que entre algunos de estos clérigos se establezca una definición estricta de ‘celibato’ como imposibilidad de casarse válidamente, no necesariamente de mantener relaciones sexuales.

Sin embargo, Martin no está del todo falto de razón cuando asegura que eso no es «lo que el Papa realmente piensa» en este particular. No porque él pueda saberlo con certeza, sino porque no es fácil para nadie deducirlo de las ambiguas acciones, mensajes y gestos del pontífice.

John-Henry Westen analiza esta desconcertante ambigüedad en un artículo publicado LifeSiteNews en el que señala: «El Papa Francisco ha establecido un patrón de expresar algo controvertido para distraer la atención de otra declaración controvertida. Por ejemplo, el famoso «¿Quién soy yo para juzgar?» -que desencadenó una campaña que habría de llevar al Papa a la portada del órgano gay The Advocate- de hecho se produjo en respuesta a una pregunta sobre un sacerdote homosexualmente activo».

Westen pasa luego a citar otras declaraciones y decisiones de Francisco, hasta 17, donde el Papa parece contradicir la doctrina que se aprecia en este libre de entrevistas y que tanto ha dolido al Padre Martin.