Emanuele Brunatto, el primer hijo espiritual del Padre Pío

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Uno de los aspectos que más llama la atención al lector del libro Padre Pío contra Satanás de Marco Tosatti es la referencia que hace a Emanuele Brunatto, al que el autor califica de «gran defensor del Padre Pío». Tosatti señala que Brunatto murió solo el 10 de febrero de 1965, tras haber manifestado su temor de ser asesinado.

«Una maleta llena de documentos, que quería confiar a Luigi Peroni, otro protagonista de la batalla en favor del Padre Pío, desapareció esa mañana. Nunca se encontró. Brunatto, el día anterior, había telefoneado a casa de un amigo suyo desde hacía años, al que le confió: «Quieren matarme». Nunca se le hizo la autopsia; era anciano, estaba enfermo del corazón, pero sus acciones de esas últimas horas –la llamada telefónica, el deseo de entregar la maleta de documentos lo antes posible a Luigi Peroni–, lanzan una sombra inquietante sobre su final», indica Tosatti en la obra que relata el combate entre el Padre Pío y el demonio.

Entrevistado por el periodista Javier Navascués, Laureano Benítez Grande-Caballero, autor de varias obras sobre el Padre Pío, describe la conversión de Brunatto, primer discípulo espiritual varón del santo de Pietrelcina que llegó a ser su hombre de confianza y uno de sus principales defensores en las persecuciones que se desataron contra él.

Como sucede con todos los conversos, en Emanuele  Brunatto hay una vida antes  y después de la conversión, radicalmente distintas. ¿Cómo era su vida antes de experimentar la gracia de la conversión?

Antes de su conversión, fue el típico hombre de mundo, vividor y aventurero, involucrado plenamente en la trilogía del mal: mundo, demonio y carne. Mujeriego, rebelde, embaucador, llevó una vida desordenada y rebelde: fue comediante, buzo en América, sastre de señoras en Milán, jockey en Bolonia, comerciante en Palermo, empresario, arquitecto, economista… pero su principal ocupación era estar metido en turbios negocios y empresas que caían de lleno en el mundo de la delincuencia.

Una de sus ocupaciones fue la de representante de una famosa cantante de cabaret en Nápoles. Precisamente fue en esa ciudad italiana donde, el 20 de junio de 1919, mientras estaba sentado en un bar, leyó en el periódico «Il Mattino» noticias sobre un milagro realizado por un fraile estigmatizado. Inmediatamente, creyó en aquel prodigio, y comenzó a venerar al santo que lo protagonizó, aun sin conocerle.

Aquí se ve la mano de Dios, que conoce a los suyos: un gran pecador alejado de la Iglesia cree instantáneamente en un fraile estigmatizado al que no conocía, y cuando casi nadie tenía todavía noticias del santo. ¿Fue esta creencia fue la que llevó a Brunatto a san Giovanni Rotondo, para conocer al Padre Pío?

Así es. Llegó al convento en 1920, guiado por un impulso irresistible. Brunatto cuenta que el Padre Pío le miró con desdén, como si viera al mismo diablo. Entonces huyó como un loco de la sacristía, y comenzó a llorar, repitiendo constantemente: “¡Dios mío!, ¡Señor mío!»

Cuando volvió a la sacristía, el padre Pío le estaba esperando. Su rostro, de una belleza transcendental, irradiaba una alegría indescriptible. Sin palabras, le hizo señas de que se arrodillara. Los recuerdos del pasado le vinieron en tropel, y pensó que nunca terminaría de confesar tantos pecados.

Cuando llegó el momento de la absolución, el padre Pío debió comenzar varias veces, como si luchase con un adversario invisible, mientras de su boca salía un perfume de rosas y violetas que le inundaba el rostro. Al momento de dejar el convento, le pidió que bendijera el único objeto decente que encontró en sus bolsillos, un par de guantes blancos, último residuo de sus actuaciones teatrales. Tuvo un pequeño movimiento de sorpresa, pero le sonrió y los bendijo. Desde aquel día hasta que los perdió, estos guantes emanaron de vez en cuando el perfume que había sentido durante la confesión. El Padre Pío le aceptó como hijo espiritual, el primer hombre aceptado en tal condición, pues hasta ese momento el Padre Pío sólo tenía hijas espirituales.

Una vez convertido, volvió a Roma, y emprendió varias actividades económicas, pero ya su vida había cambiado, pues le era imposible volver a su antiguo modo de vida. ¿Cómo continuó su proceso de conversión?

Deseando estar lo más cerca posible del santo. Después de algunas idas y venidas, en 1922 quiso quedarse definitivamente a vivir junto al Padre Pío. Primeramente se instaló en un chamizo con techo de paja utilizada para guardar aceitunas situado cerca del convento, pero más tarde, invitado expresamente por el santo, se trasladó al convento, instalándose en la celda 6, contigua a la celda del Padre Pío, que era la 5, siempre dispuesto a intervenir en caso de peligro.

Durante los más de cinco años que permaneció allí, fue la persona más cercana al estigmatizado, su eterna sombra, su ayudante, su hijo espiritual, incluso su «perro guardián», hasta el punto de que el padre Pío llegó a llamarle su «poliziotto».

Emanuele ayudó al santo como un hijo, dándole su apoyo en las circunstancias tan difíciles que vivió el Padre Pío durante esos años, en cuyo transcurso tuvo lugar la primera persecución contra el estigmatizado, hasta el punto de que, en las dos persecuciones que sufrió el Santo, se convirtió en su más encarnizado defensor.

¿Qué circunstancias motivaron las persecuciones al Padre Pío, y cuáles fueron sus manifestaciones más relevantes? 

La primera persecución tuvo como motivo la conjura que hicieron contra él el obispo de Manfredonia ―monseñor Gagliardi―, y algunos prelados de la diócesis, quienes urdieron contra el Padre Pío un cúmulo de mentiras y calumnias. También influyó mucho el informe negativo que hizo sobre sus estigmas el franciscano Agostino Gemelli, herido en su amor propio porque el Santo se había negado a enseñarle sus estigmas, pues el famoso franciscano carecía del permiso que se necesitaba para ello.

Un decreto del Santo Oficio fechado el 23 de mayo de 1931 declaraba que al Padre Pío se le quitaban todas las facultades ministeriales, excepto las de celebrar Misa, pero sólo dentro del convento y en una capilla privada, en la iglesia pública no podía. Se le prohibía la Misa en público y confesar a cualquier persona o hacer cualquier otra acción sacramental del ministerio sacerdotal. Y no podía recibir visitas ni recibir cartas. Sólo podía hablar con los religiosos del convento.

El texto de estas disposiciones severas emanadas por el Santo Oficio llegó al convento con los «Analecta Capuchinorum», la revista oficial de la Orden.

Emmanuele Brunatto, que vivía por entonces en el convento, seguramente fue testigo privilegiado de los hechos. ¿Qué testimonio dio de estos hechos en sus escritos sobre el Padre Pío?

Pues dio un testimonio muy importante, ya que fue la única persona que asistió a la reacción el Padre Pío al conocer su condena. El Padre Superior estaba leyendo el decreto a los cofrades, pero suspendió la lectura cuando advirtió la llegada del Padre Pío. Instintivamente, apartó el folleto, poniéndolo sobre una esquina de la mesa, pero el Padre Pío, nada más entrar, miró la publicación y la abrió justo por la página dónde estaban las disposiciones que le concernían.

Leyó el texto en silencio, sin que un músculo de su cara traicionara la más pequeña emoción. Después, fingió que no sucedía nada, y, disimulando, llevó la conversación sobre un argumento completamente diferente. Cuando llegó el momento del descanso del mediodía, se apartó. Brunatto fue detrás de él. Llegados a la celda, fue a cerrar los postigos de la ventana, y se paró allí un instante para contemplar de lejos el llano soleado de Foggia.

Luego, de improviso, se volvió, echándose a llorar. Emanuele se tiró a sus pies y le abrazó las rodillas, a la vez que clamaba: «¡Padre mío, usted sabe cuánto le queremos! Nuestro amor tiene que serle de consuelo».

Pero su contestación fue dura, casi un reproche: «¿Pero no entiendes, hijo mío, que no lloro por mí? Tendré menos trabajo y más méritos. Lloro por todas aquellas almas que son privadas de mi testimonio justo por parte de aquellas personas que deberían defenderlas».

Brunatto es conocido por la denodada defensa que hizo del Padre Pío para liberarle de las persecuciones que sufrió. ¿Cómo se concretó este compromiso en la primera persecución? 

Aparte de otras actividades, escribió el libro titulado «Los Anticristos en la Iglesia de Cristo». En dicho libro denunciaba la implicación de algunos altos eclesiásticos en la conspiración contra el Padre Pío. Con la amenaza de lanzarlas al mercado editorial internacional el 16 julio, si no se levantaban las restricciones al Padre Pío, imprimió 2000 copias, que no salieron a la luz porque precisamente un par de días antes se liberó al Padre Pío de las restricciones, por lo cual Brunatto eliminó todos los ejemplares, pues ya había logrado su objetivo conseguir la liberación de su amado santo.

Ante esta actitud de Emanuele, el Padre Pío ―quien, a pesar de las persecuciones siempre mantuvo una estricta obediencia y fidelidad a la Iglesia―, escribió dos cartas a Brunatto, instándole a que desistiera de su actitud. 

¿Cómo se desarrolló la segunda persecución, y cuál fue entonces la defensa que hizo Brunatto del Padre Pío?

La segunda persecución, desarrollada entre 1960 y 1964, estuvo causada por la negativa del Padre Pío a desviar fondos del hospital creado por él ―«La Casa de Alivio del Sufrimiento»― a la provincia capuchina de Foggia, que había entrado en la bancarrota por sus malas inversiones. Brunatto organizó una Asociación Internacional de defensa de la persona del Padre Pío, que tenía como base la amenaza de entregar a la ONU y a la opinión pública mundial un «Libro Blanco» sobre los atentados a los derechos humanos en la persona del Padre Pío. Nuevamente, el santo se opuso a esa campaña para defenderse, porque no quería causar ningún perjuicio a la Iglesia a la que tanto amaba, actitud que expresaba diciendo: «No echéis basura contra nuestra Madre».

Brunatto tuvo la dicha de que, poco antes de su fallecimiento ―el 10 de febrero de 1965― el Papa Pablo VI reivindicó al santo, ordenando que le fueran levantadas todas las restricciones a su ministerio sacerdotal.

¿Qué mensajes, qué enseñanzas puede extraer el creyente de hoy de la vida de Emanuele Brunatto? ¿Qué aspectos de su vida pueden considerarse como modélicos para la Iglesia de hoy?

La figura de Brunatto es un modelo de creyente en tres dimensiones fundamentales: en primer lugar, es un paradigma del creyente que experimenta un «camino de Damasco», una conversión radical, que le conduce desde una situación de mundanalidad pecaminosa hasta una transformación plena, realizada por la gracia. Según sus propias palabras, él era «el pecador más grande convertido por el padre Pío».

En segundo término, Brunatto es también un modelo de apóstol que lucha enconadamente por dar testimonio de la verdad, enfrentándose a los poderes ocultos y a las fuerzas oscuras que conspiran contra la Iglesia, combatiendo el mal que la asedia. En su faceta de apostolado evangelizador, estaba firmemente convencido que su deber principal ―aparte de proteger y defender al Santo― era dar a conocer lo que él llamaba «la misión del Padre Pío» y divulgarla, misión que consistía en la imitación de Cristo, en restaurar todo en Cristo ―que había sido el lema del papa san Pío X―.

Para acometer esta empresa, Brunatto escribió varios libros: aparte de los libros que escribió para la defensa del Padre Pío, y que nunca vieron la luz, Emanuele es también el autor en 1926 de la primera biografía sobre el santo, bajo el título de «Padre Pío Da Pietrelcina», aunque la escribió con el seudónimo de Giuseppe De Rossi.

La obra fue incluida en el Índice de libros prohibidos por el Santo Oficio al tercer día de su publicación, a pesar de que los cardenales Gasparri y Merry del Val habían autorizado su publicación. En el año 2011, se publicó en francés su autobiografía espiritual, bajo el título de «Padre Pío, mi padre espiritual».

Por último, Brunatto es también un paradigma de la caridad, entendida como despojamiento de los propios bienes para contribuir al bienestar de nuestros hermanos en Cristo. Poseedor de una gran fortuna, fue el primer benefactor importante del hospital construido por el padre Pío al lado del convento de San Giovanni Rotondo, conocido con el nombre de «Casa de Alivio del Sufrimiento», al cual donó la suma de 3,5 millones de francos, que en aquel tiempo era una auténtica fortuna.

Este aspecto de la vida de Brunatto ―sus obras caritativas―, es el menos conocido. ¿Se debe esto quizá a que su figura está asociada generalmente a sus campañas de defensa del santo? ¿Puede concretar qué otras obras de beneficencia apoyó?

Subvencionó generosamente orfanatos, congregaciones religiosas parroquias, seminarios, movimientos familiares y de acción social, universidades católicas y un sinnúmero de revistas y asociaciones católicas diversas, llegando incluso a pagar pensiones de los veteranos de guerra italianos, y de mutilados y viudas de guerra en Francia. Una de sus obras más conocidas es la asociación llamada «La bebida caliente», que repartió diariamente más de 18.000 raciones de comida de forma gratuita durante el invierno de 1941, consistentes en chocolate caliente, pan, carne y mermelada.

¿Cómo podría resumirse en pocas palabras la aportación de Emanuele Brunatto a la Iglesia de los tiempos actuales?

Como afirman Chiocci  y Cirri en su obra «Padre Pío de Pietrelcina, historia de una víctima», los hombres como Brunatto son todavía pocos en número, odiados y señalados por aquellos que sueñan con un mundo de esclavos resignados, perfectamente dóciles y eternamente vencidos. Pero su raza tiene un gran valor: nunca se apaga. Siempre hay un Brunatto en cada historia de persecución: calumniado, ultrajado, temido y maldecido, se resiste y sobrevive.

Gran enseñanza para unos tiempos en los que la Iglesia es cada vez más perseguida…

Efectivamente, y un hecho que destaca en la historia de Brunatto es la llamada a luchar sin desmayo por las causas justas, a pesar de las dificultades que encontremos en nuestro camino, conservando la confianza en la Iglesia incluso si nos encontramos en ella con las miserias y debilidades humanas.

Pero el mayor testimonio que nos aporta la figura de Emanuele Brunatto sobre el Padre Pío y su lucha por el Reino fue una experiencia que le sucedió en 1925 cuando, tras sus esfuerzos infructuosos para que liberaran al Santo de la persecución, desanimado, agotado y exhausto, llegó una noche a su hotel de Roma, sintiendo el enorme peso de la soledad, sintió el maravilloso perfume del Padre Pío, que le envolvió completamente. Entonces, se dio cuenta de que no estaba solo, y recuperó sus fuerzas.

Quiera Dios que los apóstoles que estamos comprometidos en la lucha por el triunfo del reino de Cristo tengamos una experiencia parecida a la de Brunatto en nuestras horas oscuras.

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Comentarios
1 comentarios en “Emanuele Brunatto, el primer hijo espiritual del Padre Pío
  1. Gracias por tener la oportunidad de leer este libro de mí ser humano preferido.en estos momentos no puedo distraer ni un peso. A penas esté mejor en esta Argentina haré una donación.

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