Ya dijimos ayer que dos cardenales en la Secretaría de Estado suponían una situación tan anómala que era de esperar que el recién anunciado cardenal, que deberá recibir el capelo el próximo 29 de junio, Giovanni Angelo Becciu, no es probable que mantenga mucho tiempo su cargo actual de sustituto para los Asuntos Generales.
Aunque, naturalmente, su destino es un misterio, ‘suena’ el governorato o, en su defecto, la prefectura de alguna congregación. La más probable sin organizar mucho lío sería la Congregación para las Causas de los Santos, cuyo actual prefecto, Angelo Amato, está a punto de cumplir los 80. No es, de suyo, de las más codiciadas, pero no deja de ser una congregación, y en estos momentos especialmente movida, con algunas polémicas canonizaciones a la vista.
Sería un modo, no solo de ‘redondear’ su cardenalato, sino también de recompensar sus servicios en una ocasión especialmente delicada en sus gestiones como Delegado Especial en la Soberana Orden Militar de Malta, que dejaron a su patrón, el Cardenal Raymond Leo Burke, compuesto y sin orden, a efectos prácticos.
Y, para sustituir al sustituto, ¿quién mejor que un maltés, monseñor Charles Scicluna, Arzobispo de Malta y Presidente del Colegio para el examen de los recursos (en materia de delicta graviora) en la Sesión Ordinaria de la Congregación para la Doctrina de la Fe?
Scicluna ya ha sido distinguido con la confianza del Pontífice, a quien ha representado como legado en Chile, encargado de una investigación sobre abusos clericales de niños que, como sabemos, ha tenido un fantástico colofón: la dimisión presentada por todos los obispos chilenos al Papa, que aún debe responder.
Es cierto que el informe que trajo Scicluna no alteró la visión de Francisco sobre el escándalo, y que solo con el tiempo se confesó culpable ante los obispos chilenos y pidió perdón, alegando haber sido ‘mal informado’. ¿Por el informe de Scicluna o por la influencia de alguien aún más cercano?
Pero no dejan de ser eso, rumores, a pesar de que tengan muchos visos de probabilidad.
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Recuerden que Scicluna es también un amorisletitioso, de la primera Conferencia Episcopal misericordeante del mundo mundial.
Sería extremadamente raro. Monseñor Scicluna no es diplomático.
Es muy partidario de la conciencia subjetiva, especialmente de la deformada por el pecado continuo, que lleva a pensar como se vive, como mejor garantía para alcanzar la meta del infierno. Esa interpretación heterodoxa también está homologada por la misericorditis francisquita, que la publicó en L’Osservatore Romano. Lo peor de todo es que casi todos los supuestamente buenos callan, luego otorgan.
Dices muy bien Echenique : «todos los SUPUESTAMENTE buenos». Si supuestamente, porque la forma más difícil de ser bueno es enfrentarse al mal y a los que lo hacen. Esto es como en la mili «El valor se le supone» .
Scicluna ha apoyado la interpretación herética de AL. En cuanto a Becciu, ha sido premiado por el trabajo sucio que ha hecho en contra de los Caballeros de Malta y en la detención de Milone, otrora Controlador de la Finanzas Vaticanas hasta que descubrió algunos hechos absolutamente escandalosos como la paga de $1 millón a la Campaña Clinton, la candidata más abortista de la historia de la Presidencia de EEUU, dinero tomado del Óbalo de San Pedro. Por ello, recomiendo a los católicos que no contribuyan ni un centavo al susodicho Óbalo de San Pedro, mientras Francisco sea Pontífice. Becciu es también famoso por haber sido el que llamó a la empresa internacional de auditoría contratado bajo el Cardenal Pell para decirles que ya no necesitaban sus servcios. Otro aspecto típico del estilo nefasto de gobierno de Francisco, es decir, que uno es oficialmete el Jefe de un Departamento, y detrás de sus espaldas con la aprobación del Pontífice actuán otros bajo el mando del mismo.