Un exalumno denuncia a Comillas ante la Nunciatura

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Amparándose en el Canon 212.2 del Código de Derecho Canónico, un antiguo alumno de la universidad ha entregado una carta en la Nunciatura Apostólica denunciando la deriva ideológica de la universidad eclesiástica gestionada por los jesuitas en Madrid.

El escándalo de Comillas llega formalmente a la Santa Sede. Un antiguo alumno, que ha preferido mantener el anonimato, ha remitido una carta al Nuncio de su Santidad en España, Renzo Frattini, en la que denuncia la deriva ideológica de la todavía universidad pontificia de Comillas.

En la misiva, a la que ha tenido acceso InfoVaticana, el antiguo alumno hace referencia al canon 212 del Código de Derecho Canónico, que reconoce a los fieles «el derecho, y a veces incluso el deber, en razón de su propio conocimiento, competencia y prestigio, de manifestar a los Pastores sagrados su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia y de manifestar a los demás fieles, salvando siempre la integridad de la fe y de las costumbres, la reverencia hacia los Pastores y habida cuenta de la utilidad común y de la dignidad de las personas.».

A continuación, la carta:

A la atención de Su Excelencia Reverendísima, el Sr. Nuncio Apostólico
Nunciatura Apostólica en España
Avenida de Pío XII, 46
28016, Madrid

En Madrid, a 12 de abril de 2018

Monseñor Fratini,

Hace pocos meses terminé mis estudios de Derecho y Administración y Dirección de Empresas en la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, universidad de la Iglesia Católica gobernada por la Compañía de Jesús y motivo de una preocupación personal sobre la que, como católico y antiguo alumno de esta institución, me veo en la obligación de informar a Vuestra Excelencia.

En efecto, el otro día tuve conocimiento por la prensa y pude corroborar a través de varios amigos que aún estudian en la universidad que Comillas ha sido recientemente la sede de una conferencia en la que, bajo el título «Charla Transexualidad a través del género», se ha pretendido, en palabras de los propios organizadores, “normalizar y visibilizar el colectivo LGTB (siglas de “lesbianas, gays, transexuales y bisexuales”) en un ambiente tradicionalista como Icade”. Según he podido saber, en la conferencia se llegaron a proferir expresiones tales como “Yo he sido una lesbiana machorra”, “Como chico he adoptado un rol de chico bastante afeminado” y otras aseveraciones igualmente perturbadoras y execrables que, por el respeto que la figura de Vuestra Excelencia me inspira, me resisto a reproducir en este texto. La referida conferencia constituyó, en definitiva, no un respetuoso foro de debate e intercambio de reflexiones, sino un ejercicio descarado de propaganda de ideas abyectas enraizadas en la ideología de género. No necesito recordar a Vuestra Excelencia, que evidentemente posee una formación teológica y doctrinal infinitamente superior a la mía, que la ideología de género es una ideología maligna, perversa y totalitaria que entra de pleno en contradicción, no sólo con las más elementales enseñanzas del Magisterio de la Iglesia y los designios de Dios para el hombre, sino con la misma naturaleza humana.

Ciertamente, quienes postulan esta ideología pretenden, entre otras aberraciones, socavar los cimientos de la familia natural (mal llamada “tradicional”) como célula básica de la sociedad, promover el aborto o subvertir la concepción de la sexualidad como don de Dios para la santificación de los cónyuges y la procreación, para trivializarla y normalizar todos los estilos de la lujuria. Tampoco necesito recordar que esta ideología de género ha sido objeto de las más enérgicas condenas pontificias desde la denominada “revolución sexual” de finales de los años 60, unas condenas que, si las condesásemos, nos darían para escribir una enciclopedia, pero baste traer a colación algunas citas elocuentes de Amoris Laetitia, por tratarse de la exhortación apostólica más reciente en la que el Papa Francisco aborda la cuestión de la familia y la ideología de género: – Núm. 53: “Avanza en muchos países una deconstrucción jurídica de la familia que tiende a adoptar formas basadas casi exclusivamente en el paradigma de la autonomía de la voluntad”.

– Núm. 56: “Otro desafío surge de diversas formas de una ideología, genéricamente llamada gender, que «niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer. Esta presenta una sociedad sin diferencias de sexo, y vacía el fundamento antropológico de la familia. Esta ideología lleva a proyectos educativos y directrices legislativas que promueven una identidad personal y una intimidad afectiva radicalmente desvinculadas de la diversidad biológica entre hombre y mujer. La identidad humana viene determinada por una opción individualista, que también cambia con el tiempo»”. “No caigamos en el pecado de pretender sustituir al Creador. Somos criaturas, no somos omnipotentes. Lo creado nos precede y debe ser recibido como don. Al mismo tiempo, somos llamados a custodiar nuestra humanidad, y eso significa ante todo aceptarla y respetarla como ha sido creada”.

– Núm. 285: “Más allá de las comprensibles dificultades que cada uno pueda vivir, hay que ayudar a aceptar el propio cuerpo tal como ha sido creado […] La educación sexual debe ayudar a aceptar el propio cuerpo, de manera que la persona no pretenda «cancelar la diferencia sexual porque ya no sabe confrontarse con la misma»”.

A la luz de todo lo expuesto, considero verdaderamente inquietante y perturbador que una universidad que se dice “pontificia”, “católica” y “jesuita” consienta la difusión de unas ideas tan opuestas a la doctrina del Catecismo. También considero que las autoridades de Comillas han faltado a la obligación que el canon 794§1 del Código de Derecho Canónico, en materia de la enseñanza católica, prescribe a la Iglesia de “ayudar a los hombres para que puedan llegar a la plenitud de la vida cristiana”, pues una conferencia de ideología del lobby LGTB, desde luego, no dirige a las personas hacia la senda de alcanzar la plenitud de la vida cristiana, sino más bien a la dirección contraria.

Verdaderamente, Vuestra Excelencia, si ni siquiera una universidad pontificia gobernada por la Compañía de Jesús puede estar a salvo hoy en día de la opresión tiránica del pensamiento de género, ¿quedará alguien que aún le pueda plantar cara? Las perspectivas de futuro dan lugar, desde luego, a pocos motivos de optimismo.

La misión fundamental de la Iglesia puede sintetizarse, simple y puramente, en la salvación de las almas. Cristo dio su vida en la Cruz para dar cumplimiento a las promesas de la Revelación y salvar así al hombre de la corrupción del pecado original, con lo que este, tras su paso por el mundo terreno y temporal, pueda reunirse finalmente en compañía de Dios y gozar junto a Él de la vida eterna. No obstante, el sacrificio de Cristo en la Cruz posibilita, pero no garantiza automática y gratuitamente, la salvación de las almas: el hombre como contrapartida debe llevar una vida lo más ajustada posible a las exigencias de la ley divina a fin de ganar su entrada en el Cielo.

Y es aquí donde creo que entra en juego el papel fundamental de la Iglesia, que debe guiar al hombre para la salvación de su alma, y a estos efectos debe fomentar comportamientos santificadores y virtuosos que lo acerquen a Dios y disuadir de todo aquello que lo aleje de Él. Especialmente importante es la labor de las universidades, máxime cuando se trata de universidades directamente pertenecientes a la Iglesia, como la Universidad Pontificia Comillas.

Las universidades católicas deben promover la pureza, y no el libertinaje sexual; deben ensalzar el valor de la familia natural, compuesta por un hombre, una mujer y unos hijos, y no pretender dar carta de naturaleza a deformaciones de este concepto; deben subrayar la importancia de la masculinidad y la feminidad, y no promocionar concepciones desfiguradas y torcidas del don divino de la sexualidad.

En esencia, considero que las autoridades de Comillas no han obrado acertadamente al permitir la celebración en sus instalaciones de una ponencia sobre el colectivo LGTB, cuyos postulados entran en contradicción patente con la misión de la Iglesia de propagar las enseñanzas de la verdad católica y alejan al hombre de la salvación de su alma, al abocarlo a conductas de grave pecado que, a la postre, lo alejan de la Gracia de Dios y conducen a su perdición.

No quiero concluir sin presentar mis excusas a Vuestra Excelencia si el tono de esta carta en algún momento ha podido sonar demasiado atrevido, pero mi conciencia de católico, el cariño por mi antigua universidad y mi gratitud hacia los profesores que me dieron clase y a la excelencia de la formación académica recibida me impiden permanecer en silencio. Al tratarse Comillas de una universidad “pontificia”, por tanto directamente dependiente de la Iglesia, y Vuestra Excelencia del máximo representante diplomático del Santo Padre en España, considero que es la persona más adecuada a quien trasladar esta preocupación.

También quiero aprovechar esta ocasión para sugerir, si Vuestra Excelencia lo considera prudente y oportuno, que se dirija a las autoridades de la Universidad Pontificia Comillas y les inste, en primer lugar, a emitir una corrección pública en la que se clarifique que el contenido de la conferencia en modo alguno representa el punto de vista de la universidad, de la Compañía de

Jesús o de la Iglesia y, además, a abstenerse de permitir en el futuro la repetición de eventos similares.

De Vuestra Excelencia Reverendísima, fiel servidor que besa su pastoral anillo.

En Cristo,