«Somos testigos de la desintegración de la catolicidad de la Iglesia»

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El teologo Thomas G. Weinandy pronuncia una conferencia en la que lamenta que los cuatro rasgos esenciales de la Iglesia (Una, santa, católica y apostólica) están siendo atacados desde el actual liderazgo de la Iglesia.

El padre Weinandy, de 72 años, es un teólogo entre los más conocidos y estimados. Vive en Washington, en el Colegio de los Capuchinos, la orden franciscana a la que pertenece. Hasta ahora es miembro de la Comisión Teológica Internacional que ayuda a la Congregación vaticana para la Doctrina de la Fe, nombrado allí en el 2014 por el papa Francisco.

Enseñó en Estados Unidos en varias universidades, en Oxford durante doce años y en Roma en la Pontificia Universidad Gregoriana.

Todos recuerdan del padre Thomas G. Weinandy la carta abierta que envió al papa Francisco en el verano pasado:

Un teólogo escribe al Papa: Hay caos en la Iglesia y usted es una causa

Durante nueve años, desde el 2005 al 2013, fue director ejecutivo de la Comisión Doctrinal de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos. Y siguió formando parte como “advisor” [consejero] hasta el día de la publicación de su carta abierta al papa Francisco, cuando fue obligado a renunciar.

Ayer, sábado 24 de febrero, pronunció una conferencia en Sydney, promovida por la Universidad Notre Dame, de Australia.

En ella, el padre Weinandy describe y denuncia el atentado de gravedad sin precedentes que algunas teorías y prácticas “pastorales” alentadas por el papa Francisco están llevando a cabo contra la Iglesia “una, santa, católica y apostólica” y en particular contra la Eucaristía, que es “cima y fuente” de la vida de la Iglesia misma.

Sandro Magister ha publicado en su blog los pasajes cruciales del acta de acusación del padre Weinandy:

EL DESAFÍO CONTEMPORÁNEO A LA IGLESIA Y A LA EUCARISTÍA

por Thomas G. Weinandy

Es cierto que la Iglesia posterior al Concilio Vaticano II estuvo llena de divisiones, con disputas sobre la doctrina, la moral y la liturgia. Estos desacuerdos todavía continúan. Sin embargo, en ningún momento durante los pontificados de Juan Pablo II y Benedicto XVI hubo dudas sobre lo que la Iglesia enseña respecto a su doctrina, su moral y la práctica litúrgica. […] Ese no es el caso, en muchas formas significativas, en el actual pontificado del papa Francisco.

Desafío a la unidad de la Iglesia

[…] A veces parecería que el papa Francisco se identifica no como el promotor de la unidad, sino como el agente de división. Su filosofía práctica, si es una filosofía intencional, parece consistir en la creencia que un bien unificador mayor emergerá de la actual algarabía de opiniones divergentes y de la confusión de las divisiones resultantes.

Mi preocupación aquí es que esa aproximación, incluso si no fuese intencional, golpea en la verdadera esencia del ministerio petrino tal como lo entendió Jesús y como ha sido continuamente entendido por la Iglesia. El sucesor de san Pedro, a causa de la verdadera naturaleza del oficio, ha de ser, literalmente, la personificación personal y, en consecuencia, el signo consumado de la comunión eclesial de la Iglesia, y de ese modo el principal defensor y promotor de la comunión eclesial de la Iglesia. […] Al parecer, al alentar la división doctrinal y la discordia moral en el interior de la Iglesia el actual pontificado ha transgredido la marca fundacional de la Iglesia: su unicidad. ¿Pero cómo se manifiesta esta ofensa contra la unidad de la Iglesia? Lo hace desestabilizando los otros tres atributos de la Iglesia.

Desafío a la apostolicidad de la Iglesia

En primer lugar, se está socavando la naturaleza apostólica de la Iglesia. Tal como ha sido advertido por teólogos y obispos, y más frecuentemente por el laicado (que posee el “sensus fidelium”), la enseñanza del actual pontífice no se destaca por su claridad. […] Como se ve en “Amoris Laetitia”, re-concebir y expresar en una forma nueva la anterior y clara enseñanza apostólica y la tradición magisterial en una forma aparentemente ambigua, así como dejar confusión y perplejidad en el interior de la comunidad eclesial, es contradecir sus propias tareas como sucesor de Pedro y transgredir la confianza de sus compañeros obispos, al igual que la de los sacerdotes y de todos los fieles.

Ignacio [de Antioquía] se espantaría de tal situación. Si, para él, la enseñanza herética expuesta por los que sólo están lábilmente asociados con la Iglesia es destructiva para la unidad de la Iglesia, mucho más devastadora es la enseñanza ambigua cuando es formulada por un obispo que tiene el encargo divino de asegurar la unidad eclesial. […]

Además, […] aparentar que se sanciona una interpretación doctrinal o moral que contraviene lo que ha sido la enseñanza apostólica recibida y la tradición magisterial de la Iglesia – tal como fue definida dogmáticamente por los Concilios y enseñada doctrinalmente por los Papas anteriores y los obispos en comunión con él, tal como fue aceptada y creída por los fieles, no puede ser propuesta como enseñanza magisterial. […] En cuestiones de fe y moral la enseñanza de un Papa vivo no tiene en absoluto precedencia sobre la enseñanza magisterial de los pontífices anteriores o la tradición doctrinal magisterial establecida. […] Esa enseñanza ambigua del papa Francisco parece a veces caer fuera de la enseñanza magisterial de la histórica comunidad eclesial apostólica provoca entonces gran preocupación, pues esto, como se dijo antes, promueve la división y la desarmonía más que unidad y paz en el interior de la única Iglesia apostólica. […]

Desafío a la catolicidad de la Iglesia

En segundo lugar, […] la universalidad de la Iglesia se manifiesta visiblemente en que todas las Iglesias particulares están mutuamente vinculadas, a través del Colegio de los obispos en comunión con el Papa, mediante la profesión de la misma fe apostólica y mediante la predicación del único Evangelio universal a toda la humanidad. […] Este atributo de la unicidad católica está también desafiado actualmente.

La adhesión del papa Francisco al concepto de sinodalidad ha sido muy promocionada: el otorgamiento a las Iglesias geográficas locales de más libertad auto-determinada. […] Pero tan visualizada por el papa Francisco y promovida por otros, esta noción de sinodalidad, en vez de asegurar la unicidad universal de la Iglesia Católica – una comunión eclesial compuesta de múltiples Iglesias particulares -, ahora es empleada para socavar y así sancionar divisiones dentro de la Iglesia. […]

Actualmente somos testigos de la desintegración de la catolicidad de la Iglesia, por Iglesias locales, tanto a nivel diocesano como a nivel nacional, que con frecuencia están interpretando normas doctrinales y preceptos morales en varias formas conflictivas y contradictorias. […]  El atributo de la unicidad de la Iglesia, una unidad que el Papa está divinamente mandado a proteger y suscitar, está perdiendo su integridad porque sus atributos de catolicidad y apostolicidad han caído en un desorden doctrinal y moral, una anarquía teológica que el Papa mismo, quizás inconscientemente, ha comenzado al abogar por una concepción defectuosa de la sinodalidad. […]

Desafío a la santidad de la Iglesia

En tercer lugar, esto nos lleva al cuarto atributo de la Iglesia: su santidad. Este atributo está igualmente bajo asedio, más especialmente, pero no sorprendentemente, con relación a la Eucaristía. […]

Para participar plenamente en la Eucaristía de Cristo, […] se deben personalizar los cuatro atributos de la Iglesia, porque solo obrando así se está en comunión plena con la Iglesia para recibir la Comunión – el cuerpo elevado y la sangre de Jesús, la fuente y culminación de la unión de uno con el Padre en el Espíritu Santo. […]

La primera cuestión […] pertenece específicamente a la santidad. Si bien se debe profesar la única fe apostólica de la Iglesia, la fe misma es insuficiente para recibir a Cristo en la Eucaristía. Referenciándose en el [Concilio] Vaticano II, Juan Pablo II afirma que “es preciso perseverar en la gracia santificante y en la caridad, permaneciendo en el seno de la Iglesia con el ‘cuerpo’ y con el ‘corazón’” (Ecclesia de Eucharistia, n. 36). A comienzos del siglo II d. C., Ignacio [de Antioquía] planteó este mismo punto: que sólo se puede recibir la Comunión “en estado de gracia” (Ad. Eph., n. 20). En consecuencia, de acuerdo con el Catecismo de la Iglesia Católica y el Concilio de Trento, Juan Pablo II confirma: “Deseo, por tanto, reiterar que está vigente, y lo estará siempre en la Iglesia, la norma por la cual el Concilio de Trento ha concretado la severa exhortación del apóstol Pablo, al afirmar que, para recibir dignamente la Eucaristía, ‘debe preceder la confesión de los pecados, cuando uno es consciente de pecado mortal’” (ibid.). De acuerdo con la doctrina tradicional de la Iglesia, Juan Pablo II insiste entonces que el sacramento de la Reconciliación es “necesario para acercarse a la plena participación en el Sacrificio eucarístico” cuando el cristiano tiene conciencia de un pecado grave. Si bien él reconoce que sólo la persona puede juzgar en conciencia su estado de gracia, él asevera que “en los casos de un comportamiento externo grave, abierta y establemente contrario a la norma moral, la Iglesia, en su cuidado pastoral por el buen orden comunitario y por respeto al Sacramento, no puede mostrarse indiferente” (ibid.). Juan Pablo II intensifica su admonición citando el Derecho Canónico. Donde hay “una manifiesta indisposición moral”, es decir, según el Derecho Canónico, cuando las personas “obstinadamente persisten en un manifiesto pecado grave”, entonces “no se permite la admisión a la comunión eucarística” (ibid.).

Aquí percibimos el desafío actual a la santidad de la Iglesia y específicamente a la santidad de la Eucaristía. La cuestión de si las parejas católicas divorciadas y vueltas a casar, que participan en acciones maritales, pueden recibir la Comunión, gira en torno a la verdadera cuestión de “un comportamiento externo grave, abierta y establemente contrario a la norma moral” y, en consecuencia, si ellas poseen “una manifiesta indisposición moral” para recibir la Comunión.

El papa Francisco insiste correctamente que tales parejas deben ser acompañadas y entonces ayudadas para formar apropiadamente sus conciencias. Concedido que hay casos maritales extraordinarios en los que se puede discernir correctamente que un matrimonio anterior fue sacramentalmente inválido, aun cuando no se puede obtener evidencia para una nulidad, se permite entonces a una pareja recibir la Comunión. Sin embargo, la ambigua manera en la que el papa Francisco propone este acompañamiento pastoral permite que se desarrolle una situación pastoral en la que la práctica común permitirá rápidamente que casi todas las parejas divorciadas y vueltas a casar se juzguen libres para recibir la Santa Comunión.

Esta situación pastoral se desarrollará porque mandamientos morales negativos, tales como “no cometerás adulterio”, ya no se los reconoce más como normas morales absolutas que nunca pueden ser infringidas, sino como ideales morales, como metas que pueden ser alcanzadas durante un período de tiempo o que nunca pueden ser realizadas en la vida de alguien. En este período intermedio indefinido, con la bendición de la Iglesia, las personas pueden continuar esforzándose todo lo que ellas son capaces de hacerlo, vivir vidas “santas” y así recibir la Comunión. Esa práctica pastoral tiene múltiples consecuencias perjudiciales doctrinales y morales.

Primero, permitir que reciban la Comunión los que están objetivamente en pecado grave manifiesto es un ataque público abierto a la santidad de lo que Juan Pablo II llama “el Santísimo Sacramento”. El pecado grave, por su verdadera naturaleza, tal como atestiguan Ignacio de Antioquía, el Concilio Vaticano II y Juan Pablo II, priva a uno de la santidad, porque el Espíritu Santo no habita más en una persona, en consecuencia, hace a la persona incapaz de recibir la Santa Comunión. Pues recibir la Comunión en ese estado literalmente desgraciado constituye una mentira, pues al recibir el sacramento se está aseverando que se está en comunión con Cristo, cuando en realidad no es así.

Del mismo modo, tal práctica es también una ofensa contra la santidad de la Iglesia. Sí, la Iglesia está compuesta por santos y pecadores, pero los que pecan, que son todos, deben ser pecadores-arrepentidos, específicamente del pecado grave, si ellos han de participar plenamente en la liturgia eucarística y así recibir los santísimos cuerpos y sangre de Jesús exaltados. Una persona que está en pecado grave puede todavía ser un miembro de la Iglesia, pero como pecador-grave esa persona no participa más en la santidad de la Iglesia como uno de los fieles santos. Recibir la Comunión en ese estado no santo es, nuevamente, representar una mentira porque en esa recepción se está intentando testimoniar públicamente que uno es un miembro agraciado y viviente de la comunidad eclesial cuando no lo es.

Segundo, y puede ser más importante, permitir recibir la Comunión a los que persisten en pecado grave manifiesto, aparentemente como un acto de misericordia, es empequeñecer el mal condenatorio del pecado grave y difamar la magnitud y el poder del Espíritu Santo. Esa práctica pastoral está reconociendo implícitamente que el pecado continúa gobernando la humanidad a pesar de la obra redentora de Jesús y su unción del Espíritu Santo sobre todos los que creen y son bautizados. Jesús en realidad no es el Salvador y Señor, sino que más bien Satanás sigue reinando.

Además, aprobar a personas en pecado grave no es de ninguna manera un acto benevolente o amoroso, pues se está avalando un estado en el que podrían ser eternamente condenados, es decir, se estaría amenazando su salvación. De igual manera, a su vez, también se está insultando a esos pecadores-graves, pues se está sutilmente diciéndoles que son tan pecadores que ni siquiera el Espíritu Santo es lo suficientemente poderoso para ayudarles a cambiar sus formas pecaminosas y hacerlos santos. En esencia, son in-salvables. Aunque en realidad, lo que en definitiva se está ofreciendo es la admisión que la Iglesia de Jesucristo no es realmente santa y por eso es incapaz de santificar verdaderamente a sus miembros.

Por último, el escándalo es la consecuencia pastoral pública de permitir que reciban la Santa Comunión las personas en pecado grave manifiesto y no arrepentidas. No es simplemente que los fieles miembros de la comunidad eucarística estarán consternados y posiblemente contrariados, sino más importante aún, ellos serán tentados para pensar que también pueden pecar gravemente y continuar en buena situación con la Iglesia. ¿Por qué intentar vivir una vida santa, incluso una vida virtuosa heroica, cuando la Iglesia misma parece no exigir ese tipo de vida, o incluso de alentar esa vida? Aquí la Iglesia se convierte en una parodia de sí misma y esa farsa no engendra más que desprecio y desdén en el mundo, y burla y cinismo entre los fieles, o a lo sumo, una esperanza contra esperanza entre los más pequeños.

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Comentarios
33 comentarios en “«Somos testigos de la desintegración de la catolicidad de la Iglesia»
  1. al fondo veia una paloma colgada en un cable mientras caminava por una carretera,de repente vi la sombra de una gran paloma oue ocupava toda la carretera,como es esto posible me pregunto ninguna paloma hace una sombre tan grande,por tanto es una vision mia de algo oue he visto y no es posible,mientras decia oue feo es vendr la casa de Dios y no compartirla entre todos los cristianos,pues Dios ouiere seguir en su iglesia y oue no sea vendida al mejor postor,por tanto la iglesia oue es de todos los cristianos catolicos protestantes …etc ha de ser compartida y no vendida como negocio.palabra del señor.

  2. Weinandy ha captado perfectamente la esencia de la misericorditis :
    ” Además, aprobar a personas en pecado grave no es de ninguna manera un acto benevolente o amoroso, pues se está avalando un estado en el que podrían ser eternamente condenadas, es decir, se estaría amenazando su salvación. De igual manera, a su vez, también se está insultando a esos pecadores-graves, pues se está sutilmente diciéndoles que son tan pecadores que ni siquiera el Espíritu Santo es lo suficientemente poderoso para ayudarles a cambiar sus formas pecaminosas y hacerlos santos. En esencia, son in-salvables. Aunque en realidad, lo que en definitiva se está ofreciendo es la admisión que la Iglesia de Jesucristo no es realmente santa y por eso es incapaz de santificar verdaderamente a sus miembros ”
    Esto no se había atrevidio a decirlo nadie. La acusación es gravísima. Los esbirros de la misericorditis no van a poder acallar esta voz, pues representa a muchas voces que no alcanzamos a decir lo que padecemos.

  3. Gracias Infovaticana por informarnos de este torpedo en la linea de flotación de la misericorditis. Estoy convencido de que va a haber un antes y un después del torpedo Weinandy. Lo querrán desactivar, pero no lo van a conseguir, pues es un torpedo del Espíritu Santo.

  4. Otro mas que busca su minuto de gloria. Otro mas en el camino de tantos que se quedaron enamorados de su propias ideas. otro mas que sigue el camino de Lefevbre.

  5. Los criterios de Cantalamezza: Hacia dentro, esto es, en las relaciones intraeclesiales y en los «conflictos de opiniones» que surgen en ellas, Cantalamessa propone tres criterios: uno, «seguir la propia conciencia»; dos, «respetar la conciencia ajena y abstenerse de juzgar al hermano»; y tres, «evitar dar escándalo».

  6. Un anciano sacerdote enseñaba que dentro de la Iglesia sucede que lo que rompe un necio no lo reparan veinte sabios. Si se admite que la sola conciencia personal humana salva,´para qué están los Sacramentos y su dispensadora la Iglesia ?. Se ha producido un desorden en el cual se ha dejado en manos de las Conferencias Episcopales temas que les son ajenos a su propia estructura. De forma tal que prevalecen los criterios personales y los intereses locales sobre la unidad Doctrinal y Sacramental. Hay una profunda pelea entre dos sistemas el de la unidad y el de la federación. Esta situación no es nueva es la misma de siempre y terminará como lo ha sido siempre un Concilio y.o un Cisma. Roma y Constantinopla. Enrique VIII. La barca no puede tener dos timones y menos aún varios timoneles. Hay tantas confrontaciones personales, agresiones, calificaciones, que hemos perdido la cortesía, la discrepancia fundada, el respeto por la opinión de los demás.

  7. Esto es la mayor corrección jamás dirigida a un Papa en la Iglesia Católica. Es una corrección filial y teologal, desde la teología de verdad. Es una bomba. Estoy convencido de que volveremos sobre ella una y otra vez. Hay que darle la mayor difusión posible. Gracias Infovaticana, gracias Sandro Magister, graciasVicente Montesinos Adoración y Liberación por haber captado su alcance. Es un torpedo en la línea de flotación de la misericorditis, el mayor hasta la fecha.

  8. No es lícito el silencio y con el cuento de que respeto la conciencia ajena o que significa un juicio al hermano o que si proclamo y se confirma en la verdad evangélica y magisterio continuo entonces sea escándalo… esto es falso es engendrado por la tibieza y cobardía.
    Jesús es la única verdad el camino y la vida no hay otro camino. Es decir si hay error en lo que se cree o sea, se proclama mentira, entonces se pierde el camino y se renuncia a la vida, no solo la personal sino de las ovejas a su cuidado. Ningún pastor llamado por Jesús al monte quien le ha visto transfigurado podría desafiarlo de forma alguna.
    La existencia del error no solo es latente sino que hay pertinacia en sostener la ambigüedad y que sus causas no sean sofocadas. Esto es grave.
    El fondo del tema reside como lo dice padre Weinandy en que somos una Iglesia Santa, conformada por pecadores arrepentidos. El error de fe es que se pueda seguir siendo pecadores porque todos los somos y esta predicación anula la contr

  9. Precisamente porque el P. Weinandy tendrá que rendir cuentas a Dios y no a Francisco, por lo que se ve obligado a decir las palabras que dice.
    Veo que siguen los papalotras en su defensa numantina de error, ya que no son capaces de contradecir ni un solo argumento de P. Weinandy.

  10. Va a haber un antes y un después de Weinandy, el torpedo Weinandy, lanzado por el Espíritu Santo contra la línea de flotación de la misericorditis, que no cree en la capacidad de salvación de la Iglesia Católica, otorgada por Dios.

  11. «La adhesión del papa Francisco al concepto de sinodalidad ha sido muy promocionada: el otorgamiento a las Iglesias geográficas locales de más libertad auto-determinada.»
    «Divide et vinces, divide ut imperes y divide ut regnes»
    No es nuevo lo que está haciendo el papa Francisco para desarrollar e imponer su teología de la liberación y del pobrismo de inspiración marxista en la Iglesia, dar mas poder a los caciques católicos y crear unos reinos de taifas, pensando falsamente que los fieles serán mas libres al no depender de El Vaticano Romano, cuando lo que hará será esclavizarlos a los tiranos regionales. Piensa como un ser político y mundano, no como un sucesor de Pedro que busca la Santidad personal, de la Iglesia y su Catolicidad o Universalidad en la diversidad.

  12. Rafael, no sé en qué mundo vive Vd, o es que no se entera de lo que se está hablando. A quien se refiere el teológo T. Wienandy, como causa y como actor de la desintegración de la catolicidad de la Iglesia es el papa Francisco y su pontificado, en contraposición a Juan Pablo II y a S.S.Benedicto XVI, que sí eran garantes de esa catolicidad y de la libertad de la Iglesia ante el mundo,

  13. Lúcida , a la vez que clara y al alcance de todos, la conferencia de Wienandy. Inconcusas sus argumentaciones y su resolutividad.
    Entristece que frente a la razón y la fe, que van unidas, no haya reacciones. No en vano el discurso de Ratisbona, de B. XVI no quería ser oído por los musulmanes, pero tampoco por muchos cristianos y católicos.
    Y frente a este discurso, sólo caben los argumentos «ad hominem» que, como es sabido, no valen en lógica, razonamiento y discurso y que sólo lo utilizan los sofistas. Sofistas y/o papanatas (ver por favor la definición, que no es un insulto) de estilo «rafaeles» y «ricardos», no se sabe porqué, y otros falsos amigos del papado, son los únicos que no quieren pensar aplicando la razón a la fe y a la moral, y siguiendo en su falta de diálogo sincero. ¿Incapacidad (papanatismo) o empecinamiento? No se sabe ¿O sí?

  14. ¡Que obsesión con la unidad! Acaso no dijo Jesús: «A partir de ahora en una casa estarán divididos a causa mía, dos contra tres. La madre contra el marido y el padre contra el hijo, etc». Jesús reconoce que su predicación va a causar división, y sin embargo continuó predicando. ¿De qué sirve la unidad, si hay leyes equivocadas?¿Cómo se puede negar recibir sacramentos a una mujer abandonada por su esposo, o viceversa, sin tener culpa? Eso es crueldad y ceguera. Es una ley de una época remota que hay que adaptar al día de hoy. Y ¿Cómo se puede decir a un matrimonio que ya tiene los hijos que puede según su economía y tiempo disponible, que tenga más o que se abstengan, que no pueden usar anticonceptivos porque no son «naturales»? otro error garrafal de inmovilistas y dogmáticos. Tenemos que aceptar que hay doctrinas de la Iglesia equivocadas, y hay que cambiarlas para no hacer más daño: «odres viejos para vino nuevo». ¡El Papa es el que puede corregir a Wienandy, no al revés!

  15. Con todo respeto, la unidad es un principio esencial que está en el símbolo de la Fe. No se trata de una federación de conferencias episcopales, sino del Cuerpo Místico de Cristo. No es la primera vez que sucede una ruptura ha pasado muchas veces lamentablemente. Veamos la historia. Nadie está obligado a permanecer en la Iglesia. Hay una sentencia de Cristo los que perseveren se salvarán. Es un error tratar de hacerse una Iglesia a la medida de cada uno, es «tentador» hacerlo pero es mentira poder hacerlo.

  16. Cuando atacan desde fuera es muy desagradable, pero cuando el escarnio parte de dentro la situación es caótica:
    http://www.infocatolica.com/blog/espadadedoblefilo.php/1802260340-la-comunion-de-los-santos-y-s
    La comunión de los santos y su parodia
    Bruno, el 26.02.18 a las 3:40 AM
    A veces, cuando uno lee la noticia del último disparate eclesial, se asombra y piensa: ¿Cómo ha podido suceder esto? ¿Por qué nadie lo impide? ¿Están ciegos? Y al cabo de un par de horas o un par de días el escándalo se olvida, hasta que llega la noticia de un nuevo disparate eclesial y uno se indigna de nuevo y se pregunta otra vez el porqué.

    Hoy me he desayunado con uno de esos escándalos: una Misa “de carnaval” en Alemania que comienza con un espectáculo de acróbatas y saltimbanquis, donde el diácono predica burlándose del celibato sacerdotal y suscita un gran aplauso entre la concurrencia, donde uno de los sacerdotes se viste de mujer antes de cantar canciones de juerga en la Iglesia…

  17. La unidad no es incompatible con la diversidad de opiniones que siempre hubo en la Iglesia. Las hubo en todos los papados. Sencillamennte que con Juan Pablo II las voces se acallaban. Tampoco existia la cantidad de sitios que hay ahora.

  18. Hacen falta más Weinandy, Aberásturi, Guadalix .., que se atrevan a denunciar la falsedad de la misericorditis barata, de recortes, saldos y liquidaciones, de todo a 100 y menos.

  19. Si la religión no produce más felicidad y paz interior al hombre, ¿de qué sirve?. Jesús predicó la buena noticia del reino: Un estado de cosas en el cual el hombre pueda desarrollar su personaliad, amar a Dios y a los demás. Ser feliz en la medida que es posible en la Tierra. Las leyes «inmutables» que impiden que un matrimonio fracasado tenga una posibilidad de emprender una nueva relación, que impiden vivir una sexualidad plena y responsable, no son una buena noticia, sino muy mala y oprimen al hombre. Cuando se alzan opiniones sobre la doctrina, basadas en décadas de estudios serios, que cambian algo, y se recibe la crítica y la burla de los ultraortodoxos apelando a la unidad, los dogmas, etc., no es buena noticia, no es evangelio. Ha dicho el Papa: «La doctrina no puede guardarse en naftalina como las mantas, sin ofender la acción del Espíritu Santo»

  20. La unidad es un principio esencial como verdad de fe no negociable y no admite opiniones sino adhesiones o rechazo, en pleno ejercicio de la libertad personal. Viene de (Juan 17: 20 – 26 20 No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí,
    21 para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. 22 Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: 23 yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí). Es la Palabra en acción la que nos llama a la unidad para poder ingresar al único reino, esa unidad empieza en la tierra para que el mundo conozca el motivo de la venida de Cristo y del Amor del Padre. Lo primero que debemos hacer es tomarnos los temas en serio y orar incesantemente para la unidad.

  21. Jose Luis cree que los mandamientos de la ley De Dios son injustos. Le parece mucho más justa la misericorditis, que le hace decir al Espíritu Santo lo que nunca ha dicho ni podrá decir, pues el E S no puede contradecir a Jesucristo ni al Padre. Jose Luis se olvida del pecado original y de los pecados personales. No son los mandamientos los que nos hacen infelices sino el pecado, el que sea. Pero algunos prefieren seguir pecando y creyendo que ya están salvados por una misericorditis más falsa que Judas.

  22. ¿Padecía Jesús de misericorditis, como por aquí se dice?
    Entonces Jesús se levanta y les encara (a loa fariseos): «El que esté sin pecado, que tire la primera piedra» (Mt 7,1-5). E inclinándose otra vez, siguió escribiendo.
    – «¿Dónde están tus acusadores?, ¿Ninguno te ha condenado?” Ella contestó:
    – «Ninguno, Señor». Y Jesús le dijo:
    – «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más»
    Parece que hay dificultades en la Iglesia del s. XX de desprenderse de la costra del inmovilismo, para dejar de ver el mundo con ojos medievales. Unidad sí, naturalmente, tradición sí, inmovilismo no.
    El hombre moderno, creyente y responsable sufre al ver cómo sus hermanos siguen la farisea estela del dedo acusador ante su sufrimiento y les niega una vida en esperanza, plena y responsable en lo humano, dentro de la fe y en comunidad. Jesús predicó el Reino de Dios, la voluntad de Dios y el amor al prójimo, no una religión de doctrina estrecha y rígida que deja tirados a los pecadores.

  23. Intuyo un antes y un después de Weinandy, el torpedo Weinandy, el mejor lanzado y con mayor carga destructora contra la línea de flotación de la misericorditis.

  24. Un esposo(a) abandonado, que no tiene culpa de ese abandono, no está en situación objetiva de pecado, por tanto debería poder comulgar. Los mandamientos de Dios no son injustos, pero algunos están sujetos a un tiempo y un espacio, y cuando la situación cambia fuertemente, la Iglesia puede y debe revisarlos y cambiarlos si es necesario. Un ejemplo: Desde 1920 más o menos hasta hoy, la esperanza de vida ha aumentado en más de 40 años. Por tanto el período de fecundidad femenino se ha alargado enormemente. Es un error enorme mantener la doctrina de la Iglesia en lo relativo a fecundidad y relaciones sexuales sin tener en cuenta este hecho. Así lo comprenden millones de matrimonios cristianos que usan anticonceptivos regularmente. Sin embargo los Echeniques & company siguen aferrados a antiguos veredictos de la Iglesia, (que no han funcionado nunca) aumentando la falta de credibilidad de la Iglesia. Desde aquello de «creced y multiplicaos»¡ hemos llegado a 7.500 millones de personas!

  25. Jesús no condenaba pero algunos olvidan el «vete y no peques más «. Es decir, el arrepentimiento del pecador y su intención de no volver/seguir pecando es fundamental. No queramos hacer una fe a nuestra medida. Habla Jose Luis de mucho sufrimiento en determinados supuestos de divorciados vueltos a casar y de contracepcion responsable. La Iglesia acoge a los primeros y respeta la paternidad responsable… pero sabemos acoger las enseñanzas de la Madre Iglesia o ¿qué queremos? ¿una «acogida a la carta»?. Nos falta humildad y arrepentimiento. Ponemos nuestras prioridades y nuestra búsqueda propia de la felicidad por encima de todo lo que nos dijo Jesús. ..y luego nos quejamos de inmovilismo. ..¿de quién? ¿algunos de los que claman contra la Iglesia en temas de contracepción, por ejemplo, se han tomado la molestia de aprender métodos naturales que bien utilizados son muy fiables? … ni se lo plantean. Quieren una Iglesia a su medida.

  26. Con todo respeto la vida humana en la tierra es efímera y tiene obligaciones que debemos cumplir, hay límites puestos por Dios (no comer del fruto de determinado árbol), Cristo nos enseña claramente y no hay margen de discutir la voluntad del Padre, recordemos:
    «Del Evangelio según san Mateo 11, 28-30
    Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga liviana».
    Debemos ser más que mansos y llevar el yugo porque de esa manera acompañamos al Señor, San Agustín enseñó que «el que te creó sin ti no te salvará sin ti».

  27. La Iglesia saldrá victoriosa, a pesar de nosotros, los católicos, a pesar de sus miembros, a pesar de su cabeza, , Cristo Rey pondrá orden,

  28. Para José: Cuando Jesús salva a la adúltera del apedreamiento, le dice «Vete y no peques más». Es decir Jesús reconoce o mejor conoce que ha pecado y le insta a que no lo haga más. Si cae otra vez, caerá en el castigo.
    Tal como están las cosas hoy día, la permisividad de los que deben de velar por lo correcto y la formación de una moral individual, nos están llevando a que se busque solo ‘la misericordia’ pero no el arrepentimiento ni la penitencia. El «…no peques más» se nos está olvidando a todos.
    Es cierto que Dios es el único que tiene el poder de salvarnos, de llevarnos a Él otra vez, pero, y también lo dispuso Él, hemos de esforzarnos para esa salvación. Estamos cayendo en lo de la «fe sin obras». Bueno ésto es el signo de los tiempos: que me lo den todo hecho.

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