Una asociación gay de Nápoles califica el belén vaticano de «símbolo de inclusión e integración»

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Antonello Sannino, presidente de la rama napolitana de la asociación Arcigay, asegura que la presencia del belén vaticano supone una razón «para estar aún más contentos este año», ya que para la comunidad homosexual y transexual de Nápoles «es un importante símbolo de inclusión e integración».

¿Cuánto se puede escribir sobre un belén, por mucho que sea el belén central de la cristiandad, el que se monta cada año en la Plaza de San Pedro?

Sí, ya hemos contado que resulta un tanto peculiar, que no hay ni mula ni buey ni pastores adorando a una Sagrada Familia, por lo demás, difícil de encontrar, eclipsada por tanta figura alegórica de las siete obras de misericordia corporales; que sobre el pesebre se alzan las ruinas de una réplica de la cúpula de San Pedro, como en macabra premonición.

También hemos hablado de esa figura de la discordia, el apuesto culturista que representa al desnudo correspondiente a «vestir al desnudo» en una actitud que pocos interpretarían como anhelo por cubrirse el cuerpo.

Pero, ¿qué seriedad pueden tener esas críticas, más allá de un comentario opinable sobre un complejo montaje, o una excusa para sacar punta a cualquier detalle?

Sería de locos ver, como han hecho algunos, en esa conspicua talla un guiño a la comunidad LGTB, ¿no? Bueno, pues así como lo ha interpretado Antonello Sannino, presidente de la rama napolitana de la asociación Arcigay, en declaraciones a LifeSite News: «La presencia del belén vaticano es para nosotros una razón para estar aún más contentos este año. Para la comunidad homosexual y transexual de Nápoles es un importante símbolo de inclusión e integración».

Sannino está convencido de que esta y otras señales son evidencia de que la Iglesia va a replantearse su doctrina con respecto a las relaciones homosexuales. «La Iglesia es extremadamente lenta en sus transformaciones», dice. «Pero esperamos que por fin desarrollará un sentido real de apertura en la línea de las palabras del Papa: ¿quién soy yo para juzgar?».

Y es que en el origen de esa obra hay datos que llaman poderosamente la atención. El conjunto es una oferta presentada al Papa por el santuario abacial de Montevergine, cerca de Nápoles, obra del artesano Antonio Cantone, aprobada por la Secretaría de Estado y el propio Francisco.

Y resulta que el santuario conserva una talla de la Virgen una importante comunidad LGTB ha adoptado como patrona y cuyos rasgos reproduce la figura del belén vaticano. Sus devotos homosexuales (y trasexuales, bisexuales…) celebran el día de la Candelaria (2 de febrero, Fiesta de la Presentación) una romería a pie hasta el santuario conocida como ‘juta dei femminielli», «escalada de los afeminados».

Este último año se unió al evento sacro-profano el diputado transexual Vladimir Luxuria, informa en su blog Sandro Magister. El nuevo abad, Luca Guariglia, les dio su bendición en «una atmósfera de diálogo», según declaraciones de Luxuria.

El pueblo en cuyo término municipal se halla el santuario y del que parte la romería, Ospedaletto d’Alpinolo, se esfuerza desde hace algunos años en resultar atractivo para el ‘lobby’: hizo recientemente hijos adoptivos de la villa a un ‘matrimonio’ homosexual, inauguró un aseo público «para todos los géneros» y advierte en un cartel a la entrada que «Ospedaletto d’Alpinolo se opone a la homotransfobia y a la violencia de género».