Van a por la Humanae Vitae

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Los disidentes en el seno de la Iglesia siguen con la Humanae Vitae como una espinita clavada en su eclesiología y aumentan los temores sobre una ‘reinterpretación’ de la Humanae Vitae al anunciarse la creación de un grupo surgido del Instituto para el Matrimonio y la Familia Juan Pablo II de Roma para ‘revisar’ la encíclica de Pablo VI. 

En 1968, concluyendo el Concilio Vaticano II, el Papa Pablo VI redacto una esperadísima encíclica sobre la visión católica de la sexualidad que cayó como una bomba en ciertos ambientes: la Humanae Vitae.

Contrariamente a lo que muchos adeptos del ‘espíritu del Concilio’ esperaban, la encíclica, lejos de ‘abrir la mano’ sobre asuntos tan en boga entonces como la anticoncepción, confirmó la moral tradicional -como no podía ser de otra manera- y dio respuesta a dudas e interrogantes que parecían abrir los recientes descubrimientos en reproducción humana.

Quienes no vivieron aquellos años difícilmente entenderán lo que supuso. Poco antes de aparecer la encíclica se publicó simultáneamente en Le Monde, el órgano oficioso de los católicos británicos The Tablet y en el norteamericano The National Catholic Reporter un documento presionando al Magisterio para que aprobase el uso de la píldora, en el que se subrayaba que 70 miembros de la Comisión Pontificia eran partidarios de este resultado.

Fue, además, curiosamente profética. El Papa trazó las consecuencias de lo que la ‘mentalidad anticonceptiva’ supondría para nuestras sociedades con una claridad y acierto que debería hacer pensar a más de uno. De hecho, si hay una declaración reciente de la que es fácil decir que «la Iglesia tenía razón», esa es la Humanae Vitae.

Medio siglo después, los disidentes en el seno de la Iglesia, muchos y poderosos, siguen con la Humanae Vitae como una espinita clavada en su eclesiología, y parece que están montando un nuevo asalto contra la doctrina allí expresada con la excusa de la última exhortación del Papa reinante, Amoris Laetitia, según avezados observadores de la escena vaticana como Edward Pentin, del National Catholic Register.

Por lo menos cinco de los 28 miembros de la Academia Pontificia por la Vida son abiertamente críticos de las doctrinas expuestas por la Humanae Vitae: Monseñor Pierangelo Sequeri; Anne-Marie Pelletier; Padre Alain Thomasset, SJ; Padre Maurizio Chiodi; Padre Humberto Miguel Yanez, SJ, según el citado Pentin, con un ‘dudoso’, Padre Carlo Casalone, SJ.

El rumor sobre una ‘reinterpretación’ de la Humanae Vitae no es exactamente de ayer: se retrotrae al primer sínodo sobre la familia, pero entonces era solo eso, una especulación, un vago temor. Ese temor ha crecido, en parte, a consecuencia de la confusión creada en torno a la aplicación de la exhortación papal Amoris Laetitia, que movieron a cuatro cardenales a plantear al Papa sus Dubia o petición de aclaración sobre determinados aspectos equívocos del texto.

En la práctica, la consecuencia de esa ambigüedad ha sido que cada diócesis aplica lo dispuesto sobre la comunión de divorciados vueltos a casar como Dios le da a entender -por ponernos caritativos-, de modo que lo que es permisible en una ciudad puede estar prohibido en otra, dentro de la misma Iglesia Católica universal.

Y si un documento papal admite tan dispares interpretaciones, ¿por qué no otro? ¿Por qué no la ‘controvertida’ encíclica de la que pronto se cumplirá el quincuagenario?

De hecho, ya en su día el Cardenal Raymond Burke -uno de los dos que sobrevive al cuarteto de firmantes de los Dubia- publicó en carta abierta una dura objeción al Instrumentum laboris del sínodo basada, precisamente, en la Humanae Vitae.

Y ahora vuelven los temores al anunciarse la creación de un grupo surgido del Instituto para el Matrimonio y la Familia Juan Pablo II de Roma para ‘revisar’ la Humanae Vitae, lo que podría abrir la puerta a una libertad de interpretación no muy distinta a la que reina en torno a la última exhortación papal.

¿Cuál podría ser la base, el argumento, para debilitar una encíclica papal tan clara en sus definiciones como la Humanae Vitae? Probablemente, una versión distorsionada del ‘sensus fidelium’, el sentir de los fieles, como adelantó en el diario jesuita americano America el obispo de St Petersbourg (Florida) Robert Lynch:

«En la cuestión de la contracepción artificial, las reacciones podría caracterizarse dicendo que «el tren abandonó la estación hace mucho». Los católicos han tomado su propia decisión y el sensus fidelium sugiere el rechazo a la doctrina de la Iglesia en este asunto».

Aparte de la obviedad de que el de ‘sensus fidelium’ es un concepto que hay que coger con pinzas y manejar con exquisita prudencia -¿significa el abandono de una práctica por una mayoría de fieles una declaración razonada, razonable e inspirada de que tal práctica no es magisterio legítimo?- , una reinterpretación de la encíclica de Pablo VI que, en la práctica, anulara sus recomendaciones abriría la puerta a un modelo luterano de ‘libre examen’ que supondría la destrucción total del magisterio católico en no muchos años.