La tercera campanada: Frente a la crisis de la Iglesia, oración, mortificación, conocimiento de la fe y sacramentos

|

En su última carta, Escrivá de Balaguer afirma que «abunda el desconcierto y se causa mal impunemente —incluso con máscara de bien— porque se reza poco, y rezando poco no se logran discernir los espíritus y se confunde el error con el bien», y denuncia la falta de autoridad de algunos gobernantes de la Iglesia que han dejado proliferar el error.

En la primera carta pastoral como Prelado del Opus Dei, Fernando Ocáriz, recogiendo el testigo del Congreso de la Prelatura, animaba a “proseguir la publicación y la difusión de las obras completas de san Josemaría“. Aceptando la invitación del prelado del Opus Dei, extractamos hoy la primera de tres cartas muy poco conocidas de San Josemaría Escrivá: Sus tres últimas, conocidas como “Las Campanadas”.

No vamos a publicar las cartas como tal, por cuestiones de copyrighy, pero en cumplimiento de la Ley de Propiedad Intelectual explicaremos y extractaremos las mismas. Aunque no se encuentran en la propia página web oficial del Opus Dei, sí está publicado íntegro el capítulo en el que Vázquez de Prada comenta las cartas: “El más grave problema en que se encontró inmerso el Fundador en los últimos años de su vida fue la situación de la Iglesia, lo cual, para él, era fuente inagotable de dolor. A este “tiempo de prueba” para todos los cristianos, dedicó las tres últimas cartas a todos sus hijos. Dos de ellas en la primavera de 1973 y la tercera en febrero de 1974.”

La primera campanada: Así reaccionó un santo a la crisis en la Iglesia

La segunda campanada: El escrito más oculto de San Josemaría Escrivá

La tercera campanada

Relata Vázquez de Prada: «Pasadas unas semanas, envió el Padre a toda la familia de la Obra una carta de exhortación, ya previamente anunciada en la Navidad de 1973. A este nuevo aviso lo denominó familiarmente la «tercera campanada», porque era costumbre, hasta no hace muchos años —y todavía se conserva en algunos pueblos y ciudades—, el llamar a misa con tres toques de campana, debidamente espaciados. El último de ellos inmediatamente antes de la celebración litúrgica.»

Como dice la propia carta, Escrivá confiesa haber rezado mucho “para que vosotros —en medio de este caos eclesiástico— encontarais unas directrices seguras de orientación.” Escrivá explica, al principio de la misiva, la referencia a las campanadas:

“Siento el deber de avisaros y lo hago como tradicionalmente se convoca a los fieles, para acercarlos al Sacrificio de Jesucristo: repitiendo las llamadas. Tres solían darse, para anunciar el comienzo de la Santa Misa. Las gentes, al oír el repique ya familiar, aceleraban definitivamente el paso, corrían hacia la casa del Señor. Esta carta es como una tercera invitación, en menos de un año, para urgir vuestras almas con las  exigencias de la vocación nuestra, en medio de la dura prueba que soporta la Iglesia”.

Su gran preocupación: que sus hijos se mundanicen

Y manifiesta un deseo para sus hijos: “Quisiera que esta campanada metiera en vuestros corazones, para siempre, la misma alegría e igual vigilia de espíritu que dejaron en mi alma —ha trascurrido ya casi medio siglo— aquellas campanas de Nuestra Señora de los Ángeles. Una campana, pues, de gozos divinos, un silbido de Buen Pastor, que a nadie puede molestar. Sin embargo, hijos míos, habrá de moveros a contrición y, si es necesario, suscitará un deseo de profunda reforma interior: una nueva ascensión del alma, más oración, más mortificación, más espíritu de penitencia, más empeño —si cabe— en ser buenos hijos de la Iglesia.”

Lamenta San Josemaría en la carta que “se ha secado la lengua de quienes deberían predicarle, hasta el punto de que no pocos han perdido lo único de apariencia cristiana que les quedaba: la técnica de hablar claramente de Jesucristo y de su doctrina salvadora.”

Sobre la falta de perseverancia en la vocación al Opus Dei, Escrivá lo tiene claro: “Soltar un hilo, aunque parezca sin importancia, supone empezar a deshacer el tapiz. ¡Triste fracaso, un buen tapiz deshilachado¡ ¡Qué dolor, si un hijo de Dios se atreve a reclamar la voluntad, que había entregado al servicio de esta Obra donde reina la Cruz salvadora!”

Y pide una entrega total, que no se guarda nada: “Tú y yo, tenlo presente, hemos venido a entregar la vida entera. Honra, dinero, progreso profesional, aptitudes, posibilidades de influencia en el ambiente, lazos de sangre; en una palabra, todo lo que suele acompañar la carrera de un hombre en su madurez, todo ha de someterse —así, someterse— a un interés superior: la gloria de Dios y la salvación de las almas.”

En este párrafo se ve claramente cómo San Josemaría estaba preocupado por la mundanización de sus hijos espirituales, y de cómo el vivir metidos en la vida profesional puede llevar a que se divinice el prestigio y el promocionar:

“Pensad en esta unidad de vida cuando, con el paso del tiempo, os encontráis cogidos de lleno por el quehacer profesional. Debéis sentir la responsabilidad de quienes han de permanecer más metidos en Dios que nadie, haciendo de la profesión una continua ocasión de apostolado. Si en esos años de madurez la profesión se fuera convirtiendo como en un coto aislado, donde sólo con dificultad tienen acceso los criterios apostólicos, hemos de ver ahí un indicio evidente de que se está rompiendo la unidad de vida: y habría que recomponerla. Habría que volver a vibrar, es decir, habría que volver a la piedad, a la sinceridad, al sacrificio —gustoso o dificultoso— por las cosas de la Obra, del apostolado, a hablar de Dios sin empachos ni respetos humanos.”

“¡Ay, si una hija mía o un hijo mío perdiera esa soltura para seguir al ritmo de Dios y, con el correr del tiempo, se me apoltronara en su quehacer temporal, en un pobre pedestal humano, y dejara crecer en su alma otras aficiones distintas de las que enciende en nuestros corazones la caridad de Dios! En una palabra: produciría una pena inmensa que, al cabo de los años, un alma no rechazara la tentación de condicionar su entrega.”

“Revelaría un síntoma indudable de tibieza que nuestro trabajo ordinario se transformara en campo para satisfacciones de afirmación personal, de influjo a lo humano, de mundano progreso.”

“Qué horizonte más pobre el de un hijo mío que se embebiera de tal modo en sus cosas que se juzgara intocable, incapaz de considerarse disponible. Vigilad, porque arranca de ahí el itinerario de la soberbia. Después se perciben los síntomas de enmohecimiento del corazón para la piedad, para la fraternidad, para los encargos apostólicos; se enrarece el carácter, con reacciones desproporcionadas ante estímulos ordinarios; el alma se ensombrece y crea distancias respecto a los demás y como un alejamiento de lo que, en horas de fidelidad, era algo entrañable; aparece la frialdad de una criatura que no ha asimilado sobrenaturalmente una humillación, o un error o un detalle que suponía un vencimiento.”

Un consejo que es válido para todos, del Opus Dei y ajenos: «No os fiéis, pues, de vosotros mismos, aunque pasen los años. Mirad que lo que mancha a un chiquillo mancha también a un viejo.»

Sobre el ecumenismo y la crisis en la Iglesia, una receta: vivir en la Iglesia de siempre

Asombra ver cómo las palabras de Escrivá, escritas hace más de 40 años, parecen dirigirse a la Iglesia de hoy:

“No olvidéis el particular empeño que pone en estos tiempos el demonio, para lograr que los fieles se separen de la fe y de las buenas costumbres cristianas, procurando que pierdan hasta el sentido del pecado con un falso ecumenismo como excusa. (…) Deseamos, tanto como el que más lo desee, la unión de los cristianos: y aun la de todos los que, de alguna manera, buscan a Dios. Pero la realidad demuestra que en esos conciliábulos, unos afirman que sí y —sobre el mismo tema— otros lo contrario.

Cuando —a pesar de esto— aseguran que van de acuerdo, lo único cierto es que todos se equivocan. Y de esa comedia, con la que mutuamente se engañan, lo menos malo que suele producirse es la indiferencia: un triste estado de ánimo, en el que no se nota inclinación por la verdad, ni repugnancia por la mentira. Se ha llegado así al confusionismo: y se aniquila el celo apostólico, que nos mueve a salvar la propia alma y las de los demás, defendiendo con decisión la doctrina sin atacar a las personas.”

Y frente a falsas formas de ecumenismo, el fundador del Opus Dei propone la única opción católica:

“Cuando escritores embusteros, que se atreven en su soberbia y en su ignorancia —quizá en su mala fe— a calificarse como teólogos, perturban y oscurecen las conciencias, cada uno de nosotros ha de anunciar con mayor fuerza la doctrina segura, a través de un proselitismo incesante.”

«Estamos en continuo contacto con la realidad eterna y con la terrena, realidad que sólo admite una postura: vivir en la Iglesia de siempre. Es cierto que, en alguna ocasión, el hecho de tener y propugnar la verdad, algunos lo interpretan falsamente como un acto de soberbia, como si nos preocupáramos de salvaguardar un derecho a nuestra vanidad personal, cuando cumplimos estrictamente un enojoso deber.»

«Unos, con pretextos de evangelizar el mundo, se afanan en ceder y ceder, desvirtúando la sal cristiana», se lamenta el santo fundador.

Y considera que la vocación del Opus Dei choca más si cabe con la situación eclesial: «Pero la humanidad actual, me diréis, no se presenta nada propicia para entender estos deseos de total dedicación a Dios. Efectivamente, el viento que corre, dentro y fuera de la Iglesia, parece muy ajeno a aceptar estos requerimientos divinos tan profundos.»

Una crisis terrible, especialmente en tres aspectos: «Se escucha como un colosal non serviam! (Ierem. 11, 20) en la vida personal, en la vida familiar, en los ambientes de trabajo y en la vida pública. Las tres concupiscencias (cfr. 1 Ioann. 11, 16) son como tres fuerzas gigantescas que han desencadenado un vértigo imponente de lujuria, de engreimiento orgulloso de la criatura en sus propias fuerzas, y de afán de riquezas. Toda una civilización se tambalea, impotente y sin recursos morales.»

Reproche a los pastores que no protegen a su pueblo

«Un lamentable modo de acostumbrarse ha ocasionado la petulancia de algunos eclesiásticos que —posiblemente para encubrir su esterilidad apostólica— llamaban signos de los tiempos a lo que, a veces, no era más que el fruto, en dimensiones universales, de esas concupiscencias personales. Con ese recurso, en lugar de imponerse el esfuerzo de averiguar la causa de los males para ofrecer el remedio más oportuno y luchar, prefieren claudicar estúpidamente: los signos de los tiempos componen la tapadera de este vergonzoso conformismo.»

“En esta última decena de años, muchos hombres de Iglesia se han apagado progresivamente en sus creencias. Personas con buena doctrina se apartan del criterio recto, poco a poco, hasta llegar a una lamentable confusión en las ideas y en las obras. Un desgraciado proceso, que partía de una embriaguez optimista por un modelo imaginario de cristianismo o de Iglesia que, en el fondo, coincidía con el esquema que ya había trazado el modernismo. El diablo ha utilizado todas sus artes para embaucar, con esas utopías heréticas, incluso a aquellos que, por su cargo y por su responsabilidad entre el clero, deberían haber sido un ejemplo de prudencia sobrenatural.”

En una palabra: el mal viene, en general, de aquellos medios eclesiásticos que constituyen comouna fortaleza de clérigos mundanizados. Son individuos que han perdido, con la fe, la esperanza: sacerdotes que apenas rezan, teólogos —así se denominan ellos, pero contradicen hasta las verdades más elementales de la revelación— descreídos y arrogantes, profesores de religión que explican porquerías, pastores mudos, agitadores de sacristías y de conventos, que contagian las conciencias con sus tendencias patológicas, escritores de catecismos heréticos, activistas políticos.

Y un duro reproche contra la autoridad – en aquel momento era Pablo VI el Pontífice- que no ha frenado la deriva:

“Hay, por desgracia, toda una fauna inquieta, que ha crecido en esta época a la sombra de la falta de autoridad y de la falta de convicciones, y al amparo de algunos gobernantes, que no se han atrevido a frenar públicamente a quienes causaban tantos destrozos en la viña del Señor.”

“Hemos tenido que soportar —y cómo me duele el alma al recoger esto— toda una lamentable cabalgata de tipos que, bajo la máscara de profetas de tiempos nuevos, procuraban ocultar, aunque no lo consiguieran del todo, el rostro del hereje, del fanático, del hombre carnal o del resentido orgulloso.

Hijos, duele, pero me he de preocupar, con estos campanazos, de despertar las conciencias, para que no os coja durmiendo esta marea de hipocresía. El cinismo intenta con desfachatez justificar —e incluso alabar— como manifestación de autenticidad, la apostasía y las defecciones. No ha sido raro, además, que después de clamorosos abandonos, tales desaprensivos desleales continuaran con encargos de enseñanza de religión en centros católicos o pontificando desde organismos paraeclesiásticos, que tanto han proliferado recientemente.

Me sobran datos bien concretos, para documentar que no exagero: desdichadamente no me refiero a casos aislados. Más aún, de algunas de esas organizaciones salen ideas nocivas, errores, que se propagan entre el pueblo, y se imponen después a la autoridad eclesiástica como si fueran movimientos de opinión de la base. ¿Cómo vamos a callar, ante tantos atropellos? Yo no quiero cooperar, y vosotros tampoco, a encubrir esas grandes supercherías.”

«Todo coopera al desprestigio general de la autoridad eclesiástica y a que no se corrijan con oportunidad y energía los desórdenes: los desatinos heréticos, la inestabilidad, la confusión, la anarquía en asuntos de fe y de moral, de liturgia y de disciplina. A esta situación la llaman algunos —defendiéndola— aggiornamento, cuando es relajación y menoscabo del espíritu cristiano, que trae como consecuencia inmediata —entre otros efectos— la desaparición de la piedad, la carencia de vocaciones sacerdotales o religiosas, el apartar a los fieles en general — ya lo dije— de las prácticas espirituales. Y, por tanto, menos trabajo en servicio de las almas, al paso que los eclesiásticos —al verse ineficaces— se muestran desgraciados y abandonan el proselitismo, porque piensan que procurarán también la infelicidad a otros.»

«Recientemente os había ya urgido sobre esta mutua vigilia de amor que hemos de vivir, muy especialmente en estos tiempos en los que, desde dentro de la Iglesia, se siembra descaradamente la confusión. Agitadores de sacristías y de conventos, gente que ha hundido seminarios y vaciado iglesias, parecen destinar todo su interés a que haya hombres que sin guardar el Evangelio de Cristo y su ley, se llamen cristianos y envueltos en oscuridad se crean que tienen luz, por los halagos y embustes del enemigo, que, según nos dice el Apóstol, se transfigura en Angel, y reviste a sus agentes de ministros de justicia: presentan la noche como día, la muerte como salud, la desesperación con apariencia de esperanza, la perfidia como fidelidad, el anticristo con el nombre de Cristo; así escamotean con sutileza la realidad, engañando con apariencias de verdad. Esto sucede, hermanos amadísimos, por no volver al origen de la verdad, por no buscar la fuente, por no guardar la doctrina del Maestro celestial (San Cipriano, De Ecclesiae Catholicae unitate, c. 3).»

Persuadíos de que, si procuramos trabajar con esta sinceridad, no nos ganaremos las simpatías de algunos. Sin embargo, no caben ni ambigüedades ni compromisos. Si, por ejemplo, os llamaran reaccionarios porque os atenéis al principio de la indisolubilidad del matrimonio, ¿os abstendríais, por esto, de proclamar la doctrina de Jesucristo sobre este tema, no afirmaríais que el divorcio es un grave error, una herejía?

Ellos inventan el juego y deciden la posición de los demás. De estas típicas posturas falaces de ciertos eclesiásticos, que traicionan su vocación, brota como resultado la frívola componenda, la doctrina desvaída, el alejamiento del pueblo de sus pastores, la pérdida de autoridad moral y la entrada en el ámbito de la Iglesia de facciones partidistas. En el fondo, todo se reduce a que han caído en las redes de la dialéctica propia de una filosofía opuesta a la verdad, porque se fundamenta en violencias a la realidad de las cosas. Se descubre, también, que se teme más el juicio de los hombres que el juicio de Dios.

Por desgracia, se observan también en la Iglesia sitios —cátedras de teología, catequesis, predicación— que deberían alumbrar como focos de luz, y se aprovechan —en cambio— para despachar una visión de la Iglesia y de sus fines totalmente adulterada. Hijos míos, es un grave pecado contra el Espíritu Santo

Confundir a la Iglesia con una asamblea de fines más o menos humanitarios, ¿no significa ir contra el Espíritu Santo? Ir contra el Espíritu Santo es hacer circular, o permitir que circulen sin denunciar sus falsedades, catecismos heréticos o textos de religión que corrompen las conciencias de los niños, con enseñanzas dañosas y graves omisiones.

Sorprende la referencia de Escrivá a la discreción, que era uno de los ejes vertebradores de los estatutos primeros del Opus Dei, del año 1941:

«Crecer, en la Obra, es ir profundizando en esta unidad de vida, que nos lleva a engarzar el apostolado en las incidencias de la labor profesional, en la tarea ordinaria de cada jornada, sin tapujos ni falsas discreciones —hace años que enterré esa palabra, discreción, para que no hubiera lugar a equívocos —, procurando dar a conocer la doctrina y la vida de Jesucristo.»

Hablando sobre la Pascendi, de San Pio X, lamenta Escrivá: “¡Cuánto dolor se hubiese ahorrado a la Iglesia y cuánto daño se hubiese evitado a las almas, con la fiel obediencia a esos mandatos de San Pío X!”

La solución a todo: Rezar, rezar y rezar

«Hijos de mi alma, que ninguno me venga con remilgos y distingos, en estos momentos en que se requiere una firme entereza doctrinal. Abominemos de ese cómodo irenismo de quien imaginara pacificar todo, encasillando unos a la izquierda y acomodando otros a la derecha, para colocar graciosamente en un prudente centro —nada de extremismos, aseguran— el fruto de su juego dialéctico, ajeno a la realidad sobrenatural.»

«Frente a ese griterío, hemos de exclamar: basta. De una parte, no cediendo nosotros a los halagos del embrollo diabólico y, simultáneamente, colaborando cada uno en la difusión de la doctrina, en especial de aquellos puntos que algunos se empeñan en oscurecer.

Perseverad, pues, vigilantes. Hoy, especialmente entre los eclesiásticos y los clericales tocados por las corrientes modernistas, todo se juzga con una visión ajena al sentido sobrenatural. Me refiero a esas personas que, donde advierten una obediencia cristiana, hablan de verticalismo; si descubren certeza de fe en lo que todos hemos de creer, afirman que no hay pluralismo; si se observan unas normas litúrgicas con unción, serán capaces de sostener que falta espontaneidad en el culto. Se sujetan a clichés que unos cuantos desaprensivos lanzan a la calle y, después, los más impresionables los reproducen sin discriminación, en ocasiones —y ya es síntoma de escasez de talento— por el gusto de repetir una frase que juzgan más o menos de moda.

No queremos contribuir a empobrecer la espiritualidad de la Iglesia, arremetiendo contra lo que Jesucristo mismo instituyó: disminuyendo el sacerdocio ministerial y su santidad, para que se confunda con el sacerdocio real de los fieles; quitando el culto y las prerrogativas de la Madre de Dios, empequeñeciendo sus fiestas y su veneración; ahogando la devoción a los santos y a sus imágenes; destruyendo el sacramento del matrimonio. Y, sobre todo, dando disposiciones que conducen a arrancar de las almas el amor al Santo Sacrificio de la Misa y la certeza en la Real Presencia de Jesucristo en el Santísimo Sacramento del altar y Reservado en el Sagrario.

Errores y desviaciones, debilidades y dejaciones he dicho ya: y ahora —como siempre— el mal se envuelve diabólicamente en paños de virtud y de autoridad: y así resulta más fácil que se fortalezca y que produzca más daño. Porque aparecen gentes con una falsa religiosidad, saturada de fanatismo, que se oponen desde dentro a la Iglesia de Jesucristo, dogmática y jurídica, haciendo resaltar —con increíble desorden, cambiando por los del Estado los fines de la Iglesia— lo político antes que lo religioso.»

«Recemos más, ya que el Señor ha encendido en nuestra alma este gran amor a la Iglesia Santa. Clamemos, hijos, clamemos —clama, ne cesses! (Isai. LVIII, 1)—, y el Señor nos oirá y atajará la tremenda confusión de este momento.

El remedio de los remedios es la piedad. Ejercítate, hijo mío, en la presencia de Dios, puntualizando tu lucha para caminar cerca de Él durante el día entero. Que se os pueda preguntar en cualquier momento: y tú, ¿cuántos actos de amor de Dios has hecho hoy, cuántos actos de desagravio, cuántas jaculatorias a la Santísima Virgen? Es preciso rezar más. Esto hemos de concluir. Quizá rezamos todavía poco, y el Señor espera de nosotros una oración más intensa por su Iglesia. Una oración más intensa entraña una vida espiritual más recia, que exige una continua reforma del corazón: la conversión permanente. Piensa esto, y saca tus conclusiones.

Añadiría de nuevo que abunda el desconcierto y se causa mal impunemente —incluso con máscara de bien— porque se reza poco, y rezando poco no se logran discernir los espíritus y se confunde el error con el bien. Todo el designio del diablo, me atrevo a asegurar, está centrado en disuadir a los hombres de perseverar en la oración, porque la oración es el modo de introducirse en la amistad con Dios.

En primer término hemos de persuadirnos de que los medios sobrenaturales son los más adecuados, para afrontar una contienda de este tipo: la oración, la mortificación, el conocimiento de la doctrina de la fe, los sacramentos. Esto es lo sabio y prudente. Esto es lo propio de adultos, que eligen los auxilios más aptos para alcanzar su fin.»

«Era obligado mostrarles la cruda realidad, sin disimulo ni mitigación. El Padre se encargó de abrirles los ojos para que midiesen en toda su gravedad los penosos sucesos que aquejaban a la Iglesia. Convenía que lo supiesen de buena tinta y sin sentirse aplastados por tan malas noticias. Con objeto, por tanto, de que sus hijos captaran las dimensiones sobrenaturales, y las puramente humanas, del momento histórico, les hace contemplar la situación a la luz de la fe, de la esperanza y de la moral», concluye Vázquez de Prada en su biografía de Escrivá.

Ayuda a Infovaticana a seguir informando

Comentarios
30 comentarios en “La tercera campanada: Frente a la crisis de la Iglesia, oración, mortificación, conocimiento de la fe y sacramentos
  1. No conozco, hasta la fecha, ninguna nota oficial de la Prelatura del Opus Dei de los motivos por los que no se publican oficialmente las tres cartas que, incluso, según la información de que dispongo, fueron retiradas de los centros.

  2. Escriva rechazó de plano el Concilio Vaticano II; incluso pidió un priviligio para seguir celebrando la Santa Misa con el canon romano. Ocurre que un hombre,que ejerció un poder autoritario en el Opus, no se adaptó a los cambios que trajo el Concilio. A su muerte dejó las semillas de la esterilidad apostólica en que el Opus se encuentra hoy. La denuncia por la denuncia de poco sirvió. Su desprecio a Juan XXIII y a Pablo VI a quien llamaba el «jesuitón» tampoco. Nada original tienen sus campanazos.
    Sería interesante para ver la visión teológica de Escriva que se publicara la carta «Fortes in fide».

  3. Echenique: Tu sabez que en los centros del Opus no están ni las tres campanadas ni los Estatutos ni el Catecismo instrumentos que hacen al derecho interno del Opus que la inmensa mayoría de los socios desconoce.

  4. Encontramos en cada una de las cartas al menos un punto que puede resultar controvertido. La división interna en la Iglesia -en la primera- por los excesos del aggiornamento, la libertad de conciencia -en la segunda- ante la propuesta de la fe y la separación entre Iglesia y Estado -en la tercera- recomendando la opción aconfesional. Tres puntos neurálgicos del Concilio Vaticano II que fueron dirimidos adecuadamente en su momento. Esto sea, quizá, el motivo por el que se retiraron de la circulación ya que, por lo demás, las tres cartas siguen en la línea de lo profetizado por otros con anterioridad.

    Para que la religión no se convierta en un cerrojo mental es necesario que se asumida con plena libertad tanto en lo que tiene de salvífico como en lo escatológico. Eso no resta un ápice a la dimensión social e histórica que, por su misma naturaleza, tiene el hecho religioso. No hay capellanes castrenses porque el Estado lo disponga sino porque el Ejército lo solicita y lo mismo puede decirse de la Educación o de tantos otros ámbitos de la vida secular. El CVII quiso desprenderse de una visión del cristianismo anclada en la exaltación de los sentimientos tan propia del siglo que vio pasar y de fácil manipulación. La profundidad de las raíces cristianas de cada país vienen dadas según el modo por el que fueron evangelizados. No se construye una casa empezando por el tejado.

  5. Ricardo, es intolerable que las campanadas hayan sido retiradas de los centros del O. Dei, hurtandonos a los miembros de la Prelatura, de su lectura e, incluso, del conocimiento de la existencia de las mismas.
    Me temo que fueron retiradas con la llegada de Bergoglio. Creo que se me entiende.
    Pero es vergonzoso que la inmensa mayoría de los miembros de la Obra, ni siquiera saben que existen.

  6. Esta tercera campanada ha cobrado más vigencia que nunca, escrita además con un castellano que es una delicia. Si el Opus Dei no vuelve a las tres campanadas, cuyo carácter fundacional me atrevo a asegurar, su camino a la extinción se acelerará. Sería una pena.

  7. Pues en mi centro de Donosti está el Catecismo de la Obra; la primera y segunda carta no están, pero la tercera si; los estatutos ni me preocupo si están…yo los tengo en pdf en castellano bajados de la página de la Obra…. andáis un poco mal de información.

  8. Carlos: Fueron retiradas con mucha anticipación al pontificado de Bergogolio. Es sencillamente parte de los secretos que le encantan al Opus

  9. Eneko: Lo del Catecismo debe ser nuevo y puede ser un caso particular tu centro. Lo de los Estatutos es cierto que ahora se pueden encontrar en cualquier parte porque los publicó http://www.opuslibros.org. Para mayor información allí puedes encontrar en inventario exhaustivo de los documentos secretos de Escrivá. Entra al sitio web y entérate de los documentos secretos del Opus.
    A propósito dime donde puedo encontrar el Vademecum de los Directores o si queda un ejemplar de la «Praxis».

  10. No veo por qué una organización -la que sea- tiene que hacer públicos todos sus documentos. De hecho no ocurre así en ningún ámbito. Si ellos deciden publicar unas cosas y otras no, tendrán sus motivos. Y los miembros del Opus sabrán si eso les importa o no.

  11. Ricardo:

    ¿Tú…de cuando eres…? El Catecismo está en todos los centros de Euskadi y los estatutos están traducidos por el profesor Sanchez-Ostiz y publicados en la web de la Obra, no en opuslibros que , por cierto, dice unas mentiras tremendas…

  12. Lee más arriba a ver si te enteras. Hay paises donde el Opus no deja los Catecismos en los centros y hay que entregarlos en mano. O te crees que Euskadi es el centro del mundo? Lo que afirmo es porque conozco a numerarios mayores de otros paises. Lo demás, si son tan abiertos porque pusieron el juicio a http://www.opuslibros.org respecto de los documentos secretos?

  13. En cuanto a Opus libros y las mentiras «tremendas» corre por tu cuenta. Se ve que todavía no te has enterado de lo que es el Opus. Te recomiendo en particular los escritos de Oráculo. A ver si animas a refutar. O tambien «El verdadero rostro del Opus Dei» o la»Libertad de las conciencias». Tienes para entretenerte. Estudia.
    Luego comprenderás que los campanazos de Escrivá fueron eso solo campanazos

  14. Lamentablemente no olvido las palabras de «libertad, igualdad, y fraternidad» del actual prelado… y es tambien muy triste que sus miembros se desviven por que ropa y que cartera usan….pero les va muy bien las previas que festejan sus hijos..o los recitales de Rock o sus políticos libres pensadores… fuera de el santo fundador …la obra en muchos lugares es una farsa …tampoco olvido que en un retiro en esas famosas charlitas…me dijeron que no lea sobre Fatima…que eso era «aburrido».

  15. Infovaticana, vais a traducir este articulo al ingles? Por favor traducidla, haria mucho bien y tendria un eco impresionante! Os lo dice uno que vive en tierra sajona desde hace muchos años.

    Gracias

  16. Aldo María Valli nos cuenta el ambiente de hace 50 años, cuando sonaron las tres campanadas, que convendría traducir a todos los idiomas y publicarlas para bien de toda la Iglesia, empezando por su restitución a los centros de la Prelatura. Si la retirada fue anterior a Francisco, lo cual ignoro, con el cisco actual todavía está menos justificada.
    All’epoca il clima generale è fortemente condizionato dal celebre, o famigerato, «Catechismo olandese,» presentato dal cardinale Alfrink nell’ottobre 1966. Journet, che ha fatto parte della commissione voluta dal papa per esaminare il documento, esprime un giudizio netto: i vescovi olandesi hanno elaborato uno strumento per «sostituire, all’interno della Chiesa stessa, un’ortodossia a un’altra, una “ortodossia moderna” all’ortodossia tradizionale». E quando poi il papa gli chiede una valutazione sulla situazione della Chiesa, Journet risponde con una sola parola: «Tragica».
    Su punti nodali quali il peccato originale, il senso della redenzione, la natura del sacrificio della messa, la presenza corporale di Cristo nell’eucaristia, il primato di Pietro, la dottrina dei sacramenti, il «Credo di Paolo VI» suona in effetti, in gran parte, come una risposta al «Catechismo olandese». Ma qui vorrei sottolineare le parole con le quali Maritain accompagnò la sua bozza, quando la inviò all’amico Journet: «Sono stato contento di farlo: ansioso, allo stesso tempo, di ciò che voi ne penserete; e mortificato e confuso d’aver dovuto, per redigere queste pagine, mettere per qualche istante, con l’immaginazione, un povero diavolo come me al posto del Santo Padre! Non c’è situazione più idiota».

    Insomma, se cinquant’anni fa il papa, in circostanze tanto complicate per la Chiesa cattolica, per la tenuta della fede e il rispetto della retta dottrina, fece la sua «professio fidei» fu anche, e anzi soprattutto, grazie a un credente laico che, prendendo sul serio il suo ruolo di battezzato e quindi di sacerdote, profeta e re, pur sentendosi inadeguato e confuso si lasciò guidare dallo Spirito e suggerì al pontefice le parole giuste.

  17. Acerca de S. Jose María Escrivá de Balaguer y el Concilio Vaticano II: 1.-Algunos miembros del Opus Dei participaron activamente en los trabajos conciliares, como Monseñor Álvarez del Portillo, Orbegozo (Obispo de Yayuyos.Perú) , Luis Sánchez Moreno (Obispo auxiliar de Chiclayo) y Alberto Gómez de Amaral (Obispo auxiliar de Oporto). 2.-El 25 de enero de 1959 al conocer la noticia de la convocatoria del Concilio Vaticano II, empezó a rezar y a pedir oraciones por «el féliz éxito de esa gran iniciativa que es el Concilio Vaticano II.-3.-Cuando se publicaron los documentos conciliares S. Jose María se llenó de gozo y afirmó: «Una de mis mayores alegrias ha sido ver como el Concilio Vaticano II ha proclamado con gran claridad la vocación divina del laicado. Sin jactancia alguna debo decir que, por lo que se refiere a nuestro espíritu, el Concilio no ha supuesto una invitación a cambiar, sino que, al contrario, ha confirmado lo que, por la gracia de Dios, veníamos viviendo y enseñando desde hace tantos años. La principal característica del Opus Dei no son una técnicas o métodos de apostolado, ni unas estructuras determinadas, sino un espíritu que lleva precisamente a santificar el trabajo» 4.- Al día siguiente de su muerte un conocido sacerdote sevillano, D. Juan Ordóñez Márquez, escribió en un periódico acerca de S. Jose María Escrivá . «Posiblemente el hombre a quien el Vaticano II poco o nada tuvo que decir, porque desde bien atrás ya venía andando sus caminos». 5.-Unas semanas después de su muerto dijo el Cardenal Primado de España D. Marcelo: «Mucho antes del Concilio Vaticano II, trabajó él como nadie en la promoción del laicado, en la auténtica y profunda promoción, no en las ridículas y tristes experiencias que tanto han abundado y que siguen haciendo acto de presencia en los años del postconcilio; y en el campo del ecumenismo , y en el diálogo con el mundo moderno y en el reconocimiento efectivo de la sana autonomía de las realidades temporales. Por eso ahora, cuando tantos se mueven alocadamente, sin rumbo, porque su frivolidad les priva de la luz, el supo mantenerse tan firme y enhiesto en la roca de la fidelidad (…). Porque supo ser un auténtico progresista, fué también-como no puede ser menos-un conservador denodado y valiente, de la raza de los mártires y de los confesores de la fe, o simplemente del linaje espiritual de los que, a imitación de María, saben conservar en su corazón de pobres del Reino, lo que debe ser conservado siempre para ser fieles».- 6.-Dice Carlo Pioppi, Profesor de Historia de la Iglesia en la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz que S, Jose María no participó en el Concilio, pero que, mientras éste duró, hizo y recibión 235 visitas con personalidades eclesiásticas que se encuentran catalogadas por nombre y orden cronológico en el Ensayo Studia y Documenta.( todo lo anterior puede leerse en la web San Josemaría Escrivá). 7.-¿Qué impulsaba a tanta personalidades eclesiásticas a entrevistarse con Mons Escrivá. Monseñor Herraez presente en casi todas ellas dice que no venían a plantearle cuestiones teológicas, aunque fuera inevitable que la conversación tocara temas debatidos en el Concilio. Muchos venían a ver a un santo. Su fama de santidad se había difundido. Lo compendia bien la exclamación del teólogo Carlos Colombo, tras entrevistarse con él «¡Que diferencia hay entre un teólogo y un santo!». Visitaron Villa Tevere los cardenales Antoniutti, Cento, Marella, Larraona, Ciriacci Presidentes de comisiones del Concilio Vaticano II. Padres conciliares con posturas diferentes como Siri ( Arzobispo de Génova) Köning (Viena), Bueno Monreal (Sevilla), Miranda (Méjico) y muchos otors. Entre los teólogos se encuentran Charles Moeller, Willy Onclin (canonista) y un gran elenco. En una ocasión fueron a visitarle un grupo de prelados franceses y hablando de el apostolado de los laicos uno de ellos le repitió el conocido concepto conciiar de que compete a los laicos animar cristianamente las estructuras temporales para transformarlas, a lo que Escrivá contestó «Si tienen alma contemplativa, Excelencia. Porque si no, no cristianizarán nada. Peor aún , serán ellos los que se dejarán transformar y en lugar de cristianizar el mundo, se mundanizaran los cristianos» (web multimediaopus dei). 8.-«Un capítulo importante y poco conocido de la vida de San Jose María Escrivá de Balaguer es el referente a su trabajo y actitud durante el Concilio Vaticano II. Y no sólo por la decisiva importancia que esa Asanblea ha tenido para la Iglesia, sino porque confirmó con la máxima autoridad, los principios del espíritu del Opus Dei (…) la llamada universal a la santidad, la posibilidad de santificarse en medio del mundo y a través de actividades seculares, la llamada bautismal al apostolado etc. Sería presuntuoso afirmar que tales perspectivas se recogieron en los documentos conciliares sólo gracias a S. Jose María, pero sería aún más injusto, rebajar o minusvalorar su influencia en el Concilio. Además, LA TEMPESTAD DEL POSTCONCILIO INTENTÓ TERGIVERSAR LAS COSAS, PRETENDIENDO COLAR COMO CONCLUSIONES CONCILIARES LO QUE SÓLAMENTE ERAN OPINIONES-DESCARTADAS- DE CIERTOS PERITOS O GRUPOS DENOMINADOS «PROGRESISTAS», con el resultado de que, quien al inicio de la Asamblea era considerado avanzado o moderno, se encontró al final con que se le miraba como tradicionalista o nostálgico en la nueva etapa. Y algo de esto le pasó a Monseñor Escrivá de Balaguer. Pero esto no tiene nada que ver con el Concilio Vaticano II. (webmultimediaopusdei. 9.-El Cardenal Lehmann Presidente de la Conferencia Episcopal alemana en una conferencia pronunciada en el año 2002 afirmó : «Muchas de las declaraciones del Concilio sobre la vocación a la santidad y al apostolado en la Iglesia y en el mundo secular, tienen sus raices en el mensaje de S. Josemaría» y dijo que en ningún otro caso la confianza, la responsabilidad y la libertad han sido propuestos como elementos característicos de la espiritualidad laical en el sentido en que la entendió y la predicó S, Jose María, «Cuando se pone amor en las cosas pequeñas de cada día, es posible vre la huella de Dios en lo cotidiano. Ese es su programa» resaltó el cardena, quien dijo también que «Escrivá repitió una y otra vez que el arma del Opus Dei no era el trabajo, sino la oración». Por lo tanto, S. Jose María Escrivá de Balaguer no sólo no se opuso al Concilio Vaticano II, sino que influyó decisivamente en él. Lo que se opuso es a la tergiversación que se hizo posteriormente d ela doctrina del Concilio y que aún hoy persiste. En el año 2002 fué csnonizado por S. Juan Pablo II.

  18. En su libro, «Las Puertas del Infierno», Ricardo de la Cierva dice: «En ocasiones anteriores he mostrado un carácter mucho más crítico hacia , no contra el Opus Dei, seguramente porque ahora observo al fenómeno Opus Dei desdee la infinita perspectiva que me permite este empeño de historiar nada menos que a la Iglesia; y en ese contexto, sin borrar las críticas que he hecho y pienso hacer al Padre escrivá y a su Obra, los veo a una luz histórica mucho más favorable. Hay además otro motivo que a un historiador católico debe hacer mucha fuerza. Desde 1941 el Opus Dei, a lo alrgo de su evolución, ha ido recibiendo aprobaciones cada vez más explícitas y positivas de la Iglesia. Todos los Papas le han dado su asentimiento, especialmente los Papas a cuyo criterio yo me acomodo con mayor seguridad, aunque a todos les respeto; Pio XII que le elevó a Instituto secular y le protegió en su difícil primer tramo; Juan Pablo I, que dedicó al Opus Dei el último de sus artículos -con imenso elogio- en IL Gazzetino de Venecia y veneraba tanto al padre Escrivá, que fue a rezar ante su tumba, inmediatamente antes de entrar en cónclave; y Juan Pablo II, que es el mayor entusiasta del Opus Dei que hay en la Iglesia y que se ha dado prisa en beatificar al Fundador para dejarle en los altares antes de volver a lo alto. Resulta que, además de respetarle como Papa, siento desde el mismo año 1978 una veneración ilimitada por Juan Pablo II, le he estudiado durante noches y noches, me he identificado, aún sin abdicar del sentido crítico, profundísimamente con sus hechos y su doctrina y he escuchado de sus propios labios, por tres veces, el impulso para seguir en mi difícil camino personal dentro de la Iglesia y la aprobación al más polémico de mis libros, que se llevó en la maleta para su viaje a Colombia. Y Juan Pablo II es el hombre mejor informado del mundo sobre el Opus Dei y su fundador. Esto no es una aceptación simple del principio de autoridad, que ya sería suficiente para un católico, sino una comunión espiritual y a la vez racional con el pensamiento profundo del Papa actual sobre el Opus Dei y el Beato Escrivá de Balaguer. Por otra parte he podido superar con cierta facilidad y bastante sentido del humor, los errores y hasta las ofensas que he recibido de algunos miembros del Opus Dei(..). He estudiado y comprobado , sin que a veces quienes dirigen esas obras se hayan dado cuenta, diversas actividades del Opus Dei tanto personales como corporativas, y faltaría gravemente a la verdad si no confieso públicamente la eficacia, la espiritualidad y el heroísmo con que he visto funcionar a esas personas y a esas obras.(…).» «en un contexto histórico de infiltración contra la Iglesia, el Opus Dei es todo lo contrario: una infiltración de la Iglesia en la sociedad. Su misión es dificilísima en esta Iglesia y esta sociedad; y en medio de la brutal ofensiva del ambiente mundano, deben resistir los miembros del Opus Dei, en medio del mundo, tensiones salvajes que muchas veces afectan al equilibrio interior(…). Por eso comprendo que muchos de ellos sientan angustia, cansancio y tentaciones de abandonar, a las que casi siempre resisten heroícamente. Comprendo también los abandonos; no todo el mundo es digno de mantener tan alta vocación. Supongo que la conciencia del altísmo servicio que prestan a la Iglesia y a la sociedad les ayuda a mantenerse firmes. No sé si he expresado bien lo que realmente siento por el Opus Dei en medio del camino de la vida, cuando se empieza a ver la huella de Dios mejor en el ocaso que en el alba. Lo resumiré para que se me entienda del todo: el Opus Dei está invenrtado y bien inventado, pero si no existiese habría que inventarlo con urgencia. Demasiadas cosas, sobre todo en la Iglesia, dependen de él. » A mí personalmente me pasó lo mismo. Mi opinión sobre el Opus Dei mejoró progresivamente, al ver el carño que S. Juan Pablo II le tenía.

  19. Ooops!
    como dijo su sobrino en la clave de Balbín: «me encantaría tener un tito santo pero para mí que éste….»
    yo solo diré que si en «El Camino» te haces llamar «PADRE» y ni Jesucristo lo hizo…apaga y nos vamos!
    Siento no ser «opusino» y mis razones tengo!
    Viva XTO REY! rey de reyes!!!!

  20. Mi sono sempre chiesto perché quel giorno, con tanta precisione, Benedetto XVI volle puntare sull’Eucaristia e sulla transustanziazione. E adesso, nel messaggio per l’amico Meisner, ecco di nuovo un riferimento al Pane eucaristico che «non si può mangiare come qualsiasi altro nutrimento» e di fronte al quale non si può rinunciare all’adorazione. Un’insistenza che non può essere casuale.

    Ho visto che alcuni commentatori, non senza malizia, si sono chiesti se il messaggio in memoria di Meisner è stato scritto proprio da Benedetto XVI. Per quanto mi riguarda, non solo sono del tutto sicuro che sia farina del suo sacco, ma credo che sia molto importante interrogarci sui segnali che Ratzinger ha voluto mandarci.

    Aldo Maria Valli

  21. María R: El Opus a partir de la Prelatura, a la que Ratzinger corrigió su ubicación en el Código de Derecho Canónico, entró en un control interno que provocó la fuga de vocaciones de toda una generación y la esterilidad apostólica que hoy se ve. Lo que nadie se imaginó numerarios con décadas de fidelidad como sacerdotes se fueron de la Obra. Es particularmente gráfico el suicido del sacerdote Danilo Eterovic y de lo ocurrio con el sacerdote Antonio Petit. Tu juicio de la mejora del Opus es completamente ajeno a los hechos que ocurrieron y ocurren en la institución. Es natural que si no perteneces a ella «compres» la imagen que ellos presentan. La realidad es muy otra. Lee detenidamente los documentos de http://www.opuslibros.org.

  22. Artículo del cardenal Joseph Ratzinger

    «Dejar obrar a Dios». Artículo del Cardenal Joseph Ratzinger sobre san Josemaría Escrivá. (L’Osservatore Romano, 6-X-2002). El Cardenal Ratzinger, entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, escribe sobre el espíritu que difundió san Josemaría y la personalidad del fundador.

    BIBLIOGRAFÍA Y ENSAYOS12 de Marzo de 2009
    L’Osservatore Romano. 6-X-2002

    Siempre me ha llamado la atención el sentido que Josemaría Escrivá daba al nombre Opus Dei; una interpretación que podríamos llamar biográfica y que permite entender al fundador en su fisonomía espiritual. Escrivá sabía que debía fundar algo, y a la vez estaba convencido de que ese algo no era obra suya: él no había inventado nada: sencillamente el Señor se había servido de él y, en consecuencia, aquello no era su obra, sino la Obra de Dios. Él era solamente un instrumento a través del cual Dios había actuado.

    Al considerar esta actitud me vienen a la mente las palabras del Señor recogidas en el evangelio de San Juan 5,17: «Mi Padre obra siempre». Son palabras pronunciadas por Jesús en el curso de una discusión con algunos especialistas de la religión que no querían reconocer que Dios puede trabajar en el día del sábado. Un debate todavía abierto y actual, en cierto modo, entre los hombres —también cristianos— de nuestro tiempo. Algunos piensan que Dios, después de la creación, se ha «retirado» y ya no muestra interés alguno por nuestros asuntos de cada día. Según este modo de pensar, Dios no podría intervenir en el tejido de nuestra vida cotidiana; sin embargo, las palabras de Jesucristo nos indican mas bien lo contrario. Un hombre abierto a la presencia de Dios se da cuenta de que Dios obra siempre y de que también actúa hoy; por eso debemos dejarle entrar y facilitarle que obre en nosotros. Es así como nacen las cosas que abren el futuro y renuevan la humanidad.

    Todo esto nos ayuda a comprender por qué Josemaría Escrivá no se consideraba «fundador» de nada, y por qué se veía solamente como un hombre que quiere cumplir una voluntad de Dios, secundar esa acción, la obra —en efecto— de Dios. En este sentido, constituye para mí un mensaje de gran importancia el teocentrismo de Escrivá de Balaguer: está en coherencia con las palabras de Jesús esa confianza en que Dios no se ha retirado del mundo, porque está actuando constantemente; y en que a nosotros nos corresponde solamente ponernos a su disposición, estar disponibles, siendo capaces de responder a su llamada. Es un mensaje que ayuda también a superar lo que puede considerarse como la gran tentación de nuestro tiempo: la pretensión de pensar que después del big bang, Dios se ha retirado de la historia. La acción de Dios no «se ha parado» en el momento del big bang, sino que continúa en el curso del tiempo, tanto en el mundo de la naturaleza como en el de los hombres.

    El fundador de la Obra decía: yo no he inventado nada; es Otro quien lo ha hecho todo; yo he procurado estar disponible y servirle como instrumento. La palabra y toda la realidad que llamamos Opus Dei está profundamente ensamblada con la vida interior del Fundador, que aun procurando ser muy discreto en este punto, da a entender que permanecía en diálogo constante, en contacto real con Aquél que nos ha creado y obra por nosotros y con nosotros. De Moisés se dice en el libro del Éxodo (33,11) que Dios hablaba con él «cara a cara, como un amigo habla con un amigo». Me parece que, si bien el velo de la discreción esconde algunas pequeñas señales, hay fundamento suficiente para poder aplicar muy bien a Josemaría Escrivá eso de «hablar como un amigo habla con un amigo», que abre las puertas del mundo para que Dios pueda hacerse presente, obrar y transformar todo.

    En esta perspectiva se comprende mejor qué significa santidad y vocación universal a la santidad. Conociendo un poco la historia de los santos, sabiendo que en los procesos de canonización se busca la virtud «heroica» podemos tener, casi inevitablemente, un concepto equivocado de la santidad porque tendemos a pensar: «esto no es para mí»; «yo no me siento capaz de practicar virtudes heroicas»; «es un ideal demasiado alto para mí». En ese caso la santidad estaría reservada para algunos «grandes» de quienes vemos sus imágenes en los altares y que son muy diferentes a nosotros, normales pecadores. Esa sería una idea totalmente equivocada de la santidad, una concepción errónea que ha sido corregida — y esto me parece un punto central— precisamente por Josemaría Escrivá.

    Virtud heroica no quiere decir que el santo sea una especie de «gimnasta» de la santidad, que realiza unos ejercicios inasequibles para las personas normales. Quiere decir, por el contrario, que en la vida de un hombre se revela la presencia de Dios, y queda más patente todo lo que el hombre no es capaz de hacer por sí mismo. Quizá, en el fondo, se trate de una cuestión terminológica, porque el adjetivo «heroico» ha sido con frecuencia mal interpretado. Virtud heroica no significa exactamente que uno hace cosas grandes por sí mismo, sino que en su vida aparecen realidades que no ha hecho él, porque él sólo ha estado disponible para dejar que Dios actuara. Con otras palabras, ser santo no es otra cosa que hablar con Dios como un amigo habla con el amigo. Esto es la santidad.

    Ser santo no comporta ser superior a los demás; por el contrario, el santo puede ser muy débil, y contar con numerosos errores en su vida. La santidad es el contacto profundo con Dios: es hacerse amigo de Dios, dejar obrar al Otro, el Único que puede hacer realmente que este mundo sea bueno y feliz. Cuando Josemaría Escrivá habla de que todos los hombres estamos llamados a ser santos, me parece que en el fondo está refiriéndose a su personal experiencia, porque nunca hizo por sí mismo cosas increíbles, sino que se limitó a dejar obrar a Dios. Y por eso ha nacido una gran renovación, una fuerza de bien en el mundo, aunque permanezcan presentes todas las debilidades humanas.

    Verdaderamente todos somos capaces, todos estamos llamados a abrirnos a esa amistad con Dios, a no soltarnos de sus manos, a no cansarnos de volver y retornar al Señor hablando con Él como se habla con un amigo sabiendo, con certeza, que el Señor es el verdadero amigo de todos, también de todos los que no son capaces de hacer por sí mismos cosas grandes.

    Por todo esto he comprendido mejor la fisonomía del Opus Dei: la fuerte trabazón que existe entre una absoluta fidelidad a la gran tradición de la Iglesia, a su fe, con desarmante simplicidad, y la apertura incondicionada a todos los desafíos de este mundo, sea en el ámbito académico, en el del trabajo ordinario, en la economía, etc. Quien tiene esta vinculación con Dios, quien mantiene un coloquio ininterrumpido con Él, puede atreverse a responder a nuevos desafíos, y no tiene miedo; porque quien está en las manos de Dios, cae siempre en las manos de Dios. Es así como desaparece el miedo y nace la valentía de responder a los retos del mundo de hoy.

  23. POr otro lado Yago de la Cierva fue el que sostuvo que Benedicto XVI padecía de una crisis espiritual y de cierto pelagianismo. Quisas debas citas otro autor.

  24. Hasta el bueno de Benedicto XVI pudo ser claramente engañado por las manipulaciones del Opus. Los legionarios de Cristo tuvieron multiples aprobaciones de los Papas y hasta fueron defendidos por Juan Pablo II.
    Es sorprendente las cosas que ocurren en el Vaticano.

  25. Echenique:
    Urs Von Balthasar, cardenal y teólogo católico.
    Co-autor con Joseph Ratzinger (actual Benedicto XVI) de varios libros
    Neue Zürcher Nachrichten-Christliche Kultur
    23 de Noviembre de 1963.

    Los protestantes nos envidian muchas veces a nosotros los católicos el que gracias a Roma no existen en nuestra Iglesia fracciones incompatibles como en el caso de las trágicas divisiones que ellos padecen. Sin embargo, aunque esto es verdad por lo que se refiere a nuestras fronteras dogmáticas, no lo es con respecto a los distintos espacios de la espiritualidad, llegando a este punto a un cuadro semejante al de los protestantes. El primero que como pensador cristiano miró profundamente alarmado el fenómeno de lo que hoy se llama integrismo, y dio de él el más seguro diagnóstico no superado aún, fue Maurice Blondel.

    La más fuerte manifestación integrista es sin duda el Opus Dei –de origen español–, un instituto secular con millares de miembros, principalmente en el mundo académico y con una gran extensión internacional; posee numerosas residencias para estudiantes en todo el mundo y una Universidad en Pamplona. Estrechamente ligado al régimen español de Franco, posee altos puestos en el gobierno, bancos, editoriales, revistas, periódicos (fundados por él o comprados), y desarrolla en todas partes –incluso en Alemania, Francia, Austria, Suiza– una discreta y celosa actividad de propaganda. La pertenencia a la Obra está concebida de una manera múltiple y complicada: desde unos amplios círculos exteriores hasta grupos íntimos secretos y células. Nos reducimos a investigar su espiritualidad y tomamos para ello el libro Camino del fundador y presidente José M.. Escrivá, y preguntamos: ¿Piensa realmente el autor desarrollar aquí una auténtica espiritualidad que baste para nutrir cristianamente a un tan poderoso cuerpo selecto? ¿Es un pequeño manual español para los altos exploradores? Pero española es también la auténtica mística de Raimundo Lulio, Juan de la Cruz e Ignacio de Loyola, cargada de resonancias evangélicas y con validez para siglos. También aquí será útil entresacar algunos párrafos para captar el “nuevo tono” de este “camino”.

    “¿Adocenarte? Tú, ¿del montón? ¡Si has nacido para caudillo! Entre nosotros no caben los tibios; – ¡Energía! Sin ella Iñigo no se hubiera convertido en Ignacio. ¡Dios y audacia! Sé fuerte y viril. Así serás señor de ti mismo en primer lugar. Y, después, guía, jefe, ¡caudillo!… que obligues, que empujes, que arrastres con tu ejempIo, y con tu palabra, y con tu ciencia, y con tu imperio; – El matrimonio es para la clase de tropa, no para el estado mayor de Cristo; –¿Ansia de hijos?… Hijos, muchos hijos y un rastro imborrable de luz dejaremos si sacrificamos el egoísmo de la carne; – No me gusta tanto eufemismo: la cobardía la llamais prudencia y vuestra “prudencia” es ocasión de que los enemigos de Dios, vacíos de ideas el cerebro, se den tonos de sabios y escalen puestos que nunca deberían escalar; – Y después, ¡camino arriba, con santa desvergüenza, sin detenerte hasta que subas del todo la cuesta del cumplimiento del deber!; – Poco recio es tu carácter; – Cállate, no seas “niñoide”; – Hombre: sé un poco menos ingenuo; – ¡Caudillos!… viriliza tu voluntad para que Dios te haga caudillo. ¿No ves cómo proceden las malditas sociedades secretas? Mucha obediencia hace falta; – Cuando un seglar se erige en maestro de moral se equivoca fácilmente: los seglares sólo pueden ser discípulos; – El sacerdote, quien sea, es siempre otro Cristo; – Amar a Dios y no venerar al sacerdote… no es posible”.

    Oigamos ahora una instrucción en la que se determina cuál ha de ser el contenido de la oración a Dios: “Me has escrito: ‘Orar es hablar con Dios. Pero, ¿de qué?’ De Él, de ti: alegrías y tristezas, éxitos y fracasos, ambiciones nobles, preocupaciones diarias… ¡flaquezas!“. Esto quiere decir que esta oración se mueve casi exclusivamente en el círculo estrecho del yo, de un yo que debe ser grande y fuerte, equipado de virtudes paganas, apostólico y napoleónico. Lo que ante todo es necesario, o sea el arraigo contemplativo de la Palabra “en buena tierra»”(Mt. 13, 8); lo que constituiría el blanco de la oración de los santos, de los grandes fundadores, la oración de un Foucauld, lo buscará uno inútilmente aquí. Así, pues, es de esperar que el Opus Dei posea en su propio subsuelo unas reservas espirituales completamente distintas de esta muestra mezquina, que ofrece a la luz del día. Cuando el caudillo espiritual, al terminar la recolección de flores, se lleva un par de rosas de Lisieux para su ramillete, ya están casi marchitas, no crecen y no podrán mantenerse mucho tiempo en el florero. “Me dijiste que querías ser caudillo”, dice la sugestiva pregunta del nº 931. ¡Ah, no, Monseñor, yo no creo que hubiese dicho esto! A pesar de sus afirmaciones de que los miembros de la obra son libres en sus opciones políticas (J. Herranz, El Opus Dei y la política), es innegable que su fundación está marcada por el franquismo, ésta es “la ley en que ha sido formado”.

    Aquí surgen igualmente graves problemas –que no trataremos a fondo– acerca de la “táctica apostólica” de la “Obra de Dios”; en primer lugar la relación entre “dinero y espíritu”. Pongamos un ejemplo: ¿Se puede comprar un periódico, hasta entonces libre, con todo su equipo –hasta entonces libre– de redacción y colaboración, dejándoles que sigan escribiendo como antes con la sola condición de hacer en cada número un poco de propaganda del Opus Dei? Así sucedió con la revista parisina La Table Ronde, que primeramente estaba tan llena de espíritu y tan estimulante; y así sucederá con otras publicaciones. Recordemos que las más bellas revistas son las que fueron escritas (La Antorcha, Péguy Cahiers) o dirigidas por una personalidad relevante («Hochland», Muth y Schöningh; Esprit, Mounier y Béqguin) o al menos reflejan el espíritu de un grupo libre (Testimonianze, ll Gallo), de una Orden (Vie intellectuelle).

    Comprar un espíritu es una contradicción en sí misma. ¿Y qué decir finalmente del método de reclutamiento, que preferentemente consiste en mandar por delante académicos bien intencionados, influyentes y acaudalados, reunir después grandes grupos de estudiantes y gente culta, frecuentemente sin cuajar aún, para terminar escogiendo de la red lo más útil? Desearíamos mejor las cartas boca arriba; quisiéramos oir, en vez de tratados de derecho eclesiástico, el lenguaje sencillo y colombino del Evangelio.

    Podríamos escribir muchas formas del integrismo nacionales o extranjeras, muchas gradaciones desde el margen eclesial hacia los instrumentos eclesiásticos. Las posibles combinaciones entre tradicionalismo, monarquismo, juridicismo y espíritu militar, política y altas finanzas, son interminables. El problema queda en pié, siempre que estas esferas de valores (de muy variadas formas) pueden ponerse al servicio de Jesucristo, que ha llevado los pecados del mundo como “cordero” y no como tigre, que ha proclamado la doctrina de su Padre desde el madero de la Cruz y no en Ias cátedras universitarias, que ha amado al prójimo con espíritu de servicio y de humildad, sencillo y sin “táctica apostólica”, y que, sobre todo, no miraba a su propia integridad, sino que, como el samaritano, penetraba las fronteras enemigas.

  26. Hans Urs Von Balthasar rectificó, a petición de Álvaro del Portillo. Ahora quien tiene que rectificar y volver al espíritu de las tres campanadas es el actual prelado, que se ha encontrado dos patatas calientes : la Amoris y las tres campanadas.

  27. Al día de hoy 11 de septiembre, las tres campanadas están en los centros, yo las tuve en mis manos y son leídas por aquellos que lo deseen, ante todo la verdad.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 caracteres disponibles