¿Una carta de San Agustín?

En la imagen, una escalera hasta el cielo. ¿Es cierta la carta de San Agustín sobre la muerte?
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Circula por la red una carta atribuida a San Agustín en la que un difunto consuela a quien le llora desde la tierra. Se titula «no llores si me amas».

La supuesta carta de San Agustín sobre la muerte

Circula por la red una carta, bajo la rúbrica de San Agustín, en la que un difunto consuela a quien le llora desde la tierra. En ninguna de las fuentes se cita la obra en la que el de Hipona incluyó esa obra.

¿La escribió realmente San Agustín? La web de los agustinos recoletos cuenta con un consultorio en el que José Anoz, fraile agustino recoleto experto en San Agustín de Hipona, responde a una pregunta sobre este texto:

«No llores si me amas». Así comienza un texto, atribuido a san Agustín, que circula por la red informática. Al parecer, recoge la carta, un poco truculenta, que un esposo escribe a su viuda para consolarla. Ni la pieza ni el estilo son agustinianos.

Una ficción reciente

El escrito, breve, ni siquiera parece pertenecer a la gran tradición literaria y teológica patrística. Se trata de una ficción quizá reciente, de magro gusto artístico, y repleta de cursiladas piadosas, cuyo osado autor se ha disfrazado de Agustín para hacer aceptable su mediocre composición. Tantas veces ha ocurrido esto con piezas mejores.

Dada la gran autoridad doctrinal del ilustre obispo de Hipona, a lo largo de los siglos se han transmitido como obras suyas las de otros escritores cristianos, incluso anónimos. No han sido pocas; hasta el punto de que, en la edición española de las obras completas del Santo, las más importantes han dado para completar todo un volumen de los 41 que componen la colección. La carta, a continuación…

«No llores si me amas»

No llores si me amas…

¡Si conocieras el don de Dios y lo que es el Cielo!

¡Si pudieras oir el cántico de los Ángeles y verme en medio de ellos!

¡Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos los horizontes, los campos eternos y los nuevos senderos que atravieso!

¡Si por un instante pudieras contemplar, como yo, la belleza ante la cual todas las bellezas palidecen!

¡Cómo! ¿Tú me has visto, me has amado en el país de las sombras y no te resignas a verme y amarme en el país de las inmutables realidades?

Créeme; cuando la muerte venga a romper las ligaduras, como ha roto las que a mí me encadenaban, y cuando un día, que Dios ha fijado y conoce, tu alma venga a este Cielo en que te ha precedido la mía, ese día volverás a ver a aquel que te amaba y que siempre te ama, y encontrarás tu corazón con todas sus ternuras purificadas.

Volverás a verme, pero transfigurado, extático y feliz, no ya esperando la muerte, sino avanzando contigo, que me llevarás de la mano por los senderos nuevos de la luz y de la vida, bebiendo con embriaguez a los pies de Dios un néctar del cual nadie se saciará jamás.

Enjuga tu llanto y no llores si me amas… Lo que éramos el uno para el otro, seguimos siéndolo. La muerte no es nada. No he hecho nada más que pasar al otro lado. Yo sigo siendo yo. Tú sigues siendo tú.

Lo que éramos el uno para el otro, seguimos siéndolo. Dame el nombre que siempre me diste. Háblame como siempre me hablaste. No emplees un tono distinto. No adoptes una expresión solemne, ni triste, sigue riendo de lo que nos hacia reír juntos.

Reza, sonríe, piensa en mí, reza conmigo. Que mi nombre se pronuncie en casa como siempre lo fue, sin énfasis alguno, sin huella alguna de sombra. La vida es lo que siempre fue: el hilo no se ha cortado, ¿Por qué habría de estar yo fuera de tus pensamientos? ¿sólo porque estoy fuera de tu vista? No estoy lejos… tan solo a la vuelta del camino.

Lo ves, todo está bien… Volverás a encontrar mi corazón, volverás a encontrar su ternura acendrada.

Enjuga tus lágrimas y no llores si me amas.