¿Qué es la Confesión?

El Papa Francisco administra a un fiel el sacramento de la confesión desde un confesionario.
|

En InfoVaticana te aclaramos lo que dice la Iglesia sobre la confesión o, mejor dicho, el perdón de los pecados. ¡Toda la información de la Iglesia y el Vaticano a tu alcance!

¿Qué es la Confesión? La Confesión es el Sacramento instituido por Jesucristo para el perdón de los pecados cometidos tras el Bautismo. A través de los Sacramentos Cristo continúa su ministerio de curación y redención en la Iglesia.

La confesión: un sacramento

La Confesión es un Sacramento que se conoce por muchos nombres: Lo llamamos el Sacramento de la Reconciliación porque es el medio que Cristo nos dejó para reconciliarnos con Dios y con su Iglesia. Es el Sacramento de la Penitencia, ya que implica una vuelta a Dios y un alejamiento de nuestro egoísmo.

Lo llamamos Confesión porque en este Sacramento «confesamos» o «declaramos» nuestros pecados. También es llamado, apropiadamente, el Sacramento del Perdón y la Paz, en el que Dios hace lo que nosotros no podemos hacer: perdonar nuestros pecados y llenar nuestras almas de paz.

confesión

¿No basta con pedir perdón a Dios por los propios pecados sin tener que confesarse?

Cada uno de nosotros puede y debe pedir perdón a Dios en todo momento, particularmente después de haber cometido un pecado mortal, antes de irse a dormir por la noche, o al inicio de la celebración de la Santa Misa. Pero Dios nos perdona algunos pecados -los pecados mortales- cuando nos acercamos arrepentidos al sacramento de la Confesión, querido e instituido por su Hijo Jesucristo.

¿Qué decir en una confesión?

Por otra parte, siendo Dios el que perdona, Él tiene el derecho de indicarnos el modo a través del cual Él nos concede su perdón. Ciertamente el pecado no es perdonado si no hay arrepentimiento personal, pero en el orden actual de la Providencia, la remisión está subordinada al cumplimiento de la voluntad positiva de Cristo, que ha vinculado la remisión de los pecados al ministerio eclesial o, al menos, a la voluntad de recurrir a él lo más pronto posible, cuando no exista la posibilidad inmediata de la confesión sacramental.

¿Qué es un pecado?

Pecar es ir contra la Ley de Dios mediante el pensamiento, la palabra, las obras o las omisiones. La ley de Dios está resumida por Jesús en amar a Dios por encima de todas las cosas y amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. La gravedad de un pecado no depende de lo mal que nos sintamos sobre algo que hemos podido hacer. Algunas personas se sienten muy mal por las cosas más insignificantes. Otras en cambio son capaces de cometer los mayores crímenes y no sentir nada o muy poco arrepentimiento.

Pecados menores

Algunos pecados que cometemos son relativamente menores. A estos los llamamos pecados veniales. Sería muy difícil confesarnos de todos los pecados menores que podemos cometer, sin embargo es bueno para nosotros mencionar algunos en la Confesión, especialmente aquellos que representen un área que nos cuesta más vivir.

Pecados mayores

Otros pecados son más serios o graves. A veces son llamados pecados mortales. Cuando nos referimos a un pecado como grave o serio nos estamos centrando en la ofensa objetiva que hacemos a Dios. Cuando nos referimos a un pecado como mortal nos estamos centrando en el daño que hacen esos pecados en nuestra relación con Dios.

Estamos obligados a mencionar en la Confesión cada pecado mortal de los que tengamos conciencia haber cometido, incluyendo en la medida de lo posible, el número de ocasiones en que lo hayamos hecho. No podemos recibir la Santa Comunión hasta que no hayamos pedido perdón por tales pecados.

¿Cuándo cometo un pecado mortal?

Ante todo la ofensa debe ser grave. En otras palabras, debe violar directamente cualquiera de los diez mandamientos o uno de los preceptos de la Iglesia. Los pecados descritos por la Iglesia como «graves» o «serios» son pecados mortales si se cumplen las dos siguientes condiciones:

-Debemos saber que estamos cometiendo un pecado mortal. Si no nos damos cuenta de que algo era pecaminoso- y pecado grave-, objetivamente seguimos ofendiendo a Dios (por lo que todavía es bueno confesarse de ello), aunque subjetivamente, no somos culpables, por tanto no estamos en pecado mortal. El crecimiento en santidad lleva consigo el deseo de formar nuestras conciencias de tal forma que seamos capaces de saber qué ofende gravemente a Dios, por amor a Él.

-Debe haber consentimiento pleno de realizar la acción. Si hacemos algo por error o equivocación, puede que hayamos sido negligentes pero no somos culpables de haber cometido un pecado mortal.

confesion2

¿No es negativo el centrarse en el pecado?

El perdón de los pecados es una parte importante de la profesión de fe cristiana. Isaías profetizó «Si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos» (Is. 1:18). Juan el Bautista preparó a la gente a la venida de Jesús exhortándoles a confesar sus pecados y a experimentar una limpieza simbólica en el río Jordán -la palabra Bautismo viene del griego «limpiar»-.

Jesús, Dios hecho hombre, a través de su vida, muerte y resurrección trajo la reconciliación entre Dios y los hombres. Después de la resurrección, sopló sobre sus apóstoles y les dio el poder de perdonar los pecados «Aquellos a los que les perdonéis los pecados les quedarán perdonados, a los que se los retengáis les quedarán retenidos» (Jn. 20:23).

¿Por qué instituyó Cristo el Sacramento del Perdón?

A veces las personas no dan mucha importancia a la gravedad de sus acciones, erróneamente suponen que Dios les perdonará incluso sin arrepentimiento. Otras personas están abrumadas por un sentimiento de culpa por lo que han hecho y a menudo les cuesta creer que puedan ser perdonadas. Nosotros no podemos perdonarnos a nosotros mismos. Solo aquél al que ofendemos puede perdonarnos. En la Confesión Dios actúa para absolvernos de aquellos pecados que cometemos tras el Bautismo. Porque es un acto de Dios, un sacramento, con el cual podemos saber con certeza que nuestros pecados han sido perdonados y nuestra relación con Dios ha quedado restaurada.

¿No es la Confesión una excusa para cometer pecados?

El Sacramento de la Confesión lo instituyó Cristo para ayudarnos a ser más santos. Aunque hemos sido bautizados aún sufrimos los efectos de debilidad del pecados original. San Pablo expresó esto cuando dijo «No hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero» (Rm. 7:15).

Para que la Confesión sea válida debe cumplir unas condiciones:

  •  Tiene que haber pecados que confesar.
  • Tiene que haber una conversión o arrepentimiento por el pecado.
  • Tiene que haber una firme intención de cambio de vida con la ayuda de Dios.

¿Cómo hacer una buena confesión?

  • Ante todo se prepara la celebración del sacramento con momentos de oración.
  • Después es necesario hacer un examen de conciencia, confrontándonos con el ejemplo y las palabras de Cristo. Es conveniente leer un pasaje de la Sagrada Escritura.
  • A la luz de todo lo que Dios ha hecho por nosotros, se reconocen los propios pecados, pidiendo perdón a Dios y comprometiéndonos “cambiar de vida”.
  • Nos acercamos después al sacerdote, diciendo, en primer lugar, el tiempo que ha transcurrido desde nuestra última confesión y concluyendo que se tienen la intención de confesarse también por los pecados que no se recuerda y aquellos del pasado.
  • Se confiesan los propios pecados.
  • Se escuchan las palabras del sacerdote.
  • Se acepta la penitencia que es impuesta.
  • Se manifiesta el propio arrepentimiento, motivado sobre todo por el amor a Dios.
  • Se recita el acto de contricción u otra fórmula semejante.
  • Se recibe con fe la absolución: “Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.
  • Se agradece al Señor del don sacramental recibido, renovando el propio compromiso de conversión.

¿Está siempre obligado el confesor a guardar el secreto?

Ciertamente, el confesor está obligado a guardar siempre el secreto de confesión, sin ninguna excepción, y bajo penas muy severas. Él confesor debe mantener el secreto absoluto de los pecados confesados de los penitentes, aún cuando eso le cueste la vida.

¿Todos pueden recibir la absolución?

  • En todo caso, el pecado grave no es perdonado si no existe el arrepentimiento personal y el propósito de enmienda.
  • Algunos pecados particularmente graves, penados con la excomunión, pueden ser absueltos sólo por el Papa o por el Obispo.
  • En caso de peligro de muerte, cualquier sacerdote puede absolver cualquier pecado o excomunión.

La Confesión en la vida de un cristiano

El principal efecto de la Confesión es la reconciliación con Dios y con la Iglesia. La vida de gracia es restaurada en aquellos que la habían perdido por haberse alejado deliberadamente de Dios mediante pecado mortal.

Debemos acudir a la Confesión a menudo ya que con este Sacramento no sólo se nos perdonan los pecados, se nos da también la gracia de Dios que nos cura y fortalece por dentro, con el fin de santificarnos para llevar a cabo esa vocación a la que hemos sido llamados.

Los Católicos tienen la obligación de confesar sus pecados al menos una vez al año, pero en general se suele hacer uso de este maravilloso canal de gracia mensualmente o incluso quincenalmente. Es un buen hábito a desarrollar y los frutos son graduales pero seguros.

En el caso de un pecado mortal, debemos confesarnos inmediatamente después de haber cometido un pecado mortal, a fin de obtener inmediatamente el perdón y evitar la posibilidad del infierno en caso de muerte. Si no es posible confesarse inmediatamente por falta de un sacerdote, al menos se debe pedir perdón a Dios por el pecado cometido y buscar la confesión sacramental lo más pronto posible.

La confesión individual e íntegra y la absolución constituyen el único modo ordinario con el cual el fiel, consciente del pecado cometido, es reconciliado con Dios y con la Iglesia.  

Algunas frases sobre la confesión

«Permanecemos evidentemente perplejos ante el abandono del Sacramento de la Penitencia por parte de muchos fieles y haremos todo lo posible por instruir y persuadir a todos de la necesidad de recibir el perdón de Dios de forma personal, ferviente y frecuentemente».

«Nadie puede cancelar el pasado. Ni aún el mejor psicólogo puede librar al hombre del peso del pasado. Sólo la Omnipotencia de Dios puede, con su amor creador, construir con nosotros un nuevo comienzo: ésta es la grandeza del Sacramento del perdón».

confesion4 «No se limita a olvidar el pasado, como si se extendiera sobre él un velo efímero, sino que nos lleva a un cambio radical de la mente, del corazón y de la conducta. La confesión sacramental no constituye una represión, sino una liberación. Tened pues la valentía del arrepentimiento. ¡Esto os hará libres!»

«Gracias al amor y misericordia de Dios, no hay pecado por grande que sea que no pueda ser perdonado; no hay pecador que sea rechazado. Toda persona que se arrepienta será recibida por Jesucristo con perdón y amor inmenso» Juan Pablo II.

«Ante la pérdida del sentido del pecado, es importante que quien acude a recibir el sacramento de la confesión experimente la ternura del amor de Dios».

confesion3 «Quien confía en sí mismo y en sus propios méritos queda como cegado por su yo y su corazón se endurece en el pecado. Por el contrario, quien reconoce que es débil y pecador se encomienda a Dios y de Él alcanza la gracia y el perdón».

«Este es precisamente el mensaje que hay que transmitir, lo que más cuenta es dar a entender que en el sacramento de la Reconciliación cualquier pecado que se ha cometido, si se reconoce con humildad y se acerca con confianza al sacerdote confesor, se experimenta siempre la alegría pacificadora del perdón de Dios».

«En el corazón de la celebración sacramental no está el pecado, sino la misericordia de Dios, que es infinitamente más grande que todas nuestras culpas».

«Cuando sólo se insiste en la acusación de los pecados, que ciertamente tiene que darse y hay que ayudar a los fieles a que comprendan su importancia, se corre el peligro de relegar a un segundo plano lo que es fundamental, es decir, el encuentro personal con Dios, Padre de bondad y de misericordia» Benedicto XVI.

«El confesionario no es ni una lavandería que elimina las manchas de los pecados, ni una sesión de tortura, donde se infligen golpes».

«La confesión es, más bien, un encuentro con Jesús donde se toca de cerca su ternura. Pero hay que acercarse al sacramento sin trucos o verdades a medias, con mansedumbre y con alegría, confiados y armados con aquella «bendita vergüenza», la «virtud del humilde» que nos hace reconocer como pecadores».

confesion5 «Cuando uno avanza en este camino de la oscuridad, no es fácil volver atrás. Por lo tanto Juan continúa, tal vez esta manera de pensar lo ha hecho reflexionar: «Si afirmamos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros». Miren sus pecados, nuestros pecados: todos somos pecadores, todos. Este es el punto de partida».

«Si confesamos nuestros pecados Él es fiel, es justo tanto para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Y se presenta a nosotros, ¿no es así?, este Señor tan bueno, tan fiel, tan justo que nos perdona. Cuando el Señor nos perdona hace justicia. Sí, hace justicia primero a sí mismo, porque Él ha venido a salvar, y cuando nos perdona hace justicia a sí mismo. «Soy tu salvador» y nos acoge».

«Es un encuentro con Jesús que nos espera como somos. «Pero, Señor, mira, yo soy así». Estamos avergonzados de decir la verdad: hice esto, pensé en aquello. Pero la vergüenza es una verdadera virtud cristiana, e incluso humana. La capacidad de avergonzarse: no sé si en italiano se dice así, pero en nuestra tierra a los que no pueden avergonzarse le dicen «sinvergüenza». Este es uno sin «vergüenza», porque no tiene la capacidad de avergonzarse. Y avergonzarse es una virtud del humilde» Papa Francisco. 

Ayuda a Infovaticana a seguir informando

Comentarios
1 comentarios en “¿Qué es la Confesión?
  1. Muy claro el escrito, muchísimas gracias. Añadiría simplemente que, dado lo complejo de la psicología humana, en lo referente al pleno consentimiento puede darse el caso de que no se desee ofender a Dios, ni mucho menos. Conozco situaciones así en convivencia de parejas, por ejemplo. Saben que su situación es de pecado objetivo, pero por la razón que sea no pueden casarse y desde luego no desean ofender a Dios.

    No es tan fácil. Yo les digo a ellos, sin juzgarlos, que no es posible una religión a la carta, pero que Dios les ama siempre y espera de ellos una valiente rectificación.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

 caracteres disponibles