Algo está cambiando. Todavía no es un giro de timón, pero se nota ese leve crujido de madera vieja que empieza a ceder. Y esta vez el crujido ha llegado desde el mismísimo Vaticano, donde el Papa León XIV se ha dirigido al Consejo Ordinario del Sínodo de los Obispos para hablar del legado de su predecesor. “Francisco —dijo— ha dado un nuevo impulso al Sínodo de los Obispos, y la herencia que nos deja es, sobre todo, que la sinodalidad es un estilo”.
Un estilo. Esa fue la palabra elegida. Nada de “constitutiva de la Iglesia”, ni de “nueva etapa del discernimiento eclesial”, ni de “estructura permanente del Espíritu en la historia”. No. Estilo. Como el barroco. O el gótico. O el grunge, si nos ponemos eclesiopop.
La frase ha hecho que más de uno se atragantara con el espresso en Roma. No tanto por lo que dice, sino por lo que no dice: adiós a las pretensiones teológicas infladas, adiós a la sinodalidad como “nuevo modo de ser Iglesia” en cada fibra del ser. Ya no es el Espíritu el que camina con sandalias por los powerpoints sinodales. Ahora es una actitud, una estética pastoral que, con un poco de suerte, podrá recogerse discretamente en un anexo metodológico y no en los libros de dogmática.
Damian Thompson no ha tardado en captarlo: “Synodality downgraded to a ‘style’”. No es un insulto. Es la radiografía precisa de una corrección diplomática.
Porque sí, León XIV está corrigiendo. Con guante blanco, voz serena y latín pulido. Pero corrigiendo. Despresuriza la burbuja sin reventarla. Deshace sin humillar. La sinodalidad, nos dice, “es un estilo que nos ayuda a ser Iglesia, promoviendo auténticas experiencias de participación y comunión”. ¿Participación? Bien. ¿Comunión? Por supuesto. ¿Estilo? Perfecto. Mientras no se confunda con una mutación genética del cuerpo místico.
Así, paso a paso, el Papa agustino comienza a devolver a la Iglesia su centro, su verdad, su forma.
No será de golpe, ni con titulares rimbombantes. Pero cuando el humo sinodal se disipe del todo, será porque León XIV habrá abierto, con discreción y firmeza, las ventanas.