Las cinco decisiones que de verdad aclararán el carisma de León XIV

Una de las cinco decisiones que marcarán el rumbo del pontificado, representada por una túnica blanca en un portal vaticano

Desde los primeros días de su pontificado, León XIV ha suscitado la atención —y en muchos casos, la esperanza— de no pocos fieles que anhelan una restauración del orden doctrinal y litúrgico en la Iglesia. La recuperación de signos externos tradicionalmente asociados al papado —la muceta y la estola, el canto gregoriano en algunas celebraciones, la imposición personal del palio a los nuevos metropolitanos, la reactivación de los apartamentos pontificios y el uso estival de Castel Gandolfo— han sido interpretados como cinco señales de una vuelta a la tradición.

Sin embargo, cabe advertir que tales gestos, aunque simbólicamente relevantes, no constituyen un viraje de fondo. En última instancia, lo que definirá el carácter y el rumbo de este pontificado será el contenido doctrinal y disciplinar de las decisiones que están por venir. Cinco de estas cuestiones candentes se deberán dirimir en las próximas semanas.

1. Doctrina de la fe: ¿continuidad o ruptura?

El nombramiento del Prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe será, sin duda, una de las decisiones más reveladoras. La eventual ratificación del cardenal Víctor Manuel Fernández, conocido por su perfil teológico académicamente débil y su clara orientación progresista, sería una señal inequívoca de continuidad con el giro doctrinal promovido durante el pontificado anterior.

En cambio, una sustitución por una figura de mayor solvencia académica, doctrinal, fidelidad al magisterio constante de la Iglesia y respeto por la tradición, marcaría un giro providencial en el gobierno de la Iglesia universal.

2. Liturgia y sacramentos: el alma de la Iglesia

La liturgia no es un aspecto decorativo, sino la manifestación visible de la fe (lex orandi, lex credendi). El futuro del cardenal Arthur Roche, actual prefecto del Dicasterio para el Culto Divino, quien ha pasado la edad de jubilación, será también decisivo.

Su permanencia a pesar de su edad (algo no descartable) prolongaría un rumbo que muchos fieles consideran errático, restrictivo con respecto a la tradición y laxo con respecto a los abusos litúrgicos. Un relevo por alguien sensible a la riqueza de la tradición litúrgica, incluida la forma extraordinaria del rito romano, podría corregir años de arbitrariedad y divisiones.

¿Se permitirá con libertad el uso del Misal de 1962? ¿Se frenarán los abusos litúrgicos generalizados? De ello depende, en buena medida, la salud espiritual de los seminarios, la fecundidad vocacional y la transmisión íntegra de la fe.

3. Traditionis Custodes: ¿restaurar la paz litúrgica?

Entre los documentos más polémicos del pontificado anterior, Traditionis Custodes ocupa un lugar destacado. A diferencia de las exhortación apostólica Amoris Laetitia o la Declaración Fiducia Supplicans, que pueden ser diplomáticamente matizadas o enmendadas mediante futuros documentos, homilías o aclaraciones pastorales, Traditionis Custodes es una norma jurídica de aplicación restrictiva, que ha supuesto una virtual abolición del Summorum Pontificum de Benedicto XVI.

Esta medida ha convertido en una heroicidad pastoral la mera posibilidad de celebrar la misa tradicional, exigiendo permisos casi imposibles y situando al clero sensible con el Canon Romano y la profunda verdad y belleza de la liturgia codificada por San Pio V, en una posición de sospecha eclesial injustificada.

Un eventual gesto de León XIV en este campo, ya sea derogando, modificando o reafirmando dicha norma, tendrá consecuencias profundas y duraderas. La mera voluntad de estudiarlo, según se habría dicho al cardenal Burke, ya es un paso. Pero la necesidad de una reforma es urgente: la vitalidad de comunidades florecientes en vocaciones y fidelidad merece ser acogida y no castigada.

4. La crisis alemana: ¿tolerancia al cisma?

La Conferencia Episcopal Alemana se ha colocado, de hecho, en una posición de abierta desobediencia a Roma. Pretenden crear un comité de laicos y obispos para enmendar los dogmas, el catecismo y han publicado un documento sobre bendiciones de parejas homosexuales que constituye una ruptura explícita con la fe católica.

Esta situación no admite equidistancias: o se actúa con claridad doctrinal y autoridad pastoral, o se incurre en una omisión que puede desembocar en un cisma formal. La unidad eclesial exige tanto misericordia como disciplina, y el tiempo para intervenir se agota rápidamente.

La falta de respuesta será leída como complicidad con un modelo eclesial próximo a las vocaciones cero. La destrucción vocacional en Alemania rompe todas las estadísticas y la gestión eclesial pareciera un manual sobre cómo hacer desaparecer a la Iglesia. ¿Es ese el modelo?

5. El Valle de los Caídos: la profanación de una basílica pontificia

El reciente acuerdo para la profanación del Valle de los Caídos —basílica pontificia bajo jurisdicción directa de la Santa Sede— constituye otro de los desafíos que el Papa no puede ignorar.

La Conferencia Episcopal Española, lejos de alzar la voz en defensa del templo y de la comunidad benedictina intervenida contra derecho, ha respaldado las gestiones del cardenal José Cobo, que culminaron en un bochornoso acuerdo secreto con el Gobierno de Pedro Sánchez, un ejecutivo visceralmente anticatólico, profundamente desacreditado por su radicalidad y por múltiples escándalos de corrupción.

La destitución y el destierro irregular del prior, el padre Cantera, contra su voluntad y contra sus votos benedictinos, por orden política; la desacralización de la basílica para su conversión en museo de la memoria democrática de la izquierda chequista, son un atropello a la historia y a los mártires allí enterrados.

Si León XIV desea restaurar la dignidad eclesial, no bastará con el silencio diplomático y pasar página: será necesario actuar con justicia. Quizás ante un gobierno al borde de su final conviene esperar, pero no cabe duda de que se debe actuar a nivel eclesial para enmendar el bochorno liderado por Cobo (y respaldado por una tibia asamblea de obispos que, salvo alguna honrosa excepción, se puso de perfil).

Un primer paso lógico, y pastoralmente sensato, podría ser relevar al cardenal Cobo de sus funciones en Madrid, asignándole otro destino menos comprometido. Sería también una forma de evitar que la impericia como gestor del cardenal de Madrid en el gobierno de su diócesis traspase la torpeza demostrada en el caso Valle de los Caídos.

La incapacidad de discernir demostrada por Cobo es muy preocupante. Sin entrar en discrepancias doctrinales, un cardenal al frente de una sede tan significativa como Madrid que no tiene capacidad de tomar decisiones razonables, puede convertirse en un foco de escándalos públicos que la Iglesia debe evitar. En esta nueva etapa los casos como el de Zanchetta deberían formar parte un pasado no añorado.


Los signos externos son importantes, pero no suficientes. Es en las decisiones doctrinales, litúrgicas, disciplinarias y jurisdiccionales donde se juega verdaderamente el alma de un pontificado. León XIV tiene ahora la ocasión —y la responsabilidad— de marcar una diferencia con hechos y no solo con símbolos. Que el Espíritu Santo le conceda la claridad, la valentía y la fidelidad que el momento histórico exige.