¿Seguirá siendo el Rey de España un monarca católico a efectos protocolarios en el Vaticano?

Rey de España como monarca católico junto a obispo en encuentro oficial

El pasado 20 de junio de 2025 se conoció que los Reyes de España han aceptado la Presidencia de Honor del Top Líderes LGBTI+ 2025, una iniciativa promovida por Actualidad Económica y la Red Empresarial por la Diversidad e Inclusión (Redi), que distingue a profesionales del entorno corporativo identificados con la agenda del lobby político LGTBI+. Es la primera vez que la Casa Real respalda oficialmente este proyecto.

La propia organización promotora calificó el gesto como la máxima inclusión institucional posible y lo presentó como una reconciliación del Estado con su lobby, que incluye una promoción militante de la transexualidad. La implicación de los monarcas españoles se produce en un momento de fuerte carga simbólica, en medio de una conciencia social creciente en contra de la imposición de políticas ideológicas y antifamilia en el ámbito empresarial, educativo y cultural.

Con esta decisión, la monarquía española asume un papel de representación en una campaña centrada exclusivamente en la condición homosexual o transexual de los participantes, lo que supone tomar partido en favor de una narrativa que contradice de forma explícita la antropología cristiana, genera división social creciente y ha sido objeto de numerosas advertencias doctrinales por parte del magisterio de la Iglesia.

Un gesto con implicaciones eclesiales

Este respaldo explícito plantea también dudas sobre las consecuencias protocolarias de cara a la Santa Sede. El Rey de España ostenta el título histórico de Rey Católico, concedido por la Iglesia y mantenido como distinción en las relaciones diplomáticas entre el Estado español y el Vaticano. Esta condición ha comportado tradicionalmente privilegios simbólicos, como el tratamiento ceremonial en las audiencias papales o el lugar preferente en celebraciones litúrgicas.

Sin embargo, bajo el actual pontificado de León XIV se ha observado una revisión de estos usos en función del comportamiento público de los jefes de Estado. En fechas recientes, el Papa recibió al presidente de Argentina, Javier Milei, sin estola, un gesto interpretado por algunos observadores como una reserva ante su autoproclamación como aspirante a judío y su discurso provocador, no considerándolo como católico. Esto abre la puerta a que decisiones similares puedan aplicarse en otros casos.

En este contexto, es lógico plantearse si la colaboración del Rey con una campaña LGTBI+, centrada de forma exclusiva y excluyente en la orientación sexual como criterio de reconocimiento político y empresarial, puede afectar a su estatus protocolario en Roma.

La Iglesia española: sin reservas

En la rueda de prensa posterior a la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española, celebrada el mismo día del anuncio, el secretario general Mons. Francisco César García Magán calificó de ejemplar el reinado de Felipe VI en sus once años de duración, sin realizar ninguna observación sobre esta implicación pública en una causa objetivamente contraria a la doctrina católica.

El contraste entre las palabras del portavoz episcopal y la gravedad del gesto institucional ha sido objeto de comentarios en algunos círculos eclesiales.

¿Un estatus en cuestión?

El caso plantea una cuestión de fondo: ¿puede mantenerse indefinidamente el tratamiento de rey católico a quien respalda iniciativas que promueven principios y estilos de vida incompatibles con la moral cristiana? ¿Hasta cuándo conservará la monarquía española los privilegios protocolares derivados de esa condición histórica?

A la luz del nuevo pontificado, más atento a la coherencia doctrinal de los signos públicos, no puede descartarse un ajuste futuro en el trato dispensado a jefes de Estado que se presentan como católicos mientras apoyan activamente causas que la Iglesia rechaza con claridad.