Serie “Los Leones de la Iglesia” – 3. San León III
Introducción a la serie
El recién elegido Papa León XIV, anteriormente el cardenal Robert Prevost, ha escogido un nombre cargado de historia. Nada menos que trece papas le precedieron con ese nombre, muchos de ellos en tiempos convulsos, y varios dignos de figurar entre los grandes pastores de la Iglesia.
Durante los próximos trece domingos, en esta serie titulada “Los Leones de la Iglesia”, recordaremos a esos trece predecesores. No para una mera contemplación arqueológica, sino para descubrir qué enseñanzas vivas podemos heredar hoy de su ejemplo, en un momento en que la Iglesia necesita claridad, firmeza y esperanza.
Un Papa entre cuchillos y coronas
León III fue elegido Papa en el año 795. No procedía de la nobleza romana ni de las grandes familias eclesiásticas, lo que le valió la oposición de ciertos sectores de la curia y del patriciado. Poco después de su elección, sufrió una violenta agresión: fue atacado por un grupo de conjurados que intentaron sacarle los ojos y la lengua, y sobrevivió milagrosamente.
Refugiado en la corte de Carlomagno, León III encontró en el rey franco no solo protección, sino una alianza providencial. Al regresar a Roma, el Papa fue restituido solemnemente y, en la misa del día de Navidad del año 800, realizó un gesto que cambiaría el curso de la historia: coronó a Carlomagno como “Emperador de los Romanos”.
El nacimiento del Sacro Imperio y el equilibrio de poderes
Aquel acto no fue simplemente ceremonial: con la coronación imperial, el Papa León III restauraba en clave cristiana la figura del emperador romano, afirmando que toda autoridad legítima debía estar sometida a Dios y a la ley moral. En cierto modo, sellaba la alianza entre el altar y el trono, que marcaría buena parte de la historia de Europa durante el siguiente milenio.
Este gesto fue interpretado como un desafío a Bizancio, que aún se consideraba heredero del Imperio romano. Pero para Occidente fue el inicio de una nueva etapa: la Cristiandad como civilización fundada en la fe, con la Iglesia y el Imperio en tensión creativa y mutua dependencia.
León III no actuó desde el poder temporal directo, sino desde la convicción de que el poder espiritual tiene la misión de orientar y corregir al poder civil. En tiempos de fracturas y amenazas, su gesto fue un acto profético de reconstrucción institucional con raíz cristiana.
Lo que nos dice hoy San León III
En cada uno de estos artículos, queremos cerrar con una mirada actual. León III fue un Papa que comprendió que la Iglesia no puede replegarse ni disolverse en la neutralidad, sino que está llamada a configurar la sociedad con la luz del Evangelio.
Coronar a un emperador fue mucho más que un gesto litúrgico: fue una proclamación de que Cristo es Señor también del orden temporal, y de que el poder necesita ser evangelizado y sometido a la verdad revelada.
León XIV llega al pontificado tras un Papa, Francisco, que ha sido con frecuencia tolerante —e incluso propagador— de errores teológicos graves. En tiempos en que muchos confunden la caridad con la rendición y la misericordia con la renuncia a la verdad, León XIV tiene ante sí el desafío de heredar esa claridad, ese coraje y esa fidelidad que hicieron de León III un pastor que no temió coronar la fe como fundamento de una nueva civilización.
Que Dios le conceda la valentía que dio a León III.
