Encuentro entre Kiko Argüello y el Papa bajo la sombra de los excesos del Camino Neocatecumenal

Kiko Argüello y el Papa León XIV sonríen durante un encuentro privado en el Vaticano

En una jornada eclesial cargada de simbolismo, el Papa León XIV ha recibido esta mañana en audiencia privada a Kiko Argüello, fundador del Camino Neocatecumenal. La cita ha despertado un interés particular, no solo por el perfil del visitante, sino por las implicaciones doctrinales y litúrgicas que subyacen a este encuentro.

Una liturgia al margen del Misal Romano

El Camino Neocatecumenal ha sido objeto de debate durante décadas por su interpretación peculiar de la liturgia. Entre sus prácticas más cuestionadas destaca la forma en que distribuyen y consumen la Sagrada Comunión: en sus misas, el fiel recibe la hostia consagrada en la mano pero no la consume inmediatamente, sino que espera durante minutos a que todos hayan recibido para hacerlo en simultáneo. Este gesto, gravemente irregular en la normativa litúrgica de la Iglesia, rompe con la praxis establecida por el Institutio Generalis del Misal Romano, que indica claramente que la comunión ha de consumirse al momento, en presencia del sacerdote.

Además, es frecuente en estas celebraciones la comunión bajo las dos especies con el uso de cálices de gran tamaño, en los que se consagran grandes cantidades de vino. Estas celebraciones registran constantemente derrames del contenido consagrado, poniendo en entredicho el debido cuidado hacia la presencia real de Cristo. La falta de celo en estas prácticas erosiona el sentido de reverencia que caracteriza a la liturgia romana y pone en riesgo la fe de los sencillos, al dar una imagen simbólica, casi horizontal, de lo que la Iglesia ha sostenido como una realidad ontológica y sustancial: la transubstanciación.

Otra práctica irregular del Camino es lo que se conoce como «escrutinios», en la que los miembros de una comunidad se reúnen en círculo y confiesan públicamente sus pecados, sellando un pacto de silencio. Esta visión horizontal del pecado —entendido principalmente como una ofensa social y no como ruptura de la relación con Dios— distorsiona gravemente el sentido sacramental de la penitencia, tal como lo establece el Catecismo de la Iglesia Católica (cf. nn. 1422-1484). Además, el ambiente cerrado de estas comunidades, cimentado en la exposición mutua de las miserias, puede adquirir tintes claramente sectarios, convirtiendo la vida comunitaria en una prisión emocional.

El legado interrumpido de Benedicto XVI

Cabe recordar que durante el pontificado de Benedicto XVI se preparaban directrices claras que restringían estas prácticas. Su renuncia dejó inconclusos varios procesos canónicos que apuntaban a una reforma litúrgica del Camino. Desde entonces, se ha instalado una suerte de tregua tácita, en la que estas prácticas se han tolerado más que corregido.

La visita de Argüello al nuevo Papa no parece ser un gesto de cortesía inocente. Muy probablemente se trata de un primer intento de asegurar el mantenimiento de estas singularidades en un nuevo ciclo pontificio. La preocupación del fundador es comprensible: muchos sectores de la Iglesia contemplan con creciente inquietud estas desviaciones, que no solo afectan a la comunión eclesial sino que dan pábulo a una eclesiología paralela.

Una eclesiología que reescribe la historia

El Camino Neocatecumenal ha sido criticado también por su visión teológica e histórica, que considera su particular versión poco rigurosa historiográficamente de la Iglesia preconstantiniana como modelo, despreciando siglos de desarrollo doctrinal y litúrgico. Esta lectura rupturista del Concilio Vaticano II, en clave de nuevo inicio más que de renovación, alimenta un desprecio tácito hacia la tradición post-apostólica, configurando una visión incompleta y selectiva del misterio eclesial.

¿Qué hará León XIV?

La pregunta que flota en el ambiente eclesial tras esta audiencia es clara: ¿será León XIV el pontífice que finalmente ponga orden en las prácticas litúrgicas del Camino Neocatecumenal, o continuará la permisividad heredada del pontificado anterior? La fidelidad a la lex orandi de la Iglesia no es un asunto menor ni opcional: se juega en ella la integridad de la fe común. La Iglesia no puede permitir liturgias a la carta, especialmente cuando estas difuminan la centralidad de Cristo presente en la Eucaristía y alteran la teología de los sacramentos.

Hoy, más que nunca, urge recordar que la unidad de la Iglesia no se construye a base de excepciones particulares, sino sobre la fidelidad común a lo que ha sido recibido, custodiado y celebrado durante dos mil años. La tradición es el hilo que mantiene viva la fe.