El reciente escándalo protagonizado por un alcalde socialista que denuncia al párroco por negarle la comunión por vivir en pareja homosexual podría parecer un caso más de victimización progresista.
Pero no es cualquier historia: la noticia ha sido amplificada por ABC, el socio editorial de COPE, es decir, la emisora de los obispos. Aquí va un recordatorio: quien con niños se acuesta, meado se levanta.
Cuando algunos obispos corren a abrazar el discurso inclusivo, prestando micrófonos y recursos a medios que venden su línea editorial al mejor postor, surgen estos «incidentes». El periodismo amigo se convierte en juez y parte, explotando titulares que pintan a la Iglesia como un ente retrógrado que margina y discrimina. En el fondo, la historia es la misma: los pastores que intentan mantenerse firmes son dejados a merced de los lobos.
¿Qué esperaban? Un titular favorable tipo: «La Iglesia sigue sus principios con firmeza y amor»? No, claro. ABC opta por la narrativa: «Iglesia intolerante contra el amor verdadero».
Mientras algunos medios insisten en que la fe se acomode al vaivén de la ideología del momento, la doctrina es clara. La comunión no es un derecho adquirido por ser alcalde ni un show mediático para ganar votos. Los sacramentos implican un compromiso de vida con los principios cristianos.
Pero aquí estamos, viendo cómo quienes defienden la integridad son tildados de inquisidores. ¿Cuántos escándalos más harán falta para entender que jugar con la corrección política solo alimenta al monstruo que te devora?
En resumen, esta es la consecuencia de apostar por medios que no defienden a la Iglesia, sino que se benefician de su crisis. El obispo que hoy piensa que puede domar al león, mañana verá que lo han devorado.