Es una delicia descubrir que algunos prelados, en su afán por hacerse relevantes, desentierran las joyas de la Edad Media. Esta vez, tenemos al arzobispo brasileño declarándose en guerra contra esa práctica “medieval” de comulgar en la boca. No sabemos si Su Excelencia piensa que estamos organizando cruzadas o si teme que un cáliz dorado le revuelva pesadillas sobre caballeros templarios, pero su comentario merece atención.
Para el arzobispo, parece que arrodillarse y recibir el Cuerpo de Cristo en la boca no solo es un anacronismo, sino casi un rito tenebroso. ¿Qué será lo siguiente? ¿Que pidamos a los fieles vestir cota de malla al comulgar? O, mejor aún, ¿un castillo en cada parroquia? La “modernidad” debe estar en peligro con semejante amenaza medievalista. La verdad es que la reverencia y solemnidad que evoca esta forma de recibir la comunión parece chocar de lleno con el espíritu de una Iglesia más “ligera”, de esas que piensan que solemnidad es sinónimo de momificación.
Recordemos que la comunión en la boca no es una excentricidad, sino una manifestación del respeto más profundo por lo sagrado. Pero claro, en una Iglesia obsesionada con sentirse moderna y “conectada”, el respeto es tan medieval como las armaduras. Es mucho mejor conformarnos con sacramentos “a la carta” que acomoden el gusto litúrgico del momento, no vaya a ser que ofendamos a la modernidad.
Curioso que algo que ha sido practicado durante siglos de pronto sea un símbolo de atraso, mientras que ciertas “innovaciones” sin arraigo se promocionan como avances. Pero claro, al arzobispo brasileño le resulta más cómodo etiquetar la tradición como algo polvoriento y absurdo. Quizá no comprenda que algunos fieles prefieren el “medievalismo” del respeto a un Dios que no ha cambiado, aunque algunas de sus liturgias parezcan inspiradas en conciertos de música pop.
Querido arzobispo, si comulgar en la boca es medieval, abracemos gustosos este supuesto anacronismo. Nos negamos a modernizar nuestro respeto. Tal vez sea mejor dejar que la “Edad Media” litúrgica brille por su nobleza antes que ajustarnos al meme de turno. De paso, le aseguramos que, aunque nuestros cuerpos estén en el siglo XXI, el respeto a Dios no entiende de épocas ni de modas. Si eso nos convierte en medievales, que así sea.