En la apertura de la primera congregación de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre la sinodalidad, el Papa Francisco destacó la importancia de identificar, en los momentos adecuados, diferentes formas de ejercicio «colegial» y «sinodal» del ministerio episcopal.
Lo que tradicionalmente se conocía como el Sínodo de los Obispos (porque solo participaban ellos) dejó de serlo según muchos teólogos y canonistas en el momento en el que el Papa decidió que participaran en la Asamblea sinodal otras personas que no fueran obispos. A pesar de esa «revolucionaria» y peligrosa decisión el Pontífice sigue defendiendo que es un Sínodo de Obispos a pesar de la presencia de sacerdotes, religiosos y laicos.
Tras tres años de reflexión, la Iglesia se enfrenta a la pregunta de cómo ser una Iglesia sinodal, misionera y misericordiosa. El Papa Francisco subrayó que, guiados por el Espíritu Santo, debemos aprender a practicar juntos un «arte sinfónico», en una composición que una los diversos ministerios y carismas, al servicio de la misericordia de Dios. En su discurso de apertura de la primera congregación general, el 2 de octubre, el Pontífice insistió en la necesidad de una «comprensión inclusiva del ministerio episcopal», donde se identifiquen en los momentos adecuados las formas colegiales y sinodales de su ejercicio.
El Papa recordó la inclusión en esta XVI Asamblea de laicos, consagrados, diáconos y sacerdotes como miembros de pleno derecho, destacando que ningún obispo, al igual que ningún cristiano, puede concebir su misión «sin el otro». Francisco insistió en que el anuncio de la salvación necesita la participación de todos y todos deben ser escuchados, como prueba de que nadie se salva solo.
Desde la mesa presidencial, el Papa subrayó que el camino sinodal, iniciado en octubre de 2021, está guiado por el Espíritu Santo y busca crear una Iglesia verdaderamente sinodal, capaz de salir de sí misma y habitar en las periferias geográficas y existenciales. El objetivo es establecer vínculos con todos, teniendo como base a Cristo, nuestro hermano y Señor. El Papa se apoyó en las enseñanzas de un autor espiritual del siglo IV para recordar a los participantes que su tarea primordial es aprender a discernir la voz del Espíritu Santo en el proceso sinodal.
El Papa enfatizó el papel del Espíritu Santo como fuente de consuelo y esperanza, especialmente en tiempos de injusticia o desánimo. Según Francisco, el Espíritu Santo nos acompaña incluso cuando nos enfrentamos a situaciones difíciles, recordándonos que el amor de Dios es inagotable. Además, el Espíritu nos llama a dejar de juzgar y a perdonar a los demás, ya que la experiencia del perdón nos enseña la humildad y la necesidad de perdonar siempre.
Francisco también destacó la importancia de la humildad, señalando que es un don del Espíritu Santo que nos permite ver el mundo con una perspectiva más justa, reconociendo que no somos mejores que los demás. Invitó a los participantes a reconocer que la Iglesia, siempre en necesidad de renovación, no puede caminar sin la guía del Espíritu Santo. Este camino de renovación y reforma es esencial para cumplir el plan de amor del Padre.
El Papa reiteró la importancia de incluir a laicos, consagrados, diáconos y sacerdotes en la Asamblea, en coherencia con la visión del ministerio episcopal expresada por el Concilio Vaticano II. Señaló que el obispo no puede ejercer su ministerio sin el pueblo de Dios, ya que su servicio debe estar enraizado en la comunión con la comunidad que le ha sido confiada.
Finalmente, el Papa concluyó que esta Asamblea busca dar respuesta a la pregunta de cómo ser una Iglesia sinodal y misionera, siendo conscientes de que todos formamos parte de este proceso guiado por el Espíritu Santo. El sínodo no solo es un proceso sinodal, sino también una oportunidad para que la Iglesia profundice en su misión y en su capacidad de acoger a todos, renovándose continuamente para ser fiel testimonio de la gracia de Dios.