El amor ha superado barreras insospechadas, incluso frente al inminente despido de los recién casados, que será efectivo en un mes.
El pasado sábado, en una parroquia de la costa romana, dos jóvenes empleados del Instituto para las Obras de Religión (IOR), quienes se conocieron en los mostradores bancarios del Torrione di Niccolò V, contrajeron matrimonio ante un reducido grupo de amigos y familiares.
Los medios italianos los han bautizado como los “Romeo y Julieta” del Vaticano y han tenido el valor de enfrentarse al poder y, especialmente, a la reciente normativa del IOR, que ha generado controversia incluso en los niveles más altos del Vaticano. Sin embargo, nadie se ha atrevido a solicitar la derogación de la norma.
Normativa del IOR
Según las disposiciones del nuevo reglamento aprobadas por el Papa Francisco, se prevé la terminación del contrato laboral de uno de los cónyuges dentro de los 30 días posteriores al matrimonio, a menos que uno de los dos renuncie voluntariamente. La norma establece: «Está prohibida la contratación de cónyuges, consanguíneos hasta el cuarto grado y afines en primer y segundo grado, según el cómputo canónico, de personas y administradores dentro del Instituto». Además, para garantizar la igualdad de trato, el matrimonio entre empleados del IOR o de otras administraciones del Vaticano también es motivo de cese de contrato, a menos que uno de los cónyuges abandone su puesto en un plazo de 30 días tras la boda.
La noticia del matrimonio y sus consecuencias se propagó rápidamente dentro de los muros del Vaticano, suscitando análisis y debates entre prelados y juristas, pero sin llegar a una solución concreta. La administración autónoma del IOR y su poder ampliamente reconocido por el Papa Francisco complican la situación, dejando a los jóvenes con una única esperanza: una intervención directa del Pontífice, que hasta ahora no se ha pronunciado.
El caso ha amplificado el descontento de los 4.500 empleados del Vaticano, quienes, organizados en una acción colectiva, reclaman mejoras laborales, destacando problemas como el estrés, la falta de meritocracia y los abusos de poder. En respuesta a la creciente inquietud, la Asociación de Empleados Laicos del Vaticano (ADLV) expresó en un comunicado: «Los empleados vaticanos, en los últimos tiempos, se están interrogando sobre la naturaleza del trabajo en la Sede Apostólica y el sentido del servicio. Ser parte de la comunidad de empleados vaticanos debería significar ser miembro de una familia especial, caracterizada por valores específicos – los del “evangelio del trabajo” y la doctrina católica sobre el trabajo humano, siempre viva en la tradición de la Iglesia – que le confieren un rasgo distintivo peculiar respecto a las empresas externas, especialmente privadas. Como también sostiene el Papa Francisco: “Trabajar es propio de la persona humana: expresa su dignidad de criatura hecha a imagen de Dios”».
El IOR justifica la nueva normativa como parte de las reformas papales
Tras un prolongado silencio, el IOR emitió una respuesta en la que justificó la nueva normativa como parte de las reformas impulsadas por el Papa Francisco y su predecesor, Benedicto XVI. Según el IOR, «el objetivo del Instituto es exclusivamente garantizar condiciones de igualdad de trato entre todo el personal empleado durante todo el período de permanencia en servicio, así como en la fase de contratación respecto a los candidatos externos». La normativa se considera crucial para prevenir posibles conflictos de interés y evitar la percepción de favoritismo en una institución con poco más de cien empleados y sin sucursales.
El Instituto argumentó que la norma había estado en proceso de implementación durante un tiempo, y solo se introdujo tras la jubilación de uno de los cónyuges de la última pareja en activo, aprovechando un vacío legislativo previo. Aseguran que, aunque la norma afecta a los empleados que se casan entre sí, se busca proteger el interés público que representa el IOR como Entidad Central de la Iglesia, un interés que, según explican, debe prevalecer sobre los intereses individuales de los empleados.
De acuerdo a la propia normativa del Vaticano solo caben dos opciones: que le Papa contradiga su propia reforma y permita a la pareja recién casada seguir en sus puestos de trabajo o que sean despedidos a no ser que uno de los dos renuncie voluntariamente a su puesto de trabajo.