Con una semana de retraso, el Vaticano ha emitido un escueto comunicado pronunciándose sobre lo ocurrido en la inauguración de los Juegos Olímpicos de París hace ya más de una semana.
Tras la espantosa ceremonia de inauguración de la que el mundo entero fue testigo el pasado 26 de julio en la que hubo una actuación parodia incluyendo drag queens y una gran mujer con una corona de aureola, parodiando «La Última Cena», multitud de eclesiásticos, políticos, personalidades públicas e incluso importantes líderes musulmanes, manifestaron abiertamente su condena a esa burla a los cristianos.
A lo largo de toda la semana, cada vez más obispos y cardenales iban sumando sus voces en todo el mundo para condenar lo presenciado en París en la tarde del 26 de julio. Esta ceremonia ‘woke’ y abiertamente anticatólica consiguió desatar una cascada de reacciones contrarias por ridiculizar lo más sagrado de la fe cristiana.
Pasaban los días y se hacía muy extraño el silencio del Papa y del Vaticano. Por fin, ocho días después, la Santa Sede ha emitido un tibio comunicado oficial (sin firmar por nadie) por lo que parece que no habrá declaraciones expresas del Papa Francisco sobre este asunto.
En el comunicado difundido por la oficina de prensa del Vaticano, se asegura que «la Santa Sede, entristecida por algunas escenas de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de París, no puede sino unirse a las voces que se han alzado en los últimos días para deplorar la ofensa causada a muchos cristianos y creyentes de otras religiones».
«En un acontecimiento prestigioso en el que el mundo entero se une en torno a valores comunes, no debería haber alusiones que ridiculicen las convicciones religiosas de muchas personas», se lee en la nota de la Santa Sede.
El comunicado concluye remarcando que ellos no cuestionan la libertad de expresión pero advierten que esto «encuentra su límite en el respeto a los demás».
Tal y como se aprecia en el comunicado, Roma evita hablar de blasfemia y opta por utilizar términos muy suaves y condescendientes como «ofensas» y reiterando que no se oponen a la libertad de expresión.
Esta tardía reacción de la Santa Sede vuelve a poner en entredicho la mala gestión comunicativa del Vaticano quien nos tiene ya acostumbrados a llegar casi siempre tarde y mal.